miércoles, 28 de diciembre de 2011

Los indignados: el futuro es ahora.

“Actualmente en ningún lugar en el mundo hay mayores que sepan lo que saben los jóvenes. Antaño siempre había algunos adultos que sabían más que cualquier joven en términos de experiencia adquirida. Ahora no los hay. No se trata sólo de que los padres ya no son guías, sino de que no existen guías, los busque uno en su propio país o en el extranjero.”

“El desarrollo del futuro depende de que los jóvenes puedan conducir a sus mayores en dirección a lo desconocido."


Extraído del libro: “Cultura y compromiso: estudio sobre la ruptura generacional de Margaret Mead (antropóloga)”


Nuestra crisis actual ha sido atribuida tanto a la abrumadora celeridad del cambio, al derrumbe de la familia, a la decadencia del capitalismo, al triunfo de la tecnología sin alma y a la quiebra definitiva del Sistema. Pero seguimos enfocando el futuro como una prolongación del pasado: los historiadores hablan de la decadencia en que cayeron en el pasado los sistemas religiosos y el derrumbe de los imperios. Asimismo, la mayoría opina que la juventud disconforme de todas las sociedades del mundo es sólo una forma exagerada de las rebeliones adolescentes de  siempre.

La pregunta clave es ésta: ¿cuales son las condiciones que han desencadenado la revuelta juvenil en todo el mundo?

La primera de ellas es la aparición de una comunidad mundial. Por primera vez los seres humanos del mundo se han congregado, en razón de las informaciones que los unos tienen acerca de los otros y de las reacciones que los unos provocan en los otros, en una comunidad unida por el conocimiento y el peligro compartidos. Los veloces viajes aéreos en escala mundial y los satélites de televisión que giran en torno del globo nos han trasformado en una comunidad única en la cual los acontecimientos que se registran en un punto de la Tierra están inmediata y simultáneamente al alcance de los pueblos que habitan todo el resto del mundo. El mundo es una comunidad a pesar de que todavía carece de las formas de organización mediante las cuales se puede gobernar una comunidad política.

Nuestro pensamiento nos ata todavía al pasado, al mundo tal como existía en la época de nuestra infancia y nuestra juventud. Nacidos y criados antes de la revolución electrónica, la mayoría de los adultos no entiende lo que ésta significa. Los adultos forman una generación extremadamente aislada. Ninguna otra generación ha conocido ni ha experimentado jamás un cambio tan masivo y rápido... En cambio, la nueva generación, los jóvenes rebeldes y explícitos de todo el mundo que se baten contra los controles que los sujetan, están cómodos en su tiempo. A su juicio, la matanza de un enemigo no es cualitativamente distinta del asesinato de un vecino. No pueden conciliar nuestros esfuerzos por salvar a nuestros niños mediante todos los recursos conocidos con nuestra predisposición a exterminar con napalm a los niños ajenos.

Los jóvenes no saben qué es lo que se debe hacer, pero intuyen que debe de haber un sistema mejor. La situación en que nos encontramos actualmente se puede describir como una crisis de fe en la cual los hombres, que han perdido su confianza no sólo en la religión sino también en la ideología política y en la ciencia, se sienten despojados de todo tipo de seguridad. Pienso que esta crisis de fe se puede atribuir, por lo menos en parte, al hecho de que ahora no hay adultos que sepan más que los mismos jóvenes acerca de lo que éstos experimentan.
La mayoría de los padres se sienten demasiado inseguros para atreverse a ratificar los viejos dogmatismos. No sabe cómo educar a estos hijos que son tan distintos de lo que ellos mismos fueron. “Hasta hace muy poco tiempo, los adultos podían decir: «¿Sabes una cosa? Yo he sido joven y tú nunca has sido viejo». Pero los jóvenes de hoy pueden responder: «Tú nunca has sido joven en el mundo en el que soy joven yo, y jamás podrás serlo»”. Actualmente en ningún lugar en el mundo hay mayores que sepan lo que saben los jóvenes. Antaño siempre había algunos adultos que sabían más que cualquier joven en términos de experiencia. Ahora no los hay. No se trata sólo de que los padres ya no son guías, sino de que no existen guías, los busque uno en su propio país o en el extranjero.

Estos jóvenes disconformes comprenden que existe la necesidad crítica de que el mundo actúe inmediatamente para solucionar problemas que afectan a la totalidad del globo. Lo que desean es, en cierta forma, empezar a partir de cero. La idea del cambio ordenado, evolutivo, no entusiasma a esta generación de jóvenes, que no pueden asumir el pasado de sus mayores y que sólo atinan a repudiar lo que éstos hacen ahora. Desde su punto de vista el pasado es un fracaso colosal, ininteligible, y es posible que el futuro no encierra nada más que la destrucción del planeta.

El desarrollo del futuro depende de que se entable un diálogo continuo en el curso del cual los jóvenes gocen de libertad de actuar según su propia iniciativa y puedan conducir a sus mayores en dirección a lo desconocido. Sólo podremos construir el futuro con la participación directa de los jóvenes, que cuentan con ese conocimiento.

Hoy, cuando empezamos a entender mejor los procesos circulares mediante los cuales se desarrolla y transmite la cultura , reconocemos que la característica más humana del hombre, no consiste en su capacidad para aprender, que comparte con muchas otras especies, sino en su capacidad para enseñar ...El aprendizaje, que se funda sobre la dependencia humana, es relativamente sencillo. Pero las aptitudes para crear refinados sistemas aptos para enseñar, para entender y utilizar los recursos del mundo natural, y para gobernar la sociedad y crear mundos imaginarios, son muy complejas.

Debemos crear nuevos modelos para que los adultos puedan enseñar a sus hijos no lo que deben aprender sino cómo deben hacerlo; y no con qué deben comprometerse, sino cuál es el valor del compromiso. Las viejas culturas constituían sistemas cerrados que copiaban el pasado. Ahora debemos encaminarnos hacia la creación de sistemas abiertos que apunten al futuro y a los jóvenes. En lugar de orientar la rebeldía hacia la recuperación del sueño utópico que concibieron los abuelos, debemos aprender junto con los jóvenes la forma de dar los próximos pasos.

Tal como sucede en un país nuevo donde las viviendas de emergencia son el producto de la adaptación de modelos obsoletos, los hijos deben disfrutar del derecho a proclamar que tienen frío y a especificar de dónde provienen las corrientes de aire. El padre continúa siendo el hombre que tiene la pericia y la fuerza necesaria para derribar el árbol con el que edificará una casa distinta.

Archibald Macleish escribió en The Hamlet of A. Macleish:

Hemos aprendido las respuestas, todas las respuestas:
lo que ignoramos es el interrogante.

Yo recibí su libro en 1928, mientras estaba en las Islas del Almirantazgo estudiando a los manus. En esa época parecía casi seguro que los manus, un pueblo que todavía se adaptaba orgullosamente a su cultura de la Edad de Piedra, terminarían por convertirse eventualmente en proletarios incultos dentro de un mundo que no conseguían entender y sobre el que no podían ejercer ninguna influencia.  Hoy, cuarenta años más tarde, el pueblo manus ha salteado miles de años y ha logrado tomar su destino en sus propias manos como no podría haberlo hecho cuando, encerrado dentro de la Edad de Piedra, hostigaba y saqueaba las aldeas de sus vecinos menos agresivos. Actualmente prepara a sus hijos para la universidad, para el estudio de derecho y la medicina, y trasfiere al mundo más vasto de una nación en desarrollo el liderazgo que otrora ejerció, caprichosa y desorganizadamente, como tribu, dentro de un pequeño archipiélago.

Y ahora, al recordar la cita, cambié su enunciado porque ya podemos decir que por lo menos sí sabemos quiénes deben formular las preguntas para que nosotros, que tenemos a nuestra disposición un rico acervo de respuestas, podamos contestarlas. Los jóvenes deben formular las preguntas que a nosotros jamás se nos ocurriría enunciar, pero es necesario reconquistar la confianza suficiente para que los mayores puedan trabajar con ellos en la búsqueda de las respuestas.

La guerra no es la respuesta.
Pero para proceder así nosotros, los pueblos del mundo, debemos reubicar el futuro. A juicio de los occidentales, el futuro está delante de nosotros, quizá a sólo unas pocos horas del presente, a veces a mil años de distancia, pero siempre delante, aún no aquí, fuera de nuestro alcance. A juicio de muchos pueblos de Oceanía el futuro reside atrás, no adelante. Los balineses opinan que el futuro se parece a una película expuesta pero no revelada, que se despliega lentamente, en tanto que los hombres están a la espera de lo que les mostrará. Interpretan que es algo que los está alcanzando, y nosotros también utilizamos esta figura retórica cuando decimos que oímos a nuestras espaldas las pisadas implacables del tiempo. Para construir una cultura en la que el pasado sea útil y no coactivo, deberemos modificar la ubicación del futuro. También en este caso nos inspirarnos en los jóvenes que parecen anhelar utopías instantáneas.
Ellos dicen: 

El Futuro Es Ahora. 



*A pesar de los años transcurridos desde que la autora presentó estas reflexiones (1970), sus ideas son plenamente vigentes, y es más, nos afectan hoy más que nunca. ¿El futuro de Mead nos alcanza? 
"Si me dieran una hora para solucionar el mundo, gastaría 50 min en formular la pregunta correcta y 10 min en solucionarla" Albert Einstein.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Cuentos divertidos de Mulá Nasrudín.

Nasreddin, o Nasrudín, es un personaje mítico de la tradición popular sufí, cuyas historias sirven para ilustrar o introducir las enseñanzas sufíes. Se supone vivió en la Península Anatolia en una época indeterminada entre los siglos XIII y XV. Nasr-ed-Din significa "victoria de la fe" y Hodja, "el maestro" o "el profesor". También se le conoce como "El maestro Nasreddin" (Nasreddin Hodja) y Mulá Nasrudín.Su origen es medieval y se le conoce en lugares como Egipto, Síria, Asia central, Pakistán y la India. También en Turquía y Rusia. Su fama se extiende desde Mongolia hasta Turquía, e incluso el sur de Italia, en Sicilia (donde es conocido por el nombre de Giufà) y en Cerdeña, y sus aventuras y anécdotas se cuentan en multitud de lenguas distintas.

Al mulá Nasrudín le concedieron una entrevista en una compañía naviera. El director le dijo:
-"Nasrudín, es un trabajo peligroso. Algunas veces el mar se embravece. Si estás en medio de una gran tormenta, ¿qué harías con tu barco?".
-"Ningún problema. Simplemente bajaría el mecanismo de defensa que tienen todos los barcos, pesas, enormes lastres que mantienen el barco estable incluso en medio de una gran tormenta".
-"¿Y si viene otra gran tormenta...? 
-"Ningún problema. Volveré a bajar otro gran lastre".
-"Y si viene una tercera tormenta, ¿qué harías?". 
-"Ningún problema... más lastre".
El director no sabía qué hacer con aquel hombre. Le preguntó:
-"¿De dónde sacas todo ese lastre?".
-"¿Y de dónde saca usted todas esas tormentas?"

Una noche Nasrudin caminaba en solitario por una calle. De repente se dio cuenta de que unos cuantos hombres a caballo se dirigían hacia él.
Su mente comenzó a trabajar. Pensó que podían ser asaltantes, que podían matarle. O que podían ser soldados del rey y que podían llevárselo para que prestara el servicio militar o cualquier otra cosa mala. Se asustó y cuando los hombres y el ruido de sus caballos se acercaron, se puso a correr y entró a toda prisa en un cementerio. Para esconderse se tumbó rapidamente en una fosa abierta.
Los jinetes – que eran simples viajantes – se sorprendieron al ver a aquel hombre corriendo. Siguieron Nasrudin y se acercaron a la tumba en que estaba. Él estaba allí con los ojos cerrados como si estuviera muerto.
Los hombres le dijeron:
- ¿Qué te sucede?
- ¿Por qué te has asustado tanto de repente?
- ¿Qué pasa?
Entonces Mulla Nasrudin se dio cuenta de que se había asustado a sí mismo sin motivo.
Abrió sus ojos y dijo:
- Es algo muy complejo, muy complicado. Si insistís en preguntarme porqué estoy aquí, os lo diré. Estoy aquí por vuestra culpa y vosotros estáis aquí por la mía.

Un ladrón se introdujo en casa de Nasrudin. 
Tan pronto como éste advirtió su presencia, se escondió en un rincón. El ladrón se lo llevó todo. Nasrudin asistió a la operación, siguió al malhechor hasta su casa y le abordó educadamente.
- Gracias, extranjero, por haber querido trasladar todos mis efectos y mis muebles – le dijo. Has hecho que abandonamos mi sórdido alojamiento en el que tanto mi familia como yo nos estábamos pudriendo. Ahora, vamos a poder vivir aquí. ¡Voy ahora mismo a buscar a mi mujer y a mis hijos para que disfruten sin más tardanza de tu generosa hospitalidad!
El ladrón, angustiado ante la idea de tener que cargar con toda aquella gente, le devuelve en el acto todos sus bienes:
- ¡Tómalo todo de nuevo – exclamó -, y guárdate para ti tu familia y tus problemas!

En el curso de un viaje, Mulla Nasrudin llega a un pueblo. En el mercado se queda pasmado delante de un tenderete de Frutas exóticas, desconocidas, que encuentra de lo más apetitosas. Le dice al vendedor:
Estas frutas me parecen excelentes. ¡Póngame un kilo!
Se va la mar de contento con su compra. Un poco más lejos, le hinca el diente a una de estas frutas rojas, pero al instante siente que la boca le echa fuego. Se pone rojo. Sus ojos lloran y, sin embargo, continúa comiendo. Un transeúnte, que le está mirando desde hace rato, le aborda:
-Pero ¿qué hace usted?
-Creía que estas frutas eran muy buenas. Pensando que no iba a tener bastante con una sola, he comprado un kilo.
-Comprendo, pero ¿por qué se empeña usted en comérselas? Son pimientos rojos, y son terriblemente fuertes.
-No son los pimientos lo que yo me como ahora -profiere Mulla-, sino mi dinero!


Una noche, mientras dormía, Mulla sintió frío y se despertó. Llovía, granizaba y, entre estallido y estallido de trueno, oyó el ruido de una discusión cerca de su casa.
Movido por la curiosidad, saltó de la cama, se cubrió con su manta de lana y salió para comprender la causa de aquel jaleo. Advirtió entonces que había una banda de ladrones que , tan pronto como le vieron, se arrojaron sobre él, le arrebataron la manta y se pusieron pies en polvorosa.
Tiritando entonces de frío y de temor, regresó a su casa, cerró la puerta y se reunió con su mujer en la cama.
-¿Qué era tanto jaleo?- le preguntó ella-. ¿Y cual era la razón de esa disputa?
Nasrudin respondió con tono desenvuelto:
-Era una banda de gamberros que se peleaban por mi manta. Una vez que la han cogido, han hecho las paces y han proseguido tranquilamente su camino.


Nasrudin se fue a comprar un asno.
 La feria de los asnos estaba en su momento álgido entre una multitud de campesinos. En medio del barullo reinante, le oyó afirmar a uno que allí no había más que burros y campesinos. Nada más.
- ¿Eres campesino tú también? – le preguntó Nasrudin.
- ¿Yo? No ..
- ¡Entonces, no me digas más! – ironizó Nasrudin.

Cierto día, un campesino fue a visitar a Nasrudin, atraído por la gran fama de éste y deseoso de ver de cerca al hombre mas ilustre del país. Le llevó como regalo un magnífico pato. El Mula, muy honrado, invitó al hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una exquisita sopa preparada con el pato.
A la mañana siguiente, el campesino regresó a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan importante. Algunos días más tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso pasaron por la casa de Nasrudin.

Nasrudin: La sopa del Pato- Somos los hijos del hombre que le regaló un pato - se presentaron. Fueron recibidos y agasajados con sopa de pato.

Una semana después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Mula.

- ¿Quiénes son ustedes?
- Somos los vecinos del hombre que le regaló un pato.

El Mula empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo buena cara e invitó a sus huéspedes a comer.
A los ocho días, una familia completa pidió hospitalidad al Mula.

- Y ustedes ¿quiénes son?
- Somos los vecinos de los vecinos del hombre que le regaló un pato.

Entonces el Mula hizo como si se alegrara y los invito al comedor. Al cabo de un rato, apareció con una enorme sopera llena de agua caliente y llenó cuidadosamente los tazones de sus invitados. Luego de probar el líquido, uno de ellos exclamó:

- Pero... ¿qué es esto, noble señor? ¡Por Alá que nunca habíamos visto una sopa tan desabrida!

Mula Nasrudin se limito a responder:
- Esta es la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a ustedes, los vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regaló el pato.

Al bajar de la terraza de su casa, donde acababa de hacer la siesta, Nasrudín da un traspiés al pisar un escalón y rueda escaleras abajo.

- “Pero ¿qué pasa?” - le grita su mujer que, desde la cocina, ha oído el ruido de su caída.
- “Nada importante” - responde Nasrudín, poniéndose en pie como puede - “Ha sido mi abrigo que se ha caído por la escalera.”
- “¿Tu abrigo?.. pero ¿y ese ruido?”
- “El ruido ha sido porque yo iba dentro.”

martes, 20 de diciembre de 2011

Los ositos rosas con cancer: el pensamiento positivo.

 “La primera cosa que me hizo pensar que había algo realmente espantoso respecto al cáncer de mama, más allá del pensamiento de morir, fue el hecho de encontrarme en el periódico con un anuncio de osos de peluche rosas con cáncer de mama. Me horroriza morir con un oso de peluche rosa metido bajo mi brazo. Antes que eso, dispárenme, por favor.”

"El pensamiento positivo es en realidad un brillante método de control social, ya que anima a la gente a pensar que no hay nada malo en el sistema (la economía, la contaminación ambiental). Y que lo que está mal tiene que ver con usted, con la actitud personal de cada uno"


Barbara Ehrenreich, con 70 años, es ensayista y activista social estadounidense. Hace diez años, vivió el que define como el “peor momento de mi vida hasta ahora”: le diagnosticaron un cáncer de pecho. Una situación angustiosa que le provocó un lógico malestar y mucha incertidumbre.
Sin embargo, Ehrenreich pronto descubrió que el “no estoy bien” no cuadraba en el nuevo mundo al que estaba accediendo. Un mundo de lazos y ositos rosas, al que se le dedican incontables páginas web, boletines, grupos de apoyo e, incluso, una revista mensual de alta gama. Y un mundo en el cual, descubrió, no todos ven la enfermedad con preocupación e, incluso horror –“por el contrario, la actitud que cunde es la de ánimo, ánimo a toda costa”, explica–. Y donde, a medida que se adentraba y leía blogs y libros y otros testimonios, se daba cuenta de que el miedo, el enfado y el pesimismo que ella sentía por sufrir la enfermedad no eran aceptables.
Cuando le dijeron que se tomara el cáncer “como un regalo”, sintió que se había llegado a un límite y respondió a aquella avalancha azucarada escribiendo Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo (Ed. Turner); un libro en el que pasa revista a la influencia que ha tenido en la sociedad estadounidense la corriente del pensamiento positivo. Casi una nueva religión, que ella califica de dictadura, y que no sólo tiene influencia en el mundo del espectáculo (con sacerdotisas como Oprah Winfrey) y en la medicina, sino también en la vida privada y hasta en la economía. 

Explica en Sonríe o muere que cuantas más mujeres con cáncer conocía y más cosas leía, más sola se sentía… ¿Cómo era posible, con la cantidad de información, organizaciones y testimonios que hay alrededor de esta enfermedad?
Cuando me diagnosticaron el cáncer, mi primer impulso fue buscar apoyo, buscar a otras mujeres que pasaron por lo mismo. Me sentía furiosa, furiosa por tener la enfermedad y someterme a los tratamientos. Pero no encontré apoyo, sino todo tipo de exhortaciones de ser positiva: con mensajes como que no iba a mejorar si me enfadaba con mi situación. Que mi curación dependía de mi actitud. Y la cosa no acababa aquí, sino que se me instaba a ir más allá y sentir que el cáncer era una cosa maravillosa.

Eso es algo perverso…
Es muy perverso. De hecho, se usa un término que dice que el cáncer “es un regalo”. Alguien llegó a decírmelo, y yo le respondí que esperaba no figurar en su lista de Navidad… Estaba muy enfadada. Y, de hecho, fui a mi tratamiento con pensamientos muy negativos. Iba a las sesiones escuchando a Rage Against de Machine, un grupo de rap-metal, que se aleja de mi gusto musical habitual… Quizás debería escribir un libro sobre cómo te puedes curar de un cáncer estando así. Porque hoy sabemos, ya hay suficientes estudios hechos en los últimos diez años, que tu actitud no tiene nada que ver con tus posibilidades de sobrevivir cualquier tipo de cáncer. El mito ha sido desautorizado, ¡pero siguen diciéndolo!

Ud. habla de cómo la “cultura del lazo rosa” infantiliza a las mujeres con cáncer de mama.
Bien, la primera cosa que me hizo pensar que había algo realmente espantoso respecto al cáncer de mama, más allá del pensamiento de morir, fue el hecho de encontrarme en el periódico con un anuncio de osos de peluche rosas con cáncer de mama. No es que morir me dé mucho miedo, pero me horroriza morir con un oso de peluche rosa metido bajo mi brazo. Antes que eso, dispárenme, por favor.

¿Qué respuesta ha tenido su libro?
Mientras lo escribía pensé que iba a despertar mucho odio, que mi iniciativa de llevar la contraria iba a considerarse una traición. Y sí, en alguna ocasión he recibido algún mensaje horrible, pero es poco frecuente. En general, he recibido cartas y mensajes muy agradables, de gente que me ha dicho: “¡Gracias a Dios que has hablado!”. Muchas personas han agradecido mi libro porque creían que eran las únicas que pensaban que sufrir un cáncer no era algo agradable y que tenían derecho a estar enfadadas. Pensaban que había algo malo en ellas.

¿Por qué cree que el pensamiento positivo ha tenido tanto éxito en su país?

En Estados Unidos, y hasta cierto punto en el Reino Unido, una “actitud positiva” es obligatoria en el puesto de trabajo. Pueden despedirte simplemente por tener una, digamos, “mala actitud”. Lo que supone un nuevo nivel de intimidación psicológica por parte del empleador. Así, para mucha gente es como decir, “bien ¿como voy a salir adelante en la vida? Tengo que aprender a ser más positivo.” En segundo lugar está la idea, que es más una zanahoria que un palo, de que tú puedes controlar el mundo con tus pensamientos. Es una especie de mito de un poder personal infinito.
Creo que, en última instancia, viene debido a las grandes dosis de ansiedad e inseguridad que existen en Estados Unidos. El primer gran mercado para la motivación y el pensamiento positivo apareció en los años 50, en los departamentos de ventas de las empresas. El vender es un trabajo muy duro, son gente que va a ser rechazada la mayor parte de las veces, por lo que ha de levantarse, sonreír de nuevo y seguir adelante. Ese fue el principio del pensamiento positivo en el mundo corporativo, pero llegó un punto, en los años 90, que todo el mundo parecía necesitar motivación: ingenieros, técnicos…

Gente que ya estaba lo bastante ­motivada…
Sí. La otra gran parte, por eso, es que todo este auge coincidió en un tiempo en el que las empresas empezaron a recortar las plantillas como estrategia principal y eso eliminó algunos de los clásicos incentivos de trabajar para una empresa, como la posibilidad que ser promocionado y de poder estar allí de por vida. Eso ya no te lo ofrecen. Entonces, una forma sencilla para lidiar con el desespero y la ansiedad es pagar 25.000 dólares para que un conferenciante motivacional hable a los empleados que van a ir a la calle y les diga que todo lo malo que les pasa es un problema suyo, que lo que necesitan es una actitud diferente. No hay espacio para el fracaso. Hasta el punto de que no hay palabras para él, hay que encontrar otra manera de hablar de fracaso, como “un periodo de transición”, por ejemplo, en caso de que hayas perdido tu trabajo.

Una de las cosas que usted denuncia del pensamiento positivo es que promueve el individualismo, que liquida la empatía. ¿No es algo contradictorio?
Sí, no hay empatía. Eres solamente tú. Es una de sus trampas: el pensamiento positivo anula el sentimiento de colectividad. Y no quiero sonar conspiratoria, pero esta actitud puede recordar a una forma de control social. Si le dices a la gente que cualquier cosa que le pase es culpa suya y que eviten a cualquiera que es un perdedor o un quejica, realmente estás previniendo cualquier tipo de crítica organizada o de resistencia.  

Usted explica que esta corriente está en muchos sectores de la sociedad, como la medicina, la religión, el espectáculo y en el mundo de los negocios. ¿Qué papel ha representado en este último?
En los últimos años el pensamiento positivo ha estado presente en el ámbito de las decisiones y las políticas económicas. Me remonto al 2006, que fue el año en el que en Estados Unidos el libro El secreto (una de las biblias del pensamiento positivo) se convirtió en un best seller. Fue también una época en la que prácticamente ni un economista decía que los precios de las casas no podrían seguir subiendo para siempre. La mayoría decía que era ley natural que aumentaran. Nadie, en el mundo de los negocios, pese a que mucha gente ya entonces en mi país vivía en la pobreza, sentía que podía suceder algo malo económicamente y que era inviable que esa supuesta prosperidad siguiera y siguiera… 

Pero es que podían despedirte si decías que algo no funcionaba o no podía funcionar, por muy bueno que fueras. Esta negación no fue la única causa de la crisis, claro, hubo muchas otras, como las desigualdades del estilo de vida americano, que hicieron a tanta gente objetivo de estas hipotecas basura, y también la codicia. Pero mezclado con todo ello estaba esa idea de que nada iba a ir mal.

Durante mucho tiempo tuve la convicción de que el capitalismo es realmente racional – al fin y al cabo se basa en números. Pero pregunté repetidamente a los expertos ¿piensa que los tipos de arriba se creen algo de esto? La respuesta fue “absolutamente”. El significado del “management” cambió de manera decisiva en los años noventa: de la noción de que realmente conoces el negocio se pasó a la de que eres un líder porque desprendes una especie de confianza que inspira a los demás. Lo que significa que el pensamiento positivo es un culto. Pregunté a un tipo muy brillante de Wall Street  “¿Piensan realmente esta gente que con estas ideas pueden atraer a alguien?”  “Absolutamente”, respondió. Si ganas $500m, realmente de alguna forma puedes.
Es el pensamiento positivo como vehículo para atraer dinero, no para hacer un mundo mejor… Es una corriente muy materialista. 

¿Es usted una persona positiva?
¡No! A veces soy optimista por ciertas cosas porque tengo razones para serlo, pero… Le daré un ejemplo muy básico: me he pasado gran parte de mi vida cuidando a niños pequeños (primero, a mis dos hijos; ahora, a mis nietas) y, cuando estás al cargo de niños, simplemente no puedes asumir que todo va a ir bien. Has de prever que es posible que sucedan accidentes, cosas malas… ¡Si hay silencio durante más de quince minutos, has de ir a ver qué pasa! Es así como hemos sobrevivido. Yo no puedo conducir un coche y ser positiva; tengo que pensar que los otros conductores son probablemente insensatos. Esta es una vigilancia normal que ha permitido a nuestra especie seguir adelante. 

Ud. apela a un retorno al pensamiento crítico. ¿De que manera pueden los negacionistas promover una aproximación más escéptica?
Para mí, es muy importante desde el punto de vista político. Las desigualdades han crecido drásticamente y, a pesar de todo, no pasa nada. Hay varias explicaciones. Una de ellas es esta ideología de la auto-inculpación. Hagamos posible que la gente mire, que vea algunas cosas que están conformando sus vidas y que asuma la idea de que podemos realizar cambios sociales que cambiarían las probabilidades en un sentido mucho más favorable para la gente.

Bueno, el movimiento de ocupación, que cada día crece más, no se ha etiquetado, pero… ¡vamos! Creo que pertenecen a la izquierda desde el punto de vista de que se levantan en contra de la opresión que provocan los sueldos bajos y el paro. Gente que denuncia la codicia, que rechaza los modelos imperantes y que asegura que hay otras maneras de vivir. Eso es suficientemente bueno para mí. Estar junto a los desamparados, esa es la esencia de lo moral. Si alguien está siendo golpeado en la calle, no te unes a él, sino que le ayudas.  

Y en eso me siento muy identificada con este movimiento y… 

...soy optimista.


"Yo soy libre. Libre de divertirme cuanto quiera. Hoy día todo el mundo es feliz."
"No son los filósofos, sino los que se dan a la marquetería y los coleccionistas de sellos, quienes constituyen la espina dorsal de la sociedad."
"Vale más desechar, que tener que remendar. Cuanto más remiendo, más pobre me encuentro."
"Cuando el individuo siente, la comunidad se resiente."

"Un mundo feliz" de Aldous Huxley.


Fuentes:

sábado, 17 de diciembre de 2011

Las sociedades igualitarias: los hombres que no amaban el poder.

 "Naturalmente que tenemos cabecillas. De hecho, somos todos cabecillas... cada uno es su propio cabecilla."

 "Rechazamos al que alardea, pues algún día su orgullo le llevará a matar a alguien. Por esto siempre decimos que su carne no vale nada. De esta manera atemperamos su corazón y hacemos de él un hombre pacífico.”
!Kung.

¿Puede existir la humanidad sin gobernantes ni gobernados? Los fundadores de la ciencia política creían que no. «Creo que existe una inclinación general en todo el género humano, un perpetuo y desazonador deseo de poder por el poder, que sólo cesa con la muerte», declaró el filósofo político Thomas Hobbes. Éste creía que, debido a este innato anhelo de poder, la vida anterior (o posterior) al Estado constituía una «guerra de todos contra todos», «solitaria, pobre, sórdida, bestial y breve». ¿Tenía razón Hobbes? ¿Anida en el hombre una insaciable sed de poder que, a falta de un jefe fuerte, conduce inevitablemente a una guerra de todos contra todos? A juzgar por los ejemplos de bandas y aldeas que sobreviven en nuestros días, durante la mayor parte de la prehistoria nuestra especie se manejó bastante bien sin jefe supremo.

El antropólogo Richard Lee, para complacer a los !kung, decidió comprar un buey de gran tamaño y sacrificarlo como presente. Después de pasar varios días buscando por las aldeas rurales bantúes el buey más grande y hermoso de la región, adquirió uno que le parecía un especímen perfecto. Pero sus amigos le llevaron aparte y le aseguraron que se había dejado engañar al comprar un animal sin valor alguno.

«Por supuesto que vamos a comerlo», le dijeron, «pero no nos va a saciar; comeremos y regresaremos a nuestras casas con rugir de tripas».

Pero cuando sacrificaron la res de Lee, resultó estar recubierta de una gruesa capa de grasa. Más tarde sus amigos le explicaron la razón por la cual habían manifestado menosprecio por su regalo, aun cuando sabían mejor que él lo que había bajo el pellejo del animal:

“Sí, cuando un hombre joven sacrifica mucha carne llega a creerse un gran jefe o gran hombre, y se imagina al resto de nosotros como servidores o inferiores suyos. No podemos aceptar ésto, rechazamos al que alardea, pues algún día su orgullo le llevará a matar a alguien. Por esto siempre decimos que su carne no vale nada. De esta manera atemperamos su corazón y hacemos de él un hombre pacífico.

El tema principal de su incansable conversación, relató Lorna Marshall, es la comida. Pero quizás el segundo tema más frecuente sean los regalos:

"Hombres y mujeres hablan de las personas a quienes han hecho o se proponen hacer regalos. Expresan satisfacción o rechazo por los obsequios que han recibido. Si alguien se demora de forma inesperada en devolver un regalo, la gente lo comenta. Los amigos de un hombre le excusaron porque su mujer, decían, se había apoderado de todas sus cosas y le había empobrecido, de manera que ahora él no tenía nada que regalar. A veces, en cambio, la gente era acusada de tener un "corazón distante" (tacañería) o de ser incapaz de manejar su vida, y nadie disculpaba estos defectos ni solicitaba paciencia a los demás".

Como un informante dijo a Marshall: "Lo peor de todo es no hacer regalos. Si dos personas se desagradan mutuamente pero uno hace un obsequio al otro y éste se ve obligado a aceptarlo, la paz reinará en ellos. Siempre nos hacemos regalos entre nosotros. Damos lo que tenemos. Esta es la forma en la que convivimos".

La reciprocidad es la banca de las sociedades pequeñas, aldeas de entre 50 a 150 personas. Dado que el azar intervenía de forma tan importante en la captura de animales, en la recolecta de alimentos silvestres y en el éxito de las rudimentarias formas de agricultura, los individuos que estaban de suerte un día, al día siguiente necesitaban pedir.

«Cuanto mayor sea el índice de riesgo, tanto más se comparte.»

Por eso, en el intercambio recíproco no se especifica cuánto o qué exactamente se espera recibir a cambio ni cuándo se espera conseguirlo. Este intercambio sigue haciéndose en otras sociedades, incluso las capitalistas, pues entre parientes cercanos y amigos es habitual dar y tomar: los jóvenes no pagan con dinero por sus comidas en casa ni por el uso del coche familiar, las mujeres no pasan factura a sus maridos por cocinar, y los amigos se intercambian regalos de cumpleaños y Navidad. No obstante, hay en ello un lado sombrío, la expectativa de que nuestra generosidad sea reconocida con muestras de agradecimiento. Allí donde la reciprocidad prevalece realmente en la vida cotidiana, nadie da jamás las gracias por la carne recibida de otro cazador. Expresar agradecimiento por la ración recibida indica que se es el tipo de persona mezquina que calcula lo que da y lo que recibe.

«En este contexto resulta ofensivo dar las gracias, pues se da a entender que se ha calculado el valor de lo recibido y, por añadidura, que no se esperaba del donante tanta generosidad.»

Llamar la atención sobre la generosidad propia equivale a indicar que otros están en deuda contigo y que esperas resarcimiento. No son los únicos que rechazan los agradecimientos. Entre los semai, los forrajeros de Malasia central, la expresión de gratitud indicaría sorpresa por la generosidad o el éxito del cazador, según Marvin Harris. A los pueblos igualitarios les repugna sugerir siquiera que han sido tratados con generosidad.

Lee observó que lo compartían todo por un igual, incluso con los compañeros que se habían quedado en el campamento o habían pasado el día durmiendo o reparando sus armas y herramientas. No sólo juntan las familias la producción del día, sino que todo el campamento, tanto residentes como visitantes, participan a partes iguales del total de comida disponible. La cena de todas las familias se compone de porciones de comida de cada una de las otras familias residentes. Los alimentos se distribuyen crudos o son preparados por los recolectores y repartidos después. Hay un trasiego constante de nueces, bayas, raíces y melones de un hogar a otro hasta que cada habitante ha recibido una porción equitativa. Al día siguiente son otros los que salen en busca de comida, y cuando regresan al campamento al final de día, se repite la distribución de alimentos.

En estas sociedades pequeñas y preestatales redundaba en interés de todos mantener abierto a todo el mundo el acceso al hábitat natural. Supongamos que un !kung con un ansia de poder como se levantara un buen día y le dijera al campamento: «A partir de ahora, todas estas tierras y todo lo que hay en ellas es mío. Os dejaré usarlo, pero sólo con mi permiso y a condición de que yo reciba lo más selecto de todo lo que capturéis, recolectéis o cultivéis.» Sus compañeros, pensando que seguramente se habría vuelto loco, recogerían sus escasas pertenencias, se pondrían en camino y, cuarenta o cincuenta kilómetros más allá, erigirían un nuevo campamento para reanudar su vida habitual de reciprocidad igualitaria, dejando al hombre que quería ser rey ejercer su inútil soberanía a solas. Cuando prevalecían el intercambio recíproco y los cabecillas igualitarios, ningún individuo podía controlar el acceso a los ríos, lagos, playas, mares, plantas y animales, o al suelo y subsuelo. 

No sólo existía la ausencia de posesiones particulares en forma de tierras, sino también de otros recursos básicos. Cada uno posee efectos personales tales como armas, ropa, vasijas, adornos y herramientas, pero nadie tenía especial interés en apropiarse de estos objetos. Los pueblos que viven en campamentos al aire libre y se trasladan con frecuencia no necesitan posesiones adicionales. Además, al ser pocos y conocerse todo el mundo, los objetos robados no se pueden utilizar de manera anónima. Si se quiere algo, resulta preferible pedirlo abiertamente puesto que, en razón de las normas de reciprocidad, tales peticiones no se pueden denegar.

Como en cualquier grupo social, era inevitable que hubiera individuos aprovechados que sistemáticamente tomaban más de lo que daban y que permanecían echados en sus hamacas mientras los demás realizaban el trabajo. A pesar de no existir un sistema penal, a la larga este tipo de comportamiento acababa siendo castigado. El cometido de identificar a estos malhechores recaía en un grupo de chamanes que en sus trances adivinatorios se hacían eco de la opinión pública. Los individuos que gozaban de la estima y del apoyo firme de sus familiares no debían temer las acusaciones del chamán, pero los individuos pendencieros y tacaños, o los agresivos e insolentes, habían de andar con cuidado…

Si en las simples sociedades del nivel de las bandas y las aldeas existe algún tipo de liderazgo político, éste es ejercido por individuos llamados cabecillas que carecen de poder para obligar a otros a obedecer sus órdenes. Pero, ¿puede un líder carecer de poder y aun así dirigir?
Cuando un cabecilla da una orden, no dispone de medios físicos certeros para castigar a aquellos que le desobedecen. Por consiguiente, si quiere mantener su puesto, dará pocas órdenes: sólo pueden usar su fuerza de persuasión. Estos hombres toman la palabra con mayor frecuencia que los demás y se les escucha con algo más de deferencia, pero no poseen ninguna autoridad explícita. Cuando Lee preguntó a los !kung si tenían «cabecillas» en el sentido de jefes poderosos, le respondieron: «Naturalmente que tenemos cabecillas. De hecho, somos todos cabecillas... cada uno es su propio cabecilla.»
El cabecilla mantiene la paz mediante la conciliación antes que recurrir a la coerción. Tiene que ser persona respetada, de lo contrario, la gente se aparta de él o va dejando de prestarle atención. Al anochecer reúne a la gente en el centro de la aldea y les exhorta a ser buenos. Y siempre evitará formular acusaciones contra individuos en concreto. La mayoría de las veces un buen cabecilla evalúa el sentimiento generalizado sobre un asunto y basa en ello sus decisiones, de manera que es más portavoz que formador de la opinión pública. 

Pero ser cabecilla puede resultar una responsabilidad frustrante y tediosa: es el primero en levantarse por la mañana para intentar despabilar a sus compañeros. Da ejemplo no sólo de trabajador infatigable, sino también de generosidad. A la vuelta de una expedición de pesca o de caza, cede una mayor porción de la captura que cualquier otro, y cuando comercia con otros grupos, pone gran cuidado en no quedarse con lo mejor.

Así pues, no se hable más de la necesidad innata que siente nuestra especie de formar grupos jerárquicos. Ni de que anida en el hombre una insaciable sed de poder que, a falta de un jefe fuerte, conduce inevitablemente a una guerra de todos contra todos. Que un día el mundo iba a verse dividido en aristócratas y plebeyos, amos y esclavos, millonarios y mendigos, le habría parecido algo totalmente contrario a la naturaleza humana a juzgar por el estado de cosas imperantes en las sociedades humanas que por aquel entonces poblaban la Tierra.


 -Esperad, tú eres el jefe, dile que venga a vernos.
- Si le digo a un hombre que haga lo que no quiere hacer, ya no soy el jefe.

Si quieres saber más sobre lo que hubo después de los cabecillas y las sociedades igualitarias (cabecillas, grandes hombres, jefes, estados y pijos): http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2012/01/cabecillas-grandes-hombres-jefes.html

Fuentes:
"Nuestra especie" Marvin Harris.
The !Kung San: Men, Women and Work in a Foraging Society. Richard Lee.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Los indios que nunca mienten: los guaraníes.

“En lengua guaraní ñe’ê significa “palabra” y también significa “alma”.

Creen los indios guaraníes que quienes mienten la palabra, o la dilapidan, son traidores del alma.” 
Eduardo Galeano, escritor.


En realidad, no se trata de la misma palabra. Ñe'ã en guaraní es corazón, alma, entrañas. Pero los guaranís, o los avá (“hombre” en lengua guaraní), se consideran ñe’êngatu (ñe’ê = palabra + ngatu = perfecta); es decir, emiten palabras perfectas; y por consiguiente, dicen solamente lo que deben decir y hablan solamente cuando tienen algo que merezca la pena decir. Para ellos, la palabra es sagrada. En esencia, el indígena Guarani no debe mentir; y por consiguiente, la lengua tampoco.

David Galeano Olivera, profesor y Licenciado en Lengua Guaraní, relata una anécdota sobre la importancia de las palabras para estos indios:   

“Después de mucho insistir y sobre todo de habernos ganado su confianza, un día nos invitaron a participar de un no'õvusu, o asamblea de líderes o mburuvicha, una especie de "cumbre presidencial", donde tratan cuestiones de interés general. Es un encuentro privado, sólo reservado a ellos. Recuerdo que los líderes llegaron de grandes distancias, de a pie (15, 30, 50 y más kilómetros) para aquel no'õvusu. Estuvieron 11 en total. En fín, el primer día, un martes, se sentaron acompañados de sus mujeres y debidamente ataviados. Estuvieron todo el día sin decirse una sola palabra, absolutamente nada. Se levantaron del sitio solamente para comer o para cumplir sus necesidades. El día siguiente ocurrió lo mismo. Y el tercer día, como a la media tarde, uno de ellos –el inspirado– se puso de pie y solamente pronunció tres palabras: “ko'áĝa ñañemitỹva'erã avati”. Después de escucharlo, todos se pusieron de pie y retornaron a sus comunidades. Imagínense, se reunieron tres días únicamente para escuchar tres palabras, palabras sagradas” 

El concepto de la perfección es algo que les apasiona. Es su razón de ser. Basta recordar que en el Alto Parana y Kanindeju viven los Ava Guarani o Avakatu o Avakatuete (donde ete es superlativo), es decir, personas perfectas o plenas. Es por ello que los están obligados moral y éticamente a practicar lo correcto, el error solo puede ser una casualidad.

La imperfección siempre fue una molestia para el indígena. De allí también la tradición del tera’o (quitarse o cambiar el nombre). Esta notable práctica se daba y se da cuando la persona comete una infracción moral. Ocurrida la imperfección, el siguiente paso será ponerse un nombre nuevo, sin manchas, que les garantice nuevamente su condición de tekokatu (vida perfecta) y avakatu (hombre perfecto) Pero la cuestión no pasa por andar cambiando de nombre a cada rato. El tera’o es prácticamente un acto de humillación social. Por otra parte, el indígena Guarani está seguro que puede llegar a la plenitud de la perfección: el aguyje (estado de gracia) Por eso, cuando le ponían o le ponen el nombre a una persona, no mienten ni imaginan, sino que estampan con ese nombre, mediante la palabra, las características más exactas de la persona. Es decir, el nombre es la persona misma, es la esencia de la persona, su identidad.

"...Es difícil hablar sobre la identidad en un ratito, porque es un tema muy complicado... pero algunas cosas si se pueden decir... con respecto a eso, creo que se universalizó en los últimos años una concepción de la identidad que me parece muy limitada, que diría que casi que reduce la identidad a un asunto de museo, y yo creo que sobre todo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, o sea, creo en una identidad en movimiento, creo en una identidad viva y creo mucho más en las identidades elegidas que en las entidades heredadas, en una región del mundo como es América Latina que tiene una amplia experiencia en la materia.

Por citar sólo dos ejemplos, pero los ejemplos son miles y miles y miles, citaría dos de casos de identidad elegida: un antropólogo alemán llamado Curt Unckel que llega a Brasil a principios del siglo XX, o sea, mil novecientos y un poquito, para estudiar a los guaraníes. Es un hombre joven, recién regresado de una universidad alemana y al entrar en contacto con los guaraníes, con los Tupí guaraníes, que son los guaraníes del Brasil, descubre que él es guaraní, y bueno, asume esta revelación, pasa a llamarse Curt Nimuendajú, "nimuendajú" significa en guaraní "el que elige su casa". Y muchos años después muere siendo un indígena guaraní, que además es un antropólogo que se estudia a sí mismo. O sea, que ya no está estudiando a otro como si fuera una cosa ajena, sino que estudia sus adentros..." Eduardo Galeano.

Curt Nimuendajú (1883 - 1945), nacido y conocido hasta 1921 como Curt Unckel, era etnólogo y antropólogo. De joven, pasaba muchas horas estudiando mapas y leyendo todo lo que en la biblioteca de la fábrica donde trabajaba había sobre los indios de la América del Norte y del Sur. En 1905, apenas dos años después de su llegada al Brasil, Curt Unkel toma contacto con los guaraníes del interior del Estado de São Paulo, y no tarda en verificar que está en condiciones de presentar al mundo científico muchos conocimientos nuevos e importantes sobre ese pueblo. 

Los guaraníes son un pueblo nativo originario de la región amazónica, que se estableció en distintas regiones del continente, especialmente en el Paraguay (la palabra Paraguay, deriva de un vocablo guaranì: “Agua grande que desemboca”) y en Argentina (noreste), en Brasil (sur y suroeste) y sureste de Bolivia.
La auto denominación étnica original de los hoy llamados guaranies es avá, que significa "hombre". El muy difundido nombre "guaraní" les fue dado por los españoles al escuchar los gritos de guerra de este pueblo, guará-ny (combatir-les). Otra version afirma que la denominación se tomo de "guariní" que significa precisamente guerra o guerrear, al parecer los mismos indios se denominaron de esa manera, indicando con ello que se consideraban guerreros. Actualmente se estima que aún existen cientos de miles de guaraníes y su idioma es hablado por 5 a 12 millones de personas.

“A veces”, recordaba el etnólogo Robert H. Lowie sobre Curt (Nimuendajú) Unckel, “me parecía injusto que yo pudiera estar sentado cómodamente en casa, mientras él andaba de viaje por ríos peligrosos, recorriendo las selvas tropicales o visitando sin éxito alguno ciertas tribus indígenas que habían sido ampliamente exterminadas por alguna epidemia de sarampión. Sin embargo, él no deseaba otra cosa que viajar donde los indios; todo lo que esperaba de la vida era el apoyo financiero suficiente para poder realizar sus viajes”.


En una carta fechada en 1920 el historiador Clemens Brandenburger describía su encuentro con Unckel que había acudido a él “todo andrajoso, proveniente de una estancia donde los guaraníes”, pero que luego no aguantó por mucho tiempo, ya que “no le agradaban ni la gran ciudad de São Paulo ni el trabajo periodístico”. “No aguanta nunca mucho tiempo en un mismo sitio”. “En tales casos, es poco lo que uno puede hacer, y tiene que dejar que [esas personas] vivan su vida de acuerdo con las leyes a las que ellas responden”.

El desasosiego y la precariedad monetaria constituyeron dos constantes en la biografía de Curt Unckel, quien fue durante toda su vida un marginal tanto para el mundo académico como para la sociedad brasileña en general. La única pausa en medio de ese espíritu incansable lo encontró entre los indios, a cuyo estudio dedicó cuatro décadas de su vida, antes de morir el 10 de diciembre de 1945, en circunstancias no esclarecidas hasta hoy, en una aldea de indios ticuna a orillas del río Solimões.

He vivido siempre como un indio entre los indios, y durante esa vida, aunque no he estado exento de errores, he aprendido a hablar la lengua guaraní quizá mucho mejor que algunos que han escrito más sobre el tema que yo”. En el año 1906 fue “acogido en la tribu con todas las formalidades”, momento en el cual también fue rebautizado con su nuevo nombre indio: “Nimuendajú”, un apelativo al que algunos investigadores atribuyen el significado de “el que ha establecido su morada”; y que otros, de un modo más detallado, interpretan como “aquel que supo abrir su propio camino en este mundo y conquistó su lugar”.

El lugar que Curt Nimuendajú Unckel supo conquistarse fue la vida en las aldeas indígenas de Brasil. De los más de doscientos pueblos indígenas que hoy habitan en ese país, él conoció en persona más de cuarenta. “Nimuendajú”, sin embargo, siguió siendo el nombre con el que el propio Unckel se denominó a sí mismo a partir de entonces, era el nombre con el que firmaba y que consta oficialmente en su expediente civil.

Y con el que estudiaba sus adentros.

La tierra para los guaraníes es "TEKOHA"; "teko" significa manera de ser/estar, costumbre. La tierra no es sólo un sistema de producción, es el espacio de vida para desarrollar su existencia. No hay ser sin tekoha. Los monocultivos de soja y maíz les amenazan.
El sistema económico guaraní es el "jopói", que quiere decir manos abiertas, reciprocidad. El trabajo crea las condiciones para la vida social. Precio se dice "tepy", que quiere decir VENGANZA. “Hepy eterei" (es muy caro) = “La venganza es muy cara”, dicen.



Fuentes: