viernes, 20 de noviembre de 2020

El Geontopoder: el Virus, el Desierto y el Animista.

"Toda la vida ha partido de un único organismo original. (...) el hecho de que todo se base en el ADN (o en su primo hermano, el ARN) nos dice que, en la Tierra, la vida es una. Desde luego debemos considerar a una humilde bacteria como un familiar lejano nuestro. Todo lo que vive tiene el mismo origen, y si ahora parecemos tan distintos, es porque nos hemos diversificado a través de la evolución, que lleva actuando miles de millones de años." 

Jorge Bolívar. (El huevo de dinosaurio).

"Qué maravilla que estemos escuchando un cambio potencial en nuestros discursos políticos de "Logos" al "Aliento", es decir, de la demanda de “Escúchame” a la declaración “No puedo respirar”." 

Elizabeth Povinelli (refiriéndose al cambio climático). 


Povinelli, antropóloga, hace trabajo de campo en Belyeun, en la península de Cox, en el extremo norte de Australia. En su obra de 2016, "Geontologías: un réquiem al liberalismo tardío", describió el Geontopoder como aquel poder que pretende marcar la diferencia entre lo vivo y lo inerte y regularlo para obtener beneficios. Un concepto diferente al de Biopolítica, que se trata del poder sobre la vida: la regulación de la fecundidad, la sexualidad, el manejo de las poblaciones, la higiene y la frontera entre comunidad e inmunidad. ¿Pero qué sucede con la biopolítica cuando también hay distinciones entre los vivos, y lo vital lo es únicamente para la acumulación de riqueza?


Utiliza las figuras imaginarias del Desierto, el Animista y el Virus: tres figuras que nos permiten comprender, subraya Povinelli, la idea de poder geontológico actual.

El Desierto como el peligro de la no vida que crece. Tenemos como imaginario que en un futuro, la tierra terminará por convertirse en un desierto a lo Mad Max, y las arenas que ahogan la vida. El desierto como un lugar sin vida, valles de muerte, un cielo lleno de nada más que sol que quema. Ríos secos, ciudades abandonadas por falta de lluvia, calor excesivo, las poblaciones de refugiados, cambio climático...

Algo tan pequeño como el Virus nos acerca a comprender el límite entre lo vivo y lo inerte. Como no


tienen metabolismo propio, su única forma de existir es usando las células vivas para reproducirse, y causando (o no) enfermedades al huesped. Povinelli escribe: "El virus también es el ébola y el vertedero de desechos, la infección bacteriana resistente a los medicamentos que se cuece dentro de las granjas masivas de salmón y aves de corral y la energía nuclear; la persona que se parece a "nosotros" cuando coloca una bomba. Quizás lo más espectacular es que el Virus es la popular figura cultural del zombi: la vida se convirtió en no vida y se transformó en un nuevo tipo de guerra de especies: el agresivo no-muerto en descomposición contra el último reducto de la vida."

Y el Animista, que atribuye a todos los seres, objetos y fenómenos de la naturaleza un principio vital. Todos los elementos de la naturaleza como poseedores de inteligencia, subjetividad,
comunicación... Mientras que el Desierto intensifica el drama del peligro constante de la Vida en relación con la No Vida, el Animista insiste en que la diferencia entre Vida y No Vida no es un problema porque todas las formas de existencia tienen dentro de sí una fuerza vital.

Mientras la figura del animista se asocia a la vitalidad (incluida una especie de fetichización de la vitalidad asociada a la idea del indígena), y el Desierto se asocia a lo inerte (y aún así, el capital busca extraer), la figura del Virus engloba tanto a la Vida como a la No Vida.

"La clave de la expansión masiva del capital fue el descubrimiento de una fuerza de vida en la materia muerta, o vida en los restos de la vida: a saber, en el carbón y el petróleo.(...). El capitalismo es una fundición enorme, que mete en su horno a vivos y muertos".

"Como espero que quede claro, el capitalismo tiene una relación única con el desierto, el animista y el virus en la medida en que el capitalismo ve que todas las cosas tienen el potencial de generar ganancias; es decir, nada es inherentemente inerte, todo es vital desde el punto de vista de la capitalización y cualquier cosa puede convertirse en algo más con el ángulo innovador correcto. De hecho, se puede decir que los capitalistas son los más puros de los animistas. Dicho esto, el capital industrial depende de los estados y, junto con ellos, vigila enérgicamente las separaciones entre las formas de existencia, de modo que ciertos tipos de existentes puedan ser sometidos a diferentes tipos de extracciones."

Povinelli también compara el capitalismo con el virus. Como un virus, ni está vivo ni muerto (está hecho de trabajo vivo y trabajo muerto) pero, a la vez, necesita replicarse.

"En otras palabras, al igual que el Virus que se aprovecha de la diferencia entre Vida y No Vida, pero que en última instancia no se une a ella, el Capital ve todos los modos de existencia como si fueran vitales y exige que no todos los modos de existencia sean iguales desde el punto de vista de extracción de valor."
“Debido a que la división de Vida y No Vida no define ni contiene el Virus, puede usar e ignorar esta división con el único propósito de extenderse a sí mismo", explica Povinelli.

Tanto para el capital como para el virus, les interesa marcar los límites y las diferencias entre vida y no vida (el valor se extrae de manera diferente de cada estado) pero, a la vez, tampoco importa en absoluto (la extracción de valor puede tener lugar independientemente del estado).

Povinelli exponé entonces lo que aprendió, entre los aborígenes de Belyeun, la diferencia entre apariencia y manifestación. O entre lo virtual, la imagen... y la atención.

Lo virtual, la apariencia, el devenir virtual e incensante..., frente a la atención y la escucha. Se pregunta: "¿Por qué las interrupciones son siempre algo bueno? "¿Deseamos el devenir virtual e incesante porque nos permiten escapar de algo que es peor que la muerte y la finitud, es decir, la inercia absoluta?"

Según los aborígenes, las cosas existen a través de la atención mutua, "como una forma de obligación mutuamente encarnada".

Y cuenta como Bilawag y Binbin le acompañaron a la playa cuando la marea estaba muy, muy baja. Allí, la antropóloga se topó con huesos de lo que parecían monstruos marinos. Eran fósiles de plesiosaurios. Binbin y Bilawag se alegraron del encuentro, hacía mucho que no iban a ese lugar. Le explicaron que el fósil era una manifestación de su propia pertenencia a ese lugar, aún siendo personas exiliadas.
Las aborígenes distinguían entre una apariencia (gaden) y una manifestación (guman). La apariencia es que esos fósiles eran objetos de unos seres muertos, de una era muerta. La manifestación es “cuando algo se revela como comentario sobre la orientación y obligación de los existentes y exige a esas personas que respondan activa y adecuadamente."
"Las manifestaciones son signos que necesitan atención." "Este no es un mundo inmutable, sino que es un mundo de múltiples implicaciones, modos de existencia, todas las cuales pueden cambiar para ayudar u obstaculizar cualquiera de las partes".
 El desierto, por ejemplo, sucede cuando se le retira la atención, y entonces es cuando esa tierra se manifiesta como "dándonos la espalda".

“En lugar de marcar la diferencia entre Vida y No Vida, preguntémonos ¿qué formaciones mantenemos en existencia y cuales extinguimos?”
 

Los aborígenes no son los únicos que intentan explicarnos esta ontología. El investigador Leroy Little


Bear (nativo Blackfoot) le contó al periodista Don Hill lo que respondieron los ancianos de su pueblo algonquino sobre los fósiles de dinosaurios:
“Los ancianos lo pensaron por un tiempo. La respuesta con la que regresaron fue 'tal vez se olvidaron o dejaron de hacer sus ceremonias de renovación'.” 

Esta respuesta le desconcertó de joven. Pero luego, comprendió: 

 “El paradigma nativo consta de varias claves. Una de ellas es el movimiento constante o el flujo constante." La segunda parte es que todo afecta a todo: "Es la cultura, nuestras visiones del mundo lo que pone orden en lo que aparentemente parece un flujo y está cambiando de continuo". 

"Es casi como si actuaras simplemente como un conducto, como una radio, captando estas ondas que siempre están ahí y fluyen a través de ti y ocurren al mismo tiempo. Solo depende de dónde estés sintonizado". 

“En un estado de flujo, en un estado de movimiento constante, las cosas nunca permanecen igual. Las cosas están cambiando para siempre. Si nos detenemos y pensamos en ello, vivimos en un espectro muy estrecho de condiciones ideales. Entonces, en el mundo nativo, intentamos renovar aquellas condiciones que son ideales para nuestra existencia."


Fuentes:
https://www.e-flux.com/journal/81/123372/geontologies-the-concept-and-its-territories/
https://albertaviews.ca/listening-to-stones/
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