sábado, 6 de julio de 2024

El nombre del mundo es Urihi a pree: la historia ambiental.

"Una vez roto el techo que al mismo tiempo nos separaba y nos elevaba infinitamente por encima de la Naturaleza infinita(...) la bella estratificación sociocosmológica de la modernidad comienza a implosionar frente a nuestros ojos. Imaginábamos que el edificio podía apoyarse solo sobre su planta baja, la economía, pero resulta que nos habíamos olvidado de los cimientos."

 
Eduardo Viveiros de Castro. Déborah Danowski
 (¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines)

"La manera en que el Occidente moderno representa la naturaleza es lo que menos se comparte en el mundo. En muchas regiones del globo, no se concibe que humanos y no-humanos se desarrollan en mundos incomunicables y conforme a principios separados; el medioambiente no se objetiva como una esfera autónoma; las plantas y los animales, los ríos y los peñascos, los meteoros y las estaciones, no existen en el mismo nicho ontológico definido por su falta de humanidad."

 Philippe Descola (Más allá de la naturaleza y la cultura).

"No existe un solo bosque, sino muchos. Su morfología es el reflejo de nosotros mismos."

Lucía Triviño (Las hojas del bosque).

 

La gran distinción entre naturaleza y cultura, que funda a las ciencias sociales como algo distinto de las ciencias naturales, en realidad no es una constante universal, sino que es una creación histórica que solo se encuentra en las culturas occidentales de raíz judeocristiana y grecolatina. Es lo que Descola comenzó a explorar años antes en una etnografía con los achuar, una sociedad indígena de la Amazonia ecuatoriana, y que cristalizó en el libro La naturaleza doméstica. Simbolismo y praxis en la ecología achuar (1988). “La naturaleza no existía en su conjunto”. Cuenta que las mujeres que cuidan las plantas "las llaman niños y las tratan con la autoridad maternal que hacen con sus hijos". No hay un corte entre el espacio donde habitan los humanos, la aldea y el resto de la selva. Sus habitantes no-humanos se consideran más humanos que los propios humanos, por ejemplo, de una tribu enemiga. Extienden el carácter de humanidad a todos los fenómenos de la naturaleza con los que mantienen las más estrechas relaciones y con las que tengan más influencia en sus vidas, y en cambio, pueden negar la humanidad a sus congéneres de la raza humana que no se mantengan cercanas a sus vidas. La humanidad no es una sustancia, no es algo dado: es una relación. Es un compartir la práctica corporal y vivencial. Una relación con el mundo cargada de un fuerte contenido emocional.

Las sociedades tradicionales no viven "en armonía con la naturaleza", la ignoran y lo es todo. El antropólogo Viveiros de Castro suele dar los mismos ejemplos "del jaguar que experimenta la sangre de su presa como cerveza. O la nomenclatura botánica, que identifica especies “salvajes” como variedades de plantaciones indígenas que según ellos están cultivadas por espíritus o animales." "Así, lo que para unos es naturaleza o materia prima puede ser un artefacto técnico o cultural para otros."

En nuestras sociedades, creemos, hay una naturaleza y varias culturas o modos
de percibilarlas e interactuar con ella. En estas sociedades, al contrario, existe una unidad cultural (humana) y una diversidad de los cuerpos (naturalezas) con las que acceden y experimentan su común condición de humanidad. El ser humano es un elemento más de las interacciones que conforman el mundo.

Según la antropóloga Laura Rival, entre los Huaorani no existe oposición entre espacios "domesticados" y "salvajes", ni entre "los animales del bosque" y los "habitantes de la vivienda". Los animales no son domesticados sino "adoptados y reciben el mismo trato que los miembros de la familia". El bosque es el "medio donante". (El crecimiento de las familias y de los árboles: la percepción del bosque entre los Huaorani)

Todos estos autores advierten entonces que el análisis de las interacciones entre los habitantes del mundo ya no puede limitarse sólo al sector de las instituciones que rigen la vida de los humanos, como si lo que se decretara exterior a estos solo fuera un conglomerado de objetos a la espera de sentido y utilidad.
 

Descola lo explica así: "La antropología se ve, pues, enfrentada a un enorme desafío: o desaparecer con una forma agotada de humanismo, o metamorfosearse y repensar su campo y sus herramientas para incluir en su objeto mucho más que el anthropos, toda esa colectividad de existentes ligada a él y relegada hoy a una función de entorno. O, en términos más convencionales: la antropología de la cultura debe acrecentarse con una antropología de la naturaleza (...)."

“El término ambiente es interesante ya que básicamente es muy antropocéntrico, es todo lo que constituye el ambiente de los humanos (...) “todo este ambiente ha sido considerado durante mucho tiempo como algo exterior con lo cual los humanos habían impuesto una separación.”

Davi Kopenawa escribe en el libro "La caída del cielo: palabras de un chamán yanomami":
"Cuando hablan de la selva, los blancos suelen utilizar otra palabra, la de «medio ambiente». Esta palabra tampoco es nuestra y no la conocíamos hasta hace poco. Para nosotros, lo que los blancos llaman así es lo que queda de la tierra y la selva heridas por sus máquinas. Es lo que queda de todo lo que han destruido hasta ahora. No me gusta la palabra medio. La tierra no debe ser cortada por el medio. Somos habitantes de la selva y si se divide así, sabemos que moriremos con ella. Prefiero que los blancos hablen de «naturaleza» o de «ecología» entera. Si defendemos la selva en su totalidad, seguirá viva. Si la cortamos para proteger pequeñas parcelas que solo son el residuo de lo que ha sido saqueado, no se conseguirá nada bueno."

"Todo esto es, en nuestra lengua, urihi a pree: la gran tierra-selva. Es, creo, lo que los blancos llaman el mundo entero."


El nombre del mundo es gran tierra-selva. Casi como el título de un libro de la gran escritora de ciencia ficción Úrsula K. Le guin: El nombre del mundo es bosque.

"Athse significa Bosque, y el Mundo. De modo que tierra, terra, tellus significaba a la vez el suelo y el planeta, dos significados y uno. Pero para los athsianos el suelo, la tierra, no era el lugar a donde vuelven los muertos y el elemento del que viven los vivos: la sustancia del mundo no era la tierra sino el bosque. El hombre terráqueo era arcilla, polvo rojo. El hombre athshiano era rama y raíz."

Sí, es cierto. Esto último no es más que ciencia ficción, (aunque es de resaltar que K. Le Guin era hija de la escritora Theodora Kroeber y del antropólogo Alfred Kroeber.) 

Pero es que ya no hay que escatimar en miradas.

“Un bosque no sólo es un paraje natural, sino un paisaje cultural que cambia a través de la mirada”, escribe la historiadora ambiental Lucía Triviño. Por eso, advierte que la gestión y conservación de los bosques debe incluir y atender tanto lo biológico y ecológico, como la parte antrópica o paisaje cultural.
Pues, ojo, "la imagen general de un bosque prístino, casi primigenio, que no ha sido modificado por la mano humana, tiene más de mito que de realidad."

El libro y proyecto de Lucía Triviño se llama "Las Hojas del Bosque", y trata sobre cómo se percibe la naturaleza por las poblaciones que lo habitan y cómo influye en la construcción de sus culturas e imaginarios.

La historia ambiental
no se define simplemente como "la historia de la naturaleza". Es más complejo. Recuerda también que la dicotomía entre cultura y medio ambiente es artificial, así que lanza su definición de la historia ambiental como: «el estudio de las formaciones socioecológicas desde una perspectiva histórica.» (Citando al historiador italiano Marco Armiero).
Por eso, "el medio ambiente está muy lejos de ser un escenario estático e influye sobremanera en el desarrollo y devenir de las sociedades humanas. Ambos establecen relaciones y se modifican mutuamente."

Triviño recoge también de la profesora Ana Rosa Diarte (Decolonizar los saberes mayas: diálogos pendientes) el concepto maya k'áax.
"Como concepto maya, k'áax contrastaba marcadamente con el término "monte" de los españoles. K'áax para los mayas es una extensión de ellos mismos, un organismo vivo, a la vez que sustrato físico y metafísico de la cultura", "mientras que el monte se convirtió para los españoles en un espacio peligroso, enigmático y sospechoso, para los mayas significó la protección y salvación".

Igualmente, menciona a Tepeyollotl o "corazón de la montaña" de los mexicas, que se manifiesta tanto con los cerros como con el jaguar.

En este libro Las hojas del bosque, hay muchísima información y referencias, pero también hay cabañas, calveros y sendas entre la espesura de las hojas.
Hay sendas boscosas para bandidos, para hombres salvajes paganos, para enamorados y poetas, para romanos y para los que huyen, para historias de terror y mucho para la ficción.


"¿Por qué en ciertas zonas del mundo existe la creencia de que los árboles susurran? O ¿por qué en algunas culturas los árboles pueden funcionar como portales?", escribe... 

¿Por qué existe esa costumbre de abrazar árboles?

Al hilo de esto, una última advertencia de Lucía Triviño: que aunque estudiemos las interpretaciones religiosas, culturales, sociales, políticas y demás, desarrolladas alrededor de la naturaleza, nunca debemos perder de vista su condición real. "¿De verdad nos aporta más abrazar un árbol esperando un intercambio psíquico de información que nunca ocurrirá, en lugar de interesarnos en conocer el verdadero contexto cultural que ha facilitado que existan esas percepciones?"