viernes, 28 de julio de 2017

Lo que vale un Potosí: la montaña que traga y lo que cuesta el dinero.

"Si quieres saber el valor del dinero, trata de obtenerlo prestado" Benjamin Franklin.

"El dinero es una de las nociones más asombrosamente simplificadoras de todos los tiempos... ha engendrado su propia revolución." 
Paul J. Bohannan, antropólogo.


El dinero debe ser escaso. Si no lo fuese, no tendría el mismo valor. Si antiguamente, y hoy en día en algunos lugares del mundo, se utilizan productos tales como el ganado, las conchas cauríes, la sal o piedras preciosas, como se utiliza el dinero, es debido a su escasez.

¿Pero cómo hemos llegado a dar tanto valor a un trozo de papel pintado y a unas baratijas que llamamos monedas? ¿Por qué le damos más valor que al oro o la plata? El oro, la plata, las piedras preciosas, funcionan como unidad de cuenta, pero su valor es impredecible cuando se hayan nuevos yacimientos.

Es lo que ocurrió por el saqueo del continente americano. La llegada masiva de metales preciosos cambió los valores, ya que hubo más afluencia de plata que de oro. En el S. XI se intercambiaba una pieza de oro por diez de plata. En el S. XVII, se intercambiaba una pieza de oro por cincuenta de plata. 

Entre 1500 y 1650, el oro del continente americano aportó, por lo menos, entre 180 y 200 toneladas que se fundían inmediatamente y lo enviaban a España en barras. Solo algunos objetos muy inusuales, como el sol dorado de Cuzco, eran embarcados intactos a modo de propaganda, exhibiendo las riquezas de sus nuevos dominios. Las iglesias europeas aún crujen bajo el peso del oro y la plata americanos, ostentosamente exhibidos. La catedral de Toledo, por ejemplo, alberga un ostensorio realizado con el primer oro llegado de América. Los arquitectos tuvieron que idear un nuevo estilo de decoración para acentuar la entrada de luz con el fin de iluminar los nuevos tesoros de todas las Iglesias y palacios que deseaban deslumbrar con lo saqueado de América: crucifijos, estatuas de santos, tumbas, relicarios dorados... Este material dorado hizo surgir el rococó y el barroco, estilos de ornamentación ostentosas.

 

La plata, por su parte, viajó por toda Europa e hizo posible la economía mundial, pero comenzaba en minas como Potosí, donde los indígenas extraían plata a modo de trabajo forzado o en quechua "mita", es decir, sin paga. Debían caminar hasta Potosí desde distancias de cientos de kilómetros, laboraban más o menos un año de cada cuatro (aunque por ley debía ser un año de cada siete), y entraban allí el lunes por la mañana para no volver a salir hasta el sábado. Cincelaban una tonelada y cuarto de mineral, cargándolo en sacos de 45 kilos para transportarlo por laberínticos y estrechísimos caminos y escaleras hasta el tunel principal, todo bajo tierra. En las primeras décadas, la mina tragó cuatro de cada cinco mineros en su primer año de mita.

Los metales preciosos americanos fueron la base de la riqueza, el poder y el prestigio, y abrieron el camino para que nuevas personas se lanzaran a nuevos negocios, una nueva clase mercantil y capitalista. Los imperios coloniales fueron cruciales en la formación de la economía capitalista mundial. En el primer tomo de Capital, Karl Marx analiza los orígenes de la industria moderna desde la acumulación primitiva de capitales:

 “El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, esclavización y entierro en minas a los habitantes nativos, la conquista de las Indias Orientales, la transformación de África en un laberinto de cacería comercial de pieles negras, alumbran el amanecer rosado de la época de producción capitalista. Estos acontecimientos idílicos son los momentos principales de la acumulación primitiva. A sus talones marcha la guerra comercial de las naciones europeas, donde el escenario es todo el planeta… Si, como dice Augier, el dinero ‘entra al mundo con una congénita mancha de sangre en una de sus mejillas’, el capital llega empapado y chorreando sangre y tierra por cada uno de sus poros”.

Volviendo a la utilización del papel, de los billetes, ésta nació de la costumbre de los orfebres ingleses del S.XVII de custodiar todo este oro y otros objetos a cambio de una cantidad, por lo cual daban un papel como recibo. Para recuperar esos objetos y metales custodiados, hacía falta entregar ese papel, ese recibo, y pagar una pequeña suma por la custodia. Tan eficaz fue esta costumbre que se generalizaron las transacciones comerciales con el papel recibo, y no con los metales que permanecían custodiados. Los recibos eran mucho más manejables y transportables. Y fáciles de guardar en largos y peligrosos viajes.  

Claro, el papel debía ser difícil de falsificar, así que junto con la costumbre de su uso y manejo, también creció el desarrollo de su diseño con intrincados dibujos en colores en un espacio mucho más amplio que el de una moneda. Además, en él figuraba una característica fundamental en todo billete: el valor monetario atribuído. El trozo de papel de un billete de 10€ es el mismo que el de un billete de 500€, pero a éste último se le añade un valor monetario mucho más elevado.

Pero un billete tampoco es un resguardo. No podemos ir con un billete a otro lugar a canejarlo por un dinero-mercancía ni por piezas de oro de un orfebre inglés. ¿Entonces, cómo puede ser que le sigamos atribuyendo este valor monetario a un trozo de papel que en realidad, en sí mismo no tiene nada de valor? 


Para entenderlo, hay que seguir con la historia. Durante el S. XIX y una buena parte del XX, a los billetes los respaldaba una cantidad de oro llamado "sistema patrón oro". Cuando un país sufría un déficit de oro porque lo exportaban, lo entregaban a cambio de las importaciones, circulaba menos moneda nacional. Como era menor la cantidad de oro que la de bienes existentes, los precios se reajustaban a la baja en comparación a otros países. Esta bajada de precios, a su vez, hacía que se aumentaran las exportaciones, y entonces el oro volvía. De esta manera, el comercio internacional aseguraba un equilibrio en este sistema, pero también suponía aceptar un empobrecimiento del país cuando se exportaba el oro.
 

Pero llegó la Gran depresión del 29 y todas las naciones se empobrecieron, rompiendo el equilibrio. El comercio internacional decayó, las políticas aislacionistas y la devaluación de la moneda aumentó. Después de la Segunda Guerra Mundial, en 1944, en la Conferencia de Bretton Woods, nació el FMI (Fondo Monetario Internacional), y se decidió que no todas las monedas tendrían el respaldo del oro, sino sólo la libra esterlina y el dólar estadounidense. Las demás, debían primero convertirse a libras o dólares, y entonces ya podrían ser convertibles a oro. Elegidas las primeras potencias mundiales, volvió la estabilidad hasta 1971. Pero a causa de la Guerra de Vietnam y una gran inflación, creció una gran sospecha hacia EEUU. Así que los demás países se apresuraron a convertir sus dólares a oro, hasta que EEUU decretó la inconvertibilidad del dólar.
Así que todas bajaron los precios para hacer volver al oro, todas al mismo tiempo. Todas querían exportar pero ninguna quería importar. Nadie quería dejar salir su oro, y nadie confiaba en que se volviese a un equilibrio como el del pasado.

Pero las transacciones comerciales crecían, y el oro no. Así que decidieron olvidarse de las reservas de oro y confiar en que todo siguiera su curso. Y siguió su curso, de un modo insospechado. El homo oeconomicus seguía dando un valor monetario a un trozo de papel, simplemente por confianza.

Esto recuerda a la explicación de un jefe de las islas Tonga cuando oyó a un blanco ensalzar las virtudes del dinero. No le convencía, continuaba creyendo que era una estupidez el que las personas atribuyeran valor al dinero cuando no podían o no querían aplicarlo a una finalidad útil (físicamente).

    Dijo: “Si estuviese hecho de hierro y pudiese transformarse en cuchillos, hachas y escoplos, tendría cierto sentido atribuirle valor; pero tal y como es, no le veo ninguno. [...] Ciertamente, el dinero es mucho más manejable y más cómodo, pero como no se estropea guardándolo, la gente lo atesora en lugar de repartirlo, como un jefe debiera hacer, y así se vuelve egoísta; mientras que si las provisiones fuesen la principal propiedad del hombre, como tendría que ser, puesto que son lo más útil y necesario, no las almacenaría porque se le estropearían, y así se vería forzado o a intercambiarlas por alguna otra cosa útil o a compartirlas con sus vecinos, jefes inferiores y subordinados, gratuitamente. Ahora comprendo que lo que hace tan egoísta a los papalangis [los europeos] es el dinero.”
O lo que le espetó un nativo norteamericano Dene a Justice Thomas Berger (Northern Frontier, Northern Homeland: The Report of the Mackenzie Valley Pipeline Inquiry): 

"Los blancos siempre tienen el dinero en el banco. Yo no lo haría nunca. Todo lo que podría guardar aparte está en la naturaleza. Ella es mi banco".

Hoy, los habitantes de Potosí perciben uno de los ingresos per cápita más bajos de Bolivia, a pesar de vivir en uno de los departamentos más ricos en recursos del país.

A los mineros de Bolivia

Es el trueno y se desboca
con inimitable fragor.
Cien y mil truenos estallan,
y es profunda su canción.

Son los mineros que llegan,
son los mineros del pueblo,
son los hombres que se encandilan
cuando salen al sol,
y que dominan el trueno.

¡Qué importa, qué importa!
Que la metralla los siega
y la dinamita estalla
y sus cuerpos se disfunden
en partículas de horror.

Salen de una caverna
colgada en la montaña.
Son enjambres de topos
que llegan a morir
sin miedo a la metralla.

Morir, tal la palabra
que es norte de sus días;
despedazado, anemizado
lenta agonía
en la cueva derrumbada.

¡Qué importa, qué importa!
Por la boca del trueno
se oye volar el valor.
Son los mineros de acero,
son el pueblo y su dolor.

Cien y mil truenos estallan,
y es profunda su canción.

 (Ernesto "Che" Guevara - Luis Gurevich)

Fuentes: 
“An Account of the Tongan Islands in the South Pacific Ocean.” William Mariner
El legado indígena. De cómo los indios americanos transformaron el mundo. Jack Weatherford
"Homo economicus: Una explicación del mundo a través de la economía." Anxo Penalonga

miércoles, 19 de julio de 2017

Africana: Aportaciones para la descolonización del feminismo

"El libro "AFRICANA. Aportaciones para la descolonización del feminismo" reúne las experiencias y reflexiones de algunas figuras carismáticas de las luchas de las mujeres en África en las últimas décadas, tanto de forma colectiva como individual.  Es una selección de entrevistas a Amina Mama (Nigeria), Molara Ogundipe (Nigeria), Fatma Alloo (Tanzania), Fatima Meer (Sudáfrica), Ayesha Imam (Nigeria), Yasmin Jusu-Sheriff (Sierra Leona), Yolande Mukagasana (Ruanda), Aminata Traoré (Mali), Ken Bugul (Senegal), Assia Djebar (Argelia) y Tsitsi Dangaremgba (Zimbabue).
Libro completo aquí: http://bit.ly/2ddEEdH


Molara Ogundipe es una de las teóricas feministas más importantes de África, además de activista, educadora y crítica literaria desde su Nigeria natal.

"En el matrimonio  yoruba, culturalmente se esperaba que la mujer obedeciera al marido. Sin embargo, el matrimonio cristiano coartaba a las mujeres yoruba de la generación de mi madre de un  modo inusual: vestido, libertad de movimiento y asociación, trabajo fuera de la casa o ajeno al control financiero del marido... En la cultura yoruba existían importantes roles, tanto estructurales como dignos, para la mujer, a pesar de sus supuestos patriarcales"

"Me  formé  con  la  conciencia  de  que  las  mujeres  eran inteligentes,  algo  expresado  de  forma  corriente  al  menos  en  el África  Occidental, y  entre  los  yorubas  en  particular. También  encontramos mujeres  en  roles  gubernamentales  tradicionales  importantes entre  los  oyo,  descritos  por  Samuel  Johnson  en  History  of  the Yoruba,  que  leí  a  los  trece  años  en  nuestra  biblioteca.  Las mujeres  también  formaron  parte  de  muchos  sistemas  rituales  y disponían  de  conocimientos  científicos  y  médicos.  Asimismo, las  mujeres  contribuyeron  a  la  tecnología,  como  la  metalurgia, mediante  su trabajo con  hierro y con otros  metales". 

"Nuestros  cultos  y  sociedades  secretas,  menospreciadas  por  el cristianismo   y   la   educación   occidental,   eran   realmente contenedores  de  los  sistemas  autóctonos.  Los  yorubas,  por ejemplo,  a  través  de  sus  cultos,  disponían  de  una  teoría  de  los gérmenes  mucho  antes  de  Louis  Pasteur.  Cultivaban  el  bacilo de  la  viruela  antes  de  la  llegada  de  los  europeos  en  el  culto obaluaye,  por  ejemplo.  El  historiador  Winthrop  Jordan,  en  su libro,  White  Over  Black,  escribe  que  los  esclavos  africanos trasmitieron   este   conocimiento   a   los   americanos   en   las plantaciones.  Los  yorubas  comprendieron  la  electricidad,  entre otros  conocimientos  científicos,  que  utilizaban  como  acoso hacia  sus  enemigos.  Era  políticamente  importante  para  los colonos  destruir  esos  cultos  y  esas  sociedades  secretas  porque allí  residían  conocimientos  autóctonos,  pues  eran  un  foco  de resistencia. El  sistema  de  adivinación  yoruba,  el  ifa,  con  sus  más  de  4.000 versículos   de   acumulación   de   conocimiento   comunitario, historia  y  experiencia  mitológica,  incluye  a  mujeres  entre  sus practicantes,  ya  que  también  agradece  a  la  mujer  y  diviniza  el principio  femenino.  Es  de  sobras  sabido  que  cada  babalawo (sacerdote  de  ifa  o  «padre  de  los  misterios»,  si  lo  traducimos literalmente),   debe   tener   una  mujer  de  conocimiento  (una «madre»  en  el  sentido  de  «mujer  poderosa  que  gestiona  el mundo»)  a  quien  recurrir.  Esta  mujer,  o  «madre»,  se  traduce  a veces  como  «bruja»  en  el  habla  cotidiana  yoruba  o  en inglés. Pero   la   idea  de  «bruja»  significa   una  mujer   que   posee conocimientos  autóctonos  y  poderes  misteriosos.  Este  tipo  de mujer  no  se  encuentra  sólo  entre  los  yorubas.  En  muchas culturas  africanas  las  podemos  encontrar,  como  en  la  acholi  del África  Oriental,  donde  las  mujeres  son  las  médicos,  o  entre  los lovedu.  La  reina  de  la  lluvia  no  sólo  fue  una  mujer-marido  para divertir  a  los  antropólogos  y  después  a  los  turistas.  Ella  y  su corte   controlaban   el   conocimiento   científico   de  su  época, mucho  antes  de  los  meteorólogos  de  la  televisión.  En  mi  época de   universitaria,   conocí   la   tradición   de   reinas,   como Sarranouia,  en  el  Sahel,  o  en  el  norte  de  Nigeria.  Al  intentar investigar  este  tema  en  la  década  de  los  ochenta,  me  encontré con  que  algunos  habitantes  actuales  de  esa  zona  se  resisten  a creer  que  existieron  reinas,  aunque  la  historia  oral  y  escrita  lo confirman.  Las  reinas  Amina  y  Zaria  son  las  más  conocidas  de las  reinas  hausa  de  Nigeria  en  una  cultura  que  privilegia  la mujer   en   su   integridad. Probablemente   no  se  ha  realizado  suficiente  investigación sobre  la  especificidad  de  género  en  cómo  el  cristianismo  y  las influencias   coloniales   y   externas   afectaron   este   tipo   de liderazgo   femenino.   Necesitamos  trabajos  que  traten   y  se centren  en  ejemplos  como  el  reinado  femenino  lovedu".


En Tanzania, Fatma Alloo es fundadora   de   TAMWA   (Tanzania   Media Women's Association). En 1999 ganó el premio del MNET   con   un   documental   sobre   los   vestidos   khanga: The History and Usage of Kanga in East Africa:

"Es  un  documental  sobre  el  vestido  khanga,  una  ropa tradicional  que  las  mujeres  visten  a  lo  largo  de  la  costa  de Tanzania  y  Zanzíbar.  Crecí  con  esto.  Es  una  ropa  que  se expresa  en  una  cultura  del  silencio.  El  documental  contaba  la historia  de  cómo  esta  ropa  está  diseñada  y  llevada  por  las mujeres,  y  también  su  papel  en  la  lucha  por  la  independencia nacional.  Los  británicos  prohibieron  esta  ropa  en  la  Tanganyika colonial  si  traían  consignas  estampadas  contra  el  colonialismo. Para  contrarrestarlo,  importaban  khangas  con  frases  de  Winston Churchill.  Entonces  las  mujeres  de  Tanganyika  boicotearon  la ropa.  En  aquella  época,  el  movimiento  independentista  de  la India  tenía  mucha  relación  con  el  de  Tanganyika.  Así  que  las mujeres  pasaban  de  contrabando  los  diseños  a  la  India,  donde se  estampaban  los  khangas.  Después  volvían  de  contrabando, de   manera   que   las   mujeres   pudieran   vestirse   con   estas reivindicaciones."

Ayesha Imam, activista por los derechos humanos, y de las mujeres en particular. Fundadora y directora de BAOBAB (www.baobabwomen.org), una organización nigeriana enfocada a la defensa de las mujeres en cuestiones legales.

"Existe  un  vínculo  entre  la dominación   masculina   de   la   vida   social   y  política   y   la prevalencia  de  la  guerra  y el  militarismo. Podemos  extraer  un  buen  ejemplo  del  caso  de  Somalia,  dónde las facciones en  lucha  se  matan  fundamentándose  en  las identidades  de  clan.  Debido  a  que  estos  clanes  son  exogámicos, las  mujeres  no  tienen  una  identidad  clánica  del  mismo  modo. Sus   vínculos   con   hermanos,   maridos,   hijos   y   padres   se extienden  a  través  de  muchos  clanes.  Las  identidades  de  género  de las  mujeres  somalíes  trascienden  los  clanes  y,  por  lo  tanto, están menos  dispuestas  a  luchar  y matar  basándose  en el  clan. Por  eso  las  mujeres  somalíes  rechazan  a  los  hombres  que  han estado  luchando  y  matándose  entre  ellos.  Están  cansadas  de pagar  el  precio  del  conflicto  masculino. 
Ocurre  lo  mismo  en Ruanda,  puesto  que  era  muy  común  que  los  hombres  hutus  se casaran   con  mujeres  tutsis.   Durante  el  genocidio  hutu,  a menudo  los  hombres  mataron  a  sus  propias  mujeres  porque eran   tutsis,   aunque  estas  hubieran  tenido  hijos  de  padres hutus...   El   análisis   sobre   cómo  las  identidades  de  género pueden  mitigar  o  consolidar  las  identidades  étnicas  es  muy instructivo."

Yasmin Jusu-Sheriff es miembro de la Comisión de los Derechos Humanos de Sierra Leona y vice-presidenta de la Mano River Women's Peace Network:

"En  Sierra  Leona siempre  ha  habido  la  idea,  bastante  extendida  y  dominante,  de tenemos  que  actuar  colectivamente.  Tenemos muchísimas  sociedades  de  mujeres  tradicionales.  Las  mujeres participan  en  grupos  femeninos,  están  en  la  iglesia  o  en  las sociedades  bundu  (sociedades  secretas  formadas  por  mujeres). Normalmente  una  mujer  pertenece  a  algún  tipo  de  colectivo. Como  no  nos  han  dejado  formar  partidos  políticos  y  nos  lo  han impedido  con violencia,  nos  hemos  esforzado  mucho  para  crear asociaciones  y entidades  de  mujeres. Estas  organizaciones  se  veían  impulsadas  por  la  ineficacia  de las   autoridades  en  gestionar  la  guerra".

"Caminar  juntas  facilita  que  las  personas  tengan  más maneras  de  verse  y entenderse  y vivir  consigo mismas.  Algunas de  las  experiencias  que  han  tenido  las  mujeres,  no  tienen palabras,  van  más  allá  de  la  comprensión.  En  el  tipo  de  sociedad   que   has  crecido,   no  encuentras   las   palabras   para describir  algunas  de  las  barbaridades.  Otras  pueden  venir  y ayudarte  con  los  términos  que  necesitas  para  entender,  procesar y gestionar tu experiencia".

Assia Djebar de Argelia, trabajó de profesora de historia en la Universidad de Argel. Fue escritora y realizó dos largometrajes: La Nouba des femmes du Mont Chenoua, premio de la crítica de la Bienal de Venecia de 1979, y La Zerda ou les chants de l'oubli:

"Mi  trabajo  en  el  cine  siempre  ha  empezado por lo oral, y por este tipo de conversaciones con las mujeres. Yo  quería  una  memoria  de mujeres  y  el  pretexto  era  que  hablasen  de  su  experiencia  en  la guerra,  de  1954  a  1962.  (...) Remarqué  que  cuanto  más  ha  sufrido alguien,  más  parco  es  en  sus  recuerdos.  Así,  durante  la  guerra  o poco  después,  hay  toda  una  literatura  basada  en  la  puesta  en escena  de  la  desgracia.  Yo  me  dirigía  a  personas  que  habían tenido   que  pasar  por  cosas  terribles,  pero  no  quería  que contaran  todos  los  detalles,  quería  dejarlas  que  explicaran  lo que  quisiesen.  Por  ejemplo,  al  hablar  de  su  hijo,  una  me  dijo: «Estoy  muy  enfadada  con  mi  hijo  porque  no  sabía  tener  miedo. En  un  combate,  tenía  una  herida  en  el  estómago  y  tuvo  que utilizar  la  ropa  para  que  no  le  salieran  las  tripas.  Antes  de  la guerra,  era  guapo,  le  gustaba  bailar  y  la  fiesta,  ahora  está desfigurado».  No  me  lo  decía  para  hacer  de  su  hijo  un  héroe. Simplemente  lo  contaba".

Yolande   Mukagasana  (Ruanda,   1954),  fue   enfermera   durante diecinueve años en un centro sanitario de Ruanda, hasta que empezó el genocidio de 1994. Víctima de las masacres que arrasaron el país, perdió a sus tres hijos y marido, así como a su hermano y hermanas. Hoy, es activista y se ocupa  de  una  veintena de huérfanos ruandeses:

 "Conocí el horror y asistí a la transformación, de la noche a la mañana, de mis vecinos en asesinos, algo que nunca había imaginado que pudiera suceder. Trabajaba como enfermera en un centro de salud, atendiendo a todo el mundo. Fueron estas personas quienes asesinaron a mis hijos y los arrojaron a la fosa común" "A quienes ayudé, a quienes les salvé los hijos, mataron a los míos. Hoy en día lo lamentan, lo sé porque me lo han dicho."

"¿Los asesinos de mi marido y de mis hijos? Sí, fueron los  vecinos, los amigos. Entre  ellos, un hombre al que prácticamente crié. Nunca imaginé que ese chico podía hacer daño, ya que siempre lo había considerado como un hijo. Hoy en día tiene miedo de encontrarme, ya que sabe que lo que hizo es irreparable. Al escuchar sus testigos queda claro que no puedes permanecer igual tras matar a un ser humano.
He llorado junto a los supervivientes. También era necesario que viera a los asesinos para entender, para recuperarme, para renovar el vínculo social en este país destrozado. Pude ver sus heridas y creo que es inútil que sus hijos sufran por lo que hicieron sus padres. En base a esto debemos reconstruir una África donde la gente viva como hermanos.
Lo que es triste es que los africanos que defienden esta postura son una minoría. Incluso si lo entienden, pueden moverse por el oportunismo y matar a sus hermanos. Creo sinceramente que si no podemos sobrepasar esto, África no tiene solución."

Aminata Dramane Traoré, Malí, fue ministra de Cultura en su país de 1997 al 2000, y actualmente es una de las figuras del altermundialismo, tanto en África como en el resto del planeta:

"El  Banco  Mundial  se  limpia  la  conciencia  hablando  de  las mujeres  mientras  que  ha  dinamitado  completamente  nuestras sociedades.  El  sistema  capitalista  aplicado  a  África  se  encuentra  en  su  origen  de  la  prostitución  y  de  la  privatización  de  los servicios. Las  mujeres  pagan  muy  caro  la  falta  de  trabajo de sus hombres.  Actualmente,  lucho  por  una  alianza  entre  hombres  y mujeres  africanas,  puesto  que  estamos  en  el  mismo  barco.  No tenemos  destinos  diferentes:  el  hombre  no  es  mi  enemigo,  el sistema  es  nuestro  enemigo".

"Estamos desbordados   de   potencialidades   y   me   rebelo   contra   la naturaleza  del  sistema  y  su  capacidad  para  destruir  la  esperanza en  África:  todo  lo  que  podríamos  hacer  por  nosotros  mismos  se ve  alterado  por  estas  instituciones.  Les  gusta  mucho  que  seas demócrata,  pero  si  no  les  obedeces  dejan  de  solidarizarse. Occidente  sólo  recompensa  a  quienes  traicionan  a  su  pueblo".

martes, 11 de julio de 2017

Indígenas siberianos: chukchis, nivjes, jantis e inuit.

"Una baya y un manojo de hierba vivían juntos.
Una vez se fueron a la cama.
Por la mañana se levantaron, y la baya le dijo a la hierba:
"¡hierba, haz un fuego!".
Y el manojo de hierba empezó a hacer un fuego.
El fuego ascendió en llamarada y la hierba
también se convirtió en llamarada.
La baya se revolcó por el suelo, riéndose.
Rió y rió hasta partirse de risa.
Su casa se incendió."

Cuento Janti, años cincuenta.


Siberia es un territorio suficientemente extenso cómo para encajar toda
América del Norte en su seno sin que tocasen en ningún lugar a sus límites, y coger Alaska y todos los estados de Europa menos Rusia, y encajarlos en el margen restante. Ocupa algo más de ocho kilómetros cuadrados del norte de Asia. Sobrevolarla de un lado a otro requiere siete horas. La media de las temperaturas invernales está entre menos treinta y menos cuarenta grados centígrados, y puede llegar a menos sesenta, que es cuando "el coñac se convierte en almíbar, los árboles explotan, los leños cortados encienden chispas azules y el aliento expirado cae al suelo en una lluvia de cristales, con un crujiente susurro llamado el susurro de las estrellas", explica la historiadora Anna Reid. 

Su libro "El manto del chamán" describe la historia de las relaciones entre los pueblos siberianos y los rusos. Una historia de conquistas, pero también de supervivencia. Una recopilación de investigaciones en archivos y sobre el terreno, un paseo por la historia y los territorios de los sibirakis en los montes Urales, los jantis a lo largo del río Ob, los buriatos y los tuvas alrededor del Baikal y la frontera mongol, los sajas del nordeste del Baikal, los ainúes, los nivjes y los uiltas frente a las islas Kuriles y los chukchis alrededor del Estrecho de Bering. Aquí expongo algunos párrafos:


Siberia, explica, es un vasto continente con una población de 32 millones de personas de las cuales 1,6 millones son pueblos indígenas de distintas etnias. Cuando llegaron los primeros investigadores, vieron que generalmente, los pueblos indígenas siberianos estaban bien alimentados y sanos. Los jefes buriatos poseían decenas de miles de caballos, al igual que los evenkis que poseían renos, decoraban sus arreos con atractivas turquesas y aleación de plata ahumada, compradas a mercaderes de Bujara. La práctica de compartir la caza era un seguro contra la mala suerte, y las reglas de parentesco prevenían contra los desórdenes genéticos, y rescataban viudas y huérfanos. Creían que todo a su alrededor estaba animado, poseyendo personalidad y una fuerza viva. Como alguien le contó al antropólogo Waldemar Bogoras en el siglo XIX:

"Todo lo que existe vive. La lámpara pasea. Las paredes de la casa tienen voces propias. Incluso los jarrones de la sala tienen casa y tierra aparte. Las pieles que duermen en las bolsas hablan por la noche. Las cuernas que yacen en las tumbas se levantan por la noche y caminan en procesión alrededor de los túmulos." 

Cuando las montañas lanzaban rocas al aire estaban luchando, y la tierra temblaba gracias a la acción excavadora de los mamuts que expiraban al contacto con la luz del Sol. El Sol era un hombre con relucientes ropas que conducía a un rebaño de ciervos de cornamenta cobriza, y la Vía Láctea era un río obstruido por cantos rodados. Cómo en todos los pueblos indígenas, también los siberianos tenían su chamán o evenki "hombres que saben" que presidían las ceremonias sagradas, curaban al enfermo y adivinaban el futuro. "Agarra el problema", escribió el antropólogo Wenceslao Sieroszewski, "lo lleva al medio de la habitación, y, sin cesar en sus imprecaciones, lo ahuyenta, lo escupe de su boca, lo patea, y lo conduce con sus manos y aliento".

Algunos pueblos hablan idiomas mongoles, turcos o fino-úgricos, otros no poseen ninguna relación lingüística con el resto de la humanidad. Algunos grupos humanos aislados no saben quien es Putin ni saben de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría se llaman "el pueblo del mar", "el pueblo del bosque", o "los seres humanos".

Dos etnolingüísticas, Olga Ossipova y Nadia Shalamova, se propusieron grabar las cinco lenguas
jantis (antiguamente ostyáks) antes de que desaparecieran. Aquellas lenguas veían el mundo observando minuciosamente los detalles físicos, como un dibujo científico preciso pero sin perspectiva. Por ejemplo, no tienen palabras para "pájaro" o "pez", sólo las palabras para las especies concretas. El 80% de su vocabulario consiste en verbos: "sentarse en un tronco", "sentarse en un tocón" y "sentarse en el suelo", se resumen en diferentes verbos. Poseen una extraordinaria gama de términos que tienen que ver con los sonidos: "el ruido que hace un oso caminando en medio de arbustos de arándanos" tiene su propia palabra; "el ruido que hace un pato aterrizando suavemente en el agua" tiene otra. Sin embargo, los nombres abstractos son pocos. Para la palabra "abundancia" simplemente dicen "muchas bayas". "Felicidad" es "mi corazón goza". Para nombrar aparatos modernos, usan símiles que la naturaleza les da: "fotografía" es "una charca de agua quieta"; "sombrero" se dice "un árbol de copa ancha que protege de la lluvia".

La mayoría de nivjes de Sajalín viven en Nogliki, una pequeña ciudad en la costa noreste de la isla. Lev Shternberg fue un prisionero político que en 1890 se le permitió hacer trabajo de campo en el lugar. Uno de los libro que había leído fue "El origen de la familia, la propiedad privada y el estado" de Friedrich Engels, inspirado en investigaciones estadounidenses sobre los iroqueses, el que aseguraba que el estado natural primitivo de la humanidad era practicar matrimonios grupales. La monogamia sólo apareció junto con el capitalismo y la importancia de la genética. "Al principio tenía miedo de creerlo" escribió Shternberg a un amigo, "pero cuando fui de yurta en yurta, y de familia en familia haciendo censos, le pregunté a todos cómo había que dirigirse a los diferentes miembros que eran parientes, y quién tenía derechos con quién. Luego estuve convencido." Descubrió que "una mujer agradable, excelente ama de casa, y madre de hijos" tenía catorce amantes con la total aprobación de su marido. Los nivjes estaban igualmente sorprendidos que Shternberg encontrase tales acuerdos inusuales: "¿Es posible que entre vosotros no sea así, que dormir con la mujer de un hermano sea malo?" Franz Boas le animó a escribir "La organización social de los gilyacos". 

Nueva Chaplino es un asentamiento mixto de chukchis e inuit (antes llamados esquimales) a diez
millas de Providenia. Un lugar donde se concentró como ganado a las gentes del lugar tras la caída del Telón de Acero. Cuando llegó el colapso de la Unión Soviética, los rusos huyeron matando todos los renos y llevándose todo consigo, y les dejaron que fueran ellos los que administraran el lugar. Allí, Reid conoció a una maestra, María Sigunilik. Ella le enseñó antiguas cartillas de lectura en lengua eskimo. Ahora que no podías comprar gasolina, le explicó el maestro Yuri, la gente estaba aprendiendo a conducir trineos de perros. Pero en el cementerio, muchos de los nombres aluden a personas jóvenes, ahogamientos o suicidios, uno de ellos el medio hermano de Yuri. Se ahorcó, "no pudo encontrar trabajo y estaba cansado", explica Yuri. A otro de los jóvenes suicidas, de 19 años, le gustaba la fotografía y quería viajar, así que al pie de su obelisco yacía su ofrenda: la funda de su cámara, sus zapatillas y su diccionario ruso-alemán. Todas las ofrendas estaban destrozadas, para evitar que el muerto encontrase el camino de regreso a la tierra y se llevase a los vivos.

"Hasta un ratoncito se enfada", reza un proverbio chukchi.

Los chukchis, por su parte, soportan su reputación de salvajes, intratables y
Chukchi, Jimmy Nelson.
bárbaros como pueden, y los chistes a su costa:
En uno, los chukchis le declaran la la guerra a China. Sorprendidos, Beijing envía una delegación para averiguar quiénes son, y se encuentran con dos hombres sentados en una tienda de pieles comiendo foca:
- ¿Son ustedes chukchis?
-Lo somos.
-¿Y quieren luchar contra nosotros?
-Eso es.
-¿Saben que hay mil millones de chinos?
-¡¿De verdad?! ¿Dónde os enterraremos a todos?

"¿Qué había averiguado de los indígenas siberianos?" se pregunta Ana Reid en el libro, "que eran tan variados que pocas generalizaciones serían verdad para todos ellos. Los últimos chukchis no podían agruparse con los sajas, numerosos y seguros de sí mismos, ni los contenidos tuvas con los cómodamente rusificados buriatos." "El rechazo del régimen soviético a reconocer la existencia de una cuestión de raza los había privado de un vocabulario impersonal para debatirlo, y muchos pensaban, justificadamente, que tenían cosas mejores de las que preocuparse, como tener trabajo remunerado y agua corriente.