Artículo escrito en la revista Mito.
http://revistamito.com/redescubriendo-al-ser-humano/
¿Qué es el humanismo? ¿Qué es lo que nos hace humanos?
“¿Se puede dividir la realidad humana? ¿Hay afuera?” Edward Said.
Mujer cocinando, pclvv |
Las Ciencias han estudiado al ser humano y las culturas como piezas museísticas, entendiéndolas como algo cerrado, anclado en el tiempo y, sobre todo, muy distantes entre sí. Hoy, sabemos que lo que la raza humana comparte es, precisamente, nuestra necesidad de necesitarnos cerca.
Paul Bohannan, antropólogo, en su libro “Para raros, nosotros”, cuenta:
“En
1950 me encontraba haciendo trabajo de campo entre los tiv de Nigeria
Central. Una tarde, un tiv regresó de bañarse en el rio local. Metió la
cabeza en mi cabaña para decirme que ya había vuelto. Le pregunté qué
había pasado. Me contestó: “No mucho. Se ha ahogado un hombre”.
Inmediatamente expelí: ¿Qué? ¿¿Ahogado??
- ¿Conoces el lugar del río donde el fondo cae de golpe? Bueno, era extranjero. Perdió pié, y no sabía nadar.
- ¿Nadie le salvó? ¿No intentaste tú salvarlo?” (Yo sabía que era un gran nadador)
La respuesta fue demoledora: “No era mío”
Entendí
perfectamente lo que quería decir. Los tiv se toman molestias para
prestar algún servicio a sus parientes, pero no cualquiera. Me encontré
odiándole a él y a sus valores porque me habían enseñado a pensar que
una vida humana es una vida humana, sin importar de quien sea. Pensé -y
sigo pensando- que no le hubiese costado demasiado rescatar a aquel
extraño.
Una
semana más tarde, cuando estaba hablando con el mismo ayudante sobre la
familia tiv, mencioné que no veía a mi madre desde hacía casi cinco
años. Me miró horrorizado: “¿Quieres decir que no vas a tu casa a ayudar
a tu madre?” Intenté decirle que nos escribíamos, que nos manteníamos
en contacto, que ella no necesitaba mi ayuda. Mis explicaciones no
sirvieron de nada, estaba tan ultrajado por mis valores como yo por los
suyos. Después de considerarlo una y otra vez durante años, todavía creo
que los míos son mejores. Sin duda él sigue creyendo que los mejores
son los suyos.”
Gracias
a la antropología, nuestros esquemas se derrumban. ¿Qué es más lícito?
¿Qué es lo natural, lo normal? ¿Lo moralmente correcto?
En
un principio, no cabían las dudas: estudiamos a los primitivos para
saber los orígenes de nuestras culturas occidentales evolucionadas (a
mejor, por supuesto) Escudriñamos otras culturas con gran objetividad y
rigurosidad, como manda la neutralidad científica: sin suspiros, ni
sonidos, ni emoción. O sea, sin personas. Lo importante es el objeto a
estudiar, el átomo: una cultura pura raza, originaria, grotesca y
pintoresca, lejana y aislada. El análisis bajo lupa, y en categorías: lo
biológico, lo económico, lo religioso, lo político… El mensaje a
divulgar, casi siempre el mismo: Nosotros somos los civilizados
individualistas tecnológico-racionales, que nos diferenciamos de los
Otros salvajes y primitivos incivilizados.
Pero
todo cambia. Parece que la religión, el capitalismo, la política y todo
aquello que antes nos daba un sentido al mundo, una cosmogonía y una
seguridad, hace tiempo que nos anda abandonando. Cada individuo está
solo y desnudo ante el resto del mundo, y sólo nos queda una
alternativa: asomarnos con humildad al mundo.
Es
más, este sentimiento de soledad ante un mundo que se encoje, que
acelera y que aísla, solo se puede entender comparándolo con el vacío
cultural producido por el colonialismo impuesto en muchos lugares. Pero,
en vez de acudir a la santería, por ejemplo, acudimos a Gran Hermano. O
a lo peor, al fascismo, al racismo y a muchos otros “ismos” de miedo y
odio.
Por
eso, quizás sea hora de sobrepasar esa Ciencia cuantitativa y ver que
que el ser humano y la cultura no es algo que funcione como los
engranajes de un reloj, como aseguró Newton. Que, indagando en la
sabiduría del ser humano veremos que durante toda nuestra existencia
hemos entendido que hay muchas cosas de valor que no se pueden medir, y
que no tienen precio, comenzando por la vida misma. Que somos porque los
demás son.
Ejemplos
hay y son múltiples: “Sumak kawsay” o “Suma qamaña” es, para los
aymaras y quichuas, la vida en plenitud a través de la interacción entre
la existencia humana y la natural. En el sur del Sahara, una persona
con “Ubuntu” reconoce que existe porque los demás existen. Entre las
tribus del norte de Natal, Sudáfrica, se saludan con un “Sawu bona”, te
veo, y responden diciendo “Sikkhona”, estoy aquí. Los ancianos y
ancianas de Irán, para saludar a alguien a quien aprecian, tapan sus
ojos con sus manos y dicen “tú eres mis ojos”, y es que es bien conocida
la hospital islámica o “diyâfa”. Tanto los inuit (esquimales) como los
maoríes, cuando se encuentran y arriman sus narices, comparten algo más
que un saludo: también comparten su aliento de vida, es el “kunik” inuit
y el “hongi” maorí. Los daneses también prefieren compartir su
bienestar “hygge” con su gente querida, una buena charla en el calor del
hogar y en el de la amistad.
Por
eso, quizás sea hora de entender que los valores que tenemos, y el modo
en que vivimos, no son los únicos en el mundo, ni mucho menos lo
“natural”, y que, claro, tampoco pueden ser impuestos a la fuerza. Que
la contribución al bienestar para toda la humanidad reside en conocer
“todos estos sueños, ideas, inspiraciones, intuiciones de toda la raza
humana. El gran legado de la humanidad; todo lo que somos y lo que
podemos ser.” como bien dice Wade Davis al hablar de la “etnosfera”.
“Tat
tvam asi”, eso eres tú, dice el hinduismo. Ante el Occidente
positivista y objetivo que postula el dualismo (cuerpo/espíritu,
sujeto/objeto, bueno/malo) las filosofías asiáticas abogan por la unidad
del universo y aseguran que la realidad no es sólo ese estado impuesto
por el racionalismo o la ciencia, sino también por el de la armonía del
universo y la perfectibilidad humana y su serenidad mental: el chi, el
yoga, el zen… El universo eres tú, y tú eres un universo.
Por
eso, quizás sea hora de ver que ni el antropocentrismo ni el
etnocentrismo llevan a ninguna parte. Que ahora, lo que prima son la
humildad, la cooperación, el respeto, la comunicación… y el humanismo.
Un
poco al modo de Edward Said, que en su libro “Orientalismo”, se
preguntaba: “¿Se puede dividir la realidad humana? ¿Hay afuera?”
Leyendo esta última entrada, no he podido evitar asociarla con lo leído hace unos pocos días de Levi-Strauss en su libro Tristes Trópicos. Lo pongo tal cual, sus palabras son muy precisas y no quiero para nada enturbiar su magia.
ResponderEliminar"¿Qué otra cosa he aprendido de los maestros que he escuchado, de los filósofos que he leído, de las sociedades que he visitado y de esa ciencia misma de la que Occidente se enorgullece, sino mendrugos de lecciones que, unas junto a otras, reconstituyen la meditación del Sabio al pie del árbol? Todo esfuerzo por comprender destruye el objeto al cual nos hemos aferrado, en provecho de un objeto de otra naturaleza; reclama de nuestra parte un nuevo esfuerzo, que anula en provecho de un tercero, y así sucesivamente hasta que alcanzamos la única presencia duradera, que es aquella donde se desvanece la distinción entre el sentido y la ausencia de sentido; la misma de la cual partimos. He aquí que hace 2.500 años los hombres han descubierto y formulado estas verdades. Desde entonces no hemos encontrado nada sino –tanteando una detrás de otra todas las salidas- otras tantas demostraciones suplementarias de la conclusión a la cual hubiéramos querido escapar"
Hace ya unos años de la publicación de este libro, pero estas palabras cobran aún mayor sentido así como nos desplazamos sobre nuestra línea del tiempo.
Un saludo
Acá encontraréis algo de luz y buenas explicaciones:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=uhv-XCff4_I
hisman, como decía Marcel Mauss:
ResponderEliminarY los seres humanos se explicarán unos a otros historias inéditas que siempre serán las mismas.