jueves, 14 de febrero de 2019

Nacimiento y lactancia: el primer viaje.

"Un bebé no enseña a amamantar." Proverbio de Sudán de Sur.

“Todas las semillas tienen un cordón umbilical que se rompe cuando la semilla alcanza la madurez” Leonardo Da vinci.

La lactancia nos define como mamíferos. No importa cómo sea el animal de este grupo, una musaraña o un ornitorrinco, el manatí o el ser humano, todos alimentan a sus crías por disolución de su propio cuerpo para producir un líquido blanco que secretan a través de los pezones... excepto el ornitorrinco, que no dispone de pezones y amamantan a las crías a través de los poros de su piel. En cualquier caso, la leche materna ha sido perfeccionado a lo largo de 200 millones de años de evolución para proveer la nutrición que las crías necesitan.

Pero el caso del homo sapiens es completamente diferente, incluso del resto de los primates.

Primero, hay que recordar una afortunada característica del género homo, y es que sus crías nacen prematuras. Nacemos con la tercera parte de la capacidad craneal desarrollada. En todos los demás primates, la vida fetal acaba cuando se ha desarrollado la cabeza a la mitad del tamaño que va a tener en fase adulta. Si nosotros naceríamos de igual manera, naceríamos con 700 centímetros cúbicos, lo que tiene ahora un niño de un año de edad (de adultos, tenemos una capacidad craneal de 1350 centímetros cúbicos). Pero esta cabeza no podría atravesar el canal de parto, el cual se estrechó al adquirir la posición erecta. Así que somos bípedos pero nacemos prematuramente. El primer año de vida vamos desarrollando la cabeza hasta la mitad del tamaño de la fase adulta, cuando ya empieza la etapa de desarrollo infantil. Los seres humanos tenemos un periodo de vida fetal de 21 meses: 9 intrauterinamente y 12 extrauterinamente.

La infancia en el resto de los primates es bastante larga: en chimpances y gorilas cuatro o cinco años, en orangutanes puede llegar a los ocho años. Este periodo de lactancia es el principal mecanismo de frenada de natalidad: inhibe la ovulación, es decir, no pueden tener más crías hasta que no destetan a una cría, por lo que con este periodo infantil tan largo, los primates tienen poca descendencia. La genealogía humana escapó de este riesgo demográfico, disminuyendo el tiempo de lactancia (con 2 años es suficiente), hasta que el niño tiene el sistema digestivo mejor preparado para otros alimentos. Es entonces cuando se acaba la lactancia, la hormona prolactina no esta activada y puede tener más hijos.

Así es que podemos tener más descendencia, y también las crías más dependientes de toda la naturaleza. A ésto se le denomina neotenia. Nacemos con los huesos sin calcificar, en estado cartilaginoso, por lo que no podemos andar; y sin dientes y con el sistema inmunológico sin capacidad autónoma de responder al medio exterior, por lo que nos alimentamos de la leche materna.

No parece un buen prefacio para la supervivencia de nuestra especie, y sin embargo, hemos tenido éxito: gracias a la cooperación. Para eso, en general, la humanidad ha criado en tribu. Lo que se llama "familia extensa" y el "alocuidado" ha sido y es lo común, y en el género homo es tan extremo que las mujeres humanas son las únicas hembras mamíferas que llevan a cabo una importante función social cuando dejan de ser fértiles, pues tras la menopausia se sigue ocupando de cuidar y aconsejar a su familia. Función social de vital importancia, teniendo en cuenta que nuestro cerebro continúa desarrollándose después de la infancia y pubertad.

Pero este apoyo ocurre ya en el parto. Karen Rosenberg y Wenda Trevathan explican que entre los demás primates, la madre puede ayudar a nacer a su hijo, guiándolo en el parto con las manos, limpiándole la nariz y la boca para que pueda respirar mejor y liberándolo del cordón umbilical si es que éste se le enreda alrededor del cuello. El parto en los primates es un hecho solitario, sin ayuda ajena. Sin embargo, en nuestra especie, la vagina está orientada hacia delante y eso tiene que ver con la postura bípeda. La madre no puede ver la cara del neonato porque éste nace mirando en dirección contraria. Para nacer por un canal de parto tan estrecho, angosto y complicado, las crías tienen que hacer dos giros, girando hasta 180 grados, y un mal intento de tirar de él podría ocasionarle daños. Eso hace que generalmente en todas las culturas, las mujeres busquen asistencia en el momento del parto; el parto humano es una actividad social.

El alocuidado y un cambio de dieta más energética y de digestión más fácil, permitió que las crías dispongan de un tiempo de crecimiento y desarrollo perfecto para obtener un cerebro más grande. Y no sólo. La paleoantropóloga Leslie C. Aiello cree que el gran cerebro humano evolucionó gracias a los nutrientes de alta energía a través de la placenta antes del nacimiento, y después a través de la leche materna. Lo que aporta la madre.

La leche materna incluye ingredientes complejos, entre ellos, azúcares llamados oligosacáridos. Todos los mamíferos los producen. Pero por alguna razón, las madres humanas producen una variedad excepcional: los científicos han identificado más de 200 oligosacáridos (HMO) en la leche humana, siendo el tercer componente más abundante después de la lactosa y las grasas. La leche materna tiene cinco veces más clases de HMO que la leche de vaca, y varios cientos de veces su cantidad total. Incluso la leche de chimpancé es pobre comparada con la de nuestra especie.

Pero hay algo desconcertante: los bebés humanos no pueden digerir estos oligosacáridos.

"¿Por qué una madre gasta tanta energía fabricando estos compuestos químicos si son indigeribles y, por lo tanto, inútiles para su hijo?" se pregunta el divulgador científico Ed Yong (Yo contengo multitudes). "Una madre que amamanta a su bebé no solo lo está alimentando, sino también creando todo un mundo. Alimenta a bebés y a bacterias, infantes y bacterias "infantis" por igual. Es un sistema inmunitario preliminar que frustra a microbios malévolos. Es el medio por el cual la madre se asegura de que sus hijos tendrán los compañeros adecuados desde sus primeros días de vida".

Y esto ocurre así:
Estos azúcares pasan por el estómago y el intestino delgado sin cambios, y acaban en el intestino grueso, donde se encuentran la mayoría de nuestras bacterias.

En el campo de la pediatría, unos médicos descubrieron que unas bacterias llamadas "Bifidobacteria" eran más comunes en las heces de los niños amamantados que en las de los alimentados con leche maternizada. De ello dedujeron que la leche materna debía contener alguna sustancia que alimentara a estas bacterias, a lo que llamaron "factor bífidus". Los oligosacáridos nutrían de manera selectiva a una subespecie particular llamada "Bifidobacterium longum infantis", "B. infantis" para abreviar, que llegaba a superaba a cualquier otra bacteria intestinal.

¿Y por qué es tan necesario del B. Infantis? Libera ácidos grasos de cadena corta (SCFA) que alimenta a las células intestinales de un bebé y anima a las células intestinales a fabricar proteínas adhesivas que sellen huecos y moléculas antiinflamatorias que calibren el sistema inmunitario. Es decir, mientras la madre nutre a este microbio, este microbio nutre al bebé. Todos este potencial benéfico solo ocurre cuando el B. infantis crece con los oligosacáridos de la leche materna. Con lactosa, sobrevive, pero se desentiende de las células del bebé. Además, el B. Infantis libera un compuesto químico llamado ácido siálico para el gran y rápido crecimiento del cerebro que experimenta el bebé, y por ende, de su inteligencia. Por eso, entre los monos y los simios, las especies sociales tienen más cantidad y más diversas HMO en la leche que las solitarias, ya que grupos más grandes significa más lazos sociales que recordar, amistades que entablar y rivales que manejar. Además, vivir en grupos grandes significa más enfermedades, y los HMO pueden bloquear villanos como la Salmonella, Listeria, Vibrio cholerae (cólera)... e incluso pueden detener el VIH, por lo que la mayoría de los lactantes de madres infectadas no se infectan a pesar de tomar durantes meses leche cargada de virus.

En este proceso, nada tiene que ver el tamaño de los pechos. Los senos pequeños pueden producir leche igual que los grandes.
Las mujeres tienen los pechos abultados durante toda la vida, y no solo durante la lactancia, como sucede con otros mamíferos. En otras especies, los pechos abultados son una clara señal de no fertilidad, ya que durante la lactancia, no hay ovulación.
Nuestra especie es la única en que los pechos abultados se convierten en un rasgo sexual. Lynn Margulis fue la científica que describió la ovulación silenciosa de las humanas, una ovulación que no deja marcas ni rastros, de tal forma que ni la hembra puede saber cuando está ovulando. Esta ignorancia debió fortalecer los vínculos entre machos y hembras, ya que obliga al macho a estar siempre al lado de la hembra si quiere reproducirse. La sexualidad continua (característica que compartimos con otros primates: los bonobos) separó sexualidad de reproducción y favoreció la formación de grupos protectores sin los que nuestras crías tan indefensas no podrían sobrevivir.

***
Observa cómo una sola célula se convierte en un organismo completo en seis minutos. Una película de Jan van IJken (janvanijken.com). https://vimeo.com/315487551

Fuentes:
"Human Birth: An Evolutionary Perspective" Wenda Trevathan
"El primer viaje de nuestra vida" de Arsuaga.
"Pequeños pasos. Creciendo desde la Prehistoria" 
"Yo contengo multitudes", Ed Yong

3 comentarios:

Loam dijo...

"El parto humano es una actividad social"... aunque al parecer algunos aún no se han enterado.

Interesante artículo. Gracias.

Varado en la llanura dijo...

Excelente artículo, este espacio es un paraíso para las personas curiosas. Sin duda estas cuestiones condicionaron la evolución y supervivencia de nuestra especie, permitiendo la expansión del cerebro humano.

flora dijo...

Entre al blog, volviendo a mis raíces antropolocas… para entender, y entenderme.
Buscando encontrar de aquellas veces que te leía seguido, sabiendo que podía encontrar algo sobre la muerte y como las culturas la transitan...
Algo que me permita escribir, aliviar el dolor de que mi bebé hace menos de dos semanas eligió nacer e irse. Eligió atravesar mi canal de parto como decís... ya tan pequeño y complicado.. y tal vez, quien sabrá... no respirar.
Y me encuentro con esta maravilla sobre la leche. Leche que hoy me chorrea como manantial y decido verla y vivirla, como decidí que mi parto sea respetado y en mi casa, en amor.

Leche...que maravilla de la naturaleza.
Mañum.