jueves, 9 de diciembre de 2021

Antropología más allá de la humanidad: de setas, venados, árboles, lobos y pájaros de fuego.

«En esta época de desafíos medioambientales causados por los humanos, tenemos que acordar que las historias humanas y las no humanas forman parte del mismo conjunto de desafíos de investigación.»  

Anna Lowenhaupt Tsing.


Y el desafío de investigación de esta antropóloga fue uno de los hongos más valorados del mundo, la seta matsutake, pero también todas las redes de relaciones multiespecies en torno a ella. Eligió esta seta no solo por su alto precio, sino porque se la arregla para vivir en las ruinas que hemos creado. Y es que este hongo aparece tras la deforestación y los incendios, cerca y en relación mutualista con el pino rojo que germina en estas zonas. Aún así, en Japón se considera un manjar que puede llegar a precios astronómicos, porque ya apenas quedan matsutakes. Y esto es debido a que a partir de 1950, disminuyó la intervención en sus bosques y aparecieron otras variedades de árboles, que desplazaron al pino rojo. Su elevado precio permitió que fuera la única actividad económica viable en estos ecosistemas. 
Y comenzaron a importar del resto del mundo, por ejemplo de los bosques deforestados del noroeste estadounidense. Muchos de estos recolectores son refugiados de Laos y Camboya que lucharon en primera línea de combate por el bando estadounidense en sus países de origen. El matsutake se convierte así en el símbolo de ese acto de imaginación para sobrevivir en las ruinas del capitalismo, en las ruinas de un mundo que se queda sin recursos y sin ninguna estabilidad. “El matsutake realza las grietas existentes en la economía política mundial." "Muchos recolectores de Oregón son personas desplazadas de economías industriales, al tiempo que los propios bosques son los restos de la obra de la escalabilidad [del progreso lineal]"
“Aquí convergen muchas historias distintas que nos llevan más allá de los mundos burbuja para adentrarnos en cambiantes cascadas de colaboración y complejidad”.
 
"Porque la antropología no se distingue por su objeto, un rayo de luz sobre los seres humanos mientras deja todo lo demás en penumbra, sino por su manera de trabajar, que es la de aprender a través de la participación en/con otras vidas
", advierte otro antropólogo, Tim Ingold. Tsing utiliza los términos ensamblaje, conjuntos polifónicos, mundos multiespecíficos... Sea como fuere, explica "necesito ver como se unen diversas formas de vida, también formas de ser no vivientes", y las describe como potenciales historias en ciernes. Valga esta entrada para reconocer la importancia de esta etnografía multiespecie, a través de diversas historias.
 
El zoólogo Wouter Van Hoven fue llamado a analizar las causas de la muerte de más de 2000 antílopes sudafricanos, kudús, de la reserva Kruger en Transvaal, Sudáfrica... pero terminó investigando a las acacias. Van Hoven se dio cuenta de que los animales fuera de la reserva, libres, evitaban a las acacias kaffra, alimentándose de muchos otros árboles. Si las rumiaban, nunca lo hacían del mismo grupo de individuos, sino de acacias muy alejadas entre sí. Así mismo, las jirafas de la reserva evitaban las acacias cuando se acercaban a ellas en la dirección del viento y diversificaban al máximo su alimento. Pero los kudús de la reserva, confinados en un recinto especial, no tenían más remedio que comer siempre las hojas bajas y siempre de los mismos árboles. El árbol, viéndose gravemente amenazado, emitía al aire una señal a través de los poros de sus hojas. Esta señal viajaba hasta 45 metros avisando a otros árboles cercanos de la presencia de herbívoros. Una vez recibida la señal, las acacias comenzaban también a producir tanino antes de recibir la amenaza. El veneno se acumulaba en los pobres kudús hasta provocarles la muerte al cabo de pocos días.

Las mujeres Xhosa adoran su madera para crear sus pipas tradicionales.

Otro ejemplo sobre la comunicación entre los árboles es el que cuenta la bióloga Robin Wall Kimmerer, en su libro "Una trenza de hierba sagrada: Sabiduría indígena, conocimiento científico y la enseñanzas de las plantas". Describe a las especies veceras: las especies leñosas que dan mucho fruto en un año, y poco o ninguno en otro. ¿Y esto por qué?

"Cuando los árboles producen más de lo que las ardillas pueden comer, algunas
nueces se salvan de la depredación. Del mismo modo, cuando las despensas de las ardillas están llenas de nueces, las hembras satisfechas tienen más crís en cada camada y la población de ardillas se dispara. Lo que significa que los halcones tiene más crías y que las madrigueras de los zorros también están llenas. Hasta que llega el otoño siguiente y se acaban los días felices, porque los árboles detienen su producción. No hay mucho con lo que las ardillas pueden llenar su despensa, así que tienen que buscar alimento cada vez más lejos, exponiéndose a la vista de los halcones y zorros hambrientos, cuya población también ha aumentado. [Lo que hace que] la población de ardillas se desplome. Casi podemos imaginar a los nogales susurrándose entonces: "Apenas quedan ya ardillas, ¿no es este el momento para producir nueces?" Y las flores vuelven a dar una extraordinaria producción. Trabajando juntos, los arboles sobreviven y se extienden."
 
Y reflexiona: "La prodigalidad mutua podría parecer incompatible con la evolución y la supervivencia individual, pero es un error separar en este proceso el bienestar individual, de la salud del conjunto." En este caso, "cuando sacian tanto a las ardillas como a la gente, los árboles aseguran su propia superviviencia.(...) Del mismo modo, solo aquellos que saben leer la tierra para encontrar nueces y transportarlas a la seguridad del hogar, sobrevivirán a las nieves de febrero y pasarán ese comportamiento a su progenie, no por transmisión genética, sino mediante prácticas culturales."
Y si no encuentras nueces porque no has sido más rápido que una ardilla, siempre te puedes conformar pensando en el guiso de ardilla... bromea la biológa de la nación Aashinabe (EEUU).

En Arnhem Land, en el Área Protegida Indígena Mimal (Australia), hay un pájaro muy especial: Karrkanj le llaman, que significa "alborotador" en lengua dalabon. Es el Halcón Pardo, el pájaro de fuego. Coge con sus garras un palo ardiente de una fogata y deja caer el palo humeante para encender otro fuego en otra zona. A medida que los pequeños reptiles y mamíferos se escabullen de las llamas recién encendidas, Karrkanj se lanza en picado para alcanzar su presa. 
Es un ave muy significativa para los Rembarrnga y Dalabon, para los que el fuego es parte de la cultura y la historia de su tierra (Mimal significa fuego). El conocimiento experto del control del fuego es transmitido de generación en generación y se utiliza para incendiar de manera estratégica un patrón de incendios pequeños durante la estación seca y fría y así prevenir incendios forestales calientes y dañinos más adelante. En tiempos antiguos, sin calendarios ni aparatos, sabían cuando era el momento propicio observando los cambios climáticos, las estrellas o la luna. Y también, como el ave, hacían uso del fuego para atraer presas con el fin de darles caza, revitalizando los arbustos de los que se alimentaban.
Karrkanj es un auténtico alborotador, se salta los cortafuegos que producen los aborígenes para provocar incendios forestales no deseados. Y aún así, le consideran un amigo indispensable. Y no es el único ave rapaz que propaga fuegos, también lo hacen el milano negro y el milano silbador. Todos trabajan para la supervivencia individual, pero trabajan juntos para mantener el hábitat saludable. Después de todo, árboles autóctonos como los eucaliptos o la acacia mimosa, son capaces de renacer del fuego: sus cápsulas de semillas se abren gracias al calor, y el suelo rico en cenizas, resulta perfecto para su germinación. El eucaliptos es capaz de renacer a partir de unos brotes en dormición debajo de su corteza carbonizada. Su corteza secada y aplanada, servía de lienzo para los aborígenes. Y sus tallos, cuando los ahuecan las termitas, son la base perfecta de los diyeridús.

"Después de escuchar historias de nuestra familia y pueblos aborígenes en el norte de Australia, los investigadores ahora están trabajando para demostrar que los pirómanos voladores realmente existen. Piensan que es solo una historia inventada, y no lo es", explicaban hace tan solo unos pocos años, en 2018, los gestores de "Mimal Land".

El biólogo Milton M. R. Freeman contaba otro ejemplo esclarecedor sobre la
dependencia multiespecies, y en este caso fue el razonamiento de los inuit los que aclararon el entuerto. Se trataba de la cacería del caribú en la isla Ellesmere del Canadá ártico. Los científicos administradores de la fauna canadiense dictaron a los inuit que tenían que cazar sólo caribús grandes o machos, y sólo algunos animales de cada rebaño, con el fin de salvaguardar su ecosistema. Los inuit advirtieron que esa medida destruiría los rebaños más que su práctica tradicional de caza. Y eso fué lo que ocurrió: la población de caribús disminuyó de forma drástica. Los inuit explicaron que como ocurría en todo grupo social, todos los miembros caribú eran indispensables para la supervivencia de toda la comunidad. Todos tenían un rol, y los animales más viejos y grandes no eran menos. Tenían la paciencia y fuerza suficiente para excavar en la nieve y encontrar alimentos, y además, eran un buen modelo a seguir para los más jóvenes.

Los caribús también aparecen en el libro "Kings of the Yukon: An Alaskan River Journey" de Adam Weymouth. En esta obra se desarrolla una entrevista a Percy Henry, un anciano Tr’ondëk Hwëch’in, nación originaria de Canadá. Henry tenía ochenta y nueve años en ese momento (2018). Así explicó todas las muertes de caribús por ataque de lobos que preocupaban en esa zona:

"El lobo es el médico de todos los animales". “Él persigue al caribú. No los mata en la primera oportunidad. Podría, pero son entrenados por lobos viejos para no matarlos hasta que uno se caiga a un lado. Ese es débil. Así es como se mantienen saludables, haciéndolos sudar".

Pero ahora, dice Percy, los lobos jóvenes no saben qué hacer. Comenzó cuando el estado empezó a sacrificar lobos como una forma de proteger al caribú. Les dispararon a los lobos viejos, a los que entrenan a los cachorros. Entonces, contaba que veía lobos que entraban en los patios para atacar a los perros, lobos persiguiendo motos de nieve. "No se les ha enseñado a temer; no han recibido educación de sus mayores." No saben cómo comportarse correctamente, salen y se meten en problemas.
"Pero la gente no me cree, porque no se puede leer en un libro", se lamentaba Henry. Y sentenciaba: “el mundo era bueno, pero lo arruinamos”.

"La colaboración y la cooperación son fundamentales para los mamíferos sociales, y extremadamente importante para los primates." advierte Agustín Fuentes, antropólogo primatólogo. "Pero eso no significa que seamos buenos todo el tiempo, corriendo tomados de la mano por un campo de margaritas durante la mayor parte de la historia evolutiva. No, también nos agredimos unos a otros en la cabeza. Es solo que, en promedio, aquellos que pasaron todo el tiempo golpeando a otros en la cabeza no lo hicieron muy bien."

El historiador Rutger Bregman reafirma:
"Busque libros sobre la naturaleza humana y encontrará títulos como Demonic Males, El gen egoísta y The Murderer Next Door (El asesino al lado). Los biólogos asumieron durante mucho tiempo la teoría más sombría de la evolución, en la que incluso si un animal parecía hacer algo amable, se lo consideraba egoísta. ¿Afecto familiar? ¡Nepotismo! ¿El mono parte un plátano? ¡Explotado por un gorrón! Como se burló un biólogo estadounidense: “Lo que pasa por cooperación resulta ser una mezcla de oportunismo y explotación. […] Rasca a un "altruista" y mira cómo un "hipócrita" sangra". 
¿Y en economía? Lo mismo. Los economistas definieron nuestra especie como el
homo economicus: siempre con la intención de obtener ganancias personales, como robots egoístas y calculadores. Sobre esta noción de la naturaleza humana, los economistas construyeron una catedral de teorías y modelos que terminaron promulgando montones de leyes. Sin embargo, nadie había investigado si realmente existía el homo economicus. Es decir, no hasta que el economista Joseph Henrich y su equipo lo asumieron en 2000, al visitar quince comunidades en doce países de los cinco continentes, agricultores, nómadas y cazadores y recolectores, todos en busca de este homínido que ha guiado la teoría económica por décadas. En vano. En todas y cada una de las ocasiones, los resultados mostraron que la gente era simplemente demasiado decente. Muy amable."
 
Parece que ser homo economicus consiste en satisfacer los intereses propios, y utilizar los encuentros con el resto del planeta para maximizar estos intereses, permaneciendo inmutables a su influencia. Pero nuestra vulnerabilidad nos advierte que para sobrevivir necesitamos ayuda, que la superviviencia siempre involucra a otros, tanto dentro de nuestra propia especie, como entre especies distintas.
"El problema es que el progreso dejó de tener sentido", advierte Tsing. "Fuimos cada vez más los que un día alzamos la vista y nos dimos cuenta de que el emperador estaba desnudo." "Debemos buscar historias que se desarrollen a través de la contaminación, la transformación a través del encuentro". 
"Es en el contexto de este dilema donde las nuevas herramientas de observación parecen tan importantes".
 
Las cestas de mimbre juegan un papel fundamental en el mundo de la micología. Los agujeros del recipiente permiten esparcir las esporas para la reproducción de los hongos.

 
 
Fuentes:
 
La seta del fin del mundo. Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas. Anna Lowenhaupt Tsing.
Una trenza de hierba sagrada: Sabiduría indígena, conocimiento científico y la enseñanzas de las plantas. Robin Wall Kimmerer.
Rutger Bregman, Dignos de ser humanos: Una nueva perspectiva histórica de la humanidad.
Kings of the Yukon: An Alaskan River Journey. Adam Weymouth
The Nature and Utility of Traditional Ecological Knowledge. Milton M.R. Freeman.
En busca del Homo Economicus: experimentos de comportamiento en 15 sociedades de pequeña escala. Joseph Henrich.
Anthropology beyond humanity. Tim Ingold. https://www.waunet.org/downloads/wcaa/dejalu/feb_2015/ingold.pdf

https://www-bushheritage-org-au.translate.goog/newsletters/2020/winter/fire-birds?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=sc

https://onbeing.org/programs/agustin-fuentes-this-species-moment/

domingo, 28 de noviembre de 2021

La tarantella y la jota: la mordida de la tarántula.

Tengo un tormento dentro de mi pecho, que me consume y nunca se para.
Se estremece la tierra debajo de mis pies,
nunca hay un final para mi caída.
Lo que estás comiendo no tiene sabor,
para mi no hay luces ni colores.
La gente sabía como curarte, hay un mal nombres para eso, se llama Taranta.
Y ahora que los tiempos andan cambiando,
nadie puede sentir mi dolor.
Quien me trae el agua para sanarme.
A quien pido la gracia para curarme.
No sé si es taranta lo que siento,
pero no me deja tranquila y me vuelve loca.
Si es taranta, no me abandones,
si bailas solo no podrás curarte.
Si es taranta, déjala bailar, si es melancolía, échala fuera.
Taranta - Canzoniere Grecanico Salentino (ft L. Einaudi)
 

“La picadura de la tarántula mantiene al hombre en su propósito, es decir, en lo que pensaba cuando fue picado” Leonardo Da Vinci.

"No es que unos mientan y otros digan la verdad; [...]; sino que la precisa desigualdad de los países, la idiosincrasia del insecto y del mordido, y otro cúmulo de circunstancias que alteran generalmente las cualidades de los cuerpos, son la verdadera causa de haber faltado en este suceso muchas de las notadas por los médicos italianos"  
1787, Francisco Xavier Cid, médico titular del Ilustrí.
 


Según el doctor Francisco Xavier Cid, la tarántula es un “ponzoñoso insecto” que provocaba “una picadura aguda bastante dolorosa”, pero también otros síntomas: “ansias, congojas, suma inquietud”, “desazón interior”, “desasosiego” o incluso “melancolía”. Y en España, al igual que en Italia, explica Cid, "también se predica ser necesario para la curación de los tarantulados que salten, brinquen o baylen hasta sudar, en cuya evacuación piensan consistir el remedio".

 "Porque unos cantan, otros ríen, otros lloran, otros saltan, otros duermen, otros sudan, otros tiemblan y, finalmente, otros hacen cosas extrañas. Empero a todos los accidentes tan discrepantes es un remedio común la música: la qual mientras dura, cada uno torna en sí mismo, y parece no tener mal ninguno, y cessando la voz, o los instrumentos, vuelve a su primer locura." escribió Pedanio Dioscórides Anazarbeo, médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia.

Pero no toda música vale. En Italia, sólo el ritmo de la "tarantella" es eficaz. Tradicionalmente, esta danza procedente de Tarento, en la Italia meridional, región de la Puglia, en la que abundan las tarántulas. Los tarantulados o atarantados, en el siglo XVII, eran atendidos por violinistas en vez de por médicos. 
 
No fueron pocos los investigadores que escribieron sobre este ritual. El antropólogo Ernesto de Martino criticaba la antropología de su época, la de los años 50, que trataba las otras culturas y sus prácticas como exóticas, curiosidades, pintorescas... y las más de las veces, como subdesarrolladas, o parte del pasado. Algo así como describía el escritor Eduardo Galeano a los Nadie: "que no practican cultura, sino folklore".

No solo Ernesto de Martino estaba en contra de este tipo de antropología, sino también el filósofo y sociólogo Antonio Gramsci, que escribió mucho antes de este tema pero sus escritos se publicaron al mismo tiempo. Dos hombres que, cada uno a su manera, intentaban contextualizar no solo en el momento histórico, sino que también resaltaban de alguna manera las relaciones de poder entre las culturas hegemónicas sobre las subalternas, las desigualdades que habían entre las personas en esas sociedades, de género, clase, creenvias religiosas...

Es más, Gramsci, que era de una zona campesina de Cerdeña, escribió una carta a su madre desde la carcel, para pedirle que le recogiera canciones y texto de las fiestas de las zonas rurales de Italia, y le decía que siempre estaba interesado en estos grandes temas porque no los consideraba memeces como los demás.

«Cuando puedas, envíame algunas de las canciones sardas que cantan por las calles en Boltano, y dime si aún hacen alguna fiesta, los certámenes poéticos; escríbeme los temas que cantan. La fiesta de San Constantino en Sedilo, y de San Palmerio, ¿las hacen aún? La de San Isidro, ¿es aún tan grande? ¿Permiten sacar la bandera de los cuatro marcos a hacer los pasacalles? ¿Hay aún capitanes que se visten como los antiguos milicianos? Tú sabes bien que estas cosas me han interesado mucho siempre; escríbeme y no te creas que son memeces...»

Y hay otra anécdota, que la cuenta el antropólogo Carles Feixa. En el año 1917, el gobierno había enviado a Turín una brigada de soldados de Cerdeña para reprimir a los obreros en huelga. El caso es que estos soldados sardos eran pastores pobres, así que algunos obreros pensaron en lanzarles un escrito invitándoles a «fraternizar con los obreros turineses y a no odiarles porque eran sus hermanos de clase». Un grupo fue a ver a Gramsci, que entonces era profesor en Turín, para que les aconsejara y revisara el manifiesto. Uno recuerda que lo reescribió hasta cuatro veces... Y aconsejó no poner la palabra “hermanos” ni tampoco “clase”. Dijo que para los pastores pobres de la Cerdeña, los obreros de Turín eran unos “señores” y no “hermanos”. Y la “clase” era la escolar, y no la social como nosotros la entendíamos. Había que hablarles claramente, de ricos y de pobres. Y claro, para estos soldados pobres, los ricos eran esos obreros en huelga, que eran ricos y les estaban traicionando. Así que había que decirles que los obreros de Turín no eran tan ricos, que se habían declarado en huelga contra los patronos porque no tenían pan y porque querían la paz. Y todo eso, en contacto directo, nada de escritos, y en dialecto sardo y con algún mediador sardo también. Gramsci fue uno de los mediadores, y se sorprendieron mucho que un profesor sardo estuviera apoyando a los obreros de Turín. Muchos soldados fueron luego obreros en esa ciudad."

Ernesto De Martino fue otro investigador que decidió profundizar en su propia cultura. En 1959 viajó a Salento, y en compañía de un psicólogo, un sociólogo, un etnomusicólogo, y hasta un fotógrafo, describió el ritual del tarantismo en su libro "La tierra del remordimiento".
 
En Aragón, España, eran las jotas. "La jota aragonesa medicinal tiene otro movimiento que la ordinaria. Se toca aquélla mucho más deprisa que la jota corriente", escribía el antropólogo y musicólogo Marius Schneider.


Según la historiadora María Tausiet, fue "un fenómeno que se prolongó hasta los años cuarenta del siglo XX" Ella pudo entrevistar en 1999 y en el 2000 a las últimas personas que pudieron atestiguar este caso, en Fraga, Huesca (en el llano del Baix Cinca). Por estas narraciones, supo que "el tarantismo representaba una terapia más que una enfermedad, ya que ofrecía la oportunidad de liberar tensiones acumuladas, además de suponer una excelente disculpa (admitida socialmente) para que los atarantados pudieran mostrar en público una hostilidad que no les era permitida en la vida normal"

"Lo primero que debía hacerse era trasladar al “picado” hasta Fraga en un carro lo antes posible para, una vez allí, tumbarlo en un colchón a la vista de todo el pueblo. Éste se colocaba bien en el patio de su casa, bien en la calle. Lo importante era que acudiera el máximo número de vecinos a cantar y a bailar alrededor del enfermo, acompañados de guitarras y otros instrumentos. En compensación, la familia del atarantado ofrecía un banquete a los asistentes, consistente en aceitunas, vino y embutidos (jamón, longaniza, chorizo, etc.). Ello suponía en más de una ocasión la ruina de las familias pobres, dada la numerosa concurrencia, que en varias horas podía agotar las reservas guardadas para todo el año"

"Para la gente era una fiesta: no lloraba nadie” le contó la vecina de Fraga Conchita Salarrullana. En julio de 1937, en plena Guerra Civil española, la llamada Columna Durruti (integrada por milicianos anarquistas) se hizo con el dominio de Fraga durante unos meses, llevándose a cabo una colectivización que abolió la propiedad privada, el dinero y el trabajo asalariado: “Se vivía sin dinero, todo se apuntaba en una libreta; además no había ni cine, ni baile, ni nada. La picadura de la tarántula fue ese año una auténtica fiesta en ausencia de otras diversiones [...]. Muchos milicianos iban allí de juerga, al patio de la casa” le contó también José Salarrullana.

Tanto la historiadora Tausiet como el antropólogo italiano Ernesto de Martino, coinciden en que el momento en que el número de los casos aumentaban, tanto en España como en Italia, era en la época estival, un período especialmente crítico que, como señalaba De Martino, suponía enfrentarse al “vacío vegetal y laboral posterior a la época de la cosecha” y “desafiar la inseguridad del nuevo año agrícola” un “tiempo simbólico de impedimentos existenciales” que se convertía en “una época de eflorescencia de todos los conflictos sin resolver"

 La picadura también coincidía con momentos críticos en la vida de sus víctimas, ya fuera por conflictos familiares, muerte de seres queridos, miseria, hambre, enfermedad y desamores.


Si bien es cierto que la siega, el espigueo o la vendimia, que se daba en la época estival, coincidían con el momento en que los arácnidos venenosos eran más numerosos y se encontraban más activos, habían diferencias entre los diferentes lugares en los que se daban los casos. En el sur de Italia, por ejemplo, eran las mujeres las victimas más numerosas. Eran picadas mientras trabajaban en los campos recogiendo las hojas del tabaco, lugar donde solían anidar las venenosas tarántulas y donde ellas trabajaban con falda y sin ninguna protección. Según la creencia popular, tras ser picadas por una tarántula esas mujeres acababan siendo poseídas por su veneno, causándoles trastornos emocionales y psíquicos, pero también exteriorizando el agotamiento físico y nervioso de esas mujeres debido a las duras condiciones de un trabajo precario bajo el sol de las áridas tierras del Salento.

Mientras, en la isla de Cerdeña, los picados eran en su mayoría varones y apenas se movían en la terapia. Simplemente, escuchaban la música y entraban en éxtasis.

Pero todas las fiestas de la tarántula coincidían en que se daba cierta ambigüedad tragicómica, donde se mezclaban las risas y las lágrimas, compasión y fiesta. Había una mezcla entre la alegría y el regocijo de la mayoría, la preocupación de los familiares y el dolor del o de la enferma, que sólo conseguía consolarse con la alegría de los demás.

"De este modo", explica Tausiet, "la diversión, entendida como desviación de las preocupaciones, constituía en sí misma una forma de caridad, cada vez más difícil de reconocer en nuestros días".
 
La fiesta siempre ha sido y será política, más bien política dramatizada. Sí es cierto que es transgresión, pero a través de la transgresión que se realza el orden social, las normas, las leyes... los límites. Y con la transgresión me refiero a esa oportunidad para anular de alguna manera el desarraigo, anular las distancias sociales, las jerarquías, los espacios privados... dominar otra vez lo que ahora llaman el espacio público, vamos, la calle. Es romper con lo rutinario, lo repetitivo, para volver a la libertad de lo posible, crear nuevas posibilidades. La buena fiesta expande la imaginación, otras posibilidades de vida dentro de las dinámicas de poder existentes.

Como la danza inquieta de la picadura de la tarántula que pretende romper con lo rutinario del trabajo para crear una comunidad más fuerte, y quizás una revolución. Por eso, una fiesta nunca es individual, es una tragicomedia que se presenta en común. Una vida colectiva y única frente a todos los peligros externos: el del paso del tiempo, el de la malas codiciones de vida y trabajo, y las pandemias. Por eso siempre y sobre todo la fiesta debe ser comunal, participativa, fraternal. Porque si bailas solo, no podrás curarte.


"...el símbolo de la tarántula comporta un ethos, es decir,
una voluntad mediata de historia, un proyecto de “vida
en común”, un afán por salir del aislamiento neurótico
para participar en un sistema de fidelidades culturales y
en un orden de comunicaciones interpersonales acreditado
tradicionalmente y compartido socialmente."
Ernesto De Martino.



 
 
(Aihwa Ong, antropóloga, explica la posesión por espíritus entre mujeres jóvenes malayas que trabajan en plantas de montaje electrónico, como respuesta a la introducción de relaciones capitalistas en su modo de vida campesina. Esto comenzó a principios de los años 70, con el asentamiento de empresas multinacionales en el país. En estas fábricas, se usan a las empleadas jóvenes como meros “instrumentos de trabajo”, y en muchos casos se les retiene el pasaporte ilegal, les crean endeudamiento, prácticas engañosas de reclutamiento, libertad de movimiento limitada, malas condiciones de vida y trabajo, multas y otras sanciones que les impiden renunciar. La posesión por espíritus les da la oportunidad de expresarse, reivindicando justicia en una situación de desarraigo y desigualdad, ya que carecen totalmente de voz y de influencia política.)

Fuentes:
https://www.youtube.com/watch?v=iD8xD5hANsc
http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.php?ID=529
http://biblioteca2.uclm.es/biblioteca/CECLM/ARTREVISTAS/ALBASIT/Alb20Almendros.pdf
http://digital.csic.es/bitstream/10261/19978/1/82.pdf
Ernesto de Martino, La tierra del remordimiento 
http://emilylorajames.com/tag/aihwa-ong/
 https://img.macba.cat/public/PDFs/ernesto_demartino_carles_feixa_cas.pdf

martes, 26 de octubre de 2021

Los Orang Rimba, el murciélago y el capital: este es nuestro adat.

Curug Sembilan. ©Instagram/ba.barito
"Dado que la tierra era tan pequeña como una pista,
y el cielo era ancho como un paraguas,
nuestras costumbres y leyes "adat" que nos fueron dadas por nuestros antepasados,
en vida y muerte,
son para ser usados por todos nosotros.
El cielo es nuestro techo,
la tierra es nuestro piso,
este es nuestro "adat" en el bosque."
Versos de los Orang Batin Sembilan. Sumatra.

"Los vínculos entre la pandemia y el clima no son tan difíciles de comprender. La tala de bosques tropicales hace que tanto los patógenos, como el dióxido de carbono eliminado, vayan a otra parte, lo que provoca nuevas enfermedades y concentraciones crecientes de CO2. No se trata de cadenas causales que no se puedan explicar a las personas", explica Josep Peñuelas, experto en los impactos de los cambios globales antropogénicos en los ecosistemas.


Hace unos años, los medios anunciaron con cierto optimismo que el aumento de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera en estos últimos años ha hecho que las plantas crezcan mucho más. El planeta se ha ido reverdeciendo a lo largo de estos últimos decenios. Gracias a eso hemos tenido menos CO2 en la atmósfera porque las plantas, a su vez, han actuado como sumideros de carbono, impidiendo un mayor calentamiento del planeta. "Hasta ahora nuestro planeta ha tenido esa capacidad de autorregulación" 
El filósofo Demócrito ya aseguraba: "la naturaleza se basta así misma: por esto vence con lo menos y con lo seguro".
Pero, advierte Peñuelas, "esto tiene un límite. El crecimiento ilimitado no puede continuar. Siempre digo que hay que ponerse un póster del planeta en la habitación para darse cuenta de que los recursos son limitados."
 

Y es que los árboles necesitan otros elementos, como el potasio. Además, muchas especies no están adaptadas a los cambios de temperatura, y mucho menos a la ola de calor extrema que se vivió en Europa en 2003. A esto hay que sumarle que en algunas regiones del mundo el cambio climático se traduce en períodos de sequía y aridez: les falta agua.
 
Y también hay que añadir la deforestación, especialmente en zonas como el sur de la Amazonia, la República Democrática del Congo o Indonesia. La pérdida de su papel como sumidero de carbono supone que las regiones tropicales se vuelven neutrales en el ciclo del carbono (es decir, almacenan CO2 tanto como emiten).

¿Y qué impulsa la deforestación?
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), entre 1990 y 2020 se han perdido 178 millones de hectáreas de bosques.
Andreas Malm, en su libro "El murciélago y el capital", hace un recorrido histórico sobre este problema. Explica que hasta la década de 1990, la tala de árboles de los trópicos del sudeste asiático y latinoamérica había sido impulsada por los Estados. Y es que en 1960 y 1970, se extendieron levantamientos de campesinos que actuaban en esas selvas recónditas de países recién independizados en el sudeste asiático, así que EEUU hizo que los Gobiernos locales paralizasen el apoyo popular de esos insurgentes entregando a los pequeños propietarios las tierras que tanto ansiaban. De esta manera, no se unirían a las guerrillas. La dictadura militar de Indonesia los reubicó en las islas exteriores, y en el caso de Latinoamérica, Brasil partió en dos el Amazonas con la megautopista y envió a colonizadores a las tierras de las carreteras secundarias. Así, consiguieron dos objetivos: despejar los bosques y acabar con los levantamientos.  
 
 Pero llegó el momento en que las iniciativas para despejar los bosques vinieron de actores privados, con sus propios objetivos: la carne de res, la soja, el aceite de palma, la madera... Pero ya no eran pequeños espacios, sino plantaciones de palma aceitera de más de tres mil hectáreas en Indonesia, o miles de hectáreas de ranchos de ganado en Brasil. Malasia e Indonesia otro tanto: producen el 90% del aceite de palma de todo el mundo.

El naturalista David Attenborough recordaba en 2014 la primera vez que llegó a Sabah, en la parte malasia de la isla de Borneo: "fue hace 40 años para filmar a los murciélagos en la cueva de Gomatong, lo que nadie había hecho previamente. En esa época, teníamos que abrirnos paso en la jungla porque no había caminos" "Cuando finalmente entramos en la cueva, había este gran cúmulo de guano que tuvimos que escalar para poder observar a los murciélagos. Fue inolvidable", dijo.

"Cuando los árboles caen y los animales autóctonos mueren masacrados, los gérmenes nativos flotan como el polvo", explicaba poco antes, David Quammen en su libro "Contagio. La evolución de las pandemias". Ningún otro país como Malasia ha perdido bosques vírgenes a tanta velocidad. Y, además, se convierten en bosques fragmentados, lo que acelera la evolución de los patógenos, ya que los encierran en espacios aislados que mutan a su manera. Las empresas de deforestación acaban con esas fronteras naturales, con la biodiversidad , vacuna natural que evita que el virus acumule una capacidad de contagio suficiente.

Los focos de transmisión y los focos de deforestación están ubicados en los trópicos. Y una cuarta parte de los murciélagos del planeta viven en el sudeste asiático que, expulsados de sus hábitats, buscan cobijo y alimentos en graneros, plantaciones, cerca de los humanos. En el caso de Brasil, el murciélago vampiro se ve obligado a atacar al ganado. Y en el caso de Nigeria, la deforestación por madera y cacao crea las mejores condiciones para las larvas de mosquito, que reciben más luz solar y ven desaparecer sus depredadores. Así, la malaria causa estragos en ese país.
Los virus transportados por los murciélagos viajan más lejos y rápido y son más nocivos, pero ya a los patógenos no se les puede etiquetar con un "made in". La circulación es cada vez más rápida y abarca más suelo. Hay una "compresión espaciotemporal" que rompe con las barreras espaciales, por las tecnologías más rápidas, por el capital que aspira a acortar el tiempo para aumentar beneficios, porque el tiempo es oro.

Pero no debe serlo para el tiempo de vida de algunos. Según FAO, los pueblos indígenas de todo el mundo viven en un 22% de la tierra, pero gestionan hasta el 80% de la biodiversidad, que luchan todos los días contra la invasión de los agricultores de palma aceitera, caucho, pulpa y otras plantaciones, los madereros ilegales, los cazadores furtivos, los incendios intencionados...  En la Tierra, el 99,7% de la biomasa son plantas, y todos los animales, incluídos los seres humanos, somos solo un 0,3%. 7,8 millones de primates humanos solo representamos el 0,01% de la biomasa terrestre, responsables en los últimos 50 años de la extinción de la mitad de los animales salvajes y plantas.
 
En los últimos 30 años, más de la mitad de los bosques de Sumatra han desaparecido. Actualmente, la mayor amenaza del bosque Harapan de 769 kilómetros cuadrados, en el centro de Sumatra, es una carretera propuesta por una compañía de carbón, PT Marga Bara Jaya (MBJ), para transportar carbón. Un tercio de la carretera de 88 kilómetros atravesaría el bosque. 
 
Los Orang Batin Sembilan (Orang Rimba o Anak Dalam) tienen su hogar ahí.
Su sistema tradicional, llamado "adat" (lo que es correcto y lo que no) les recuerda que garantizar la salud, la armonía y equilibrio de los bosques es garantizar la fortuna del grupo, de la aldea. Y es que los bosques se conocen como las "raíces" o el "tronco" del mundo (pangkol bumi halom). De hecho, el reino de los bosques (halom rimba) sigue el sistema "adat" más antiguo e importante, el de los dioses mayores, y difiere totalmente del "adat" del reino exterior de la aldea (me'uba adat), que sigue el de los antepasados y el Islam. Pero cuando alguien goza de buena salud, se dice que está "floreciendo" (bungohon) y si está enfermo, está "marchito" (layu) porque se ha "calentado" y el "huluy" o espíritu ha huido del cuerpo, liberando el aliento o fuerza vital (nyawoh, nafai). También son "calientes" e insalubres los claros o lugares abiertos en la tierra, como los causados por la deforestación, mientras que los bosques maduros (rimba godong) se denominan como "florecidos" (rimba bungahon), saludables, y son buenos lugares para vivir, dar a luz, abrir un jardín o realizar actividades rituales.
Hace tiempo ya sabían que debajo de los bosques, la tierra (tanoh) se mantiene unida por una red simbiótica de raíces de los árboles y plantas del bosque, que también se cree que son sensibles al "calor". Aseguran, y bien lo saben, que cuando los bosques se talan a gran escala, las lluvias pueden hacer que la tierra se rompa, causando inundaciones.
 
La antropóloga y educadora Butet Manurung (o Saur Marlina Manurung), autora de "La escuela de la jungla", fue profesora en Jambi. Y ella cuenta que "en el pasado, los forasteros a menudo ridiculizaban a las comunidades indígenas hasta el punto de la vergüenza y las lágrimas.(...) Ahora, si se ríen de ellos porque son ateos, responderán diciendo: “¿Qué es la religión? También creemos que hay otras energías, además de las de los humanos. El hecho de que no haya un nombre para esa religión no significa que no exista, porque no es una religión reconocida por el gobierno”.

Ngerung, una mujer Orang Rimba, explica:

"Cuando nace un bebé, se deben plantar tres árboles, uno para la placenta, uno para el bebé, uno para el nombre. Nunca se pueden cortar ni herir. Cuando caminamos por nuestro bosque, le recordamos a la gente esto".


Fuentes:

David Quammen, "Contagio. La evolución de las pandemias".
 Andreas Malm,"El murciélago y el capital: Coronavirus, cambio climático y guerra social"
https://hutanharapan.id/en/ 
 
 

martes, 14 de septiembre de 2021

El animal que somos: polvo de estrellas y microbios estrellados.

"Estuvimos, durante mucho tiempo, adormecidos en la historia de que somos humanidad, y nos alejamos de ese organismo del que formamos parte, la Tierra. Comenzamos a pensar que la Tierra es una cosa y nosotros somos otra, la humanidad. Me doy cuenta de que no hay algo más que la naturaleza. Todo es naturaleza. El cosmos es naturaleza. Todo lo que puedo pensar es la naturaleza". 

Ailton Krenak, indígena krenak. (Ideias para adiar o fim do mundo.)


"Somos todos el resultado de un solo truco genético transmitido de generación en generación a lo largo de casi 4.000 millones de años, hasta el punto que puedes coger un fragmento de instrucción genética humana y añadirlo a una célula de levadura defectuosa, y la célula de levadura lo pondrá a trabajar como si fuera suyo. En un sentido muy real, es suyo", podemos leer en "Una breve historia de casi todo", de Bill Bryson.

Los seres humanos conductualmente modernos, es decir, los Homo Sapiens Sapiens, las personas que podemos hablar y hacer arte, que tenemos la capacidad singular de simbolizar y apreciar la vida, hemos existido solo durante aproximadamente el 0,0001 por ciento de la historia de la Tierra. Según dice John McPhee en Basin and Range, para hacerte cargo de esta idea, puedes extender los brazos el máximo posible e imaginar que la extensión que abarcan es toda la historia de la Tierra. A esa escala, la distancia entre las puntas de los dedos de una mano y la muñeca de la otra es el Precámbrico. El total de la vida compleja está en una mano, "y con una sola pasada de una lima de granulado mediano podrías eliminar la historia humana".

Un gran golpe de suerte, de todas formas, porque la vida en la Tierra se extingue con mucha regularidad. El nuestro es un planeta que es muy bueno para promover la vida que simplemente quiere ser y perdurar (al margen de todo sentido que los humanos queramos concederle, planes, aspiraciones, deseos....) pero que también es buenísimo para extinguirla.


Las especies, cuanto mayor es su complejidad, más deprisa parecen extinguirse. Porque el nuestro
es un planeta verdaderamente dinámico con al menos cinco periodos de grandes extinciones, algunos brutales, y otras crisis más pequeñas. El Ordovícico (hace 440 millones de años) y el Devónico (hace 365 millones de años) liquidaron cada uno de ellos del 80 al 85% de las especies. Los episodios de extinción del Triásico (hace 210 millones de años) y del Cretácico (hace 65 millones de años) del 70 al 75% de las especies cada uno de ellos. La extinción masiva del Pérmico-Triásico o la Gran Mortandad, fue la mayor extinción ocurrida en la Tierra. En ella desaparecieron aproximadamente el 95 % de las especies marinas​ y el 70 % de las especies de vertebrados terrestres. Así, aparecieron los dinosaurios, y tras su extinción, casi todos los supervivientes fueron animales pequeños y furtivos, nocturnos, flexibles en la dieta, de sangre caliente. Los mejores seres para el mundo que quedó, un mundo a oscuras y hostil. Y así, aparecimos nosotros.

Aunque habitamos una cultura que privilegia la novedad y el crecimiento, la naturaleza es cíclica y regenerativa, y la vida en nuestro planeta siempre ha sido fluida, permutable e interdependiente. 

 "El ritmo de la noche y el día, de los cambios estacionales, del crecimiento y de la decadencia es un pulso con el que nuestras vidas deben latir en armonía (...) Y el retorno orgánico perpetuo asegura que el ciclo podrá continuar en la oscuridad del suelo, al torrente de la vida que no se interrumpe, si no es por el ser humano. Aquí está la viva expresión de la interdependencia y la unidad que dice "todas las cosas son una sola", la viva expresión del fuego inmortal y del fuego generacional; el fluir del río que nunca es el mismo y nunca cambia", narra Elyne Mitchell en "Speak to the earth".

Coge un puñado de tierra en un bosque cualquiera, y tendrás 10.000 millones de bacterias, más un millón de levaduras, unos 200.000 mohos, protozoos, y más criaturas microscópicas. En la ley cíclica del retorno, la corriente de la vida depende de todas las actividades de todos los seres vivos.

"Esta comunidad del suelo consiste en una red de vidas entrelazadas, cada una se relaciona de alguna manera con las demás. Las criaturas vivas dependen del suelo quien, a su vez, solo puede ser un elemento vital de la tierra mientras esta comunidad florezca", escribe la bióloga Rachel Carson en Primavera silenciosa.

Tu propio cuerpo está constituido por un microbioma de trillones de células y hay "10 veces más de bacterias en ti, que células humanas. Por peso, eres más humano que bacteria porque tus células son más grandes, pero por número, ni se le acercan", advierte la bióloga molecular Bonnie Bassler (Bacteria talk).

Todo ser vivo es una ampliación hecha a partir de un único código, un único plan original. "Todos los habilidosos y diminutos procesos químicos que animan las células (los esfuerzos cooperativos de los nucleótidos, la trascripción del ADN en ARN) evolucionaron sólo una vez y se han mantenido bastante bien fijados desde entonces en toda la naturaleza." "La mitad más o menos de las funciones químicas que se presentan en un plátano son fundamentalmente las mismas que las que se producen en nosotros. No hay que cesar de repetirlo: la vida es toda una. Esa es, y sospecho que será siempre, la más profunda y veraz de las afirmaciones", afirma Bill Bryson (Una breve historia de casi todo).

"Caminamos por la tierra.

La cuidamos,

como un arcoíris reposando en la cima.

Pero hay algo debajo,

bajo la tierra.

No lo sabemos.

Tú no lo sabes."

Son los versos desde la tierra de Arnhem, Australia, del aborigen Big Bill Neidjie en su libro Gagudju Man.

Todos los pueblos aborígenes e indígenas han tenido y tienen, tradicionalmente, una conciencia profunda de conexión entre todos los sistemas vivos (incluídos los que no vemos) y, por lo tanto, un parentesco humano con el resto de seres vivos. Su vida social integraba las reglas naturales. Los humanos, de naturaleza compleja, descienden de ancestros que eran una mezcla de humanos y no humanos, y partían de un destino común. Las culturas de todos los pueblos indígenas se basaron en el orden y desorden del cosmos, el capricho, equilibrio y violencia de la naturaleza, en la base para comprender y explicar el orden y desorden de los asuntos humanos.


“En las formas de conocimiento indígenas, se entiende que cada ser vivo tiene un papel particular que desempeñar. Todo ser está dotado de ciertos dones, su propia inteligencia, su propio espíritu, su propia historia. Nuestras historias nos dicen que el Creador nos las dio como instrucciones originales. La base de la educación es descubrir ese don dentro de nosotros y aprender a usarlo bien”, escribe la bióloga potawatomi Robin Wall Kimmerer, (Recolección de musgo: una historia natural y cultural de los musgos.)

En nuestra cultura, es común recurrir a lo natural como lo bueno, sobre todo cuando sentimos escrúpulos sobre nuevas tecnologías, o cuando somos reticentes sobre las licencias a los científicos para que inserten células humanas en otros animales. Eso es antinatural, pensamos, es jugar con la naturaleza. Pero si ya compartimos casi la mitad de nuestros genes con un plátano, ¿por qué no?, alegan otros. Siguiendo en la misma línea, resulta igual de natural que nosotros nos extinguiéramos. Pero de lo que hablamos aquí es de extinción como un proceso natural a largo plazo. La extinción provocada por imprudencia humana es otro asunto completamente distinto.

"Parece que diez mil años de modernidad han producido un animal que no cree ser un animal", se lamenta Melanie Challenger, investigadora sobre la historia de la humanidad y el mundo natural, en "El animal que somos". "Pensamos en otros animales como algo separado de nosotros porque no pueden escapar de su naturaleza animal. Pero, ¿qué nos hace estar tan seguros de que hemos escapado de la nuestra?", nos espeta.

Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en asentamientos urbanos, y sentimos que somos seres excepcionales, que existe una diferencia absoluta entre nosotros y el resto de los seres. "Cuando intentamos salvar a la persona dejando de ser animales, olvidamos que una persona y un animal son la misma cosa."

Un animal con conciencia, con cultura, sensible y poderoso, pero nuestros sueños siguen siendo sueños de animales, que pueden erizar nuestra piel instintivamente. Estamos hechos del mismo material que las estrellas, cada átomo nuestro ha pasado por varias estrellas y ha sido parte de millones de organismos en camino de convertirse en nosotros. Pero también sufrimos por los virus o por las ventosidades.

Nuestra especialidad es la cooperación, somos animales archisociables. Somos buenos explorando nuestras propias motivaciones y sentimientos y también la de los demás para interferir sobre ellos. Somos especiales, sí. Pero más que animales cooperantes, lo que tenemos es una gran versatilidad cooperativa: negociamos y competimos, como las dos caras de una misma moneda.

"Nuestras ciudades e industrias han dejado su huella en el suelo, en las células de las criaturas de los fondos marinos, en las distantes partículas de la atmósfera. El problema es que no sabemos la forma correcta de comportarnos ante la vida. Esta incertidumbre existe en parte porque no podemos decidir cómo importan otras formas de vida o incluso si lo hacen."

"Se hace cómodo pensar que somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos (Gaia), ya que esta perspectiva se asemeja a las antiguas costumbres de pensamiento. Sin embargo la otra parte consiste en pensar en qué significa pensar en ser parte de algo mucho más pequeño que nosotros mismos (microbiomas). Nuestra identidad y el curso de nuestra vida están tan ligados a los microbios y los microbiomas como lo están de los macrobiomas (ecosistemas). Nuestra empatía por la vida debe ampliarse tanto a la presencia de grandes árboles como a la presencia de trillones de microbios dentro de nosotros", opina el pensador medioambiental australiano Glenn Albrecht (Las emociones de la Tierra).

 

"Un planeta, un experimento".

Edward O. Wilson, biólogo. (La diversidad de la vida.)