"Desde entonces, sin embargo, la antropología regresó a los animales a través de nuevas y más interesantes maneras (...). Y así, yo también me encuentro inexorablemente atraído por la temática de nuevo. Lo que ha cambiado es que estamos más preparados para escuchar lo que los indígenas nos están contando sobre los animales, tanto en Sudamérica como en otros lugares, y para tomar lo que dicen tan en serio como tomaríamos los pronunciamientos de cualquier filósofo occidental. No podemos seguir asumiendo que mientras los filósofos tienen sus razones y sus argumentos, los indígenas sólo tienen actitudes y creencias, absorbidas por el resto de su 'cultura"
"Y estudiar con la gente y con los animales -más que hacer estudios de ellos- es investigar las condiciones y posibilidades de la vida tanto para el presente como para el futuro."
Tim Ingold, antropólogo.
En numerosas culturas indígenas, la humanidad no existe en una plataforma elevada desde la que mira por encima del hombro a otras especies. Hay modestia y equidad. Hay aprecio y gratitud por toda la naturaleza, en lugar de la sensación de que la naturaleza existe únicamente para beneficio de la humanidad, para usarla y despilfarrarla como mejor le parezca (o no).
Nadie duda de que el ser humano es especial, único. Al fin y al cabo, somos los únicos (que sepamos) que reflexionamos sobre la evolución, por no hablar de crear sinfonías y rascacielos. Pero eso no es decir mucho: todas las especies son únicas, de lo contrario no serían especies distintas por derecho propio. Cada especie puede hacer cosas con las que los humanos solo sueñan, ya sea volar o sumergirse en las profundidades. Y no solo eso. Hay tantas maneras de percibir tu propio mundo, tu propia casa, que ni siquiera imaginarías...
El naturalista Charles Darwin se escribió a sí mismo una nota: "Nunca uses las palabras superior o inferior". Los simios no aparecieron solo para transformarse en humanos.
Tampoco los reptiles evolucionaron únicamente para dar lugar a los mamíferos, ni los peces a los anfibios. Las ranas son perfectamente felices siendo ranas. Ninguna es una criaturas frustrada a las que se le impide alcanzar "la humanidad".
"La oreja del gato posee 32 músculos para girarlas y captar sonidos.
Para qué? Para ignorarte..."
"Los expertos en comportamiento animal suelen advertir contra los peligros del
antropomorfismo, la tendencia de atribuir erróneamente emociones o capacidades mentales humanas a otros animales. Sin embargo, tal vez la manifestación más común y menos reconocida de antropomorfismo es la tendencia a olvidar los demás Umwelten, a enmarcar las vidas de los animales en función de nuestros sentidos, no de los suyos", escribe Ed Yong, periodista científico británico nacido en Malasia, en su libro "La inmensidad del mundo".
"Umwelten" designa la burbuja sensorial de cada especie animal. Y no solo los sentidos primarios (olfato, gusto, oído, tacto, vista) sino otros a los que ni nos asomamos: ecolocalización, electrolocalización, magnetorecepción, visión ultravioleta...
Advierte que "este sesgo tiene consecuencias. Dañamos a los animales al llenar el mundo con estímulos que abruman o aturden sus sentidos, como las luces costeras, que atraen a las tortugas recién nacidas y las alejan del océano; los ruidos submarinos, que ahogan los cantos de las ballenas, y los paneles de cristal que parecen masas de agua en el sonar de los murciélagos. Malinterpretamos las necesidades de los animales que tenemos más cerca, por ejemplo, al no dejar a los perros, que se orientan por el olor, olisquear sus entornos, imponiéndoles el mundo visual de los humanos. También subestimamos las capacidades de los animales para nuestro propio detrimento, perdiendo así la oportunidad de comprender la auténtica inmensidad y maravilla de la naturaleza, las delicias que, tal como escribió William Blake, nos «encierran en cinco sentidos»."
no es un inmenso mundo de alegría,
encerrado por tus cinco sentidos?"
Añade, "puede parecer restrictivo porque implica que todas las criaturas estamos atrapadas en la casa de nuestros sentidos, pero para mí, la idea [del Umwelten] es maravillosamente expansiva. Lo que nos explica es que no todo es lo que parece y que todo lo que experimentamos no es más que una versión filtrada de todo lo que podríamos vivir. Nos recuerda que hay luz en la oscuridad, ruido en el silencio, riqueza en la nada. Señala los destellos de lo desconocido en lo que nos resulta familiar, de lo extraordinario en lo cotidiano, de la magnificencia en lo mundano."
Desde la antropología sabemos que también entre los humanos animales hay diversidad.
"Los seres humanos compartimos con los perros la misma maquinaria básica, pero ellos tienen más de todo: un epitelio olfativo más extenso, docenas de veces más neuronas en ese epitelio, casi el doble de receptores odoríferos y un bulbo olfatorio relativamente más grande. Su equipo, además, está colocado en un compartimento aparte, mientras que el nuestro está expuesto a la corriente principal de aire que atraviesa nuestra nariz. (...) La experiencia de los perros es, al contrario, mucho más continua, porque los odorantes que entran en su nariz tienden a quedarse allí, y su número aumenta con cada olisqueo. (...) Incluso cuando expulsan el aire, lo están absorbiendo."
"El órgano vomeronasal es su secuaz: tiene su propio tipo de células detectoras del olor, sus propias neuronas sensoriales y su propia conexión al cerebro. Normalmente se encuentra en el interior de la cavidad nasal, justo encima del paladar. Pero no nos molestemos en tratar de palpar el nuestro: por el motivo que sea, los seres humanos perdimos nuestro órgano vomero-nasal a lo largo de la evolución, como les ocurrió a otras especies de simios, y también a las ballenas, las aves, los cocodrilos y algunos murciélagos.
Casi todos los demás mamíferos, reptiles y anfibios conservan los suyos. Cuando
un elefante toca a otro con la trompa y se lleva a la boca la punta, bien cubierta de feromonas, esas moléculas van directas al órgano vomeronasal. Cuando los caballos o los gatos contraen el labio superior, mostrando los dientes, están anulando las fosas nasales y enviando los odorantes inhalados al órgano vomeronasal.Y cuando las mariposas se posan, están saboreando con los receptores que tienen en lo pies. Los peces gatos no necesitan ni posarse: son lenguas natatorias, con sus receptores del gusto repartidos en toda su piel.
Cada cual hemos evolucionado para funcionar de forma óptima. Por eso, el primer paso para entender el Umwelt de otro animal es comprender para qué usa sus sentidos.
Los primates, por ejemplo, probablemente evolucionaron hacia ojos grandes y agudos para capturar los insectos arborícolas que están en las ramas. Los humanos hemos heredado esa visión aguda para guiar los diestros dedos, para leer símbolos que dotan de sentido y para evaluar las señales ocultas en las expresiones faciales sutiles. Nuestros ojos se ajustan a nuestras necesidades. También nos dan una Umwelt singular que muchos otros animales no comparten.
Los humanos superan a casi todos los demás animales en la resolución de detalles. Nuestra vista excepcionalmente aguda.
Pero a todo hay quien gana, y las águilas y otras aves de presa son los únicos animales cuya visión es sustancialmente más aguda que la nuestra. La bióloga sensorial Eleanor Caves ha estado recopilando mediciones de agudeza visual de cientos de especies, y los humanos superan a casi la totalidad. Aparte de las aves de presa, solo otros primates se acercan a nuestro nivel.
Pero los ojos agudos tienen también una desventaja importante.En la vista, hay que elegir: O sensibilidad o resolución/agudeza.
Un águila puede ser capaz de ver un conejo a gran distancia en pleno día, pero su agudeza visual cae en picado cuando se pone el sol. (No hay águilas nocturnas). A la inversa, los leones y las hienas puede que no sean capaces de ver las rayas de una cebra a lo lejos, pero su visión es lo bastante sensible como para cazar una por la noche. Estos, y muchos otros animales, han dado prioridad a la sensibilidad sobre la agudeza. Como siempre, los ojos evolucionan para ajustarse a las necesidades de sus propietarios.
Otra diferencia con el resto de animales es que el mundo visual humano está enfrente y nos movemos hacia él. No es así en el resto de animales.
"A vista de pájaro" es cuando vemos algo desde arriba. En realidad, las aves tienen otra vista.
Muchas aves de presa, cuando cazan, miran a un ángulo de 45 grados. Esta vista es la más aguda. Cuando un halcón peregrino se lanza a por una paloma, no se deja caer directamente hacia su presa; lo que hace es volar siguiendo una espiral descendente.
Otro ejemplo: Como las vacas mirando al tren... Pues es que las vacas no solo miran al tren, también te ven a ti mirándoles a ellas con cara de gracia y a tu perro molestando detrás de ella.
Las vacas y otros animales de granja muestran un aire somnoliento por tener su mirada tan fija. Pero es que sus campos visuales cubren casi toda el área alrededor de la cabeza, una vista del horizonte entero a la vez. Lo mismo sucede con otros animales que viven en hábitats planos, incluyendo a los conejos (campos), los cangrejos o los zapateros (superficie de los estanques). (...) Una vaca puede ver simultáneamente a un granjero acercándose desde delante, un collie caminando por detrás y a sus compañeras de rebaño a los lados. Mirar alrededor, que es algo inseparable de nuestra experiencia visual, es en realidad una actividad poco frecuente que los animales solo realizan cuando tienen campos de visión restringidos y zonas agudas estrechas.
La mayoría de los humanos no vemos los rayos ultravioleta, lo cual probablemente explica por qué los científicos estaban tan dispuestos a creer que era una capacidad escasa, cuando, de hecho, es justo lo contrario. La mayoría de los animales que ven en color perciben los rayos ultravioleta: es la norma, los humanos somos la rareza. Y muchos patrones de la naturaleza, en las flores o en el resto de animales, solo se pueden percibir gracias a esta visión.
Tenemos visión tricrómata, de cuatro conos.
Las aves, reptiles, insectos y peces de agua dulce, también. Los dinosaurios eran tetracrómatas casi con certeza absoluta, y seguramente veían toda clase de colores. Los pavos reales tienen unas plumas maravillosas, pero lo que no vemos es el cortejo de flujos de aire que perciben con las plumas de las crestas.
Sobre el oído humano, Luther Standing Bear, un jefe lakota oglagla y autor, escribió en 1933: «Los lakotas [...] amaban la tierra y todas las cosas de la tierra, y la unión crecía con la edad. La tierra está llena de sonidos que el anciano indio puede oír, a veces poniendo la oreja en el suelo para oír con más claridad».
Los humanos son casi tan buenos como los búhos en la dirección horizontal, pero mucho peores en la vertical, donde nuestra precisión cae a entre tres y seis grados. Esto es debido a que nuestras orejas están a la misma altura, de modo que los sonidos que llegan de arriba o de abajo las alcanzan prácticamente al mismo tiempo. Las orejas del búho, sin embargo, tienen una asimetría única: la izquierda está colocada más alta que la derecha. Y para evitar hacer ruido con su propio aleteo cuando caza, el búho tiene plumas suaves en el cuerpo y bordes serrados en las alas, que hacen que su vuelo sea casi imperceptiblemente silencioso.
Otra manera de cazar es a través de la tela de araña, que extiende el alcance de los sentidos de la araña mucho más allá del alcance de su cuerpo. El cuerpo de la araña está cubierto de miles de rendijas sensiliares, grietas que perciben la vibración, concentradas en torno a las articulaciones, donde se agrupan en clústeres llamados órganos liriformes. Mediante estos órganos exquisitamente sensibles, todas las arañas pueden sentir las vibraciones que circulan por cualquier cosa donde estén posadas. (...) La telaraña ha sido construida por la araña y es parte de la araña. Es tan parte del sistema sensorial y cognitivo de la criatura como su cuerpo. Pero hay una hacker experta en manipular estas redes para robar al resto de arañas su bocado, y es otra araña llamada Argyrodes.
Pensar en la ecolocalización, es pensar en los murciélagos. Pero mientras que los murciélagos solo pueden percibir las formas externas y las texturas de sus objetivos, los delfines pueden asomarse al interior de los suyos. Si un delfín nos ecolocaliza, percibirá los pulmones y el esqueleto. Puede sentir con toda probabilidad la metralla de un veterano de guerra y el feto dentro de una mujer embarazada. Casi con toda seguridad puede distinguir especies de peces basándose en la forma de esas vejigas de aire. Y puede saber si un pez tiene dentro algo raro, como un anzuelo. Mejores que una máquina de rayos X o un escáner.
Los tiburones y las rayas tienen la capacidad para detectar campos eléctricos. La lista incluye las lampreas; los celacantos, unos peces antiquísimos que se creían extinguidos hasta que se encontraron ejemplares vivos en la década de 1930; otros grupos de peces antiguos, incluyendo a los peces espátula, que usan su hocico largo y lleno de electrorreceptores, y algunos anfibios como las salamandras y las cecilias. Y resulta que todos los seres vivos producen campos eléctricos cuando están sumergidos en el agua. Nuestras células animales, que son bolsas de líquido salado, difieren del agua creando un voltaje a través de las membranas celulares. Así ocurre la electrolocalización.
Además, hay peces que detectan campos eléctricos... y también los emiten, como los peces cuchillo y los peces elefante.
Sobre la magnetorrecepción. Cuando llega el momento de que las aves migren, se inquietan, incluso en cautividad dan saltos, aletean y revolotean. Estos movimientos frenéticos se conocen como Zugunruhe, una palabra en alemán que significa «ansiedad migratoria». Las aves saben que ha llegado el momento. Están impacientes por partir. Y como notó el ornitólogo alemán Friedrich Merkel en la década de 1950, conocen el camino. Merkel y sus estudiantes Hans Fromme y Wolfgang Wiltschko capturaron petirrojos europeos en otoño y se dieron cuenta de que la ansiedad migratoria de estas aves no era aleatoria. Por la noche tienden a saltar hacia el sudoeste, exactamente en la dirección que, si no estuvieran en jaulas, los llevaría a la soleada España.
Quizás no hayas escuchado nunca el término "contaminación sensorial". Ed Yong lanza un alegato a favor del respeto de las burbujas sensoriales del resto de los animales. "En vez de entrar en los Umwelten de otros animales, los hemos obligado a vivir en el nuestro bombardeándolos con estímulos creación nuestra. Hemos llenado la noche de luz, el silencio de ruido y el suelo y el agua de moléculas desconocidas. Hemos distraído a los animales de lo que necesitan percibir, ahogando las señales de las que dependen, y los hemos atraído, como polillas a una llama, a trampas sensoriales."
En épocas menos ruidosas, por ejemplo, los cantos de las ballenas, llamadas infrasónicas, podían cruzar océanos enteros.
Cuando estas especies se extinguen, también se extinguen sus Umwelten. Con cada criatura que desaparece perdemos una forma de darle sentido al mundo. Nuestras burbujas sensoriales nos escudan de conocer esas pérdidas, pero no nos protegen de las consecuencias."
¿Bueno, y qué? Tampoco nos vamos a enterar.
No es así. Simplemente piensa: ¿Cuándo fue la última vez que viste una luciérnaga, o que viste la Vía Láctea, ese camino a casa, a nuestro planeta? También para los humanos hay pérdidas y consecuencias. Alrededor del 83% de la gente y más del 99% de los estadounidenses y los europeos vivía bajo cielos con contaminación lumínica. (...) Más de un tercio de la humanidad no pueden ver la Vía Láctea.
"La idea de que la luz viaja miles de millones de años desde galaxias lejanas para ser ahogada en la última milmillonésima de segundo por el resplandor del centro comercial más cercano me deprime una barbaridad», escribió una vez el científico de la visión Sonke Johnsen.
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