viernes, 13 de junio de 2014

El País Dogón: el misterio de Sirio y Sigi.

"Una de mis tres mujeres es del País Dogón. Ella escapó de su pueblo cuando era adolescente porque no quería que le hicieran la mutilación genital, esos cortes que indicaba su tradición, y que luego la cosieran con las espinas del árbol de acacia del desierto. La encontré vagabundeando en Bandiágara y la llevé hasta mi casa. Es una mujer valiente. Y noble, como todos los dogones. ¿Puedes creer que nunca hubo un sólo robo en los últimos cien años en todo el País Dogón, toubab?"
H. Lanvers. "África, tormenta de libertad".

Un joven etnólogo llamado Marcel Griaule, en 1931, decidió lanzarse a la aventura de atravesar África siguiendo el eje del Sahel. Cuando alcanzó Sanga, una pequeña aldea situada sobre los acantilados de la falla de Bandiagara , en el corazón de Malí, se quedó parado ante un mundo vertical: había llegado al País Dogón.
Abajo, al pie de una pared rocosa de hasta 300 metros de altura, pudo ver pueblos de chozas de barro con techos de paja puntiagudos, baobabs, y en lo alto, excavadas en la roca, centenares de cuevas, misteriosamente construidas como moradas por los pigmeos tellem (literalmente “los de antes”), una etnia que vivió en la falla antes de la llegada de los dogón en el siglo XV. Los dogon las utilizan como cámaras funerarias. Así, cuando alguien muere, su cuerpo es enterrado allí arriba, cerca del cielo. 

Griaule explica en sus textos que esta sociedad muestra una curiosa gran atracción por lo vertical. En sus danzas rituales, los hombres se mueven sobre zancos de más de dos metros de altura. Otros llevan máscaras totémicas cuya longitud duplica la del portador. “Aquí ya no se nota nada de la sumisión de la mayoría de las personas que hemos encontrado hasta ahora”, escribe su acompañante Leiris. “Todos los que conocemos, sean negros o blancos, al lado de esta gente, parecen figuras harapientas o esperpénticas. ¡Qué religiosidad tan enorme! Uno se topa continuamente con lo sagrado, todo parece sabio y trascendente… Esta noche suenan los cuernos, y desde lejos se escuchan cantos.”

En realidad, su arquitectura vertical tenía un motivo sencillo: hasta hace relativamente poco, toda esta zona era hábitat de muchas fieras salvajes, como leones y hienas, y para vivir en tranquilidad debían construir en la altura. Así, cualquier recoveco de la pared era usado no sólo a modo de casa, sino hasta como huerto o almacén, en alturas de hasta doscientos metros.

Amma, su dios, no existe en las alturas, sino en la red de vida de la tierra. Es el dios de agua que inoculó en la diosa tierra y dio origen a cuatro parejas de gemelos (Nommo o Nummo), que representan la dualidad (el bien y el mal, día y noche, masculino y femenino...). Los Nommo son seres hermafroditas, ambigüos como lo que simbolizan. Pero uno de los gemelos, Ogo, quería gobernar él mismo y robó semillas. Indignado por su desobediencia, Amma le quitó la voz. Después le transformó en un ser cuadrúpedo: el zorro pálido.

El antepasado Lebe Serou fue sacrificado para dar fertilidad.“Fue el primer mortal, convertido en una gran serpiente", afirmó el cineasta Jean Rouch. "Como testimonio de aquel terrible acontecimiento se fabricó una máscara." Es la serpiente que vigila las cosechas.

Pero nada más mitológico que lo que se ha escrito sobre los dogón desde occidente. En realidad, el antropólogo Marcel Griaule nada escribió sobre la estrella más brillante que se ve desde la tierra, Sirio. Fue la antropóloga Germaine Dieterlen quien sostenía que el informante dogón Ogotemeli le había confiado a Griaule que los dioses nommo eran anfibios y llegaron desde el cielo en una nave voladora, y que sabían que Sirio tenía una compañera más pequeña, y que ya conocían los cuatro satélites de Júpiter. En 1976, el escritor Robert K. G. Temple publicó The Sirius mystery, donde popularizó la idea de que los dogón habían tenido contacto con extraterrestres; que tenían un conocimiento preciso de hechos cosmológicos solo conocidos a través del desarrollo de la astronomía moderna, ya que parecían conocer, según el relato de Griaule y Dieterlen, que Sirio forma parte de un sistema estelar binario, cuya segunda estrella, Sirio B, una enana blanca, había sido completamente invisible al ojo humano. El astrónomo Carl Sagán tuvo que intervenir, recordando que, curiosamente, todos los supuestos conocimientos de los dogón coinciden con los conocimientos astronómicos alcanzados en Occidente a principios del siglo XX, y también coinciden, claro, con los errores de la misma época. Jupiter, ahora se sabe, tiene por lo menos 63 satélites.

Lo que sí conocen los dogones es lo que pasa en la naturaleza, en la tierra y en la mente humana, tan misteriosas para los occidentales como el universo. 

Los poblados dogón se construyen de forma que su silueta dibuje un óvalo, simbolizando las ocho partes del cuerpo humano. Ocho era y es el número sagrado dogón. Los primeros gemelos y los colores ancestrales son ocho en sus mitos. 

En la cabeza del poblado se sitúa la Tógu nà, lugar de reunión adulta para debatir los problemas del poblado. Ocho enormes capas de mijo conforman el techo de esta construcción, de tan escasa altura que se debe entrar en cuclillas, dificultando así las confrontaciones físicas y alabando la humildad de la poca altura, donde sólo se puede alzar la palabra: la estrella que más ilumina en la tierra. 

El grueso del pueblo o cuerpo lo componen casas de adobe para habitar, y graneros, estando estos últimos separados por género. Ambos comparten el tejado puntiagudo característico de esta etnia, sin embargo, el masculino tiene más altura. Las mujeres guardan objetos personales en los suyos, y tienen la entrada prohibida a los hombres. Existe un edificio a las afueras de la ciudad, el lugar que ocuparían las manos de este ficticio cuerpo, donde las mujeres son desplazadas durante la menstruación. Los altares y lugares de culto se emplazan en el lugar de los órganos sexuales, vinculándolo con la fertilidad y la creación de la vida.

Entre los dogones, las emociones tienen su fuente en una corporeidad simbólica. La alegría, por ejemplo, es un sentimiento benéfico que despierta al hígado y hace latir suavemente al corazón al modo de un fuego que arde con regularidad. El "aceite" del hígado se funde y se traslada a las articulaciones para fortale­cerlas. En la ira, el corazón llamea, late con fuerza y "da punta pies que golpean los pulmones"; "'Todo se remueve' y el agua del hígado hierve, mientras que su aceite salta y chisporrotea como manteca demasiado caliente [ ...] . La vesícula biliar se hincha y derrama bilis en el hígado, lo que confiere "amargura a las palabras". El dolor físico o moral "carboniza" el hígado. Las lágrimas se consideran como una perdida del "agua de la sangre" (la linfa); el corazón se caldea y esta escapa por los ojos a la manera de agua hirviente. 

Hay más: el cuerpo no encuentra su principio en sí mismo, como creemos los occidentales, sino que, como el cosmos, también se compone del agua (sangre y líquidos del cuerpo), tierra (esqueleto), aire (soplo vital) y fuego (calor animal). Cada persona tiene en su clavícula ocho granos, cuatro masculinos y cuatro femeninos. El principio de la fuerza vital está en la sangre, y se llama nàma.

La ceremonia Sigi es el clímax de la vida de la tribu. La celebración sólo tiene lugar una vez cada 60 años, prolongándose hasta siete años y con alguna pausa de meses. El próximo Sigi tuvo lugar en 1967. Existe una lengua secreta ritual, el sigi sǫ (lengua de Sigi), que es enseñada a los dignatarios olubarū (nunca a las mujeres) de la Sociedad de las Máscaras durante los meses que dura el entrenamiento en la ceremonia sigi, y se utiliza para relatar la creación del universo, de la vida humana, y la llegada de la muerte en la Tierra. Esta historia se cuenta en siete episodios, uno por año. Aunque también se hace uso de esta lengua secreta para los diferentes rituales dogón. Durante estas procesiones, las máscaras y las danzas no faltan.

El hogón (lider espiritual) de los dogón autorizó a Rouch y Germaine Dieterlen a filmar el Sigi de 1967. Es un acontecimiento cíclico que va de aldea en aldea. Partiendo de un alejado pueblo llamado Youga Dogorou, una comunidad vestida con altas máscaras especiales para la festividad, algunas de hasta doce metros de altura, se desplaza hacia el Oeste recorriendo todos los poblados dogones, hasta terminar en el mismo pueblo. Las máscaras nunca se guardan, se destruyen cada 60 años.
Ahora, hay que esperar la ceremonia de 2027, si es que la habrá... Esto sí que es un gran misterio...



 

Fuentes:
http://www.mundo-geo.es/gente-y-cultura/dogon-la-magia-de-mali
http://www.historiasdenuestroplaneta.com/dias-dogones-trekking-visita-pais-dogon-mali/
http://www.rtve.es/alacarta/videos/otros-pueblos/otros-pueblos-mundo-dogon-mali/1527500/
Las Pasiones Ordinarias - Antropología de Las Emociones. David le Breton.

1 comentario:

Ernest dijo...

Sobre Rouch: http://www.rouge.com.au/3/rouch_tribute.html