domingo, 1 de enero de 2012

Los gitanos del mar: caminando bajo el agua.

"Tras el tsunami, la comunidad moken no registró ni un solo muerto. Los conocimientos seculares que tienen del mar les salvaron la vida: incluso las personas mayores y los padres con hijos en sus espaldas habían huido hacia las montañas" UNESCO, tras el tsunami del 2004.

“Conservamos solo lo que amamos, amamos sólo lo que entendemos y entendemos sólo lo que nos han enseñado”.
Proverbio bajau.


Son personas que caminan bajo el mar durante 5 minutos, 30 latidos al minuto, a 20 metros de profundidad y escogiendo la presa de manera selectiva y ecológica. Gitanos del mar: así se conoce a las etnias de hábitos nómadas que practican la pesca tradicional en diversas regiones litorales del Sudeste Asiático
Fundamentalmente, reciben esta denominación dos pueblos: los moken y los bajau. Los moken son un grupo de entre 2000 a 3000 gitanos del mar que mantienen una cultura ancestral basada en el mar. Su idioma no se parece a ningún otro y probablemente emigraron a zonas del mar de Andamán en las actuales Birmania y Tailandia desde China hace 4.000 años. Se han asentado en las islas tailandesas de Phuket y Phi Phi, aunque hasta hace algunas décadas habitaban sus propios barcos. Originarios del sur de Filipinas, los bajau hoy se reparten por Indonesia, Brunéi y Malasia. Si bien son musulmanes suníes, han conservado sus creencias animistas ancestrales.

MOKEN.

Nomadear por los mares navegando y pescando era la forma de vida de los gitanos del mar, aunque ya sólo quedan unos dos mil moken y la mayoría se han ido asentando en tierra firme.
Saltaron a la fama por las noticias en medios de comunicación de todo el mundo cuando a raíz del tristemente famoso tsunami del 2004 que devastó toda la costa del Mar de Andamán apenas hubo ningún fallecido entre los gitanos del mar. Por ejemplo, en la isla Surin del Sur, de los 200 habitantes sólo murió un anciano minusválido.

"Los moken de las islas Surin han integrado desde tiempos inmemoriales en su modo de vida la escucha de las señales transmitidas por la naturaleza. Tras el tsunami, la comunidad moken no registró ni un solo muerto. Los conocimientos seculares que tienen del mar les salvaron la vida: incluso las personas mayores y los padres con hijos en sus espaldas habían huido hacia las montañas" UNESCO, tras el tsunami, 2004.

Su ancestral conocimiento del mar, transmitidas oralmente, les permitió conservar la vida, aunque los asentamientos y cerca de la quinta parte de las barcas fueron destruidas. Entre estas historias se encuentra el esperar "la ola que se traga a la gente" en el caso de observar que el mar se retire de las costas de forma rápida y profunda; esto les hizo huir hacia el interior de las islas y rápidamente subieron a las colinas más cercanas antes de que llegaran las monstruosas olas.

Son de religión animista, creen en los espíritus que habitan en los objetos de la naturaleza que les rodea. Por eso, interpretaron el tsunami como un castigo de los espíritus, hartos ya del mal uso que hacemos los humanos de la naturaleza. Y es que los gitanos de mar, también llamados en Koh Lipe urak lawoi, nunca han oído las palabra ecología, medioambiente o sostenibilidad, pero saben vivir perfectamente de lo que les ofrece la naturaleza sin explotarla.

Su conocimiento del mar les permite vivir de la fauna y flora local haciendo uso de herramientas rudimentarias como arpones de madera o redes con celdas lo suficientemente grandes para que no entren los peces pequeños. Conocen los ciclos de nacimiento de todas las especies del mar y saben cuándo pescar cada cosa. Por supuesto jamás cogen tortugas, delfines, ni grandes mamíferos. Los gitanos del mar sólo pescan lo que van a comer y si alguna vez cogen de más es para venderlo cuando necesitan algo de dinero o para secarlo y tener provisiones cuando el estado de la mar les impida pescar. Una de sus técnicas más llamativa cuando el viento está de tierra es la pesca con cometa. Dejan volar una desde la orilla de la cual pende un sedal. El balanceo de la cometa mantiene el cebo en movimiento atrayendo sobre todo a los peces voladores.

También es sorprendente su capacidad pulmonar, los niños casi aprenden a bucear antes que a andar, y desde pequeños se les enseña técnicas de respiración para aguantar lo más posible en el fondo de los arrecifes. Algunos tampoco utilizan gafas y tanto sus ojos como su foco visual están perfectamente adaptados al agua salada y las profundidades.

Algunos de los moken birmanos son todavía pueblos nómadas que deambulan por el mar la mayor parte de su vida y viven en pequeñas barcas artesanales de madera llamadas kabang, estas barcas sirven no solo como medio de transporte sino también como cocina, dormitorio y salón. No obstante, gran parte de su vida tradicional está en peligro y parece estar disminuyendo.

Para los moken, el océano es nuestro universo .Todo ocurre en el mar. No somos personas atadas a ninguna tierra. Allá donde vamos, vamos con nuestras barcas”.
Hook Suriyan Natale, hombre moken de las islas Surin.

BAJAU.


Bajau (Badjaw o Badjau), es un grupo étnico indígena musulmán originario de la parte meridional de Filipinas, que por problemas conflictivos emigraron a diferentes sectores del archipiélago malayo, principalmente en el norte de Malasia, Indonesia y Brunéi. Pero ellos afirman que sus antepasados salieron al mar en busca de su princesa perdida.

Según esta leyenda, la princesa se estaba bañando en la orilla cuando le sorprendió una tormenta que la arrastró mar adentro. Consiguió agarrarse a unos troncos y durante semanas viajó a la deriva hasta que llegó a Célebes. Cuando los Bajau la encontraron decidieron quedarse a vivir allí. Desde entonces, un sin fin de leyendas han envuelto a estos Gitanos del Mar. También pertenecen a una vida de estilo nómada y viven en embarcaciones.

Su vida transcurre en frágiles embarcaciones donde nacen, se casan, dan a luz y mueren. Aunque parezca imposible, en una sola embarcación puede vivir una familia de hasta cinco individuos. Con ellas se desplazan empujados por vientos y corrientes. Aunque con el tiempo más y más bajaus se trasladan a la tierra, todavía algunas comunidades continúan el modo de vida nómada. Es tal su relación con el mar que cuando bajan a tierra se sienten infelices. A las primeras familias el Gobierno intentó ubicarlas en la costa, pero ellos no se adaptaban a la tierra firme y regresaron de nuevo a sus embarcaciones. Ellos afirman que al igual que una tortuga o un pez moriría si quedara varado en la costa, ellos sin el mar también se morirían, que es donde se sienten libres. 
 
Por eso los Bajau propusieron construir el poblado encima del mar y así nació Torosiaji. Hoy es una próspera y bien organizada comunidad de 300 familias que disponen de electricidad, un pequeño dispensario, una escuela y una mezquita y cada año nuevas construcciones se suman a esta ciudad flotante. Cada día varias canoas se acercan a las leppas para que los hijos de los nómadas puedan asistir a la escuela.

Al mediodía apenas hay profundidad, es el momento que aprovechan los Bajau para peinar el fondo en busca de alimento. Los Bajau también son unos magníficos buceadores que pueden permanecer más de cinco minutos debajo del agua y sumergirse hasta 15 metros de profundidad. Para aguantar tanto tiempo sin respirar, utilizan los músculos del estómago a modo de dosificador de oxígeno, con ello controlan el aire que va saliendo de los pulmones.

La base de su alimentación es el pescado y el arroz que consiguen en los mercados de la costa donde una vez en semana las mujeres se acercan para vender las capturas y conseguir bienes de primera necesidad como agua fresca.
Con la bajada de la marea, los frutos del mar están casi al alcance de la mano, es el momento de mayor actividad. Observando las algas, ellos saben en qué día del mes se encuentran, es su calendario natural que nunca falla. Cuando las algas se abren para echar la semilla, es el tercer día del mes; entre los días 10 y 15 se vuelven a abrir; del 16 al 20 permanecen cerradas, y del 20 hasta final de mes, su color se vuelve más intenso.

Al caer la tarde, los que viven en embarcaciones y que han pasado el día dispersas pescando, vuelven a agruparse. Las casas flotantes aparentemente frágiles están construidas con madera del árbol Api y son tremendamente resistentes pudiendo aguantar toda una vida en el mar. Apenas si hay espacio para moverse, hasta tal punto que los más ancianos tienen atrofiadas las piernas. En popa se encuentra la cocina, en el centro las habitaciones y la despensa, y en proa el salón. Pero aunque su espacio vital es muy reducido, el mundo que les rodea está en continuo cambio y movimiento, es abierto y libre.
 
Cuando un niño viene al mundo, su padre lo lanza al agua para que se inicie en este mundo marino. Con cuatro años ya saben manejar la leppa, y antes de los siete conocen todas las técnicas de pesca. Están tan vinculados al mar que cuando nacen reciben nombres que describen el entorno en el momento de su alumbramiento. Así encontramos nombres como pájaro que se posa sobre una palmera que se ha caído al agua; tres nubes negras en el cielo o temporal del este con viento fuerte.

Estos nómadas del mar, al igual que la inmensa mayoría de las comunidades tradicionales que habitan la Tierra, se enfrentan a inmensos y profundos cambios. Poco a poco, van desapareciendo en silencio y con ellos siglos de sabiduría, forjada y practicada a través del tiempo. Hay un proverbio Bajau que dice: Conservamos solo lo que amamos, amamos sólo lo que entendemos y entendemos sólo lo que nos han enseñado.
 
Caminando bajo el mar...



Fuentes:

2 comentarios:

Michelly dijo...

Enhorabuena por este magnífico trabajo, me ha encantado tu página! Muchas gracias por compartir tan interesantes informaciones. Un saludo!

Anónimo dijo...

Un artículo estupendo :)

Es hermoso ver cómo pueden vivir otras personas.