viernes, 20 de septiembre de 2019

Antropología del paisaje: o porque hablamos del tiempo en el ascensor.

"Ningen" es el equivalente en japonés de "ser humano", e incluye al varón y la mujer, la especie humana. Esta palabra se compone de "nin", que significa "ser humano", y "gen", que significa "relación". Esta etimología japonesa resalta la inseparabilidad de lo individual y lo social y el cuerpo del alma. 

"Cuando empleo aquí la palabra japonesa "ningen" no me refiero solamente al hombre (varón-mujer) designado en japonés con la palabra "hito", que es el ser humano individual.(...) Para comprender verdaderamente lo fundamental del ser humano, es imprescindible captar la estructura básica de su existencia al mismo tiempo como individuo y como totalidad." explica Tetsuro Watsuji en "Antropología del paisaje", r
esaltando un aspecto imprescindible en la cultura japonesa: la naturaleza social y comunitaria del ser humano.
 
Somos "aida", es decir interrelación e intersubjetividad. 
"Un diccionario lo formula con claridad: "ningen" significa literalmente "en medio del mundo"; sin embargo, se le fue atribuyendo erróneamente el sentido de "individuo humano"."  "Sin embargo, hay que subrayar también que la palabra "hito" significa, ante todo, "otra persona" por oposición a "uno mismo"."

Es decir, en Japón, ser humano es individuo "hito", que forma parte del mundo humano "ningen"".
"Ningen" es el compendio de lo humano en el sentido más integral, tanto individual como comunitario y relacional. 
Añadiéndole el ideograma "gaku" que significa "aprender", se obtiene "ningengaku" o "aprendizaje de lo humano". Es la palabra para designar a la antropología filosófica, diferente a la palabra "jinruigaku", "estudio de la especie humana", que es como se designa a la antropología socio-cultural.

Tetsuro Watsuji, como el resto de los pensadores japoneses de su tiempo, reflexionaba sobre el puente que pudiera unir la defensa de la cultura tradicional y la adopción de las costumbres occidentales, y se embarcó en un viaje de catorce meses por Europa. No en vano, explica el filósofo, se dice que la palabra "mezurashii", que significa singularidad, proviene de la palabra "mezuru", que significa admirar.

"Creo que, sin duda, la singularidad de las relaciones del ser humano con la naturaleza repercute en las particularidades de la vida humana. (...) las diferencias climáticas y geográficas entre Oriente y Occidente significan diferencias de estructura mental (...) se relaciona con todos los productos culturales del género humano."

"I´m under the weather", estoy bajo el tiempo (meteorológico), decimos en inglés cuando queremos transmitir nuestro mal estado. Tetsuro Watsuji va más allá, y aborda esta complicada relación entre clima y cultura y caracter o modo de ser:
"Clima y paisaje constituyen el momento de la objetivación de la subjetividad humana en el que el ser humano se comprende a sí mismo. A diario, nos descubrimos a nosotros mismos en el contexto del paisaje de maneras muy diversas. El estado de ánimo alegre o triste se expresa con el término japonés intraducible de "kimochi" (manera de tener el "ki"), que no debe considerarse como un rasgo psicológico, sino como un modo de ser de la existencia humana (...) un talante, una manera de estar y sentirse en la sociedad." 

"Quizás por eso, sin necesidad de comprobar el estado mental ajeno, nos saludamos mutuamente diciendo: ¡Qué buen tiempo hace esta mañana! Estamos entonces conviviendo en el aire matutino y somos portadores, intersubjetivamente, de un cierto modo de existir. Descubrimos el peso del paisaje en nuestra vida. El estado de ánimo luminoso de un día claro de atmósfera diáfana, el kimochi oscuro de un día de humedad densa y calor sofocante, el sentirse rebosante de vida al contemplar el nuevo reverdecer o el frescor de lluvias primaverales, el temor ante la tempestad"... "Sobre el ser humano pesa como imposición el pasado y el ambiente, y estos condicionamientos caracterizan su libertad. Las diversas circunstancias ambientales corresponden a diversas maneras de autocomprensión."

Watsuji describe tres tipos de clima: el monzónico, el del desierto y el de la dehesa. 



 

Monzón viene de "mausim", que significa estación. El calor y la humedad del monzón predisponen a la resignación, aceptación y sumisión, pero también a la receptividad. "Es una fuerza tan descomunal que hace al hombre renunciar a la resistencia y lo convierte en sumiso" pero, a la vez, es "una violencia pletórica de fuerza que produce vida". Y les aporta intuición y receptividad para aprovechar la cantidad y puntualidad de la lluvia que trae el monzón. Así, los dioses de estas regiones son divinizaciones de una naturaleza renovadora y ontológica, receptora de todos los seres. A estos dioses se les homenajea por su abundancia, y se les pide favores.

 


La aridez del desierto, en cambio, amenaza al ser humano de muerte "y no da
la gracia del agua a los que la esperan. El hombre lucha contra las amenazas de la naturaleza y ha de caminar en busca de hierba y fuentes, tesoros del desierto y disputas entre diversas tribus. Para vivir, ha de enfrentarse a la amenaza de otros hombres" lo que induce al carácter dominante y guerrero. 
"Creced y multiplicaos" es un grito de guerra de la vida contra la muerte. Y para ello, se requiere la sumisión absoluta a la unidad, a la comunidad, de la tribu. "Por tanto, la relación unitaria entre el hombre y el espacio físico se convierte en relación entre el hombre y el "mundo de los otros hombres". "Tal oposición a la naturaleza va unida indefectiblemente a la oposición al mundo de los demás hombres. La lucha contra el hombre es el reverso de la lucha contra la naturaleza". Además, el hombre del desierto tan solo existe históricamente, en su evolución de sus esfuerzos culturales que tienden a mantenerle frente a la naturaleza amenazante.
Su dios es la conciencia supraindividual del hombre que se opone a la naturaleza y, así mismo, le debe fidelidad y obediencia.
 


El tercer clima, el de la dehesa, tiene como característica la docilidad de la naturaleza. "Se percibe una simetría botánica en el modo de extenderse las ramas, una regularidad que a nosotros los japoneses nos resulta artificial y racional, puesto que estamos acostumbrados a la irregularidad de los árboles del Japón. En nuestra patria van unidos lo artificial y lo racional; en Europa se puede decir que natural y racional se identifican." El ser humano puede hallar la norma en la misma naturaleza, por eso, le habría infundido al griego un talante contemplativo que le permitió hallar en ella reglas racionales, ciencias naturales para seguir investigándola. "En contraste con los griegos, que sienten viendo, los japoneses ven sintiendo".
Más tarde, "la agonía de la bruma" centroeuropea, que despierta el ensimismamiento, la profundidad y la subjetividad, sintonizó con "el temor del desierto". "Nadie mejor que los europeos occidentales recibió al dios único personal, dotado de voluntad, y nadie comprendió mejor que ellos el talante apasionadamente moralista y voluntarioso de los profetas" del desierto. "El establecimiento del orden de la razón y la conquista racional de la naturaleza son, en efecto, la orientación fundamental que va dirigiendo al espíritu de la bruma en su profundidad infinita." Y también en su reverso, en "los aspectos sombríos y crueles".

Aunque "se descuidan estas investigaciones porque se trata de problemas difíciles de tratar científicamente", y se corre el riesgo de caer en intuiciones imaginativas de un poeta, la antropología del paisaje, según Watsuji, es de utilidad para "abrir el camino y entender caracteres distintos del propio", superando las limitaciones propias.