miércoles, 14 de mayo de 2025

Infraespecies y el ímpetu involutivo: antropología y ecología.

"Desde el punto de vista de la gran variedad cultural de nuestra especie, es fácil adivinar que hay incontables formas de hacer naturalezas o ecologías." Aníbal G. Arregui, antropólogo.

"Un estudio reciente sobre abejas de las orquídeas neotropicales sugiere incluso que estos insectos recolectan químicos volátiles de las flores y "los almacenan" en "bolsas" para "exhibir sus 'perfumes' más tarde" durante los cortejos sexuales." Natasha Myers, antropóloga. Carla Hustak, historiadora. 

"Darwin fue un brillante racista", comienza así el libro del antropólogo Aníbal G. Arregui "Infraespecie. Del fin de la naturaleza al futuro salvaje". 

Y explica que en El origen del hombre (1871), Darwin daba por hecho que las "variedades de humanos no caucásicos", estaban destinadas a la extinción. Hasta que la antropología cultural aseguró que el éxito de los grupos humanos no dependía de su biología, sino de factores históricos, sociales o culturales. 

Pero antes que la idea de raza, estaba la idea de «especie», que resultaba ser la misma lógica jerárquica, selectiva y evolutiva, no solo para explicar el devenir del Homo sapiens, sino también el del resto de las especies.

"Y que hoy continúa con divulgadores científicos, como Pinker o Harari, que siguen sin considerar la diversidad social, cultural o cognitiva de los humanos y siguen divulgando teorías generalizantes y biológicamente redundantes", advierte Arregui.

En el libro "La seta del fin del mundo" (2021), la antropóloga Anna Tsing habla de "relaciones interespecie", "multiespecie». Relaciones que vinculan a los humanos con otros organismos. https://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2021/12/antropologia-mas-alla-de-la-humanidad.html
 
La antropóloga de Juno Salazar Parreñas, en "Producing affect: Transnational volunteerism in a Malaysian orangutan rehabilitation center" estudia cómo se constituye la humanidad a través de encuentros multiespecies y cómo los encuentros afectivos producen subjetividades humanas y no humanas, "tiene consecuencias más allá de aquello que es específico" a los sujetos humanos y no humanos.

Otra antropóloga, Radhika Govindrajan, muestra en su libro "Animal Intimacies" que las relaciones entre humanos y animales tienen en ocasiones un componente íntimo y afectivo similar al que orienta las relaciones entre humanos.
 
Otro libro, "Ímpetu involutivo. Afectos y conversaciones entre plantas, insectos y científicos", de la historiadora Natasha Myers y la antropóloga Carla Hustak, contiene un capítulo llamado "Darwin entre las orquídeas." En él aparece un pequeño párrafo de la carta que Darwin escribió a J. D. Hooker, 19 de junio de 1861:

"He tenido mucha suerte y ahora ya he examinado casi todas las orquídeas británicas, y cuando esté en la playa redactaré un artículo bastante largo sobre los medios de fecundación para Linn. Socy y yo no logramos imaginarnos nada más perfecto que esos diversos y curiosos artilugios."

Y es que, en un lapso de unos veinte años, Charles Darwin produjo seis volúmenes dedicados al estudio de las plantas. Pero fueron las orquídeas las que captaron toda su atención. Para Darwin, eran una prueba de la selección y la adaptación naturales.
 
"Los experimentos de Darwin en la década de 1860 demostraron que las orquídeas pueden alterar activamente sus anatomías respondiendo a los insectos visitantes" para que se "entreguen" a los placeres de la pseudocopulación". Un estudio reciente sobre abejas de las orquídeas neotropicales sugiere incluso que estos insectos recolectan químicos volátiles de las flores y "los almacenan" en "bolsas" para "exhibir sus 'perfumes' más tarde" durante los cortejos sexuales." (Schorkopf, Dirk Louis P., Lukasz Mitko y Thomas Eltz, "Enantioselective Preference and High Antennal Sensitivity for (-)-Ipsdienol in Scent-Collecting Male Orchid Bees, Euglossa cyanura.")

 
 
Las autoras aseguran que "actualmente, reducen las interacciones entre especies a las acciones de "genes egoístas", es decir, reducir el gasto de energía de un organismo mientras maximizan su aptitud reproductiva para la supervivencia de la especie a largo plazo. Estas explicaciones neodarwinistas son endémicas en el campo floreciente conocido como "ecología química". Los investigadores en este campo apuntan a los determinantes químicos que moldean las relaciones ecológicas, para atraer, repeler, y comunicarse.
 
"Si bien se les concede el poder de engañar, estas plantas son representadas de todos modos como actuantes mecánicos." Todo resulta ser "efectos ciegos de una variación genética azarosa sujeta a las fuerzas selectivas que imponen sus polinizadores. Parece que una economía neodarwinista no puede admitir el placer, el juego o la improvisación dentro de o entre las especies."

No puede admitir el juego... y resulta que el juego existe en todo el universo
animal. "El juego es fuente de alegría y una forma de expresar la propia existencia", escribía el antropólogo David Graeber (¿Qué sentido tiene si no podemos divertirnos?) ¿Por qué el gasto de energía debe dirigirse hacia algún objetivo primario como conseguir alimento, asegurar territorio, éxito reproductivo o el dominio...? Los juegos son manifestaciones del disfrute de la vida y del deseo de interactuar con otros, y ejercitar plenamente las capacidades. 

Este ensayo "Ímpetu involutivo", en la misma línea, propone una lectura alternativa de las ecologías planta/insecto.

Y se preguntan: ¿Se podría decir que la vida vegetal y animal no humana, pueda "estar interesada en algo"? "Pues los animales y las plantas tienen, y han inventado, múltiples maneras de estar interesados. Ante todo, estar vivo es estar interesado. Y estar interesado no significa solamente "orientarse", "elegir", "buscar", pues los seres vivos no están simplemente afectados pasivamente por lo que sucede en su medio, sino que buscan activamente ser afectados."
Y si...
"¿Y si lo que el insecto busca cuando se deja atrapar por el encanto de una flor que despide los perfumes más cautivadores fuera eso, dejarse atrapar, desde luego, pero para ser afectado?"

¿De qué se trata la involución?
 
"Si los evolucionistas tienden a fetichizar las lógicas económicas y de adaptación, los involucionistas amplifican otras dimensiones de la vida ecológica. (...) llaman la atención sobre la práctica y las improvisaciones momentáneas de los practicantes multiespecíficos atrapados conjuntamente en ecologías cargadas afectivamente."

"En una mirada involutiva, las plantas son alquimistas que convierten la luz solar y el dióxido de carbono en locuciones volátiles e inventan formas de medios de comunicación atmosféricos dispuestos para la expresión a larga distancia. Son artesanas que fabrican miméticamente anatomías responsivas. Son también sensores agudamente sintonizados cuyos cuerpos pueden registrar la diferencia de temperatura más sutil, el mínimo roce del ala de un insecto que pasa, y que pueden discernir pequeñas diferencias en herbívoro detectando distintas sustancias en su saliva. Sus raíces y rizoma forman una red de conexiones tan compleja como el sistema nervioso de un animal, y se mueven activamente respondiendo a su mundo siempre cambiante."
 
La "capacidad para autotransformarnos y reorientar nuestras ecologías cotidianas en direcciones que la biología, por sí sola, no puede explicar", a esto es a lo que se refiere el antropólogo Ánibal Arregi con el término "Infraespecies." Cuando consideramos a los sujetos o especímenes situados en el tiempo y en el espacio y en relaciones mínimas, dotadas de subjetividad, intencionalidad y autónomas, y no únicamente como "especies".
 
"Después de todo, es en el inframundo de las relaciones íntimas y cotidianas entre especímenes o individuos concretos, y no en el suprauniverso de las categorías taxonómicas y las teorías evolutivas, donde se originan muchos de los procesos que determinan las ecologías del presente."

"Desde el plano infraespecie se hace evidente que los organismos tejemos relaciones mundanas y tentativas con las que, más allá de los esquemas explicativos de las ciencias naturales, hacemos y rehacemos las ecologías que nos rodean."
 
Sin embargo, según el pensamiento evolucionista, existen determinadas especies o razas que se adaptan y están predeterminada biológicamente incluso para dominar. Pero la antropología social y cultural, y sus disciplinas afines, tienen el reto de demostrar que no se trata solo de cómo «nos adaptamos» al entorno, sino cómo lo construimos, de manera íntima, en la cotidianeidad, y cómo coexistimos con otros seres a los que incluso podemos considerarles no desde el qué, sino desde el quién.

En este momento en el que parece que el ser humano está perdiendo el control sobre aquello que le rodea (crisis climática, económica, sanitaria), estos fenómenos y seres salvajes nos enfrentan a una pregunta incómoda, según Arregui: 
 
"¿Existe la posibilidad de que en el futuro debamos coexistir con seres y fenómenos que reivindican su autonomía, que evidencian nuestra vulnerabilidad, y que atestiguan la fragilidad de nuestro intento de dominación y domesticación del entorno?"

Y recuerda que "la relación entre cultura y naturaleza no es la de una oposición entre «lo natural» y «lo artificial» (...) Más bien, la cultura puede entenderse como la forma en que los humanos penetran, reconfiguran y hasta generan la propia naturaleza (...) a partir de sus respectivos marcos culturales."
 

 


martes, 6 de mayo de 2025

Sentido y sensibilidad animal: La inmensidad del mundo.

"Desde entonces, sin embargo, la antropología regresó a los animales a través de nuevas y más interesantes maneras (...). Y así, yo también me encuentro inexorablemente atraído por la temática de nuevo. Lo que ha cambiado es que estamos más preparados para escuchar lo que los indígenas nos están contando sobre los animales, tanto en Sudamérica como en otros lugares, y para tomar lo que dicen tan en serio como tomaríamos los pronunciamientos de cualquier filósofo occidental. No podemos seguir asumiendo que mientras los filósofos tienen sus razones y sus argumentos, los indígenas sólo tienen actitudes y creencias, absorbidas por el resto de su 'cultura"

"Y estudiar con la gente y con los animales -más que hacer estudios de ellos- es investigar las condiciones y posibilidades de la vida tanto para el presente como para el futuro."

Tim Ingold, antropólogo.


En numerosas culturas indígenas, la humanidad no existe en una plataforma elevada desde la que mira por encima del hombro a otras especies. Hay modestia y equidad. Hay aprecio y gratitud por toda la naturaleza, en lugar de la sensación de que la naturaleza existe únicamente para beneficio de la humanidad, para usarla y despilfarrarla como mejor le parezca (o no).

Nadie duda de que el ser humano es especial, único. Al fin y al cabo, somos los únicos (que sepamos) que reflexionamos sobre la evolución, por no hablar de crear sinfonías y rascacielos. Pero eso no es decir mucho: todas las especies son únicas, de lo contrario no serían especies distintas por derecho propio. Cada especie puede hacer cosas con las que los humanos solo sueñan, ya sea volar o sumergirse en las profundidades. Y no solo eso. Hay tantas maneras de percibir tu propio mundo, tu propia casa, que ni siquiera imaginarías...

El naturalista Charles Darwin se escribió a sí mismo una nota: "Nunca uses las palabras superior o inferior". Los simios no aparecieron solo para transformarse en humanos.

Tampoco los reptiles evolucionaron únicamente para dar lugar a los mamíferos, ni los peces a los anfibios. Las ranas son perfectamente felices siendo ranas. Ninguna es una criaturas frustrada a las que se le impide alcanzar "la humanidad".

Una vez, leí en las redes sociales:

"La oreja del gato posee 32 músculos para girarlas y captar sonidos.

Para qué? Para ignorarte..."

"Los expertos en comportamiento animal suelen advertir contra los peligros del

antropomorfismo, la tendencia de atribuir erróneamente emociones o capacidades mentales humanas a otros animales. Sin embargo, tal vez la manifestación más común y menos reconocida de antropomorfismo es la tendencia a olvidar los demás Umwelten, a enmarcar las vidas de los animales en función de nuestros sentidos, no de los suyos", escribe Ed Yong, periodista científico británico nacido en Malasia, en su libro "La inmensidad del mundo".  

 "Umwelten" designa la burbuja sensorial de cada especie animal. Y no solo los sentidos primarios (olfato, gusto, oído, tacto, vista) sino otros a los que ni nos asomamos: ecolocalización, electrolocalización, magnetorecepción, visión ultravioleta...

Advierte que "este sesgo tiene consecuencias. Dañamos a los animales al llenar el mundo con estímulos que abruman o aturden sus sentidos, como las luces costeras, que atraen a las tortugas recién nacidas y las alejan del océano; los ruidos submarinos, que ahogan los cantos de las ballenas, y los paneles de cristal que parecen masas de agua en el sonar de los murciélagos. Malinterpretamos las necesidades de los animales que tenemos más cerca, por ejemplo, al no dejar a los perros, que se orientan por el olor, olisquear sus entornos, imponiéndoles el mundo visual de los humanos. También subestimamos las capacidades de los animales para nuestro propio detrimento, perdiendo así la oportunidad de comprender la auténtica inmensidad y maravilla de la naturaleza, las delicias que, tal como escribió William Blake, nos «encierran en cinco sentidos»."


"¿Cómo sabes si cada ave que surca los cielos
no es un inmenso mundo de alegría,
encerrado por tus cinco sentidos?"

 

Añade, "puede parecer restrictivo porque implica que todas las criaturas estamos atrapadas en la casa de nuestros sentidos, pero para mí, la idea [del Umwelten] es maravillosamente expansiva. Lo que nos explica es que no todo es lo que parece y que todo lo que experimentamos no es más que una versión filtrada de todo lo que podríamos vivir. Nos recuerda que hay luz en la oscuridad, ruido en el silencio, riqueza en la nada. Señala los destellos de lo desconocido en lo que nos resulta familiar, de lo extraordinario en lo cotidiano, de la magnificencia en lo mundano."


Desde la antropología sabemos que también entre los humanos animales hay diversidad.

Los hablantes de jahai y semaq beri (Malasia y Tailandia) pueden identificar con fiabilidad alrededor de una docena de categorías de olores "básicas", cada una de las cuales recibe su propia etiqueta lingüística. Una describe el olor que comparten la gasolina, los excrementos de los murciélagos y las escolopendras. Otra define cierta cualidad que comparten la pasta de langostino, la savia del árbol del caucho, los tigres y la carne podrida. Otra más se refiere al jabón, el acre durián y la nota semejante al olor de las palomitas de maíz que desprende el manturón.

"Los seres humanos compartimos con los perros la misma maquinaria básica, pero ellos tienen más de todo: un epitelio olfativo más extenso, docenas de veces más neuronas en ese epitelio, casi el doble de receptores odoríferos y un bulbo olfatorio relativamente más grande. Su equipo, además, está colocado en un compartimento aparte, mientras que el nuestro está expuesto a la corriente principal de aire que atraviesa nuestra nariz. (...) La experiencia de los perros es, al contrario, mucho más continua, porque los odorantes que entran en su nariz tienden a quedarse allí, y su número aumenta con cada olisqueo. (...) Incluso cuando expulsan el aire, lo están absorbiendo."

"El órgano vomeronasal es su secuaz: tiene su propio tipo de células detectoras del olor, sus propias neuronas sensoriales y su propia conexión al cerebro. Normalmente se encuentra en el interior de la cavidad nasal, justo encima del paladar. Pero no nos molestemos en tratar de palpar el nuestro: por el motivo que sea, los seres humanos perdimos nuestro órgano vomero-nasal a lo largo de la evolución, como les ocurrió a otras especies de simios, y también a las ballenas, las aves, los cocodrilos y algunos murciélagos.

Casi todos los demás mamíferos, reptiles y anfibios conservan los suyos. Cuando
un elefante toca a otro con la trompa y se lleva a la boca la punta, bien cubierta de feromonas, esas moléculas van directas al órgano vomeronasal. Cuando los caballos o los gatos contraen el labio superior, mostrando los dientes, están anulando las fosas nasales y enviando los odorantes inhalados al órgano vomeronasal.

Y cuando las mariposas se posan, están saboreando con los receptores que tienen en lo pies. Los peces gatos no necesitan ni posarse: son lenguas natatorias, con sus receptores del gusto repartidos en toda su piel.

Cada cual hemos evolucionado para funcionar de forma óptima. Por eso, el primer paso para entender el Umwelt de otro animal es comprender para qué usa sus sentidos.

Los primates, por ejemplo, probablemente evolucionaron hacia ojos grandes y agudos para capturar los insectos arborícolas que están en las ramas. Los humanos hemos heredado esa visión aguda para guiar los diestros dedos, para leer símbolos que dotan de sentido y para evaluar las señales ocultas en las expresiones faciales sutiles. Nuestros ojos se ajustan a nuestras necesidades. También nos dan una Umwelt singular que muchos otros animales no comparten.

Los humanos superan a casi todos los demás animales en la resolución de detalles. Nuestra vista excepcionalmente aguda.

Pero a todo hay quien gana, y las águilas y otras aves de presa son los únicos animales cuya visión es sustancialmente más aguda que la nuestra. La bióloga sensorial Eleanor Caves ha estado recopilando mediciones de agudeza visual de cientos de especies, y los humanos superan a casi la totalidad. Aparte de las aves de presa, solo otros primates se acercan a nuestro nivel.
 

Pero los ojos agudos tienen también una desventaja importante.En la vista, hay que elegir: O sensibilidad o resolución/agudeza.

Un águila puede ser capaz de ver un conejo a gran distancia en pleno día, pero su agudeza visual cae en picado cuando se pone el sol. (No hay águilas nocturnas). A la inversa, los leones y las hienas puede que no sean capaces de ver las rayas de una cebra a lo lejos, pero su visión es lo bastante sensible como para cazar una por la noche. Estos, y muchos otros animales, han dado prioridad a la sensibilidad sobre la agudeza. Como siempre, los ojos evolucionan para ajustarse a las necesidades de sus propietarios.

Otra diferencia con el resto de animales es que el mundo visual humano está enfrente y nos movemos hacia él. No es así en el resto de animales.

"A vista de pájaro" es cuando vemos algo desde arriba. En realidad, las aves tienen otra vista.
Muchas aves de presa, cuando cazan, miran a un ángulo de 45 grados. Esta vista es la más aguda. Cuando un halcón peregrino se lanza a por una paloma, no se deja caer directamente hacia su presa; lo que hace es volar siguiendo una espiral descendente.

Otro ejemplo: Como las vacas mirando al tren... Pues es que las vacas no solo miran al tren, también te ven a ti mirándoles a ellas con cara de gracia y a tu perro molestando detrás de ella.



Las vacas y otros animales de granja muestran un aire somnoliento por tener su mirada tan fija. Pero es que sus campos visuales cubren casi toda el área alrededor de la cabeza, una vista del horizonte entero a la vez. Lo mismo sucede con otros animales que viven en hábitats planos, incluyendo a los conejos (campos), los cangrejos o los zapateros (superficie de los estanques). (...) Una vaca puede ver simultáneamente a un granjero acercándose desde delante, un collie caminando por detrás y a sus compañeras de rebaño a los lados. Mirar alrededor, que es algo inseparable de nuestra experiencia visual, es en realidad una actividad poco frecuente que los animales solo realizan cuando tienen campos de visión restringidos y zonas agudas estrechas.

La mayoría de los humanos no vemos los rayos ultravioleta, lo cual probablemente explica por qué los científicos estaban tan dispuestos a creer que era una capacidad escasa, cuando, de hecho, es justo lo contrario. La mayoría de los animales que ven en color perciben los rayos ultravioleta: es la norma, los humanos somos la rareza. Y muchos patrones de la naturaleza, en las flores o en el resto de animales, solo se pueden percibir gracias a esta visión.

Tenemos visión tricrómata, de cuatro conos.
Las aves, reptiles, insectos y peces de agua dulce, también. Los dinosaurios eran tetracrómatas casi con certeza absoluta, y seguramente veían toda clase de colores. Los pavos reales tienen unas plumas maravillosas, pero lo que no vemos es el cortejo de flujos de aire que perciben con las plumas de las crestas.

Sobre el oído humano, Luther Standing Bear, un jefe lakota oglagla y autor, escribió en 1933: «Los lakotas [...] amaban la tierra y todas las cosas de la tierra, y la unión crecía con la edad. La tierra está llena de sonidos que el anciano indio puede oír, a veces poniendo la oreja en el suelo para oír con más claridad».



Los humanos son casi tan buenos como los búhos en la dirección horizontal, pero mucho peores en la vertical, donde nuestra precisión cae a entre tres y seis grados. Esto es debido a que nuestras orejas están a la misma altura, de modo que los sonidos que llegan de arriba o de abajo las alcanzan prácticamente al mismo tiempo. Las orejas del búho, sin embargo, tienen una asimetría única: la izquierda está colocada más alta que la derecha. Y para evitar hacer ruido con su propio aleteo cuando caza, el búho tiene plumas suaves en el cuerpo y bordes serrados en las alas, que hacen que su vuelo sea casi imperceptiblemente silencioso.


Otra manera de cazar es a través de la tela de araña, que extiende el alcance de los sentidos de la araña mucho más allá del alcance de su cuerpo. El cuerpo de la araña está cubierto de miles de rendijas sensiliares, grietas que perciben la vibración, concentradas en torno a las articulaciones, donde se agrupan en clústeres llamados órganos liriformes. Mediante estos órganos exquisitamente sensibles, todas las arañas pueden sentir las vibraciones que circulan por cualquier cosa donde estén posadas. (...) La telaraña ha sido construida por la araña y es parte de la araña. Es tan parte del sistema sensorial y cognitivo de la criatura como su cuerpo. Pero hay una hacker experta en manipular estas redes para robar al resto de arañas su bocado, y es otra araña llamada Argyrodes.

Pensar en la ecolocalización, es pensar en los murciélagos. Pero mientras que los murciélagos solo pueden percibir las formas externas y las texturas de sus objetivos, los delfines pueden asomarse al interior de los suyos. Si un delfín nos ecolocaliza, percibirá los pulmones y el esqueleto. Puede sentir con toda probabilidad la metralla de un veterano de guerra y el feto dentro de una mujer embarazada. Casi con toda seguridad puede distinguir especies de peces basándose en la forma de esas vejigas de aire. Y puede saber si un pez tiene dentro algo raro, como un anzuelo. Mejores que una máquina de rayos X o un escáner.

Los tiburones y las rayas tienen la capacidad para detectar campos eléctricos. La lista incluye las lampreas; los celacantos, unos peces antiquísimos que se creían extinguidos hasta que se encontraron ejemplares vivos en la década de 1930; otros grupos de peces antiguos, incluyendo a los peces espátula, que usan su hocico largo y lleno de electrorreceptores, y algunos anfibios como las salamandras y las cecilias. Y resulta que todos los seres vivos producen campos eléctricos cuando están sumergidos en el agua. Nuestras células animales, que son bolsas de líquido salado, difieren del agua creando un voltaje a través de las membranas celulares. Así ocurre la electrolocalización.

Además, hay peces que detectan campos eléctricos... y también los emiten, como los peces cuchillo y los peces elefante.

Sobre la magnetorrecepción. Cuando llega el momento de que las aves migren, se inquietan, incluso en cautividad dan saltos, aletean y revolotean. Estos movimientos frenéticos se conocen como Zugunruhe, una palabra en alemán que significa «ansiedad migratoria». Las aves saben que ha llegado el momento. Están impacientes por partir. Y como notó el ornitólogo alemán Friedrich Merkel en la década de 1950, conocen el camino. Merkel y sus estudiantes Hans Fromme y Wolfgang Wiltschko capturaron petirrojos europeos en otoño y se dieron cuenta de que la ansiedad migratoria de estas aves no era aleatoria. Por la noche tienden a saltar hacia el sudoeste, exactamente en la dirección que, si no estuvieran en jaulas, los llevaría a la soleada España.

Quizás no hayas escuchado nunca el término "contaminación sensorial". Ed Yong lanza un alegato a favor del respeto de las burbujas sensoriales del resto de los animales. "En vez de entrar en los Umwelten de otros animales, los hemos obligado a vivir en el nuestro bombardeándolos con estímulos creación nuestra. Hemos llenado la noche de luz, el silencio de ruido y el suelo y el agua de moléculas desconocidas. Hemos distraído a los animales de lo que necesitan percibir, ahogando las señales de las que dependen, y los hemos atraído, como polillas a una llama, a trampas sensoriales."

En épocas menos ruidosas, por ejemplo, los cantos de las ballenas, llamadas infrasónicas, podían cruzar océanos enteros.

Cuando estas especies se extinguen, también se extinguen sus Umwelten. Con cada criatura que desaparece perdemos una forma de darle sentido al mundo. Nuestras burbujas sensoriales nos escudan de conocer esas pérdidas, pero no nos protegen de las consecuencias."

¿Bueno, y qué? Tampoco nos vamos a enterar.

No es así. Simplemente piensa: ¿Cuándo fue la última vez que viste una luciérnaga, o que viste la Vía Láctea, ese camino a casa, a nuestro planeta? También para los humanos hay pérdidas y consecuencias. Alrededor del 83% de la gente y más del 99% de los estadounidenses y los europeos vivía bajo cielos con contaminación lumínica. (...) Más de un tercio de la humanidad no pueden ver la Vía Láctea. 

 
"La idea de que la luz viaja miles de millones de años desde galaxias lejanas para ser ahogada en la última milmillonésima de segundo por el resplandor del centro comercial más cercano me deprime una barbaridad», escribió una vez el científico de la visión Sonke Johnsen.
    






viernes, 21 de marzo de 2025

Paso a paso: caminar erguidos nos hizo humanos.

Foramen magno. 

 

No, no es el nombre de ningún emperador romano. Es como se llama al agujero por donde entra la médula espinal en el cráneo. Si caminas a 4 patas, el agujero está en la parte de atrás, porque la columna es horizontal. Pero si la columna es vertical, el agujero está en la parte de abajo. Bueno, pues esto es una buena pista para saber que los primeros homínidos que caminaban sobre 2 patas vivieron en África hace apróximadamente siete millones de años.  

 

La editorial Capitán Swing ha publicado un libro que se titula "Paso a Paso. Cómo caminar nos hizo humanos", del antropólogo Jeremy Desilva.

Somos primates que recién hemos bajado del árbol. Y no es un decir. Ardipithecus te lo puede contar. Él tenía el pulgar del pie oponible, y es la prueba de que ya caminábamos antes de bajar al suelo. En aquella época, en África, las praderas se expandían mientras que los bosques retrocedían. Sin embargo, sorprendentemente, los huesos de Ardi se encontraron junto a animales silvícolas y semillas de árboles y plantas forestales. Las pruebas con isótopos de carbono y oxígeno indicaban que Ardi vivió y murió en un entorno boscoso.

Así que olvídate de ese dibujo que se llama "la marcha del progreso". Esa secuencia lineal que simboliza la evolución humana, de simios encorvados que acaban siendo humanos erguidos. Y no ya porque "por lo que sea" suelen acabar siendo de tono de piel más claro... (aquí hago un inciso: hace un tiempo compré una camiseta de este dibujo en el que el último hombre evolucionado acababa sentado y encorvado tecleando un ordenador, y me parece el más acertado). Pero es que es falso el hecho de que los homininos bípedos evolucionaron a partir de un antepasado que caminaba apoyándose en los nudillos como un chimpancé. Nuestro amigo Ardipithecus, Ardi, se alzaba sobre dos patas para desplazarse de forma bípeda, no se agachaba ni se encorvaba: se mantenía erguido como lo hacemos nosotros, aunque el dedo gordo prensil de sus pies no le habría permitido andar a zancadas como los humanos modernos.
 

¿Alguna vez has visto a tu perro o a tu gato tropezar y caerse? Es lo bueno de tener cuatro patas.

Andar sobre dos patas nos hace lentos e inestable y algo parecido a un pájaro bobo para los grandes, veloces y hambrientos ancestros de los leones, leopardos y hienas actuales. Sin embargo, aquí seguimos dando la matraka, así que parece que la bipedación debe de tener ventajas que contrarresten sus costes.


Así que llevamos muy poco tiempo siendo bípedos. Hace solo unos millones de años nuestros antepasados todavía trepaban a los árboles con unos pies prensiles y musculosos bien adaptados para asirse a los troncos y las ramas. Las aves también son bípedas. Y son eslabones vivientes de una cadena ininterrumpida de animales bípedos cuyo origen se remonta al menos a 245 millones de años atrás. En términos evolutivos, han llegado a dominar la bipedación. Nosotros, en cambio, somos torpes novatos.
Ni siquiera somos más rápidos.

Un chimpancé corriendo a cuatro patas alcanza fácilmente la misma velocidad que los velocistas olímpicos que llevan años entrenándose.

PERO hay un dato importante. Los científicos descubrieron que los chimpancés gastan el doble de energía que los humanos cuando caminan, independientemente de si lo hacen a cuatro patas o con solo dos. No porque sean cuadrúpedos, sino porque caminan agachados. Los animales que se desplazan con las rodillas menos flexionadas y la espalda más recta gastan menos.

Y esto va unido de alguna manera al hecho de tener un cerebro como el nuestro.
El cerebro tan solo representa un 2% de nuestro peso corporal, pero consume el 20% de la energía que absorbemos. Eso significa que una de cada cinco veces que respiramos y uno de cada cinco bocados que ingerimos van destinados a las hambrientas células de nuestro cerebro.

El hecho de caminar erguidos nos ha dado tal cantidad de energía que tenemos excedentes para dedicarlo a un cerebro hipertrofiado.


Además, nuestros antepasados debieron de estar lo suficientemente protegidos para que la selección natural favoreciera un crecimiento cerebral más lento y el consiguiente énfasis en el aprendizaje de los jóvenes australopitecos. ¿Protegidos cómo? La protección era nada más y nada menos que de naturaleza social, frente a la depredación: cuidábamos unos de otros.

Gracias a caminar erguidos, podíamos escudriñar el paisaje en busca de posibles enemigos, intimidar y lanzar objetos a posibles depredadores. O maldecirles. La bipedación hace que controlemos la respiración de forma más precisa, lo que nos dota de la flexibilidad necesaria para emitir una gran variedad de sonidos.
Otras ventajas es que nos desplazamos más eficazmente de una zona de alimentación a otra.

También creamos y utilizamos herramientas y tecnologías, y transportamos cosas. 

De hecho. La escritora de ciencia ficción Ursula K. Le Guin lo explica de esta manera: el mayor invento de nuestros antepasados, antes de los palos y las
espadas, fue el recipiente. Para meter algo que quieres y guardarlo o
disfrutarlo o compartirlo.
Las primitivas hembras homininas eran recolectoras diurnas de plantas y pequeños animales, que, dicho sea de paso, aportan más calorías que la caza masculina en la mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores modernas. Las hembras recolectaban más de lo que necesitaban y lo compartían con otros miembros del grupo. Las que caminaban erguidas podían recolectar más alimentos, como lagartos, caracoles, tubérculos, huevos, frutos, termitas y raíces.
Se ha demostrado que en los bonobos y chimpancés las hembras constituyen el sexo con mayores habilidades tecnológicas, por lo que tendría sentido que también hubiera sido así en los primeros homininos.

Además, las mujeres somos mejores en caminar transportando. Pero para explicar
esto, primero vamos al tema del parto. No lo recuerdas, pero has nacido con una maniobra gimnástica que ya quisieras ahora, que te hacen crack las rodillas cuando te agachas.
No es que la pelvis humana sea estrecha, es que está aplastada en sentido vertical, de arriba abajo.
Para nacer por un canal de parto tan, angosto y complicado, todos los bebés tienen que hacer dos giros, girando hasta 180 grados. Un mal intento de tirar de él podría ocasionarle daños, por eso en todas las culturas, las mujeres busquen asistencia en el momento del parto; el parto humano es una actividad social.
Quizás hayáis escuchado sobre el dilema obstétrico, que incluso el famoso Harari ha hablado de él. Viene a decir que como la pelvis femenina tiene que ser lo bastante grande para poder dar a luz al recién nacido, si tuviera un tamaño excesivo, comprometería la locomoción. La solución que encontró la evolución fue una pelvis lo suficientemente grande para permitir el parto, pero no tanto como para impedir andar a la mujer, aunque no tan bien como los hombres. Y además, los bebés nacen antes y más pequeños, aunque estén más indefensos.
Bueno, pues no es tan así.
Lo primero es que las mujeres no dan a luz antes que las hembras de nuestros congéneres primates, sino más tarde. Esto lo descubrió una antropóloga llamada Holly Dunsworth. El problema es que durante nuestro alargado tercer trimestre su crece, y exige cada vez más energía a su madre. Además, el cerebro del bebé no tiene nada de pequeño. El cerebro de un recién nacido humano tiene un volumen medio de trescientos setenta centímetros cúbicos, el mismo tamaño que el de un chimpancé adulto... Además, otra antropóloga llamada Cara Wall-Scheffler explica que por tener las caderas más anchas, somos mejores portadoras que los hombres, y con constantes variaciones de ritmo.

Hace millones de años, si te rompías el tobillo no podías andar y tenías más posibilidades de morir, pero alguien cuidó de esos heridos para que sobrevivieran. Es una de las primeras muestras de compasión y empatía por los demás, algo que se terminó convirtiendo en una de nuestras características sociales principales.
El hecho de que cuidemos los unos de los otros cuando estamos heridos pudo haber nacido también de esa vulnerabilidad que trajo la marcha erguida. El cuidado, la empatía y la compasión son ventajas evolutivas que compensaron las desventajas físicas del bipedalismo.

Caminar reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, de accidente cerebrovascular y de desarrollar diabetes. También es bueno para la salud del cerebro, ayuda con la memoria y la creatividad. También protege contra ciertos tipos de cáncer. De hecho, las poblaciones de cazadores-recolectores que por su modo de vida, caminan muchos kilómetros al día, no padecen de algunas de las enfermedades.

Según el antiguo estadista griego Alcibíades, hubo un tiempo en que los humanos tenían cuatro piernas, cuatro brazos y dos caras. Eran arrogantes y peligrosos, una clara amenaza para los dioses. Esto preocupó a Zeus, que en un primer momento se planteó destruir a los humanos con un rayo, como él y los dioses olímpicos habían hecho con los titanes. Pero en lugar de ello ideó un ingenioso plan: los partió por la mitad. Con solo dos piernas, dos brazos y un rostro, los humanos ya no resultarían ni de lejos tan amenazadores. Luego Apolo remendó a aquellos seres divididos y les anudó en el ombligo. Desde entonces vagan por la Tierra en busca de su otra mitad: sus almas gemelas.

miércoles, 26 de febrero de 2025

Pájaros, orcas, abejas, delfines y humanos: el mutualismo.

"Mi nombre es Steven Holmes, un custodio tradicional Thaua y esta historia es parte del legado de mi pueblo.

Consideramos a los beowas (orcas) como nuestros hermanos. Nuestras historias del Tiempo de los Sueños que nos conectan con los beowas es que cuando un miembro de Thaua muere, se reencarna como un beowa. Los beowas siguieron siendo parte de Thaua, incluso después de morir. Los beowas ayudaban a los hombres arreando a las otras ballenas en la bahía de Turembulerrer (Bahía Doble) para que los balleneros las mataran. Budginbro, al igual que sus antepasados ​​y los demás aborígenes, les daba a los beowas la lengua de la ballena muerta. Esto pronto se conoció como la Ley de la Lengua.

Mi gente tenía una amistad duradera con los beowas en el Edén, especialmente con el Viejo Tom. Mi abuela, Catherine Holmes, de soltera Brierly, nos contó sobre su bisabuelo, Budginbro, quien junto con otros Thaua nadaban con el Viejo Tom, agarrándose de su aleta dorsal; mis antepasados ​​nunca resultaron heridos ni lastimados. Ella dijo que el padre de Budginbro, un hombre ciego, caminaba por la playa (Aslings) cantándoles a los beowas, y que estos lo seguían por la playa comunicándose con él. Era una fuerte amistad entre estos beowas y mi gente.

Para los Thaua, este fue un momento especial para estar vivos, una parte de nuestra historia que se transmitió de generación en generación. Espero que algún día pueda volver a conectarme con los beowas."


En Australia. En Twofold Bay, el pueblo costero Thaua, parte de la nación Yuin, tenía una conexión con las orcas a través del Sueño, una relación que era muy respetada y en la que se confiaba debido a la dependencia de los Thaua del océano para obtener recursos. Antes de la colonización, los Thaua tenían una interacción mutualista continua con las orcas de la zona, trabajando al unísono en la costa y en el agua hasta que un cadáver estaba listo para ser compartido, y las orcas recibían la lengua. Los Thaua incluso describieron una práctica de caza que incluía cantos que alentaban a las orcas a arrear a las ballenas barbadas cerca de la costa para que las mataran. Se cree que esta relación es anterior a la colonización europea por milenios y fue el verdadero comienzo de la noción de la "Ley de la Lengua". La caza comercial de ballenas, que comenzó en 1828, se benefició de la asociación de larga data de los aborígenes australianos con las orcas, lo que la hizo rentable en lugar de una actividad de subsistencia. También se dice que por codicia, los colonos rompieron la Ley de la lengua, que la orca llamada Tío Tom sufrió heridas en consecuencia al verse traicionada y al intentar amarrar su parte. Y que por ello, por las heridas, murió. 
 
Ya no existe más este mutualismo.
 
 
 Hay un ave africana conocida como "guía de la miel" (Indicator indicator). Éste pájaro conduce a la tribu de los boran (Kenia) hacia las colmenas ocultas en el bosque. Así lo cuenta Daniel C. Dennet en "La peligrosa idea de Darwin":

"Cuando los boran desean encontrar miel, llaman al pájaro soplando silbatos especialmente fabricados con conchas de caracoles. Cuando llega uno de esos pájaros, vuela alrededor cantando una especial canción llamada 'sígueme'. Los boran siguen al pájaro que vuela rápidamente delante y los espera hasta ser alcanzado, asegurándose continuamente de que lo pueden ver cuando vuela. Una vez que el pájaro ha llegado a la colmena, sustituye la melodía de su canto inicial por otra que viene a decir 'aquí hemos llegado'. Cuando los boran localizan la colmena en el árbol y la abren, extraen la miel, dejando la cera y las larvas para el pájaro."

La tradición de dejar su recompensa a los "guías de la miel" está reforzada por la leyenda de que, si no se les da su premio, las aves les conducirán ante un león o alguna otra fiera en próximas ocasiones.

Lo importante es que los boran son capaces de calcular la distancia a la colmena mediante tres indicaciones que les da el guía-miel: por el intervalo de tiempo que tarda en volver el pájaro una vez que ha entablado contacto con el pastor, por la distancia entre las sucesivas paradas que debe hacer el pájaro para esperar al hombre que le sigue, y por la altura de la posición que adopta al posarse, que va siendo cada vez más baja a medida que se acercan al nido.

¿Cómo pudo desarrollarse esta insólita colaboración mutua? ¿Quién tomo la iniciativa primero, el pájaro o los boran?

¿Desde cuando no te paraste a escuchar el silbido de un pájaro?




El pueblo chino, tradicionalista y meticuloso, se caracteriza por preservar sus costumbres. Sin lugar a dudas, entre las técnicas tradicionales de pesca china existen una que pueden resultarnos, cuanto menos, curiosa.
 
Entre ellas, podemos incluir la pesca con cormorán -un ave acuática de tamaño medio. Desde hace 1300 años, varios pueblos chinos utilizan este tipo de pesca; el pescador se desplaza en una barca de cañas de bambú, llevando consigo al cormorán. Una vez que cree haber encontrado el lugar adecuado, arroja el cormorán al mar, éste se zambulle y se encarga de atrapar con su pico al escurridizo pez. Claro que al salir del agua no puede comer su presa pues el pescador ha atado un nudo al cuello del ave que impide que pueda tragarla. Bien entrado, el cormorán vuelve con su dueño, quien guarda el pescado y premia al ave con un pequeño trozo de pesca. 

Antiguamente, en algunas zonas del suroeste de China, cada pescador tenía su propio cormorán. Los pescadores salían cada anochecer a faenar en sus balsas de bambú, alumbrados por potentes lámparas suspendidas sobre el agua para atraer al pescado.

Los cormoranes tienen un peso de unos cuatro kilos, pero pueden atrapar peces bastante más pesados que ellos mismos. Una vez cumplida su labor, el dueño les retira la cuerda que oprime su cuello y se les permite seguir pescando lo que necesiten para alimentarse.  

Hoy en día se puede contemplar este tipo de pesca en el río Li, a su paso por la zona de Guilin y Yangshuo. También en Yunnan, en el lago Erhai de Dali se sigue practicando. Aunque es más para el disfrute de los turistas, que por razones de subsistencia.




La antropóloga Anna Tsing, en su libro "Friction. Una etnografía de la conectividad global", cuenta sobre el mutualismo entre los Meratus, Indonesia, las abejas y los árboles miel: 
 
"Una relación de semidomesticación (...) conecta a Meratus con las abejas gigantes, Apis dorsata. Los Meratus llaman a esta abeja migratoria "indu wanyi", y dependen de ella como fuente de miel y cera de abejas. (...) construyen sobre las ramas de los árboles forestales más altos, árboles emergentes que en su madurez sobresalen del dosel del bosque (...) La construcción de panales, hasta donde puedo decir, no daña al árbol de ninguna manera. Pero estos árboles suelen estar cubiertos de enredaderas y epífitas, y sus ramas pueden verse bloqueadas por la vegetación más pequeña que compite con ellos. Los Meratus preparan los árboles melíferos potenciales (linuh) para las abejas, limpiando la vegetación competidora. Las abejas migratorias vuelven una y otra vez, en temporada, a los árboles preparados. Los Meratus dicen que las abejas no volverán a un árbol que no haya sido cuidado.

Los meratus saben qué árboles son buenos para producir miel. El mangaris, Koompassia excelsa, es el árbol más alto de la selva tropical de Borneo, y se ha registrado que crece más de 80 metros; también es el árbol más popular para las abejas, y en muchas otras lenguas dayak de Borneo se lo conoce por la palabra local que significa "árbol de miel".
(...) Lo más común es que un hombre reclame un árbol siendo el primero en limpiarlo o, si el árbol ha sido abandonado por otros reclamantes, reanudando su limpieza. Pasa este derecho a sus hijos mientras sean activos en el mantenimiento del árbol como árbol de miel.(...) Se establece una relación de tres especies entre las abejas, los árboles de miel y las personas. Las personas fomentan la construcción de panales preparando los árboles. Salvan a los árboles de miel de ser talados en las plantaciones de quema y quema.(...) En las áreas vecinas en las que los madereros y los desarrolladores de plantaciones han talado la mayoría de estos árboles altos, la gente informa que ya no hay migración de abejas. Además, las especies de árboles están en peligro. Dada la diversidad del bosque y el amplio espaciamiento entre los árboles emergentes, muchos de estos gigantes del bosque están bastante aislados, en cuanto a especies, en el bosque; cada árbol emergente que se tala priva a una sección del bosque de una fuente de semillas para esa especie. La conservación de los árboles de miel preserva el número y la variedad de árboles emergentes, además de proporcionar un lugar de anidación para las abejas. Entre el cultivo y la naturaleza, las abejas, los árboles de miel y los humanos han creado una relación simbiótica mutuamente productiva."

 
 
 
En el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil, en las playas de Mar Grosso de la ciudad de Laguna, se realiza algo que se conoce como "pesca cooperativa con delfines", donde hay una larga escollera construida artificialmente en el lugar denominado "Molhes de Barra". De un lado queda el mar abierto, y del otro queda una playa con aguas calmas, donde se realiza la pesca artesanal.

Muy temprano, cuando todavía no salió el sol, llegan los pescadores en sus bicicletas, acomodan las redes y buscan en las aguas a sus socios de pesca, los delfines. La pesca sólo comienza cuando llega el delfín, y en realidad, es toda manejada por él. Los pescadores forman una hilera paralela a la costa, con el agua casi hasta la cintura, con una red de pesca llamada "tarrafa", de forma circular y fabricada en nylon.

El agua de este lugar es bastante turbia, y los pescadores no pueden ver los peces, pero los delfines, como disponen de un sistema de ecolocalización similar a un sonar, no necesitan ver con los ojos para poder seguir a los peces. Los delfines llevan a los peces hacia los pescadores, en ese momento, cuando los delfines giran dando círculos rápidos, los pescadores saben que deben arrojar las redes. Arrastran la red hacia la playa, y los que estaban en segunda fila ocupan su lugar para hacer una nueva captura. Los dos salen beneficiados: los pescadores obtienen pescados de mejor tamaño y peso que si pescaran sin ayuda de los delfines, y los delfines obtienen su ración diaria de más de 10 kilos de tainhas.

Esta sociedad entre delfines y pescadores se viene realizando desde la década del 40, en la ciudad de Laguna. En todo este tiempo los pescadores han aprendido a diferenciar a los "botos", (como llaman en Brasil a los típicos delfines tipo flipper); los conocen por sus aletas, por sus cicatrices, y hasta les han puesto nombres propios.

Pero nunca llaman a los delfines ni intentan tocarlos. 

Y por supuesto, no se les ocurriría encerrarlos en ningún estanque.




Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros.
George Orwell.

Fuentes: 
Isabella M Reeves, John A Totterdell, Emma L Betty, David M Donnelly, Angela George, Steven Holmes, Luciana Moller, Karen A Stockin, Rebecca Wellard, Charlie White, Andrew D Foote, Pruebas de ascendencia de “Old Tom”, una orca central en las interacciones mutualistas con los balleneros humanos, Journal of Heredity , Volumen 114, Número 6, diciembre de 2023, páginas 598–611, https://doi.org/10.1093/jhered/esad058

viernes, 17 de enero de 2025

Insensatos o cómo llamaban los pueblos originarios a los hombres blancos

 "Rostropálido no es el único nombre por el cual los nativos americanos conocían a los hombres blancos", asegura el antropólogo Alexander F. Chamberlain

 
En su artículo How the American Indian Named White Man («Cómo llamaban los indios a los hombres blancos»), recogen muchos apelativos y expresiones que diversas comunidades originarias dieron a los forasteros.

Muchos de los nombre, como era de esperar, estaban relacionados con el color de la piel. Varias tribus utilizaban las denominaciones de "blanco", "piel blanca", "persona blanca", etc. Otros, como los Algonquinos Arapahos, además de llamarnos Nana-gaqamt, (piel blanca), utilizaban la denominación Nihanatayschet (amarillos), aunque no queda claro si se referían al pelo o a la piel.

Los hombres blancos barbudos que se toparon con los nativos americanos suscitaron nombres que se referían a su abundante pelo. Los Kiowa utilizan el término Bcdalpago (boca peluda) y los Zunis se refirieron a los primeros españoles como Tsipolokwe (personas con bigote), Mishkiganasiwug (ellos los del pecho peludo), fue la expresión utilizada por los Algonquinos Miamis.

Alguno de los nombres resaltaban el aspecto diferente de estos extranjeros: los Kiowas utilizaban la misma palabra para los hombres blancos que para los burros y las mulas: Takai. Significaba "orejas despegadas", porque las de los nativos estaban parcialmente cubiertas por pelo.

Los upsarokas, una tribu sioux, los llamaban Mashteeseeree (ojos amarillos). El nombre Mohave para un español o mexicano es Tahana hazko (hombre blanco largo). Nuestras voces no fueron del todo agradables para los kiowas, por ejemplo, que llamaron al hombre blanco como Ganoko (los que gruñen).  La palabra Creek para el alemán fue Yah Yah algeh (la persona cuya conversación es yah yah)

También la vestimenta dio lugar a algunos nombres. Los Mohawks del Lago de las dos montañas, en Quebec, pensaban que las boinas escocesas que llevaban los primeros pobladores escoceses parecían Ota, su palabra para las bostas o boñigas de vaca. Los Objibwa, sin embargo, se referían a los escoceses como "aquellos que hablan diferente". Los indios Natick de Massachusetts denominan a los primeros ingleses que conocieron como Wautaconuaog (los hombres capa). Para los Kiowa, Gantonto significa "portadores de gorro".

Otro de los aspectos que más impresionaba a las personas originarias era el hecho de que los hombres blancos llevaron con ellos el hierro, y su uso hizo una gran impresión en las mentes de los indios. Los chamanes de los inuit Cental, nos cuenta el Dr. Boas, llamaron al hombre blanco, en su lengua, Kidlatet, una palabra derivada de kidlak, "hierro".
Los sioux Oto les llamaron Maxonkka (creadores de hierro). Los Haidas de las Islas Queen Charlotte decían Yets-haidagai (la gente de hierro).

Las tribus iroquesas se referían a los holandeses como los Asset-oni (los que hacen las hachas), Onserolmi, que viene de "Asset-oni", es como todavía hoy conocen los Mohawks del Lago de las dos montañas a los franceses. También los Mohawks tenían varios términos sobre sus armas echas por este material, que iban desde los "cuchillos grandes" o "la gente de los cuchillos largos".

Las naves causaron mucha impresión, y es así que los Algonkian utilizan la palabra Nootka para el hombre blanco que al parecer significa "casa-deriva-en-agua". Los Algonkian Delawares dicen Schwonnaquin (la gente del mar salado). Los inuit también utilizaron el apelativo "hombre del mar", pero también bautizaron a sus visitantes como Shakenataaagmeun (la gente que viene de debajo del sol).

Otras expresiones más sarcásticas son de los Navajo, "Santo", "inmortal", "peludo", "esponjoso", "barba", "chales", "sombreros largos." Los Vigilantes de Texas fueron llamados "camisas de hierro", "leggins de cuero", etc. Los primeros soldados estadounidenses eran "los que duermen en sus oídos", "aquellos que disparan de lado"; "los quemados por el sol", "aquellos cuyas frentes sobresalen" por la forma de la gorra, etc.

Chamberlain no cita el nombre que los indios Ayoreo dan al hombre blanco, Cohñone (blancos, insensatos).

""Ayoreo" quiere decir "la gente"", cuenta Miguel Alberto Bartolomé, antropólogo argentino, "Y, para ellos, los insensatos, los cohñone, somos nosotros. Somos los que no conocemos las normas, los que no sabemos vivir, hacemos cosas descabelladas."

Como descabellado resulta para los habitantes de África Oriental cómo viajan los blancos. El periodista Xavier Aldekoa cuenta que la palabra que utilizan para nombrarles, muzungu, significa literalmente "quien avanza sin rumbo". Así es en Kenia, Malawi, Tanzania, Burundi y Mozambique, donde se habla swahili. "Zungu" es rodear, ir por ahí, girar o caminar mucho. (Umlungu en lenguas isixhosa o isiZulu, probablemente una adaptación de muzungu.)

En Etiopía usan la palabra farangi, una palabra que viene del persa, de la palabra "farang", que significa forastero o extranjero. Más tarde, de aquí se originó la palabra "foreigner" en lengua inglesa: extranjero.

En kimbundu y kikongo, en Angola, se les llama mundele, y en lengua umbundu es ocindele, ambas con el radical "ndele" que significa "insincero".

En Gambia, Mali, Burkina Faso, Mauritania, Guinea Conakry y Senegal, en lengua wolof es toubab, que significa "convertir."
 
En Nigeria, en lenguas yoruba e igbo, dicen oyibo u oyinbo. Oyibo significa "sin piel".

Los primeros misioneros jesuitas que se encontraron con los tarahumaras en el actual México en 1603, escribían que ‘Procedentes del sur, llegó un pequeño grupo de personas con gruesa tela color marrón, quienes por ser de piel clara y tener el rostro cubierto de barba, fueron llamados “chabochis” (telarañas en el rostro)’.


"¡Dame kòrima chabochi,
soy un indio tarahumara,
soportando crudos inviernos,
y tu fría indiferencia,
he caminado con esfuerzo,
a tu tierra que era mía,
donde soy un extraño para tì,
donde vivo como un paria,
en lo que tú llamas progreso!"

Escribe Román Corral Sandoval.

Soy bolita en Italia,
soy colombo en Nueva York,
soy sudaca por España
y paragua de Asunción.

Español en Argentina,
alemán en Salvador,
un francés se fue pa' Chile,
japonés en Ecuador.

Tico, nica, el boricua,
arjo, mejo, el panameño
hacen cola en la Embajada
para conseguir un sueño.

Si me pedís que vuelva otra vez donde nací
yo pido que tu empresa se vaya de mi país
Y así será de igual a igual
Y así será de igual a igual.


Fuentes:
http://home.epix.net/~landis/whiteman.html
http://www.musicaparaguaya.org.py/3-entrevistas.htm
http://www.nationalgeographic.com.es/2009/02/01/los_tarahumaras_pueblo_aparte.html
Xavier Aldekoa, "Océano África"