"En
África, cuando un viejo muere, arde una biblioteca"
Proverbio
africano. Amadou Hampaté Bâ
Donde
quiera que haya seres humanos, tendrán un lenguaje. Pero el lenguaje
es tan abrumadoramente oral que, de entre las muchas miles de lenguas
habladas en el curso de la historia del hombre, la mayoría de ellas
no han llegado nunca a la escritura. La primera grafía apareció por
primera vez entre los sumerios en Mesopotamia apenas
alrededor del año 3500 a. de c. En realidad, la primera palabra
registrada que significa “libertad” es la sumeria “amargi”
que quiere decir libre de deudas. Literalmente, amargi, quiere decir
“volver con la madre” porque una vez que se había cancelado las
servidumbres por deuda, los peones esclavos podían volver a su casa.
Antes de eso, el lenguaje era otro, y en algunas sociedades continúa
siéndolo.
De manera irónica, Alain Mabanckou escribía en su novela Vaso Roto: “no le gustan las frases hechas del tipo "en África, cuando un anciano muere, arde una biblioteca" y cuando oye este tópico manido, se enfada un montón y suelta al momento: "depende del anciano, dejaos de chorradas, yo sólo me fío de lo que está escrito."”
Y es que las personas no analfabetas sólo con gran dificultad pueden imaginarse cómo es una cultura oral. Para cualquiera que tiene una idea de lo que son las palabras en esta cultura, no resulta sorprendente que el término hebreo "dabar" signifique "palabra" y "suceso", porque entre los pueblos orales la lengua no es sólo una transcripción del pensamiento, sino de acción. Tampoco resulta sorprendente que los pueblos orales por lo común consideren que las palabras poseen un gran poder. Por eso, consideran que los nombres (una clase de palabras) no es sólo una etiqueta, sino que confieren poder a las cosas, les dotan de ciertas características que el nombre mismo describe. Por eso, en muchas culturas faltar a la palabra es como faltar al alma. (En lengua guaraní ñe'ê significa “palabra” y también significa “alma”, y el que dilapida la palabra, dilapida su alma)
"Permanece a la escucha-se decía en la vieja África-, todo habla, todo es palabra, todo intenta comunicarnos un conocimiento." cuenta el escritor Amadou Hampaté Bâ.
Y es que las personas no analfabetas sólo con gran dificultad pueden imaginarse cómo es una cultura oral. Para cualquiera que tiene una idea de lo que son las palabras en esta cultura, no resulta sorprendente que el término hebreo "dabar" signifique "palabra" y "suceso", porque entre los pueblos orales la lengua no es sólo una transcripción del pensamiento, sino de acción. Tampoco resulta sorprendente que los pueblos orales por lo común consideren que las palabras poseen un gran poder. Por eso, consideran que los nombres (una clase de palabras) no es sólo una etiqueta, sino que confieren poder a las cosas, les dotan de ciertas características que el nombre mismo describe. Por eso, en muchas culturas faltar a la palabra es como faltar al alma. (En lengua guaraní ñe'ê significa “palabra” y también significa “alma”, y el que dilapida la palabra, dilapida su alma)
"Permanece a la escucha-se decía en la vieja África-, todo habla, todo es palabra, todo intenta comunicarnos un conocimiento." cuenta el escritor Amadou Hampaté Bâ.
El
poder de la palabra resalta también en las funciones de un jefe:
"Por
naturaleza, la sociedad primitiva sabe que la violencia es la esencia
del poder. Al constreñir al jefe a moverse solamente en el elemento
de la palabra, es decir, en el extremo opuesto del poder y de la
violencia, la tribu se asegura de que todo quede en su lugar"
Pierre
Clastres, antropólogo.
Además,
la palabra hablada hace que los seres humanos formen grupos
estrechamente unidos. Cuando un orador se dirige a un público, sus
oyentes forman una unidad. La escritura y lo impreso lo aíslan en un
mundo privado de lectura. Por eso, la palabra hablada es parte ritual
de las religiones.
«La ficción de las pantallas es una ficción colonizadora (va de fuera hacia adentro), pero la ficción de los cuentos es de las que alimentan (va de dentro hacia afuera: te hace trabajar y hace crecer tu tierra de ficción). La dimensión humana de la vida precisa lentitud, calma, conversación… Es por eso que contar y escuchar cuentos hoy en día se convierte casi en un acto de rebeldía, en una ruptura del ruido, de lo asumido sin cuestionar», explica Pep Bruno, narrador oral.
«La ficción de las pantallas es una ficción colonizadora (va de fuera hacia adentro), pero la ficción de los cuentos es de las que alimentan (va de dentro hacia afuera: te hace trabajar y hace crecer tu tierra de ficción). La dimensión humana de la vida precisa lentitud, calma, conversación… Es por eso que contar y escuchar cuentos hoy en día se convierte casi en un acto de rebeldía, en una ruptura del ruido, de lo asumido sin cuestionar», explica Pep Bruno, narrador oral.
El modo que empiezan siempre, en Benin, los narradores, es:
—Mi do adjru! ¡Contemos cuentos!
—Adjru uaiii! ¡Los cuentos pasan!
Las mujeres amazigh empizan sus cuentos diciendo: "Hay una historia entre vosotras, quien la busque la encontrará..."
La tradición oral no se limita a cuentos y leyendas o relatos
míticos e históricos. La tradición oral es la escuela de la vida:
es religión, historia, recreación y diversión. En lugares del mundo donde sus gentes no tuvieron o no tienen acceso a la escritura, muchas de sus sabidurías
permanecen en la memoria y se han expresado en mitos, cuentos y
cantos o en narraciones épicas. Fueron entendidas por el término
"folklore" como un subtérmino de "cultura", pero la antropología trata de dar la
palabra a quienes no tienen voz para rescatar del pasado la
experiencia de mayorías silenciosas o silenciadas.
“La escritura es una cosa y el saber es otra. La escritura es la fotografía del saber, pero no es el propio saber. El saber es una luz que está en el hombre. Es la herencia de todo lo que los antepasados pudieron conocer y nos han transmitido en germen, al igual que todo el baobab está contenido, potencialmente, en su semilla” explica también Amadou Hampaté Bâ.
Los narradores del pasado fueron los aeda en la antigua Grecia, los skald vikingos, los seanchaí irlandeses, los bardos celtas, los griotts africanos, los rakugoka japoneses…
Hoy todavía hay grupos hábiles en la retórica.
“La escritura es una cosa y el saber es otra. La escritura es la fotografía del saber, pero no es el propio saber. El saber es una luz que está en el hombre. Es la herencia de todo lo que los antepasados pudieron conocer y nos han transmitido en germen, al igual que todo el baobab está contenido, potencialmente, en su semilla” explica también Amadou Hampaté Bâ.
Los narradores del pasado fueron los aeda en la antigua Grecia, los skald vikingos, los seanchaí irlandeses, los bardos celtas, los griotts africanos, los rakugoka japoneses…
Hoy todavía hay grupos hábiles en la retórica.
Los
inuit dicen que cuando los cuentacuentos hablan, las plantas dejan de crecer y los pájaros se olvidan de
alimentar a sus polluelos. Por eso, los cuentacuentos sólo pueden
contar mientras la nieve cae. Además, con las historias personales
también son muy cautelosos, como si tuvieran una especie de derechos
de autor. Contar la historia creada por otro es una suerte de
violación. Se puede pedir permiso o incluso comprar la historia para
contarla: cuanto mejor sea la historia, más se pedirá por ella.
También mantenían una costumbre que consistía en resolver los problemas de la propia comunidad (excepto del asesinato) mediante la improvisación de canciones o poemas satíricos. Los dos implicados en el conflicto se ponían uno delante de otro y ganaba el que hacía la mejor improvisación o perdía el que no soportaba la burla del contrincante. Eso demostraba que para los inuit era más importante restablecer la armonía que administrar justicia.
También mantenían una costumbre que consistía en resolver los problemas de la propia comunidad (excepto del asesinato) mediante la improvisación de canciones o poemas satíricos. Los dos implicados en el conflicto se ponían uno delante de otro y ganaba el que hacía la mejor improvisación o perdía el que no soportaba la burla del contrincante. Eso demostraba que para los inuit era más importante restablecer la armonía que administrar justicia.
"Dios inventó al hombre para oírle contar cuentos", dice un proverbio africano. Un
griot o jeli (djeli o djéli en francés) es, actualmente, un
narrador de historias de África Occidental y están presentes entre los pueblos mandé, fule, hausa, songhai,
tukulóor, wolof, serer, mossi, dagomba, árabes mauritanos y
multitud de otros grupos más pequeños.. Un griot es un depósito
de tradición oral aunque también pueden utilizar su habilidad vocal
también para contar chismorreos, sátiras o hacer comentarios
políticos.
Los griots forman una casta
endogámica, es decir, la mayor parte de ellos solo contrae
matrimonio con otros griots. En las lenguas africanas, los griots son
conocidos mediante un sinnúmero de nombres: jeli, jali, guewel,
gawlo... El término mandé jeliya (traducido como "habilidad
musical") se utiliza a veces en el ámbito de los griots,
indicando la naturaleza hereditaria de esta habilidad. Jali viene de
la palabra jali o djali (sangre). Djeli significa "sangre de la sociedad"
En
Turquía, el meddahlik es una forma de arte dramático turco
interpretado por un actor único, el meddah. Históricamente, los
meddah se destinaban no sólo a distraer, sino también a instruir y
educar al público, una población a menudo analfabeta. El meddah
elige los cantos y los relatos cómicos entre un repertorio de
historias, leyendas y epopeyas populares, adaptándolos al lugar y al
público. Pero la calidad de su espectáculo depende de la relación
que se crea entre el narrador y los espectadores. Sus críticas
sociales y políticas solían provocar discusiones animadas sobre
temas de actualidad. La juglaría perdura también en Turquía
gracias a los juglares ambulantes llamados âsiks que rasguean un
instrumento de cuerdas llamado saz.
La poesía Nabati (al-sha’r al-Nabati), un género beduino de poesía oral, ha resultado ser un medio de resistencia de las mujeres. Al contrario que muchas mujeres beduinas del medio rural, una poetisa (shā’irah) puede hacer largos viajes para participar en una velada poética (umsiyyah) o concurso (mahrajān), acompañada por su marido o por otro individuo de confianza. Puede recitar su trabajo ante un público de unos 500 hombres sin recibir críticas que apelen a su moralidad, y después pueden conversar y comer con ellos sin problemas. También les permiten participar en debates sociales y políticos en público. De hecho, mucha de la poesía que componen las mujeres, tratan cuestiones polémicas como la corrupción política y la deslealtad percibida, los movimientos de la Primavera Árabe y sobre la nacionalidad.
El
arte narrativo Yimakan es un elemento esencial de la minoría étnica
hezhen de China, que vive en el nordeste de China. Recitadas en verso
y prosa en la lengua de esta etnia, versan en alianzas y batallas
tribales, incluidas las victorias de los héroes hezhen contra
monstruos e invasores. Como los hezhen carecen de un sistema de
escritura, el Yimakan desempeña un papel fundamental en la
conservación su lengua materna, religión, creencias, folclore y
costumbres, así como la identidad e integridad territorial.
La tradición literaria y oral de los uzbekos también es llevada en gran parte por los Bakshi, juglares ancianos que recitan los mitos y la historia uzbeka a través de canciones épicas.
La tradición literaria y oral de los uzbekos también es llevada en gran parte por los Bakshi, juglares ancianos que recitan los mitos y la historia uzbeka a través de canciones épicas.
"Talanoa" es la palabra de Fiji para charlar o contar historias. Significa charla ideal, y se debe realizar de manera que sirva como un "adhesivo social".
La
comunidad de los wayuus está asentada en la Península de La
Guajira, situada entre Colombia y Venezuela. Los pütchipü’üis o
“palabreros” son personas experimentadas en la solución de
conflictos y desavenencias entre los clanes matrilineales de los
wayuus. Cuando surge un litigio, las dos partes en conflicto, los
ofensores y los ofendidos, solicitan la intervención de un
pütchipü’üi. Si la palabra –pütchikalü– se acepta, se
entabla el diálogo en presencia del pütchipü’üi que actúa con
diplomacia, cautela y lucidez. El sistema de compensación recurre a
símbolos, representados esencialmente por la oferta de collares
confeccionados con piedras preciosas o el sacrificio de vacas, ovejas
y cabras. Incluso los crímenes más graves pueden ser objeto de
compensaciones, que se ofrecen en el transcurso de ceremonias
especiales a las que se invita a las familias en conflicto para
restablecer la armonía social mediante la reconciliación. Según el
Director del Observatorio del Caribe y antropólogo wayúu, Wilder
Guerra Curvelo, el sistema normativo de los Wayúu, no busca
encarcelar o castigar al agresor, visto como individuo aislado, sino
recuperar el tejido social afectado por las querellas. Es justicia
restaurativa y no punitiva.
El etnólogo Daniel Brinton, en el libro La Raza Americana, contaba en 1891 de algunos grupos indígenas americanos: ”Estos cantos también sirven como medios pacíficos para apaciguar contiendas familiares. Cuando dos personas se pelean, es costumbre elegir una noche y dirigirse mutuamente cantos nocturnos, el auditorio decide cual es el mejor poeta. El veredicto pone punto final al rencor”
Los indios menomini de Wisconsin siempre piden al joven que extraiga por sí mismo la moraleja de las historias que les cuentan. Así, un abuelo puede llegar a contarle al niño la misma historia todas las noches hasta que el pequeño sea capaz de enunciar una moraleja que satisfaga al anciano.
El etnólogo Daniel Brinton, en el libro La Raza Americana, contaba en 1891 de algunos grupos indígenas americanos: ”Estos cantos también sirven como medios pacíficos para apaciguar contiendas familiares. Cuando dos personas se pelean, es costumbre elegir una noche y dirigirse mutuamente cantos nocturnos, el auditorio decide cual es el mejor poeta. El veredicto pone punto final al rencor”
Los indios menomini de Wisconsin siempre piden al joven que extraiga por sí mismo la moraleja de las historias que les cuentan. Así, un abuelo puede llegar a contarle al niño la misma historia todas las noches hasta que el pequeño sea capaz de enunciar una moraleja que satisfaga al anciano.
Fatima
Mernissi cuenta que la decadencia de los califas comenzó cuando empezaron a descuidar el arte de la
comunicación, de la discusión y de las palabras. El último califa,
Al Mutadid, era un mal comunicador que ni siquiera sabía hacer un
sermón correcto los viernes, el día de la semana en que los califas
aparecían públicamente ante la comunidad para demostrar que sabían
utilizar tanto la pluma o la palabra (qalam) como la espada (sayf)
Los poetas hacían bromas sobre él y los eruditos opinaban "el
imán no sabe hablar, no ha sido capaz de explicar claramente lo que
está prohibido y lo que está permitido"
Hasta que en 1258 apareció un monstruo en la frontera de Bagdad, el hijo de Gengis Khan, que saqueó Bagdad de una manera terrorífica. No hubo pluma, ni palabra, sólo muerte.
La segunda parte de la tradición oral:
Link: La tradición oral II: improvisando la vida.
Comienza con "Érase una vez".
Todos tenemos una historia,
en el fondo de nuestro corazón.
La poetisa beduina Hissa Hilal en el programa de Abu Dabi "El poeta del millón", narrando su poema que le costó muchas amenazas de muerte:
"He visto al diablo en los ojos de las fetuas subversivas
en un tiempo en el que lo legítimo se confunde con lo ilegítimo.
Cuando descubrí la verdad apareció un monstruo desde su lugar escondido;
bárbaro, viciado en su pensamiento y su acción, furioso y ciego;
portaba la muerte como vestido, ceñida con un cinturón.
Habla desde una plataforma oficial, poderosa,
aterrorizando a la gente y acechando a cualquiera que busque la paz;
la voz de la valentía huye y la verdad queda arrinconada y silente;
el egoísmo nos impide decir la verdad"
"El cuentacuentos persa: los relatos que hicieron soñar al emperador" relata:
"Y cuando el anciano monarca falleció, su hijo, como heredero del trono, tomó las riendas del país.
Un día, para conocer a los servidores del palacio convocó a todos los cortesanos, preguntándoles, uno a uno, sobre sus cometidos:
-Yo soy vuestro consejero, dijo el primero.
-Yo soy vuestro general, se presentó el segundo.
-Yo soy vuestro guardaespaldas, respondió el tercero.
-Yo soy vuestro cocinero, manifestó el cuarto.
-Yo soy vuestro coracero, contestó el quinto.
-Yo soy vuestro cantante, respondió el sexto.
-Y, ¿cuál es tu cometido?, preguntó el monarca a un anciano que estaba algo apartado de los demás y no se había presentado.
-Yo soy vuestro cuentacuentos, contestó el viejecito.
-¿Me tomas por un niño? No necesito ningún cuentacuentos, dijo el joven rey frunciendo las cejas, como si le hubieran ofendido.
-Es exactamente lo mismo que opinaba el rey Bahrâm, contestó el hombre viejo, que además era un sabio. Con la diferencia -continuó el sabio-, de que aquel monarca, muy pronto volvió a reclamar al cuentacuentos para que regresara, pues se dio cuenta de que había actuado como el águila de aquella fábula...
-¿De que fábula me hablas?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
“Un águila rapaz reprochaba a una gallina del corral: ¡Qué criatura más desagradecida eres tú! Tu dueño te mantiene durante toda tu vida, te protege de las bestias, te alimenta, y qué es lo que tú haces? Cuando él te llama empiezas a correr de un tejado a otro, aleteas por aquí y por allá, y no dejas que te coja. ¿Qué clase de comportamiento es ése? Mírame a mí. Yo hace poco tiempo que estoy aquí, y ya sé cómo debo portarme, y demuestro mi gratitud por los cuidados que me da el amo. Cuando él me llama, me poso en su brazo y hago todo lo que me pide. Entonces, la gallina, mirándole con una sonrisa, respondió: Quizás tengas razón, amigo mío. Pero dime ¿has visto alguna vez un águila asada?”
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo, y luego dijo:
-Es absolutamente cierto. Pero, ¿de qué le sirve a un gran águila la verdad de una pequeña gallina?
-¡No, Majestad!, no desprecies nunca lo pequeño, contestó el anciano. Recordad lo que hizo una liebre a un león.
-Y, ¿qué le hizo?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia..."
Un día, para conocer a los servidores del palacio convocó a todos los cortesanos, preguntándoles, uno a uno, sobre sus cometidos:
-Yo soy vuestro consejero, dijo el primero.
-Yo soy vuestro general, se presentó el segundo.
-Yo soy vuestro guardaespaldas, respondió el tercero.
-Yo soy vuestro cocinero, manifestó el cuarto.
-Yo soy vuestro coracero, contestó el quinto.
-Yo soy vuestro cantante, respondió el sexto.
-Y, ¿cuál es tu cometido?, preguntó el monarca a un anciano que estaba algo apartado de los demás y no se había presentado.
-Yo soy vuestro cuentacuentos, contestó el viejecito.
-¿Me tomas por un niño? No necesito ningún cuentacuentos, dijo el joven rey frunciendo las cejas, como si le hubieran ofendido.
-Es exactamente lo mismo que opinaba el rey Bahrâm, contestó el hombre viejo, que además era un sabio. Con la diferencia -continuó el sabio-, de que aquel monarca, muy pronto volvió a reclamar al cuentacuentos para que regresara, pues se dio cuenta de que había actuado como el águila de aquella fábula...
-¿De que fábula me hablas?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
“Un águila rapaz reprochaba a una gallina del corral: ¡Qué criatura más desagradecida eres tú! Tu dueño te mantiene durante toda tu vida, te protege de las bestias, te alimenta, y qué es lo que tú haces? Cuando él te llama empiezas a correr de un tejado a otro, aleteas por aquí y por allá, y no dejas que te coja. ¿Qué clase de comportamiento es ése? Mírame a mí. Yo hace poco tiempo que estoy aquí, y ya sé cómo debo portarme, y demuestro mi gratitud por los cuidados que me da el amo. Cuando él me llama, me poso en su brazo y hago todo lo que me pide. Entonces, la gallina, mirándole con una sonrisa, respondió: Quizás tengas razón, amigo mío. Pero dime ¿has visto alguna vez un águila asada?”
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo, y luego dijo:
-Es absolutamente cierto. Pero, ¿de qué le sirve a un gran águila la verdad de una pequeña gallina?
-¡No, Majestad!, no desprecies nunca lo pequeño, contestó el anciano. Recordad lo que hizo una liebre a un león.
-Y, ¿qué le hizo?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia..."
Fuentes:
"Oralidad
y escritura. Tecnologías de la palabra". Walter J. Ong.
"Un
libro para la paz". Fatima Mernissi.
"Memorias del Ártico: mi vida con los inuit" de James Houston.
http://sobreturquia.com/2011/02/09/asiklik-y-meddahlik-patrimonio-cultural-de-turquia/
http://www.unesco.org/new/en/media-services/multimedia/photos/ith2011/iran-naqqali/
http://chinaviva.com/Hezhe/hezheyimakan.htm
http://www.mincultura.gov.co/?idcategoria=1393
http://wayuunkerra.blogspot.com.es/2007/04/la-figura-del-palabrero-trasciende-en.html
http://www.yorokobu.es/narradores-orales/
http://www.fmreview.org/es/estadosfragiles/Seeley.pdf
"Amkullel, el niño fulbé" Amadou Hampaté Bâ
http://www.yorokobu.es/narradores-orales/
http://www.fmreview.org/es/estadosfragiles/Seeley.pdf
"Amkullel, el niño fulbé" Amadou Hampaté Bâ
No sabes como me ayuda tu blog, me da el sustento para hacer volar mi imaginación. Ayer me junté con un señor apasionado de la historia; él está documentando toda la historia de nuestros pueblos (pueblos de Salta-Argentina), y tiene una base de datos impresionante, con fotos, partidas de bautismo, defunción etc., de gente muy antigua de estos lugares, entrevista los ancianos del lugar, y ahí es donde me acordé de tu blog,porque pensaba en la verdad, la fuerza que tiene la tradición oral, la historia oral, frente a veces a la falta de documentación. Un abrazo, Luis
ResponderEliminarMaravilloso aporte. Gracias, gracias , gracias
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