sábado, 28 de septiembre de 2013

El buen nombre: nombres propios en diferentes culturas.

"El pintor japonés Hokusai cambió de nombre sesenta veces por celebrar sus sesenta nacimientos. En el Uruguay, país formal, lo hubieran enjaulado por loco o alevoso simulador de identidad." Eduardo Galeano.

"En el libro de las evidencias se lee: ¨Conoces el nombre que te dieron, no conoces el nombre que tienes¨" José Saramago.


En el mundo hindú el nombre es algo más que una referencia de diferenciación: influye sobre la vida del individuo. La elección de un nombre secreto sirve para abarcar la personalidad del nombrado y así­ protegerle de sus enemigos, y es habitual un segundo nombre para la distinción en la vida mundana.

La etnia gold o nanai de Rusia podían cambiar el nombre al hijo varón hasta varias veces a lo largo de su vida con objeto de hacerlo mejor o más feliz. Existía asimismo en Japón la posibilidad de cambiar de nombre para aquellos que deseaban rehacer su vida. También algunos inuit practicaban el cambio de nombre personal cuando ya flaqueaban sus fuerzas, con la esperanza de prorrogar así su crédito de vida.

Los ovimbundu, en la Angola céntrica, poní­an el nombre a los hijos de algún pariente cercano, vivo o muerto, pero si la persona sufría persistentemente de mala suerte o enfermedades, podían cambiar de nombre. Entre los mongoles le cambian al enfermo no sólo el nombre sino también manifiestamente el vestuario. También entre los dayak, en Borneo, después de una curación sigue el cambio del nombre del enfermo con el fin de engañar al espí­ritu maligno. Igualmente, cuando un niño ha caí­do enfermo, el chamán, entre los haidas de la América del Pací­fico septentrional puede decidir que no se le ha puesto el nombre adecuado y se le cambia el nombre. También entre los norteamericanos indios crow. Todos estos ejemplos representan el deseo de engañar a los espíritus malignos para que ignoren al enfermo creyendo que, por recibir otro nombre, se trata de otra persona. 

Aunque existe otra teoría: el poder mágico de la misma palabra (o nombre). Entre los judíos de Ucrania era costumbre que un enfermo grave recibiera solemnemente el nombre "vida" "Chaim" (Jaime) y que, una vez curado, conservara este nombre y mantuviera el antiguo en secreto. Igualmente, los yacutos, en la remota Rusia asiática y septentrional, acostumbran a denominar al nuevo hijo "osito" (asa oboto) para salvarlo de la muerte.
 

No son pocas las culturas donde para escapar de la muerte los seres humanos reciben un nombre provisional, a veces poco halagador. El alumbramiento y los primeros años de vida eran otro espacio liminal peligroso y vulnerable. Así­, entre los mosios, en el alto Volta, a veces se otorga al bebé un nombre degradante o aterrador, como Kum "Cadaver" o Bogdo "Tumba", o simulan venderlo y recomprarlo, llamándole "esclavo de..." Los ainúes, nativos de Japón, usaban nombres como "barrigón" o "sucio" hasta los dos o tres años de edad, cuando eran menos vulnerables, era entonces cuando pasaban a llamarles "pico de pájaro" "gracioso" y otros apelativos más cariñosos. Los kazajos les llamaban, además del nombre auténtico, "niño malo", "niño ladrón" "ojos de carnero" o "varoncito loco". Entre los aborígenes aranda, cada individuo tiene dos nombres: un nombre conocido por todos y otro secreto, que le pone el jefe del totem reunido en consulta con los ancianos y que sólo se pronuncia en las ocasiones más solemnes. Esos nombres sagrados sólo los conocen los hombres muy ancianos; las mujeres ni siquiera conocen el suyo.

Lo chamorros de las islas Marianas poseen un nombre indígena original, que no se repite en todo el censo, muchos de ellos peyorativos para espantar los malos espíritus de los niños. Ésto es porque para escoger el hombre, los extraen del léxico del lenguaje diario, cotidiano, para transmitir cualquier mensaje que deseen. Los nombres incluso describen la ocasión o situación durante la cual nació el bebé. Además, la mayoría de los nombres o palabras no están asociados con ningún género en particular.

En China, repetir los nombres es una muestra de cariño. No es extraño que a alguien se le llame dos veces por su nombre por esa razón.
 

Entre los rusos y en coreanos, tras el alumbramiento de las criaturas, los progenitores se interpelaran mutuamente como "padre" y "madre" en el ámbito familiar. Los haidas y los amazónicos güitotos usan nombres personales únicamente para la gente soltera; a todas las demás personas se les llama "padre de", "madre de", o "esposa de". Entre algunas tribus de la provincia de Asam, en la India, los solteros pasan a llamarse “el padre sin hijos", “la madre sin hijos", "el padre de nadie" o "la madre de nadie".

No mentar los nombres de personas fallecidas es otro tabú bastante extendido. Pueblos tan alejados como los guajiros colombianos, los mongoles o los tuaregs del Sahara evitan pronunciar el nombre de las personas fallecidas para impedir que la muerte regrese a por más víctimas.
Es singular el caso de los aborígenes australianos quienes, como muchas tribus indias, ponen a sus hijos nombres de objetos y animales. Así, con el muerto, cuyo nombre no se puede volver a pronunciar, desaparecen palabras de uso común -águila, fuego, árbol, nube- para las que inmediatamente hay que encontrar una nueva denominación, de manera que el idioma cambia constantemente y de forma caprichosa en cada pueblo, tribu, barrio o familia.

Entre los inuit Ammassalimiut ocurría lo mismo: había la costumbre de no pronunciar el nombre de una persona muerta hasta que éste no se reeencarnara en otra persona. Ese período de prohibición podía durar desde algunos días hasta varios años. Si el nombre propio se utilizaba para designar un objeto, era necesario encontrar un nuevo objeto que lo sustituyera. Como consecuencia de la muerte de un hombre que llevaba el nombre kayak, y que no se lo habían puesto a otra persona, el kayak pasó a llamarse carquit.

Entre los indios navajos se considera una grave descortesía interesarse por la salud de los otros, porque piensan que el mero hecho de mencionarla puede acabar con ella.





"Entre los inuit, tradicionalmente, a la niña o al niño le ponen del nombre de la última persona que ha fallecido en la comunidad, así reciben las cualidad y virtudes de este difunto. Pero como la lengua de los inuit es neutra, sucedía en el pasado que cuando tenían un solo nombre, si un hombre y una mujer tenían el mismo, no se podían casar, porque eso significaba que tenían un grado de parentesco demasiado cercano. Por eso, hoy día reciben cinco nombres, y de esos cinco al menos dos o tres son de los últimos antepasados que han muerto, para evitar este problema" Francesc Bailón.
 

Los gilyaks, al norte de Japón, rebautizan con un nuevo nombre al muerto y consideran sacrílego seguir empleando el nombre que éste usara en vida. La mala suerte también era otra razón para cambiar de nombre: entre los ainu, cuando una persona cae enferma, o si ve pasar un buho volando a través de la luna, cambia a veces su nombre.

O al contrario, una proeza de alcance social o gesta podía ser una buena razón para el cambio de nombre. Ésto era muy practicado por los indios norteamericanos, en los ritos de iniciación de la adolescencia o en una proeza bélica.

Igualmente, al llegar a la pubertad tanto los chicos como las chicas de los camayuras, en el Mato Grosso brasileño, reciben un nuevo nombre de algún antepasado y se le afeita la cabeza, simbolizando un renacimiento.

El rechazo a revelar el propio nombre es también algo común en diferentes tribus en África del Sur, en muchos pueblos del archipiélago malayo, entre los tolampos de las islas Célebes, en la indonesia isla Nias, entre los papúas en Nueva Guinea y otros pueblos melanesios de esas regiones, entre los aborígenes de Australia o en la chilena isla de Chiloé. Cuenta el antropólogo Frazer un episodio sobre este hecho: en cierta ocasión, un forastero le pidió su nombre a un araucano y este le respondió: 


“Yo no tengo ninguno». 

El etnógrafo ruso Zelenin contaba que los siberianos manegrios nunca revelan sus nombres personales, de modo que dan otro cuando se les pregunta por el propio, y que si se les pregunta por alguien de la tribu, responderán: "ese por el que preguntas, es hijo de..."

Entre los iranís de Sungan, el niño que provenía de una familia con alta

mortalidad infantil, podía quedar sin nombre hasta los siete o incluso hasta los diez años. Entre los samoyedos, al norte de Rusia, el niño recibe su primer nombre provisional a los cinco años, y no tendrá su auténtico nombre hasta los quince. Entre los sami, a cada persona que nace se le regala una canción, un "luohti", y tradicionalmente, los títulos de estas canciones son los nombres propios de estas personas que las han recibido como regalo.

Para las culturas orales, las palabras poseen un gran poder. Por eso, consideran que los nombres (una clase de palabras) no es sólo una etiqueta, sino que confieren poder a las cosas, les dotan de ciertas características que el nombre mismo describe. Por eso, en muchas culturas faltar a la palabra es como faltar al alma. 
 

En lengua guaraní ñe'ê significa “palabra” y ñe'â significa “alma”, y el que dilapida la palabra, dilapida su alma. Por eso existe la tradición del tera’o (quitarse o cambiar el nombre) cuando un guaraní comete una infracción moral o dilapida su alma. De esta manera, el indígena está seguro que puede llegar a la plenitud de la perfección: el aguyje (estado de gracia) Por eso, cuando le ponen el nombre a una persona, no mienten ni imaginan, sino que estampan con ese nombre, mediante la palabra, las características más exactas de la persona. Es decir, el nombre es la persona misma, es la esencia de la persona, su identidad.

Tampoco resulta sorprendente que el término hebreo "dabar" signifique "palabra" y "suceso" al mismo tiempo, 

y que la palabra nombre provenga del hebreo "nomen" que significa "esencia de la persona o cosa", 
                 y que se parezca tanto a "omen":
                                                                 presagio.

Ishi fue el último de su tribu, un indio Yahi. En realidad, no se llamaba así. Él respondió Ishi, que en su lengua significa "hombre". Nunca quiso decir su verdadero nombre. Cuando le preguntaron por qué, el respondió “No tengo ninguno, porque no hay gente para nombrarlo”


Fuentes:
"La magia del nombre propio y la magia propia del nombre". Xaverio Ballester.
 http://www.continuitas.org/texts/ballester_magia.pdf

"Nuestros contemporáneos primitivos". George Peter Murdock
"Vida de los nativos americanos" Colin F.Taylor  
"La rama dorada: un estudio sobre magia y religión". J.G. Frazer.
"Tabu linguistici nelle popolazioni dell Europa orientale e dell Asia settentrionale. Tabu della vita domestica." Zelenin, Dmitrij K.

sábado, 14 de septiembre de 2013

El relativismo y el etnocentrismo: no todo vale.

"El antropólogo no tiene por qué afirmar que todas las culturas son buenas, pero está en la obligación de someter a todas, incluídas las propias, a la misma crítica negativa" 
Pedro Tomé, antropólogo.

"Que haya regímenes autoritarios o democráticos en el mundo no es problema para el antropólogo, sino para el ciudadano."
Claude Lévi-Strauss, antropólogo.


"Volvía a casa en un tranvía una tarde de agosto desde el campo en el que enseñaba durante algunas vacaciones de verano cuando estudiaba. Hombres blancos y negros que habían estado trabajando al sol subieron al tranvía. Estaban sucios y sudorosos. Una mujer blanca que estaba a mi lado se quejó del olor de los negros; efectivamente, olían. Me pregunté que pasaba con los trabajadores blancos, y me acerqué a ellos; también olían. El traje azul de algodón que yo llevaba estaba húmedo de sudor a causa del duro día que había tenido. Entonces me di cuenta de que... ¡yo también olía!. Fue un descubrimiento"


Hortense Powdermaker (1966)

El etnocentrismo es una actitud que consiste en considerar al grupo o cultura propia como superior, y es despreciativo respecto a otros grupos y culturas. Todos grupo desprecia a los demás, aunque la forma de hacerlo puede variar culturalmente.

La forma más simple de etnocentrismo es que una persona asuma ingenuamente que las premisas culturales son las mismas en todas partes. Todos nosotros somos problablemente culpables de esta clase de etnocentrismo, y nuestro enfoque  parte de la tradición histórico-político occidental.  
Esta posición universalista mantiene que existe un criterio moral aplicable a todos los grupos humanos, y se opone a la postura relativista que argumenta que los derechos son relativos al contexto cultural específico en el cual se desarrollan. 
Y aquí viene el gran debate de la antropología y no sólo de esta disciplina... Los relativismos.

El relativismo cultural aparece como una respuesta al etnocentrismo, en base al argumento de que los valores de una sociedad dependen del sistema cultural en el cual se originan y por lo tanto no puede haber un criterio universal.


Ojo! El relativismo cultural no toma por objeto los juicios morales, uno es relativista cultural como consecuencia de su conocimiento antropológico. El antropólogo Angel Diaz de Rada lo explica así "Simplemente, dado el conocimiento antropológico acumulado tras década de investigación empírica, los antropólogos sostenemos que, de hecho, hay muchos órdenes morales diferentes, muchas formas diferentes de interpretar lo que ha de ser entendido como buena vida, lo que ha de ser entendido como deseable. Y nos gusten o no nos gusten esas formas de vida, el único modo de empezar a entenderlas es percibirlas como diferentes." La metodología que utiliza, por tanto, es el relativismo metodológico, que implica una renuncia profesional a los juicios morales (como un/a médico que llorará si un ser querido ha fallecido por cáncer, pero deberá aparcar sus lágrimas en la medida de lo posible si quiere investigar un tumor maligno y tener un mayor entendimiento objetivo y neutral del tumor)



Un ejemplo práctico de este método es el de Adriana Kaplan, antropóloga, que propuso un rito de iniciación “alternativo” en Gambia: un rito de paso que incluyera la significación psicológica de “convertirse en mujer”, que fuera aceptable para su cultura, y que no incluyera la mutilación genital como elemento.  

"Nosotros pretendemos un cambio desde el respeto, entendiendo su cultura. Por eso la vicepresidenta de Gambia estaba tan encantada con el proyecto. “Usted ha visto con ojos africanos”, me decía. Nuestra propuesta alternativa permite seguir manteniendo el significado del ritual. El gobierno de Gambia ha dado la bienvenida a este proyecto, porque estamos invirtiendo en el país, dejamos el conocimiento en su gente y sin que les cueste nada." 

"Se nos ha acusado desde sectores feministas radicales de defender prácticas que atentan contra los derechos. No es cierto. La obligación que tenemos no es relativizar, es comprender y no juzgar. Y desde la comprensión, proponer. Eso es lo que hacemos."


Luis Pancorbo, periodista y antropólogo, ha recorrido el mundo con una actitud que lo sitúa a medio camino entre la aventura y la antropología, y asegura que “Si tuviera que implicarme en las creencias de todos los pueblos que he conocido, en estos momentos sería ya incapaz de descubrir el bien y el mal. Por lo tanto en eso sí que tengo un cierto acercamiento antropológico, trato de ser un observador participante. No creo que existan verdades supermayúsculas.”

Eso sí, añade:  

“Cuando he filmado cómo los yanomami beben un puré de plátanos sobre el que arrojan las cenizas de sus muertos, soy consciente de que una parte de los espectadores puede conceptuarlos como salvajes. Probablemente no hay otra cosa que pueda repeler más a nuestra cultura que la muerte, y eso es algo que condiciona la perspectiva del telespectador. Pero no creo que por ese prejuicio deba renunciar a ofrecer estos planos, por cruda, diversa o ambigua que pueda parecer esa realidad a la hora de ser descodificada. Obviamente, ese tipo de situación puede originar un debate controvertido y complejo, dado que la propuesta relativista puede no ser válida en todas las circunstancias. De hecho, ninguna cultura es inocente y siempre hay reglas de dominio. Por eso, al abordar cuestiones como la ablación del clítoris o la lapidación de las adúlteras, hay que tomar partido y denunciar su práctica, se esté o no en televisión.”
Del relativismo de la que habla Luis Pancorbo es la propuesta del relativismo moral.


Paul Bohannan, antropólogo, cuenta:
"En 1950 me encontraba haciendo trabajo de campo entre los tiv de Nigeria Central. Una tarde, un tiv regresó de bañarse en el rio local. Metió la cabeza en mi cabaña para decirme que ya había vuelto. Le pregunté qué habia pasado. Me contestó: "No mucho. Se ha ahogado un hombre"
Inmediatamente salté ¿Qué? ¿¿Ahogado??

"¿Conoces el lugar del río donde el fondo cae de golpe? Bueno, era extranjero. Perdio pié, y no sabía nadar." 



"¿Nadie le salvó? ¿No intentaste tú salvarlo?" (Yo sabía que era un gran nadador)



La respuesta fué demoledora: "No era mío"


Entendí perfectamente lo que quería decir. Los tiv se toman molestias para prestar algún servicio a sus parientes, pero no cualquiera. Me encontré odiándole a él y a sus valores porque me habían enseñado a pensar que una vida humana es una vida humana, sin importar de quien sea. Pensé -y sigo pensando- que no le hubiese costado demasiado rescatar a aquel extraño.


Una semana más tarde, cuando estaba hablando con el mismo ayudante sobre las familia tiv, mencioné que no veía a mi madre desde hacía casi cinco años. Me miró horrorizado: ¿Quieres decir que no vas a tu casa a ayudar a tu madre?" Intenté decirle que nos escribíamos, que nos manteníamos en contacto, que ella no necesitaba mi ayuda. Mis explicaciones no sirvieron de nada, estaba tan ultrajado por mis valores como yo por los suyos. Después de considerarlo una y otra vez durante años, todavía creo que los míos son mejores. Sin duda él sigue creyendo que los mejores son los suyos."


El relativismo moral dice "tú eres capaz de hacer juicios morales, entonces no es lícito que no los hagas porque no todo vale." Y desde este enfoque, Bohannan "se ha mojado", y desde su óptica moral, opina que es intolerable dejarle ahogar a una persona, sea quien sea, y desde su óptica moral, cree que es mucho menos malo no tener tanto contacto con una madre. El tiv opina que es mucho peor ésto último. 
El relativismo moral afecta a la esfera de las creencias morales de las personas, de todas ellas, ya sean antropólog@s, políticos, albañiles o catedráticos. Tod@s tenemos derecho a opinar sobre lo que es para nosotr@s la buena vida. 
Aquí aparece una forma más compleja de etnocentrismo, cuando la gente sabe perfectamente que existen diferencias culturales, pero que en lugar de tratar de comprenderlas y ver la humanidad común a través de las diferencias, consideran a la otra cultura como incorrecta, inmoral, inferior, o en el peor de los casos perversa. O al contrario: como una cultura casta y pura, sin maldad ninguna, o el mito del "buen salvaje". 
De hecho, aquí viene la forma más compleja, y el primer paso más allá del etnocentrismo: supone darse cuenta de que otros pueblos... ¡también son etnocéntricos.!
Pero puede ocurrir también lo contrario que, en nombre de la cultura o en la idea suprema de preservar y salvar esa especificidad cultural en este mundo globalizado, preferimos mantenernos al margen de muchas cuestiones y no opinar, porque "es otra cultura diferente y no comprendemos". Este quizás es el relativismo más criticado, quizás por ser el más cómodo y extremo, y es el "como no lo entiendo, por si acaso, no lo critico: todo vale"
En uno y otro caso, sometemos a juicio moral las vidas de los otros sin ser copartícipes de esas vidas y arrebatándoles su protagonismo como agentes morales, "todo para la gente, pero sin contar con ella" 
Y, por lo tanto, en uno y otro caso, vemos la cultura como si no la crearan las personas, como si fuera algo estático a lo que hay que adorar. La historia, la tradición, la cultura, es algo creado y recreado por las personas, es decir, es algo que sirve a las personas, y no al revés.
 
Es lo que Edward Said planteaba en su libro Orientalismo, un libro que critica el pensamiento colonial occidental que representa lo oriental como algo exótico, decadente y corrupto, y que "se nos da ya definido, acotado y dispuesto de una forma cerrada y acabada." Y una cultura así, no existe, por suerte.
Entonces ¿como hay que tomarlas, cómo estudiarlas de manera objetiva?? 
"Hemos de ser sensatos" dice Luis Pancorbo "muchos antropólogos tienen discusiones periódicas para refundar su ciencia, que es muy versátil. El subjetivismo resulta imposible de extirpar, puesto que el etnólogo y el realizador de documentales televisivos siempre tendrán que utilizar su estructura mental y lingüística para traducir y dotar de un sentido a esa otra realidad.” 

Y es que no debemos olvidar que ese mito del poder de la ciencia, el que aboga por una ciencia totalmente objetiva y neutral, es también un mito propio de la idea occidental que propuso como incontestable el número: todo lo que se puede pensar, contar o medir. Sin embargo, hay muchos elementos cualitativos que son esenciales para vivir. 

"Cuántas veces he tenido que responder a la interpelación: “Si ni las matemáticas son  verdaderas  y  universales,  entonces  tú  eres  partidario  de  las  ablaciones  de  clítoris, ¿no?”" cuenta el filósofo y matemático Emmánuel Lizcano. "¿Qué mentes se están forjando en nuestras escuelas que, de sólo intuir la liberación del yugo de la necesidad, la necesidad que primero se les viene a la cabeza para sustituirla es la de cortarle el clítoris a la primera que pillen?"

De  esta manera, Lizcano escribe que "la  disolución  de  toda  seguridad  absoluta  de  los  mitos  originales  de  nuestra  tribu  suele denunciarse como una ‘caída en el relativismo’" "Se habla de ‘caer en el relativismo’ igual  que  hasta  no  hace  mucho  se  hablaba  de ‘caer en la tentación’. Se supone  que  algo  cae  o  se  desliza  hacia  abajo,  un  ‘abajo’  que  en nuestro  imaginario  es  el  lugar  del  mal  y  del  peligro,  el  lugar que corresponde a los bajos instintos, a la economía sumergida,  a  quien  se  encuentra  hundido o  a  los  bajos fondos  de  la sociedad" "Y llevan implícita la demanda que  evidentemente  hoy  sólo  puede  satisfacer  la ciencia" 

Y matiza: "Que  yo  sepa,  todas  las salvajadas modernas se han hecho precisamente en nombre de esa verdad. Que yo sepa, hasta el momento ningún escéptico o relativista ha protagonizado desmanes semejantes (...)"
 
Por eso, Marc Augé tiene un truco que va por este camino, y es bien simple, de hecho, es una herramienta que los seres humanos la hemos ido desarrollando durante toda nuestra existencia, y que a veces parece en peligro de extinción: la empatía, el pensar en un nosotros y no tanto en un yo
"Podríamos tener todo un debate sobre las nociones de tolerancia, de relativismo, que son nociones ambiguas, pero ¿qué es la tolerancia? Que yo piense que tú tienes derecho a equivocarte y que esto es recíproco. En realidad, no pienso como tú, pero creo que tengo razón, claro que también puedo equivocarme. Sin embargo, no puedo decir que se puede pensar cualquier cosa y no tengo respeto hacia ciertos aspectos de algunas “culturas”, ya que, por ejemplo, para mí una mujer es exactamente igual que un hombre, a nivel teórico no tengo ningún respeto intelectual por las posiciones que dicen que hombres y mujeres tienen su puesto. Está claro que no voy a hacer la guerra, pero podemos pensar que tenemos que hacer un esfuerzo. Mañana la moda intelectual puede cambiar y lo importante me parece el individuo. La cultura se puede reivindicar por parte de los individuos, diría mejor “las culturas”, en esa mezcla que hay siempre, pero no hay que partir de la cultura, sino que hay que tomar al individuo como punto de referencia».

http://www.antropologiaurbana.com/wp-content/uploads/ENTREVISTA-A-CLAUDE-LEVI-STRAUSS-Mercedes-Fernandez-Martorell.pdf
http://www.elblogalternativo.com/2009/11/05/adriana-kaplan-antropologa-en-la-lucha-contra-la-ablacion-se-estan-violando-otros-derechos-humanos/
"Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de la sostenibilidad." Yayo Herrero, Fernando Cembranos y Marta Pascual (coords.)
"Para raros, nosotros." Paul Bohannan.
"Cultura, antropología y otras tonterías". Ángel Díaz de Rada.
Metáforas que nos piensan. Emmánuel Lizcano. 

viernes, 6 de septiembre de 2013

El porqué de la guerra: la guerra que usted no ve.

"Si las personas realmente supieran la verdad, la guerra terminaría mañana. Pero, está claro, ellos no la saben, y no la pueden saber." 
 Primer Ministro británico David Lloyd George al editor de The Guardian, C.P.Scott, en el auge de la Primera Guerra Mundial. 

Durante la I Guerra Mundial, el 10% de todas las bajas eran civiles.
Durante la II Guerra Mundial, el número de muertes de civiles se elevó al 50%
Durante la Guerra de Vietnam, el 70% de todas las bajas fueron civiles.
En la Guerra en Iraq, los civiles representan más del 90% de todas las muertes.



Marvin Harris, el mismo antropólogo que afimaba en una entrevista que "el amor es un instinto irresistible, la guerra no" también advertía que "los arsenales nucleares albergan armas suficientes para matar de forma definitiva a toda la especie humana y gran parte del mundo  animal y vegetal que conocemos. ¿Qué clase de principios prácticos, morales o éticos legitima a un pequeño número de expertos para jugarse el futuro de nuestra especie apostando a que las armas nucleares nunca se llegarán a utilizar? Es una apuesta que se ha hecho sin contar en absoluto con el consentimiento de la gente que va a morir si resulta que los estrategas han errado"

No en vano, son múltiples las teorías sobre el origen de la guerra, su causa y su evolución. Las hay sobre su importancia y necesidad, y también están los sueños quijotescos sobre su inutilidad y sobre la paz mundial.

El mismo Marvin Harris, y otros más, afirman que la guerra es una respuesta a
las necesidades ecológicas, ya que “los grupos pueden aceptar racionalmente el riesgo de las muertes en combate a cambio de la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida reduciendo por la fuerza la densidad demográfica del vecino” Es decir, el origen de la guerra se basa en la competencia por los recursos generalmente escasos o por una elevada presión demográfica sobre ellos.

Ashley Montagu, también antropólogo, advierte que existen sociedades como los inuit (esquimales) que carecen del sentido de la propiedad territorial recibiendo pacíficamente a cualquier persona que decida instalarse entre ellos, mientras que hay otros grupos tribales que se adaptan pacíficamente a la invasión de sus tierras marchándose a otro lugar.

Para Lévi-Strauss,“los intercambios económicos representan guerras potenciales resueltas pacíficamente, y las guerras son el resultado de transacciones desgraciadas”.


Para Pierre Clastres en su artículo "Arqueología de la violencia", lo que discute es la aceptación generalizada del mundo indígena como un mundo de penuria y miseria. “Las investigaciones más recientes demuestran que la economía de los Salvajes (...), permite en la práctica dar total satisfacción a las necesidades materiales de la sociedad”, siendo entonces una economía de la abundancia en lugar de la escasez. Por ello, las causas de la guerra no residen en la escasez de recursos o en la imprescindible transacción de aquellos, sino en reafirmar su diferencia frente a las otras sociedades, y es lo suficientemente tensa como para que sea una suerte de guerra permanente. “La guerra es una estructura de la sociedad primitiva” concluye. Según Clastres, la comunidad necesita de la figura opuesta del enemigo para pensarse como totalidad y unidad, para mantener la independencia política de cada comunidad. Por lo tanto, a lo que se oponen es a la unificación, es decir, al Estado, a la vez que hace uso de estrategias pacíficas-sociales en el interior del grupo para prevenir la centralización del poder y la formación de jerarquías.

El antropólogo Raymond C. Kelly, por su parte, también contradice el uso de las guerras en relación a la distribución de recursos, y afirma que realmente un cálculo costes-beneficios hace mucho más rentable la cooperación pacífica al enfrentamiento bélico.

De hecho, en la guerra moderna punitiva, al contrario que en la guerra primitiva, el objetivo no es tanto mantener la diferencia grupal, sino reforzar el poder del omnipotente opresor frente al sumiso, a través de una guerra permanente u "operación de contingencia en el extranjero", como nos la venden.

El General James Cartwright, el ex-vicecomandante del alto mando conjunto,
dijo que en los Estados Unidos para los próximos cinco o diez años "la probabilidad militar seguirá participando en el mismo tipo de conflictos que ha estado luchando desde el año 2001. Nadie que yo conozca piensa que vamos a estar fuera de este tipo de conflictos en corto plazo, no hay nada que nos diga que no estaremos envueltos en estos conflictos hasta donde los ojos puedan ver"

Por su parte, Bryan Whitman, subsecretario de defensa de EEUU. opina sobre estas palabras (*) que: "Hay muchos peligros asimétricos que están ahí. El terrorismo, obviamente, es uno de ellos. Lo que nosotros antevemos en el futuro no es conflicto de nación contra nación. Son esos conflictos asimétricos que están por ahí. Es la amenaza de armas de destrucción masiva. Son amenazas que trascienden fronteras geográficas. Los militares estadounidenses tienen que prepararse para una amplia gama de amenazas que existen por ahí, a fin de proteger sus intereses nacionales"

Ethan McCord fue uno de los primeros soldados en llegar a una matanza recién perpetrada por los estadounidenses en Bagdad ("La Paz"), por la "amenaza de armas de destrucción masiva" y otras amenazas que existen "por ahí", y cuenta:


"Los cadáveres no parecían humanos. Y estaba el olor. El olor no era igual a
nada a lo que yo hubiera olido antes. Una mezcla de heces, orina, sangre, humo y otras cosas indescriptibles. Oí un llanto. No llanto de dolor, sino el de un niño que acababa de pasar al lado de un hombre muerto. Y vi que había muchos hombres, los llantos parecían venir de ellos. Lo que vi dentro de la caravana fue una muchachita de unos cuatro años en el asiento de pasajeros. Tenía una grave herida en la barriga y vidrio en sus cabellos y en sus ojos.

"Tenemos que evacuar a esta niña" dije.

"Es culpa de ellos que traen a sus niños a una batalla!" me respondieron. 

Yo tenía una hija que era un poco mayor que esa muchacha. Un niño se movió, saqué al niño de la furgoneta y lo apreté contra mi torax. Yo salí gritando: "El niño esta vivo" el niño está vivo!" En ese momento sus ojos me miraron, volvieron a la vida. Mi corazón se zambulló. "Está bien, estoy contigo, todo va a salir bien, no te mueras. Y lo apreté más fuerte contra mi torax. 

"¿Qué carajo estás haciendo McCord?" Era el líder de mi pelotón. "Tú te preocupas por esa mierda de niños en lugar de la seguridad?!" 

En ese momento, lo único que pensé fue: "Esta en lo cierto, señor!""

El antropólogo australiano Michael Taussig ha analizado el terror político por el que los seres humanos se hacen más vulnerables y maleables, y revela que en la actualidad, el estado de emergencia no es la excepción sino la regla. “El terror es lo que mantiene a estos extremos en aposición, del mismo modo que esta aposición mantiene el ritmo de apatía y choque que constituye la aparente normalidad de lo anormal creada por el estado de emergencia” Y continúa argumentando que “Por sobre todas las cosas, la guerra sucia es una guerra de silenciamiento. Oficialmente no hay guerra alguna. No hay prisioneros. No hay tortura. No hay desapariciones. Sólo el silencio que consume en gran parte el lenguaje del terror, intimidando a todos para que no se comente nada que pueda ser interpretado como una crítica a las Fuerzas Armadas… es la presencia de lo no dicho lo que logra el más simple de los comentarios de la esfera pública se vuelva asombroso en esta época de terror”

De esta manera, la seguridad se ha transformado en un bien preciado. "Te regalan miedo y te venden seguridad". Como afirma Gavin de Becker, el que fuera asesor de seguridad de la Casa Blanca en su libro "El valor del miedo", "infundir temores y dar seguridad ante ellos es lo más importante que ocurre en las relaciones humanas".
 
Así, este Estado de emergencia permanente lleva continuamente a la guerra al desorden amenazante, y al Otro amenazante, y el terror es la bala más destructiva que se dispara. Un ejemplo claro ocurrió en Sarajevo. Los francotiradores en esta guerra tenían como objetivo principal infundir temor. Las víctimas tenían tarifas: la tarifa más baja eran los ancianos, la más alta los niños, y si a estos niños los dejaban inválidos, doble tarifa, porque producía más dolor en los padres y en la población.
 
¿Pero cómo se puede cometer tal atrocidad? Guy Smallman, fotoperiodista independiente, cuenta lo que vió y sintió cuando llegó a la aldea Fahra de Afganistán, después de que una bomba de 2000 libras fuera arrojada en medio de la aldea. "La mayoría de ellos murieron. La primera cosa que me impactó fue el silencio. En el campo afgano, sólo se oye el canto de los pájaros, y estaba absolutamente todo en silencio. Y aún había un fuerte olor a muerte. Lo que más me impactó fueron los niños. Era casi como si todas sus energías y emociones les hubieran sido extraídas. Y nos miraban de forma penetrante, a media distancia. No reían y casi no hablaban. Creo que ha sido lo que me dejó una impresión más duradera. (...) Y entonces vino la diferencia de cifras. Los civiles decían que más de 140 personas habían muerto, la OTAN dijo que fueron 25."

"¿Por qué cree que las audiencias occidentales no tienen un sentido real de una atrocidad de esta magnitud?" le preguntó un periodista.

"Yo creo que las personas se vuelven insensibles a esto. (...) No ven de hecho aquellos cuerpos. Sin rostros, sin nombres. Son nada más que números. Sean afganos, iraquíes, o civiles libaneses, son tan sólo números."
 
Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos presentó a los japoneses como seres salvajes que "comían pescado crudo", algo considerado repugnante en las sociedades occidentales del momento, y que los deshumanizaba a ojos de los americanos. Los japoneses, por su parte, en plena guerra, enviaban en paracaídas a los campamentos de soldados discos de cantantes de moda, para así empatizar con los americanos.

Rafeef Ziadah, palestina, era la portavoz de prensa para la coalición. Cuenta como uno de los periodistas le preguntó: ¿No crees que todo estaría bien si simplemente dejarais de enseñar a vuestros hijos a odiar? Y entonces escribió un poema titulado "Nosotros enseñamos vida, señor". "Nosotros, los palestinos enseñamos vida después de que ellos, hayan ocupado el último cielo. Nosotros enseñamos vida después de que ellos hayan construido sus asentamientos y sus muros del Apartheid, después del último cielo"

"¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos?" se pregunta el escritor Eduardo Galeano. Pero los muros más peligrosos, los muros más altos y fuertes, son los que construimos en la mente, especialmente aquellos que están construidos con el cemento de la Ciencia. "Triste época la nuestra, es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" afirmaba Albert Einstein.

Marshall Sahlins, un respetado antropólogo, dimitió en marzo de este año de
la Academia Nacional de las Ciencias (NAS), la sociedad científica más prestigiosa de los Estados Unidos. La causa fue la elección del antropólogo Chagnon como miembro de la misma, el mismo que en su trabajo de campo entre los yanomami en los años 1960-70, les describía como un "pueblo violento", y aseguraba, por lo tanto, que la propensión a la guerra era innata y un estado natural de la humanidad. Shallins, en una entrevista para explicar su dimisión, aclaró que tampoco quería participar en la ayuda y el apoyo que la NAS está proporcionando a la investigación en ciencia social para mejorar la actuación en combate de los militares de EE UU, "teniendo en cuenta el peaje que los militares han pagado en sangre, riqueza y felicidad del pueblo norteamericano y el sufrimiento impuesto a otros pueblos en las innecesarias guerras de este siglo. Creo que si la NAS se implica en este tipo de investigación debería ser para estudiar como promover la paz, no como hacer la guerra."

Davi Kopenawa, portavoz de los indígenas yanomamis de Brasil y presidente de la asociación yanomami Hutukara, también se pronunción sobre el trabajo de Chagnon "Dijo sobre nosotros ‘¡Los yanomamis son salvajes!’.(...) ¿Pero qué hacen sus líderes? Creo que hace algunos años su líder libró una gran guerra; mataron a miles de pequeños, mataron a miles de niñas y niños. Esos grandes hombres acabaron con casi todo. Esas son las personas feroces. El verdadero pueblo feroz. Ellos lanzan bombas, disparan metralletas y acaban con la Tierra. Nosotros no hacemos eso…”.

En realidad, muchos son l@s antropólog@s que aseguran que la teoría de que somos una especie agresiva por naturaleza carece de base científica, al igual que la gestión de las sociedades en divisiones jerárquicas. "Sólo la perspectiva de la comprensión mutua, aparte de la cultura propia de cada uno, nos permite concebir esperanzas de una reconciliación mundial y de poner fin a la amenaza de destrucción mutua." asegura Marvin Harris.



"De la idea de que las personas estamos por encima o fuera de la naturaleza, de esta idea antropocéntrica, surge mitologías como la del superhombre nazi, o el hombre nuevo stalinista, o el hombre nuevo tecnológico que está por encima de cualquier problema." afirma la antropóloga ecofeminista Yayo Herrero. "Hay un salto enorme entre la trivialidad y ligereza de algunos actos y las consecuencias que tienen. Por ejemplo, basta apretar un botón para que se descargue una bomba, o para disparar un misil o para que nuestros planes de pensiones devoren territorios y miles de vidas humanas. Somos incapaces de articular reglas morales, porque la moral se basan en poder anticipar las consecuencias de nuestros actos, y decidir sobre ello. Muchos de nuestros actos cotidianos tienen consecuencias que no conocemos. Es una tecnociencia sin estar sujeta a la ética o por la moral y no tiene control social."
Santiago Alba Rico, filósofo, subscribe: "Los seres humanos estamos hechos para sentir la muerte de un ser querido, incluso de bastantes seres queridos y no queridos, pero el número 200.000 no nos dice nada emocionalmente. Es imposible, humanamente hablando, sentirse responsable de la guerra de Iraq. Allí donde nuestras más banales costumbres cotidianas (la de mandar un mensaje por móvil o elegir una marca de cereales) tienen una relación con algo terrible que sucede en el Congo o con la muerte de quince niños en Indonesia, es muy difícil aplicar nuestro concepto tradicional de responsabilidad. Puede representarse el daño que puede hacer con una porra, pero no con una bomba de racimo. Mucho menos para comprender y juzgar moralmente los efectos del arma de destrucción masiva más poderosa de todas: el sistema económico mundial.


Si bajo el capitalismo logramos seguir siendo seres humanos es casi de milagro."

La guerra que usted no ve - John Pilger. 


(*) Este documental se centra en el papel de los medios de comunicación en la guerra. 


"Somos la única especie animal especializada en el exterminio mutuo. Destinamos dos mil quinientos millones de dólares, cada día, a los gastos militares. La miseria y la guerra son hijas del mismo papá: como algunos dioses crueles, come a los vivos y a los muertos. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que este mundo enamorado de la muerte es nuestro único mundo posible?" Eduardo Galeano.

"En los viejos tiempos inter-tribales, antes de que se establecieran las reservas, los guerreros indios Crow tenían que completar cuatro actos en el campo de batalla para convertirse en un jefe. Un acto de guerra era tocar a un guerrero enemigo caído y volver al campamento de manera segura. Era muy peligroso, porque los compañeros de ese guerrero caído usarían a un hombre como cebo, por así decirlo. Ellos estaban allí con sus armas o arco y flechas todo listo, esperando que algún guerrero venga desde el otro lado.

El segundo acto era tener contacto personal con un guerrero enemigo y apartar su arma lejos de él, si era un cuchillo, hacha de guerra, pistola o lo que sea.

La tercera obra era colarse en un campamento enemigo, capturar una buena caballería y traerlo de vuelta. Esa era otra cosa peligrosa de hacer, porque las tribus velábamos los caballos durante toda la noche.

Después de que un guerrero tenía experiencia y había cometido una serie de actos valientes, era llamado por los jefes, en el llamado consejo de guerreros o los Chieftains, y le seleccionarían para salir como comandante. Si un indio Crow lograba cometer estas cuatro cosas, se convertiría en un jefe.

Cuando yo estaba en el servicio en la Segunda Guerra Mundial, era sólo otro soldado. Acabé de completar los cuatro actos de guerra. Así es como me convertí en jefe."

Joe Medicine Crow.


 Fuentes:

“The evolution of lethal intergroup violence”.Raymond C. Kelly.
"Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas" Pierre Clastres.
"Guerra y comercio entre los indígenas de América del sur" Lévi-Strauss
“El porqué de la guerra”. En: Nuestra Especie. Marvin Harris.
"La naturaleza de la agresividad humana", Montagu, A .
"Un Gigante en Convulsiones: el mundo humano como sistema nervioso en emergencia permanente." Taussig, M.
"El valor del miedo: señales de alarma que nos protegen de la violencia". Gavin De Becker. http://www.counterpunch.org/2013/02/26/the-destruction-of-conscience-in-national-academy-of-sciences/
Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de la sostenibilidad. - Yayo Herrero, Fernando Cembranos y Marta Pascual (coords.)
http://www.periodicodelbiencomun.com/agenda-datos-utiles/el-agresor-agredido-hasta-cuando-eduardo-galeano/
http://www.survival.es/noticias/9000
http://www.keghart.com/Chossudovsky_War?page=0%2C80
http://rebelion.org/noticia.php?id=149378
http://europepmc.org/articles/PMC1266108/pdf/pnas-0505955102.pdf
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=149481

Los crímenes de guerra, o "daños colaterales" como les llaman: http://www.youtube.com/watch?v=yo22QlP6NgQ
 http://www.teachingbooks.net/interview.cgi?id=34&a=1