viernes, 24 de mayo de 2013

El lococentrismo japonés: tirar sin apuntar.

Hashiguchi Goyô.
Woman After Bath
, 1920.
«En Europa, la verdad reside en aquello que se descubre, es la aletheia, mientras que en Japón lo más importante es lo que está escondido. ... ¡Qué inconmensurable es la distancia que separa a ambas civilizaciones!»



Éstos son algunos extractos del libro de Hisayasu Nakagawa, profesor japonés y académico, de su libro "Introducción a la cultura japonesa":


En una ocasión en que tomé un avión de Japan Airlines, cuando todos los pasajeros ya estaban en sus asientos, una voz femenina anunció en francés: 

"A causa de una huelga de los controladores de Londres, vamos a retrasar el despegue. Les rogamos que tengan paciencia."  
La misma voz lanzó el mensaje en inglés. Finalmente, otra vez en japonés dijo 

"Minasama (señoras, señoritas y señores), dado que están cansados, es verdaderamente inexcusable anunciarles lo siguiente." Tras lo cual se sucedieron las informaciones dadas ya en francés y en inglés, para terminar con la misma voz dulce, y dar sinceras excusas.

En Paris, la buena voluntad japonesa no existe. Cuando era profesor en una universidad de Paris, de vez en cuando tenía que contactar con un responsable de secretaría. La secretaría es como una colmena, donde los despachos son independientes los unos de los otros. Cuando telefoneaba a ese señor, no estaba, y para informarme de su regreso, telefoneaba a otras personas que siempre me respondían con un "no lo sé".

Lo contrario sucede en una universidad japonesa. La secretaría está instalada en una sala espaciosa. Si la persona responsable ha salido, siempre habrá alguien paa responder en su lugar, o por lo menos, decir a que hora será posible contactar con la persona en cuestión. La secretaría, actuará como un animal celular con una sola voluntad. Todos los japoneses son muy sensibles a este clima uniformador y a su maravillosa capacidad de identificacion, y están prestos para adaptarse a ello inmediatamente. Sin embargo, en semejante clima no se apreciará en demasía que un individuo afirme su independencia frente a la totalidad, al cual, en ocasiones, se mostrará hostil frente a quien se distingue.

El lococentrismo


Para los Europeos, el yo es una entidad que trasciende todas las circunstancias: todo empieza por "yo". En japonés, la primera persona no existe como sí misma, pero sí como elemento de relación en una escena en particular.

Supongamos que un niño está aterrorizado ante un perro enorme. A fin de calmarlo, le diré: "no tengas miedo, yo estoy contigo." Pero en japonés, le diré: "no tengas miedo, tu papaíto (ojisan) está contigo." El "yo" sólo se define en función de la circunstancia y por su relación con el otro. Alexis Rygaloff define el japonés como una lengua lococéntrica.

Otros aspectos de la cultura japonesa confirman este lococentrismo. Según los historiadores europeos, son los individuos lo que toman la iniciativa de intervenir en la historia. Elohim dijo "haya luz!". Un acontecimiento es pues, el resultado de una voluntad. Cuando un historiador japones se veía obligado a explicar la causa de un hecho histórico, siempre podía recurrir a la formación espontánea de los acontecimientos. Prueba de ello es la declaración de guerra a los países aliados, con Estados Unidos a la cabeza, que pronunció el emperador el 8 de diciembre de 1941. "Desgraciadamente se ha llegado a un punto en que estalló la guerra contra los Estados Unidos de América y el Reino Unido por una necesidad que no podía ser de otra manera. ¿Era mi voluntad?" Los europeos interpretarán esta concepción de que todas las cosas se forman espontáneamente como un fatalismo japonés, pero tiene dos vertientes: la optimisa y la pesimista.

La verdad sin sujeto.


Vi por casualidad en la television japonesa a un escritor y traductor australiano, que había vivido más de diez años en Japón. El presentador le preguntaba: "¿En su opinion, cual es la característica distintiva de la lengua japonesa?". A lo que respondio: "Comparado con el inglés, el japonés es en ocasiones un tanto demasiado razonador." Y daba el siguiente ejemplo: en un cine de Japón anuncian: "Les rogamos que se abstengan de fumar porque de lo contrario molestarán a los que están a su lado. La segunda parte resulta necesaria en Japón. A falta de ésta explicación, la responsabilidad de la prohibición recae sobre quien la enunció. Añadiendo la segunda parte, el interlocutor persuade al público asistente de que no es su voluntad, pero si la situación y su fuerza inevitable las que imponen la prohibición de fumar. Una vez más se percibe el lococentrismo.

Hakuseki Arai dice: "según la observación del europeo, afirma que todas las cosas del universo no pueden hacerse por sí mismas y que necesariamente hay un ser que las creó. Pero si esta afirmación es verdadera, ¿que hizo que Deus existiera antes que el cielo y la tierra existieran? Si Deus puede producirse por sí mismo, ¿por qué el cielo y la tierra no pueden hacer lo mismo? En Japón, el universo existe sin que Dios lo cree, y los primeros dioses aparecen de manera espontánea y por sí mismos."

En Europa, lo que certifica o garantiza la verdad de una afirmacion es siempre el sujeto, que asume la iniciativa y la responsabilidad de afirmar una verdad. La razón japonesa aparece como una forma de lo espontáneo y de lo natural. Shoeki Ando, en el Siglo XVIII escribe: "¿qué es lo que llamamos naturaleza? Es el nombre de este principio de equilibrio, de este movimiento armonioso. ¿Qué es lo que llamamos el principio de equilibrio? El movimiento espontáneo de una energía activa que produce el avance o la regresión, a veces con pasos pequeños, a veces con grandes pasos"

Cabe señalar aquí que los caracteres chinos que componen la palabra "naturaleza" pueden leerse en japonés de dos formas: hitori suru "hacerse por ellas mismas" que se aplica a los movimientos del mundo y wareto suru "hacerse cada uno a sí mismo", a las acciones humanas, pero de hecho, las dos no conforman sino uno. La naturaleza o el principio universal es en cualquier caso el movimiento espontáneo de las cosas sin intervención de seres trascendentes o humanos.

En una película bélica japonesa, una enfermera joven, a pesar del peligro, se niega a abandonar su puesto de trabajo. "¿Por qué?", le pregunta el médico. "Ella calla" después, con brusquedad, le dice sin mirarlo: "yo te quiero" "Suki desu" Pero en la frase japonesa, no hay ni pronombre, ni sujeto ni objeto que indique quien amaba a quien. Sólo indica la existencia de amor. Y la mujer ni siquiera miraba al hombre! Para designar que el sentimiento que la invadía era irrepimible, que su amor era verdadero, estaba en la obligación de no nombrarse: la verdad reside en este surgimiento espontáneo y natural.

El anverso y el reverso.


Un jesuíta misionero portugués, Luis Frois, escribió: "En los europeos, la sonrisa falsa se ve como una falta de sinceridad. En Japón, se distingue como noble y distinguida. En los europeos, el saludo se hace con un rostro comedido y serio. En Japón, saludan siempre y necesariamente con una sonrisa falsa. En Europa, se exige claridad y se evita el equívoco. En Japón, la palabra más apreciada es la que contiene el equívoco. Es la más estimada"

Omote y ura (anverso y reverso) se manifiesta como tatemae (la parte delantera de la fachada, el principio de conveniencia social) y de honne (el sonido verdadero, la verdad individual, lo que uno experimenta en lo más hondo de sí) Lo característico en Japón es que todo sucede al bies (reverso) en un nivel puramente formal.

Tirar sin apuntar.


El Koi-teki chokkan significa "la atención que se concibe en el acto en sí" o "el acto que se figura en la intuición misma" En cuanto a mi, traduciré esta expresión como "intuición-acto".

En un coloquio internacional, un profesor estadounidense insistió sobre la manera típicamente japonesa que tenía su maestro de enseñar música. Según él, su maestro nunca le enseñó a tocar el biwa (laud japonés); simplemente le indicó que hiciese como él. Al cabo de un año, le preguntó si entendía algo, y fue entonces cuando el estadounidense se percató de golpe de que había alcanzado cierto nivel.

Un filósofo alemán, Eugen Herrigel, cuenta que después de cuatro años de práctica de tiro con arco, su maestro, a modo de última prueba, le pidió que tirase con balas de paja. 
"¿Cómo tengo que sostener el arco para alcanzar esa distancia?" le preguntó desamparado Herrigel.  
"Tire como de costumbre sin preocuparse del blanco" 
"Pero he que apuntar, después de todo!" 
 El maestro le insistía que no pensase en el blanco, que no pensase en nada. "Solamente tiene que tensar el arco hasta que la flecha salga disparada. Hay que dejar que la cosa se haga." le dijo haciéndolo él mismo. "He cerrado los ojos lentamente hasta que el blanco se me ha hecho borroso. He tenido la impresión de que se me aproximaba y que se unía a mi, cosa imposible si no se está concentrado. Si el blanco y el tirador cosiguen ser uno, entonces, cuando la flecha sale disparada del centro, entra en el centro. No es necesario apuntar hacia el disco negro, sino hacia uno mismo."

Al anochecer, el maestro dirige al incrédulo alemán a una gran sala de entrenamiento. En medio de la oscuridad, enciende un bastoncito de incienso que coloca debajo del blanco. Tira, y el alemán entiende por el ruido que ha tocado el blanco. Después, lanza una segunda flecha y oye el mismo ruido. El maestro le dice: "Cree usted que se puede apuntar en medio de esta oscuridad?"

El arte japonés.


A causa de la separación geográfica, Japón siempre ha sentido curiosidad por las culturas extranjeras de ultramar. Los japoneses pensaron durante mucho tiempo que en todo el mundo había personas inteligentes e imbéciles, buenos y malos, individuos variados. De ahí que las religiones tuvieran que multiplicarse. Por eso, en el siglo XVI, cuando los misioneros portugueses llegaron a Japón, todas las sectas budistas y sintoístas coexistían en paz. Cuando los jesuítas quisieron imponer su religión, cerraron sus puertas.

La pluralidad se reconoce actualmente en el dominio religioso, pero también en el arte. En el cuadro de Cézanne "La montaña de Santa Victoria", se estructura alrededor de un centro, la montaña. En "El río y la montaña con ermitaños" de Tessai, no hay un único centro, sino que es la yuxtaposición de varios elementos el que conforma el paisaje y su relieve. Lo mismo en el arte culinario. El "bento", la cesta-comida japonesa, se trata de una caja dividida en diferentes compatimentos en los que se dispone pescado, carne, verduras en salmuera... Se puede empezar por lo que más guste. Cada compartimento coexiste apaciblemente con el otro, como las escuelas religiosas en Japón. En el arte japonés kodo, "la vía del incienso", al igual que la ceremonia del té (sado) o del arreglo floral (kado) hay perfumes cruzados y se leen poemas, la poesía y los olores coexisten sin fusionarse jamás.
Todo lo contrario sucede en Europa, donde un elemento artístico siempre reclama sus superioridad respecto de las demás artes.

El desnudo al desnudo.


Una amiga francesa me pidió que le resumiese la intriga de una novela japonesa ilustrada. Se trataba de una historia de adulterio. El joven patrón de una gran casa de negocios padecía de una enfermedad de pulmón. Su joven mujer se aprovechaba de ello y mantenía una relación con el principal empleado. Mientras se divertían, el joven marchante les escuchaba. Después, entraba en la tienda y les saludaba, con una sonrisa en el rostro, lleno de serenidad, Aún así, si se prestase más atención, se vería que los bajos del kimono dejaban ver el dedo gordo del pie contraído en extremo, manifestando su verdadero sentimiento: la ira.

El arte japonés sobresale en el arte de estimular y excitar la imaginación al disimular el objeto del deseo. El desnudo no accederá a su propio valor si no es bajo la ropa. El mismo procedimiento se practica en la poesía.

Kiri-shigure
Fui wo minu hi zo
Omoshiroki

Bruma lluviosa
Fuji oculto, pero
marcho contento.

La belleza del Fuji Yama resalta por el hecho de su ausencia.

«En Europa, la verdad reside en aquello que se descubre, es la aletheia, mientras que en Japón lo más importante es lo que está escondido. ... 

¡Qué inconmensurable es la distancia que separa a ambas civilizaciones!» 


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