sábado, 7 de julio de 2012

Sociedades igualitarias: el q’ipi que se inati.

"¿Puede existir la humanidad sin gobernantes ni gobernados? ¿Anida en el hombre una insaciable sed de poder que, a falta de un jefe fuerte, conduce inevitablemente a una guerra de todos contra todos? A juzgar por los ejemplos de bandas y aldeas que sobreviven en nuestros días, durante la mayor parte de la prehistoria nuestra especie se manejó bastante bien sin jefe supremo." 
Marvin Harris, antropólogo.

 "Naturalmente que tenemos cabecillas. De hecho, somos todos cabecillas... cada uno es su propio cabecilla." 
!Kung al antropólogo Richard lee.
  
Algunas sociedades actuales tienen su propia línea evolutiva distinta a la nuestra, y aunque conocen nuestro modelo socio-económico, han decidido prescindir de él, e incluso huir de él. En las primeras teorizaciones sobre las sociedades primitivas, éstas eran representadas como sociedades incompletas, poco evolucionadas. Estos antropólogos han demostrado que esto no es así, simplemente es una opción estratégica. No es que no exista el poder en estas sociedades: es posible una sociedad sin dominación, pero no sin poder. Pero un poder-hacer en contraposición al poder-sobre. Un "puedo hacer esto o lo otro para mi y para los demás que al final recaerá en mi"  

"No se trata sólo de que “otro mundo sea posible”, sino de que “otros mundos existen”. Beltrán Roca, antropólogo.
 
El antropólogo Richard Lee, para complacer a los !kung (bosquímanos del desierto del kalahari), decidió comprar un buey de gran tamaño, el mejor de todos, y sacrificarlo como presente. Pero sus amigos le llevaron aparte y le aseguraron que se había dejado engañar al comprar un animal sin valor alguno.«Por supuesto que vamos a comerlo», le dijeron, «pero no nos va a saciar; comeremos y regresaremos a nuestras casas con rugir de tripas».Cuando sacrificaron la res de Lee, resultó estar recubierta de una gruesa capa de grasa. Más tarde sus amigos le explicaron la razón por la cual habían manifestado menosprecio por su regalo, aun cuando sabían mejor que él lo que había bajo el pellejo del animal: 

Sí, cuando un hombre joven sacrifica mucha carne llega a creerse un gran jefe o gran hombre, y se imagina al resto de nosotros como servidores o inferiores suyos. No podemos aceptar ésto, rechazamos al que alardea, pues algún día su orgullo le llevará a matar a alguien. Por esto siempre decimos que su carne no vale nada. De esta manera atemperamos su corazón y hacemos de él un hombre pacífico.”

La reciprocidad es la banca de las sociedades pequeñas, aldeas de entre 50 a 150 personas. Dado que el azar intervenía de forma tan importante en la captura de animales, en la recolecta de alimentos silvestres y en la agricultura, los individuos que estaban de suerte un día, al día siguiente necesitaban pedir. Cuanto mayor era el índice de riesgo, tanto más se compartía. 

Este intercambio sigue haciéndose incluso en nuestras sociedades capitalistas: intercambiar regalos, hacer las cosas de la casa gratis, los jóvenes no pagan con dinero por sus comidas en casa... Pero en las sociedades donde esto es común, es ofensivo mostrar cualquier signo de generosidad e incluso dar las gracias, porque eso significa primero que no se esperaba esa generosidad del otro y que se calcula lo que se recibe y lo que se da, y en estas sociedades la reciprocidad tiene que seguir siendo una norma común y espontánea, no algo medido y provocado. En este caso, las normas de cortesía no son bienvenidas. Como decía Pierre Bourdieu: "las concesiones de cortesía implicaban siempre concesiones políticas, son los impuestos simbólicos que deben pagar los individuos" 

El sentimiento de deuda con el otro siempre ha sido un sentimiento peligroso en toda sociedad igualitaria. De hecho, dicen que las primeras grafías sumerias fueron para controlar este sentimiento de don, contra-don y deudas. La primera palabra registrada que significa “libertad” es la sumeria  amargi  que quiere decir libre de deudas. Además, antropólogos economistas como David Graeber afirman que al contrario de lo que se cree, no fue el trueque el que dio lugar al dinero y después a los créditos.  

"El crédito y la deuda llegan antes, miles de años después aparece la acuñación de moneda y finalmente, se encuentran sistemas de trueque del estilo “te doy veinte pollos por esa vaca”, estos suelen aparecer allí donde, por algún motivo, los mercados monetarios han desaparecido – como, por ejemplo, en Rusia en 1998- porque la moneda ha colapsado o ha desaparecido." David Graeber.

Esto es porque en estas sociedades igualitarias, en el trueque, si tu vecino no tiene lo que tú quieres en este momento, no hay problema. No tiene porque haber un intercambio directo, ni ninguna tensión provocada esa deuda. Graeber añade: "Esto es lo que los antropólogos hemos observado, cuando unos vecinos intercambian uno de ellos dice “Eh, bonita vaca” y el otro dice “¿te gusta?, llévatela”. Ahora le debes una vaca a tu vecino. A menudo ni siquiera hay intercambio."

Además, en estas sociedades lo comparten todo por un igual, incluso con los compañeros que se han pasado el día durmiendo. Algunas antropólogos relatan con amargura como cuando regalan un paquete de cigarrillos a un miembro de una de estas aldeas, éste los parte en trocitos equitativos para todos sus compañeros. Todo el campamento, tanto residentes como visitantes, participan a partes iguales del total de recursos disponible. Un ejemplo claro son las islas del Pacífico Tokelau y las islas Cook, los archipiélagos más aislado del mundo (un día en barco para llegar al puerto más cercano), así que el individualismo no era una opción. El compartir se convirtió en un auténtico sistema que aún funciona, y se llama Inati. Todos los días, la pesca fresca se coloca en la playa y se reparte según las necesidades de cada cual.

Esto significa que hay un interés de todos de mantener abierto a todo el mundo el acceso al hábitat natural, porque todos se aprovechaban de estas tierras. Muchas eran y son sociedades animistas en las que todos los seres vivos y no vivos de la naturaleza eran considerados "gentes" tan respetados como los seres humanos.
No sólo de las tierras, tampoco de otros recursos básicos, armas, ropa, vasijas, adornos y herramientas, porque al ser pocos y conocerse todo el mundo, los objetos robados no se pueden utilizar de manera anónima. Además hacen vida al aire libre y se trasladan de manera frecuente, así que el tener más objetos es a veces más incómodo.  Si se quiere algo, resulta preferible pedirlo abiertamente puesto que, en razón de las normas de reciprocidad, tales peticiones no se pueden denegar.

"En partes como en Gabón o en el sur de Camerún, sólo piden limosna los locos. En la lengua fang, emplean el mismo término "nkukuannem" (enfermo del corazón) para designar a un mendigo y a un loco. "Y es que los que no están locos no mendigan, porque por pobres que sean siempre tienen algún pariente que los acoge y les ofrece cama y comida. Pero nadie ha valorado nunca como una muestra de desarrollo que en estas sociedades no haya "sin techo"." cuenta el antropólogo Gustau Nerín.

"En el lugar donde nací, la verdad es que la gente no tiene gran cosa, pero lo poco que tiene es suyo y vive en paz. Desde chico, he sido testigo de la solidaridad en mi pueblo. Cuando las cosechas han sido malas o las lluvias han sido demasiado fuertes, algunas familias se veían en situación difícil. Pero la comunidad le ponía remedio. Con el pretexto de evitar que las reservas se pudran y para que se aireen, los habitantes de Temanto acostumbraban a colocarlas en los umbrales de sus puertas. En realidad, se trata de ofrecer el excedente a los menesterosos. Al ofrecer una parte de la cosecha, muestras que eres capaz de compartir y los demás ven que no tiene nada que esconder. Es un signo de armonía y de apoyo, y la garantía de que a ti también se te ayudará si algún día eres tú el que está pasando necesidad." cuenta Mahmud Traoré  en "Partir para contar"


La antropóloga Jane Goodale, en su libro “To Sing With Pigs is Human: The Concept of Person in Papua New Guinea”, cuenta cómo observó a un grupo de niños del pueblo kaulong que recibieron plátanos suficientes para que cada niño tuvise uno. Los niños empezaron a jugar, pero no a competir por el más grande. Todos ellos partieron el suyo en dos mitades iguales, se comieron una y ofrecieron otra a otro niño, y a su vez recibieron la mitad del plátano de ese niño. Luego cada niño cortó esa otra mitad, se comió una de las mitades, ofreciendo la otra mitad a otro niño y recibiendo una mitad a cambio. Así, hasta que el trozo que quedaba era tan pequeño que era imposible partirlo. De esta manera, los niños aprendían a compartir y a no buscar provecho.

"Los niños bosquímanos San no juegan a ningún juego que tenga ganador o perdedor" cuenta el periodista Xavier Aldekoa al programa de radio "Carne Cruda". "Era muy curioso porque, por ejemplo, si jugaran a fútbol -que lo que harían es chutar a algo redondo-, nunca habría portería porque nadie gana, no entienden que se pueda ganar y perder."

 
Como en cualquier grupo social, era inevitable que hubiera individuos aprovechados que tomaban más de lo que daban y no hacían ningún trabajo. A pesar de no existir un sistema penal, a la larga este tipo de comportamiento acababa siendo castigado. El cometido de identificar a estos malhechores recaía en los chamanes que en sus trances adivinatorios se hacían eco de la opinión pública. Los individuos que gozaban de la estima y del apoyo firme de sus familiares no debían temer las acusaciones del chamán, pero los individuos pendencieros y tacaños, o los agresivos e insolentes, habían de andar con cuidado…

Otras sociedades igualitarias son las que llevan un modelo socio-económico basado en la redistribución: cuando las gentes entregan alimentos y otros objetos de valor a una figura de prestigio como, por ejemplo, el cabecilla, para que sean juntados, divididos en porciones y vueltos a distribuir. Era cuando se disponía de más alimentos que de costumbre. 


Entre los batek (Malasia) se espera que una persona con exceso de alimento lo comparta. De no hacerlo, los demás se lo exigen. No se espera ninguna expresión de agradecimiento, porque significaría que tenía derecho a quedarse con lo repartido, cuenta el antropólogo Kirk Endicott. Jacques Lizot (1992) escribe que entre los yanomamo el cazador es el único que no puede comer la carne que ha cazado porque contravendría el principio moral que obliga al reparto y se convertiría en un mal cazador y nunca más obtendría piezas. James Woodburn cuenta que entre los hadza, los mejores trozos de la carne se reparten entre los hombres ya iniciados. La otra mitad es para la gente que reparten entre el resto del campamento.

De todas formas, un cabecilla no es un lider o un jefe, porque carece de poder o autoridad sobre el pueblo. Es una persona respetada, sabia, que sabe evaluar el sentimiento generalizado de la comunidad y hacer de mediador. Es más portavoz que formador de opinión pública y es más pacificador que castigador. Primero porque no tiene medios físicos para castigar, y segundo porque está constreñido a la fuerza de persuasión, o a la palabra. Es decir, estas sociedades piensan que limitando al cabecilla a la palabra le quitan poder, porque el poder debe estar del lado del pueblo. Un ejemplo son los pütchipü’üis o “palabreros” de la comunidad de los wayuus de La Guajira. Son personas experimentadas en la solución de conflictos y desavenencias que mediante el diálogo buscan recuperar el tejido social afectado por las querellas mediante una justicia restaurativa y no punitiva.

El cabecilla sólo puede hablar exhortando a ser buenos y repitiendo las normas tradicionales de la sociedad, pero nunca dando órdenes ni muchos menos usando la violencia. De hecho, ser cabecilla es una carga porque deben ser modelos de lo que dicen, son los que trabajan más duro y dan con mayor generosidad y reservan para sí mismos las raciones más modestas y menos deseables. En el aymara boliviano, el camino hacia la madurez de todo individuo es un camino o thakhi que se enriquece sobre todo a través de los servicios hacia la comunidad (dentro de un modo de vida llamado Suma qamaña) . Los dirigentes de las comunidades durante su año de autoridad dedican todo su tiempo al servicio de su comunidad correteando de un lugar a otro para lograr que mejoren su escuelas o colegios, se atienda bien en salud, arreglen los caminos, sus comunarios se reconcilien cuando hay peleas, los visitantes se sientan bien recibidos...En estas sociedades tener un cargo es, realmente tener una carga pesada de la que no salen enriquecidos sino con los bolsillos vacíos y cargados de deudas de ayni (ayuda mutua y reciprocidad) Por eso un elemento clave en la indumentaria es el bulto (q’ipi) pesado que cargan en la espalda. La gente le critica si ese bulto no es pesado, pues debe significar que los dos cargan la responsabilidad por toda la comunidad. Un cargo es una carga, no un lucro.

Otro ejemplo claro son los monarcas maoríes, quienes como un símbolo de igualdad hacia sus súbditos eran enterrados en tumbas sin nombre, al igual que el resto de los integrantes de la tribu. De esta forma, los reyes maoríes cumplían esta tradición funeraria como una manera de demostrar que el monarca era uno más de su pueblo.

Es cuando esta humildad desaparece y aparecen varios cabecillas que compiten entre sí y tiene que alardear, jactarse de sus virtudes a través de campañas políticas, proclamaciones públicas... cuando aparece otro modelo socioeconómico basado en el prestigio y su legitimidad. El cabecilla que más daba se convertía en gran hombre. Un caso llamativo es el de los kwakiutl, indios de norteamérica, durante los banquetes competitivos llamados potlach donde estos hombres regalaban sus posesiones. El anfitrión muestra su riqueza e importancia regalando todo lo que tenía, queriendo dar a entender que tiene tantas que puede permitirse hacer tantos regalos. Por tanto, se puede decir que el potlatch consistía en cambiar regalos por prestigio. Un prestigio que no dudaban en proclamar:

 "Soy el gran jefe que avergüenza a la gente [...]. Llevo la envidia a sus miradas. Hago que las gentes se cubran las caras al ver lo que continuamente hago en este mundo. Una y otra vez invito a todas las tribus a fiestas de aceite [de pescado...], soy el único árbol grande [...]. Tribus, me debéis obediencia [...]. Tribus, regalando propiedades soy el primero. Tribus, soy vuestra águila. Traed a vuestro contador de la propiedad, tribus, para que trate en vano de contar las propiedades que entrega el gran hacedor de cobres, el jefe."

Hoy en día, cuenta el antropólogo Gustau Nerín en "Blanco bueno busca negro pobre": "Hay un verbo que se utiliza en francés de Camerún y de otros puntos de África, "faroter", que no tiene ningún equivalente en el francés de Francia, y tampoco dispone de traducción en español. (...). El "faroteo" (por llamarlo de alguna manera) es una forma de diversión que consiste en repartir grandes cantidades de dinero. Uno puede ir al pueblo de su mujer, sacar un gran fajo de billetes e irlos distribuyendo, a tontas y a locas, entre suegros y cuñados. O entrar en una discoteca y ofrecer barra libre entre todos los presentes... Un futbolista africano que juega en el extranjero puede volver de vacaciones a su barrio y empezar a repartir a todos los desconocidos, y también a los desconocidos...
No hay límite ni lógica en el arte de "faroter": el que da, no da para recibir nada a cambio, sino para ver reconocida su superioridad. Quien se dedica a "faroter" no lo hace porque los otros tengan "necesidades", sino para exhibir su riqueza." 
Fue cuando estos hombres se olvidaron de dar y sólo lo hacían a cambio de favores para su uso personal, cuando el gran hombre se convertía en jefe, jefaturas y Estados. 

"Demasiado tarde se dieron cuenta estos hombres de que sus jactanciosos jefes iban a quedarse con la carne y la grasa y no dejaron para sus seguidores más que huesos y tortas secas." 

"Así pues, no se hable más de la necesidad innata que siente nuestra especie de formar grupos jerárquicos. Ni de que anida en el hombre una insaciable sed de poder que, a falta de un jefe fuerte, conduce inevitablemente a una guerra de todos contra todos. Que un día el mundo iba a verse dividido en aristócratas y plebeyos, amos y esclavos, millonarios y mendigos, le habría parecido algo totalmente contrario a la naturaleza humana a juzgar por el estado de cosas imperantes en las sociedades humanas que por aquel entonces poblaban la Tierra." 
Marvin Harris, antropólogo.


Fuentes:
"Nuestra especie" Marvin Harris.
The !Kung San: Men, Women and Work in a Foraging Society. Richard Lee.
http://madrilonia.org/2011/12/%C2%BFque-es-la-deuda-entrevista-con-el-antropologo-economico-david-graeber/
http://wayuunkerra.blogspot.com.es/2007/04/la-figura-del-palabrero-trasciende-en.html
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2011/04/entrevista-beltran-roca-sociedades-sin.html
"Blanco bueno busca negro pobre" Gustau Nerín. 
"Partir para contar" Mahmud Traoré.

6 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Me quedo con lo que dice Marvin Harris, solo que se queda en la mitad, le falta decir, que cuando estos estos, que no eran supremos y cuando no cumplían con sus obligaciones, podían morir de distintas formas, algo que desgraciadamente no ocurre hoy, no solo no mueren si no que se van más contentos que unas pascuas con los bolsillos bien repletos.

Un abrazo

Antropólogaenlaluna dijo...

Sí claro, digamos que eso era cosa de los chamanes... es decir... de los espíritus vengadores, jeje. Saludos!

Anónimo dijo...

También hay que señalar que Marvin Harris añade al potlatch que " ...servía en los tiempos aborígenes para transferir alimentos y otros objetos de valor de centros de alta productividad a aldeas menos afortunadas." Así que dentro de esa vanagloria y periodo de trabrajo forzoso para demostrar superioridad, sería recompensado en épocas en que ellos fueran los invitados. Solo con la condición como dice Harris que admitieran al anfitrión como el gran hombre.

Un saludo.

hiniare dijo...

Yo también he leído algo de Harris, y creo entender que, para él, la autoridad de los jefes no se originó por la agresividad, sino por el deseo de ser alabados, admirados, por “ansiedad de afecto”, por la cual estaban dispuestos a hacer cualquier sacrificio, a trabajar duro y a arruinarse. Para Harris es una necesidad natural que tienen algunas personas. No sé si su teoría es válida, no explica por qué ninguna de esas personas es mujer, ¿no tienen las mujeres ansiedad de afecto? Que yo sepa nunca han existido la Gran Jefa ni la Gran Mujer. Aunque quizá habla de esto en otro sitio que yo no he leído.
h.

Königin dijo...

Es una delicia lo que la antropología ha descibierto a lo largo de los años, podríamos pensar que es una utopía, pero entonces porque nos cuesta tanto estar, ser, y adaptarnos a esta sociedad, sin duda, perniciosa.Felicidades por el blog me encanta.

XLuis MP dijo...

No creo que en las sociedades "avanzadas", para que funcionen bien, sea posible ni recomendable un igualitarismo "total". Lo que hay es que ser lo más justo posible y tratar a cada uno según se lo merezca.Todos somos diferentes y,además, hay que valorar el mérito y el trabajo. Creo que ni siquiera en los países comunistas hubo ni hay una igualdad "total", ni en lo económico, ni en lo organizativo, ni en lo social ni en lo jerárquico.Esto quizás si pueda funcionar bien en pequeñas comunidades, o medianas, un poco como si fueran "pueblos-Estado", un poco al estilo de las "ciudades-Estado" de la Grecia clásica. Pero no hay nada perfecto, obviamente, o es imposible de alcanzarlo.