"Me gusta analizar la caminata como una forma de resistencia: es ponerse por encima de esa pesadez que concierne al cuerpo hoy."
"Todo el sabor del mundo pasa por el cuerpo, y si perdemos el cuerpo perdemos todo el sabor del mundo".
"Todo el sabor del mundo pasa por el cuerpo, y si perdemos el cuerpo perdemos todo el sabor del mundo".
David Le Breton, antropólogo.
En la
mitología de la antigua
Grecia, Hermes
era el dios de los viajes por tierra. Según una leyenda, Hermes fue
llevado a juicio por Hera
por el asesinato de su criado favorito, el monstruo Argos.
Todos los demás dioses actuaron como jurado, y como forma de
declarar su veredicto se les dieron guijarros, y les indicaron que
los tiraran a la persona que consideraban se encontraba en lo cierto,
Hermes o Hera. Hermes argumentó con tanta habilidad que terminó
sepultado bajo un montón de guijarros, y éste fue el primer cairn:
las pilas de rocas utilizadas para marcar rutas de senderismo. Y, por
lo tanto, la primera litolatría o culto religioso rendido a las
piedras.
A lo
largo del Círculo Polar Ártico en territorio canadiense, se
encuentra una sucesión de figuras esculturales llamadas Inukshuk.
Se trata de misteriosas figuras realizadas con piedras sin pulir y
constituyen verdaderos monumentos para el pueblo
Inuit, que les confieren un gran significado en aquellas
tremendas tierras heladas: sirven para orientar
y proteger al viajero
que pase por alli.
El
significado tradicional de la palabra inukshuk
puede ser tanto “alguien
ha estado aquí” como
“vas por buen camino”.
En cualquiera de los dos casos, llegados al punto de encontrarnos con
uno de estos monumentos en la soledad ártica, lo veremos como un
buen augurio.
Un
inukshuk que represente la figura humana se denomina Inunnguaq.
En
Italia, especialmente en los Alpes
italianos, un cairn de este tipo es una ometto, u "hombrecito".
Un
ovoo, en mongol “montón”, es un tipo de montículo chamán por
lo general hecha de piedras o de madera. Se encuentran a menudo
en la parte superior de las montañas y en los lugares altos. Sirven
principalmente como lugares de culto a las montañas y al cielo y en
ceremonias budistas, pero también son puntos de referencia.
Es
costumbre rodear a los Ovoo tres veces hacia la derecha con el fin
de tener un viaje más seguro, además se recoge una piedra del suelo y se
añade a la pila. Además, uno puede dejar ofrendas en forma de
dulces, dinero, leche, o vodka. Si no hay tiempo para detenerse en un
ovoo, tocando la bocina al pasar será suficiente.
El
ovoo más conocido es el Eej Khad, traducido
literalmente como "roca madre",
y es un
peregrinaje sagrado para los budistas, un lugar de redención de
ofrenda espiritual y buena fortuna. Khad Eej, en forma femenina,
incorpora el simbolismo de la benevolencia y el cuidado de una madre. Los
fieles colocan una rama de un árbol o un palo en la ovoo para
convocar al espíritu Tengri, y una corbata azul “khadag”, una especie de pañuelo de seda ceremonial que simboliza el cielo
abierto, el Tengger.
Un
cairn (carn en irlandés,
carnedd en galés,
càrn en gaélico
escocés) se encuentra normalmente en tierras altas, en páramos,
en cumbres de montañas o cerca de cursos
de agua.
Varían
desde pequeños montones de piedras sueltas hasta elaboradas obras de
ingeniería. En Escocia,
es tradicional llevar una piedra desde el pie de la colina para
colocarla en el cairn. De esta forma, los cairns se hacen cada vez
más grandes. Una vieja bendición
gaélica escocesa dice "Cuiridh mi clach air do chàrn", es decir, 'voy
a poner una piedra en tu cairn'.
Los
cairns se utilizan en todo América
Latina para marcar senderos, así como lugares de culto, y se
conocen como pachamama,
apacheta o apachita en su honor. Se encuentran comúnmente en el
noroeste argentino y en Perú y Bolivia, sobre todo en la zona andina. En este último país son preferentemente de color blanco. Ante la
apacheta los indios dejan sus ofrendas y piden que se aparten las
desgracias (chiknis) de su camino y salud para seguir viaje. "Mandó
Topa Inga Yupanqui que los yndios de tierra caliente o los yndios de
la cierra fuesen a lo callente, llegasen al apachita [adoratrorio].
En ello adorasen al Pacha Camac [creador del universo] y por señal
amontonasen piedra; cada qual llevase una piedra y lo echasen en ella
y por señal dexasen flores o paxa torcido a lo esquierdo. Hasta oy
lo hazen los yndios deste rreyno este uicio de apachita."
Felipe
Guamán Poma de Ayala (1613):236.
En las
zonas de la antigua Dalmacia,
como Herzegovina
y Krajina, se les
conoce por la palabra serbia
gromila.
Los
milladoiros, en Galicia, son montones de piedras colocados al pie de
algunos caminos o cruces de caminos. En muchos lugares existía la
tradición de que cuando un caminante pasaba por un determinado
lugar, debía arrojar una piedra más al montón, de modo que con el
paso de los siglos, algunos milladoiros son de una altura
considerable, y formados por miles y miles de piedras. Lo normal es
que los milladoiros estén coronados con algún tipo de cruz y están ligada a la historia y a la cultura de Galicia gracias a la pregrinación llamada "Camino de Santiago". Se cree, entre otras cosas, que los peregrinos depositaban una pequeña piedra, traída desde su tierra de
origen, para que fuera testigo de su peregrinación el día en que "las
piedras hablen", es decir, en el juicio final.
En
Hawái son llamados
por la palabra hawaiana
ahu. Un ahu (altar, en lengua nativa) es sagrado, y es también una plataforma
ceremonial de la Isla
de Pascua, donde se rendía culto a los ancestros. Construidas de
piedras encajadas, forman la base donde luego se ubicarían los moái.
Normalmente están ubicados paralelos a la costa, o en relación a
orientaciones astronómicas.
En
Portugal, un
montículo de este tipo recibe el nombre de moledro y cada piedra del
moledro es un soldado. La leyenda dice que si se toma una piedra de
la pila en secreto y se pone debajo de la almohada, a la mañana
siguiente un soldado aparece por un breve instante, y luego se
convertirá de nuevo en la piedra y regresará a la pila. Las piedras
de la moledro son soldados encantados.
Pero
los mejores cairns, o hitos, o mojones, son los que no existen. Los aborígenes australianos
utilizaban el canto para caminar, su canto propio y el canto propio
de los otros.
Parece
ser que las canciones de la creación de los antepasados se mantienen
en la memoria de los aborígenes, y cuando un aborigen hereda un
canto o “ensueño”, también hereda la responsabilidad de mantener
la tierra en la forma en la que los Antepasados la cantaron en los
primeros tiempos.
Los muchachos aborígenes, cuando llegaban a la adolescencia, se los mandaba a hacer el “Walkabout”, un paseo en solitario por el desierto australiano durante más o menos medio año. Este rito iniciático estaba estrechamente vinculado a la tierra. Los iniciados seguían antiguos “songlines” o senderos de canciones o de ensueños, y aprendían a hallar la comida, el agua y el refugio en las rocas y los árboles que sustentaron a sus ancestros. Y en dicha búsqueda alcanzaban la profunda conciencia en uno mismo que solo se logra con la soledad. Partían como niños y regresaban como hombres.
Los muchachos aborígenes, cuando llegaban a la adolescencia, se los mandaba a hacer el “Walkabout”, un paseo en solitario por el desierto australiano durante más o menos medio año. Este rito iniciático estaba estrechamente vinculado a la tierra. Los iniciados seguían antiguos “songlines” o senderos de canciones o de ensueños, y aprendían a hallar la comida, el agua y el refugio en las rocas y los árboles que sustentaron a sus ancestros. Y en dicha búsqueda alcanzaban la profunda conciencia en uno mismo que solo se logra con la soledad. Partían como niños y regresaban como hombres.
Hoy,
los aborígenes Anangu luchan contra todo aquel que quiera escalar su
gran hito sagrado, el Uluru, y prohíben que se fotografíen los
lugares sagrados de su base, donde hay numerosas cuevas y pinturas
rupestres de generaciones atrás. Esta responsabilidad forma parte
del Tjukurpa, una transmisión oral a través de cantos y versos, de
valores y creencias anangu clave para comprender la vida pasada,
presente y futura. Y éste se expresa de manera muy real a través
del paisaje, que transmite la sabiduría de los antepasados.
Como
siempre, parece que lo que nos gusta es escalar sobre todas las
cosas, sobrepasarlas y transgredirlas, y se nos olvidó el placer de
existir que nos da el caminar, como una manera de usar todos los
recursos corporales y sensoriales. La persona que camina encuentra la
plenitud del sentido de su existencia, de su propio cuerpo y de lo
que le rodea.
Un
folleto disponible en el Centro Cultural en el parque lleva un
importante mensaje de los ancianos Anangu:
“Eso
que estás escalando es una cosa realmente importante y sagrada… No
debes subirla. No es lo real de este sitio. Lo real es escuchar todo.
Escuchar y comprender todo.”
“¿Por
qué tendríamos que decirte que te fueras y que no escales? Para que
entiendas esto… para que entiendas, te estamos informando: No
escales. Y tal vez esto te ponga un poco triste. Pero de todos modos,
eso es lo que tenemos que decir. Estamos obligados a decirlo. Y todos
los turistas se iluminarán y dirán: “Ah, ya veo. Esta es la forma
correcta. Esto es lo que corresponde. Esta es la manera correcta: Sin
escalar”.
Pies hechos para la tierra, de un indígena ashaninka. |
Michael Grab ha dominado el arte de hacer equilibrios con piedras.
Fuentes: