"Estuve
recientemente en un viaje por Latinoamérica, y sólo lamenté no
haber estudiado con más intensidad el latín durante la escuela para
así poder conversar con aquellas gentes."
Dan Quayle, ex-vicepresidente de EEUU.
Bestiario
Fuera de Europa, pululaban los monstruos, rugía el mar y ardía la tierra. Pocos viajeros habían sido capaces de atravesar el miedo.
Al regreso
contaron Odorico de Pordenone, que viajó desde el año 1314, (...) vio que en el África, los pigmeos se casaban y tenían hijos no
bien cumplían seis meses de edad.
Jean de Mandeville visitó algunas
islas de oriente en 1356. Allí vio gente sin cabeza, que comía y
hablaba por la boca abierta en el pecho, y también vio gente con un
solo pie, que a veces servía de sombrilla o de paraguas. Otros
tenían tetas y pene, o barba y vagina, y podían ser hombre o mujer
a voluntad. Los habitantes de la isla de Tacorde, que sólo comían
serpientes crudas. No hablaban. Silbaban.(...)
Eduardo Galeano.
La
historia está plagada de fraudes, y cuando se trata de lo desconocido los prejuicios y la
imaginación se desborda.
Caníbales de Australia.
En
1898, Louis de Rougement relató en una conocida publicación una
aventura que todos tomaron como auténtica durante mucho tiempo y
según la cual, tras haber naufragado en las costas de Australia,
había participado en festines de caníbales, se había construido
una casa con conchas perlíferas, había mandado mensajes en seis
lenguas utilizando pelícanos, y había cabalgado sobre tortugas de
270 kilos, entre otras cosas, incluyendo también el haberse curado
de una fiebre durmiendo dentro de un búfalo muerto. Las sociedades
científicas invitaron a Rougement a pronunciar conferencias sobre su
aventura antropológica, y hasta publicó un libro que causó
sensación, titulado "Treinta años entre los caníbales de
Australia". Pero no paró aquí: cuando fue descubierta su farsa, viajó a África
del Sur donde dictó algunas otras conferencias anunciándose como
'el mayor embustero del mundo'.
La picaresca española.
Un
grupo de científicos de la Ahnenerbe (una entidad pseudocientífica alemana nazi) se trasladó a España para
hacer un estudio sobre los descendientes de los colonos alemanes que
repoblaron Sierra Morena en 1767 para fomentar la agricultura y parar el bandolerismo.
El
estudio era muy sencillo: a todos los paisanos que presentasen un
certificado de nacimiento, expedido por la parroquia, en el que
constara un apellido alemán le daban cinco pesetas por dejarse
tallar y medir el cráneo. La noticia comenzó a correr como la
pólvora:
Unos
alemanes pagaban por dejarse medir el cráneo.
Y aquí
interviene la picaresca española. Por una pequeña propina el
sacristán emitía varios certificados de bautismo, para una misma
persona, en el que sólo se modificaba el nombre propio. Una misma
persona podía cobrar dos veces (como si fueran mellizos), tres veces
(como trillizos)…
El
estudio lo publicó Johan Schänble, profesor de antropología de la
Universidad de Kiel, en “Estudios antropológicos en las colonias
alemanas del Sur de España”.
Una de
las conclusiones fue que los partos múltiples eran muy frecuentes
por aquellos lares.
Psalmanazar, el formosiano.
A comienzos del siglo XVIII un misterioso
extranjero cautivó a la alta sociedad londinense con sus fascinantes
relatos de sacrificios humanos y canibalismo: decíase llamar George
Psalmanazar, nativo de la lejana isla de Formosa.
Formosa era
un lugar exótico, y pocos podían ubicarlo en un mapa. Hoy en día
lo conocemos como Taiwán, una isla en el mar de China.
El imaginativo joven les contó que durante un festival religioso de 9 días de duración, se sacrificaba a 2.000 jóvenes al día sacándoles el corazón y quemándolos en un altar. Cuando alguien le apuntó que con un ritmo de sacrificios tan alto, la isla de Formosa pronto quedaría despoblada, Psalmanazar explicó que sus compatriotas eran polígamos y que los primogénitos estaban exentos del sacrificio. La esperanza de vida en la isla, afirmó también, era de 120 años. Su propio abuelo había vivido 117 permaneciendo tan vigoroso como un jóven, gracias a la costumbre local de chupar la sangre tibia de una víbora cada mañana.
El imaginativo joven les contó que durante un festival religioso de 9 días de duración, se sacrificaba a 2.000 jóvenes al día sacándoles el corazón y quemándolos en un altar. Cuando alguien le apuntó que con un ritmo de sacrificios tan alto, la isla de Formosa pronto quedaría despoblada, Psalmanazar explicó que sus compatriotas eran polígamos y que los primogénitos estaban exentos del sacrificio. La esperanza de vida en la isla, afirmó también, era de 120 años. Su propio abuelo había vivido 117 permaneciendo tan vigoroso como un jóven, gracias a la costumbre local de chupar la sangre tibia de una víbora cada mañana.
Además Psalmanazar escribió un libro en 1704 con el título:
“Una descripción histórica y geográfica de Formosa, territorio
sujeto al Emperador del Japón“, que se convertiría en un best-seller. Sin
embargo, Psalmanazar había cometido el primer error serio en el
título del libro. Formosa era una provincia de China, no de Japón. El
público al que tanto había deleitado le dio la espalda.
Los Tasaday.
En
1972, el gobierno de Filipinas anunció al mundo que había hecho un
descubrimiento insólito: en unas islas al sur del país, en los
bosques de Mindanao, había aparecido una tribu, los Tasaday, que nunca habían tenido contacto con el resto del mundo. No sólo los
antropólogos se mostraron interesados por la tribu y
fueron a visitarla, sino también periodistas, curiosos e incluso
excursiones infantiles. Los tasaday eran veintiséis individuos que
vivían en cuevas y se alimentaban de frutas y pequeños animales. No realizaban actividades de la civilización como calcular el tiempo, los metales, el arte,
las armas, o la domesticación. El
gobierno de Ferdinand Marcos estableció en la región una reserva de
187 kilómetros cuadrados para protegerlos. En 1986, un mes después
de la caída del gobernador, un periodista suizo, Oswald Iten, llegó
hasta la tribu y se encontró con que las cuevas
estaban desiertas y los llamados Tasaday vivían en cabañas, usaban
cuchillos de metal y en lugar de las ropas hechas de hojas de
orquídea vestían camisetas de colores. Los nativos contaron a este
periodista que Marcos les había ofrecido dinero y armas a cambio de
hacerse pasar por una tribu primitiva.
Las samoanas promiscuas.
La joven antropóloga Margaret Mead, en su primero trabajo de campo, con 25 años de edad, no tenía modo de entablar un diálogo directo
con los samoanos puesto que ignoraba el idioma: sus ayudantes fueron dos
jóvenes de aproximadamente su edad, Fa’apua’a Fa’amu y Fofoa. Llegó un momento que
Fa’apua’a y Fofoa, como le habría ocurrido a cualquier joven de
su edad, se sintieron molestas por las insistentes
preguntas sobre sus actividades sexuales. Se acogieron a una
costumbre local, según la cual da buena suerte engañar a un
extraño, y empezaron a largarle todo tipo de historias fantásticas
acerca de su vida sexual. Cuando Mead les
preguntaba por la mañana dónde habían pasado la noche, Fofoa y
Fa’apua’a le decían: “¡Hemos pasado la noche con
chicos, sí, con chicos!”. Mead publicó estos datos en su libro,
en 1928, Comin of age in Samoa (“Hacerse adulto en
Samoa”), un éxito de ventas. Derek Freeman viajó a Samoa para corroborar las
historias de Mead, y se encontró con que Fa’apua’a Fa’amu, de 86
años, aún vivía: según Freeman, la anciana admitió
haber mentido a la antropóloga, y se mostró arrepentida por
ello. De todas formas, aún sigue el debate, ya que también acusaron a Freeman de haber mentido.
Un mito de hoy en día...
«En la comunidad española circulan, todo el tiempo, muchas leyendas sobre la migración china. Por ejemplo, piensan que "los chinos son inmortales", que "no hay tumbas de chinos en España"», anunciaba el «China Daily» de Pekín, principal periódico chino. En España casi no se registran defunciones chinas porque es una inmigración muy joven, con sólo un 1,7% de mayores de 65 años. Y cuando llegan a viejos, casi siempre optan por regresar a China.
Durante la Segunda Guerra Mundial, EEUU presentó a los japoneses como seres que comían pescado crudo. Los japoneses respondieron: en plena guerra, enviaron en paracaídas a los campamentos de soldados, discos de cantantes de moda. Trataban de despertar la empatía de los estadounidenses y acabar con su propia deshumanización que propagaban estos soldados.
A veces, sólo el uso de la comunicación, el conocimiento, la empatía y el
sentido común acaban contra los errores, falacias y
mentiras sobre un "mundo diferente"...
que no lo es tanto.
Fuentes:
Los años del miedo – Juan Eslava Galán
http://historiasdelahistoria.
http://usuarios.lycos.es/
"Errores, falacias y mentiras" Peter Villanueva Hering.
Genial la frase de Dan Quayle. ¿Qué hablan los latinos? Pues latín. Que se lo pregunten al lisensiado Séneca.
ResponderEliminarLas historias de patagones y amazonas tienen su encanto, pero habría mucho que contar sobre los mitos de hoy en día en este país multicultural donde los vecinos se ignoran.
h.