“A
pesar del hecho de que es perfectamente legal en 44 Estados (de
Estados Unidos), comerse al “mejor amigo del hombre” es un tabú
tan grande como lo sería que un hombre se comiera a su mejor
amigo”
Jonathan
Safran Foer, escritor.
"Los occidentales se abstienen de comer perros no porque sean su mascota favorita sino, fundamentalmente, porque constituyen una fuente de carne ineficaz" Marvin Harris, antropólogo.
"Los occidentales se abstienen de comer perros no porque sean su mascota favorita sino, fundamentalmente, porque constituyen una fuente de carne ineficaz" Marvin Harris, antropólogo.
Desmond Morris, zoólogo: de tal perro, tal dueño.
"El más antiguo animal simbiótico de
nuestra historia es, indudablemente, el perro. No podemos saber exactamente cuándo
empezaron nuestros antepasados a domesticar a este valioso animal, pero parece que hace, al menos,
unos diez mil años.
La cría selectiva eliminó, sin duda, a los
ejemplares díscolos, y surgió una nueva raza, mejorada, de perros domésticos, cada vez más sumisos y
manejables.
Los que estaban mejor dotados para la maniobra se convirtieron en perros de rebaño (perros de pastor).
Otros, que tenían más desarrollado el sentido del olfato, fueron cruzados para el rastreo (sabuesos).
Otros, atléticos y veloces, se transformaron el perros corredores y fueron empleados en la persecución de la presa (galgos).
Ciertas clases más pequeñas fueron adiestradas para destruir alimañas (terriers).
Y los primitivos canes de vigilancia fueron genéticamente mejorados hasta convertirlos en los perros de guarda (mastines).
Los que estaban mejor dotados para la maniobra se convirtieron en perros de rebaño (perros de pastor).
Otros, que tenían más desarrollado el sentido del olfato, fueron cruzados para el rastreo (sabuesos).
Otros, atléticos y veloces, se transformaron el perros corredores y fueron empleados en la persecución de la presa (galgos).
Ciertas clases más pequeñas fueron adiestradas para destruir alimañas (terriers).
Y los primitivos canes de vigilancia fueron genéticamente mejorados hasta convertirlos en los perros de guarda (mastines).
Otras razas perrunas han sido selectivamente criadas para realizar
cometidos más insólitos. Su ejemplo más extraordinario es el perro lampiño de los antiguos indios
del Nuevo Mundo, raza genéticamente desprovista de pelo y con un grado de temperatura cutánea
anormalmente alto, que fue empleado como forma primitiva de botella de agua caliente en los
dormitorios de aquéllos.
En tiempos más recientes, el perro se ha ganado el yantar como bestia de carga, tirando de trineos o de carretillas;
como mensajero o detector de minas en tiempos de guerra; como policía, siguiendo la pista o
atacando a los delincuentes; como guía, conduciendo a los ciegos, e incluso como sustituto de
viajeros espaciales. Ninguna otra especie simbiótica nos ha servido de manera más compleja y
variada.
La
ventaja que obtienen de ello es que dejan de ser enemigos nuestros. Su número ha aumentado en
forma impresionante. En términos de población mundial, sus razas no pueden ser más
florecientes. Pero su éxito es parcial, pues lo han pagado con su libertad de evolución. Han perdido su
independencia genética, y, aunque bien alimentados y cuidados, están sometidos, en su
procreación, a nuestros caprichos y fantasías."
"Incluso el más refinado científico es capaz de decir: «¡Hola, chico!», cuando
acaricia a su perro. Aunque sabe perfectamente que el animal no puede comprender sus palabras, no puede
resistir la tentación de pronunciarlas. ¿Cuál es la naturaleza de estas presiones
antropomórficas, y por qué son tan difíciles de vencer?
Cada una de las especies preferidas posee ciertas propiedades peculiares de nuestra propia especie. Los rasgos antropomórficos más significativos de los diez animales predilectos son:
1. Todos ellos tienen pelo, y no plumas
o escamas.
2. Tienen silueta redondeada (chimpancé, mono, gálago, panda, oso, elefante).
3. Tienen la cara plana (chimpancé, mono, panda, oso, león).
4. Tienen expresiones faciales
(chimpancé, mono, caballo, león, perro)
5. Pueden «manipular» objetos pequeños (chimpancé, mono,
gálago, panda, elefante).
6. Sus posiciones son, en cierto modo y el algunos momentos, casi
verticales.
El perro, que logra su alta clasificación
antropomórfica gracias a su comportamiento social, siempre nos ha desilusionado por su posición. Esta es
inflexiblemente horizontal. Resistiéndonos a aceptar la derrota en este punto, pusimos a
contribución nuestro ingenio y pronto resolvimos el problema: enseñamos al perro a erguirse para
pedir. En nuestro afán de antropomorfizar a la pobre criatura, fuimos aún más lejos: como nosotros
no tenemos rabo, le cortamos el suyo. Y, como tenemos la cara plana, empleamos la cría
selectiva para reducir la estructura ósea en la región del
morro. Como resultado de ello, muchas razas de
perro tienen la cara anormalmente chata. Nuestros deseos antropomórficos son tan exigentes que
tienen que ser satisfechos, aunque sea a expensas de la eficacia dental del animal. Pero
debemos recordar que este acercamiento a los animales es puramente egoísta. No miramos a los
animales como a tales, sino como reflejos de nosotros mismos, y, si el espejo los deforma
excesivamente, le damos una nueva curvatura o lo tiramos."
Marvin Harris, antropólogo: ¿no comen las personas mascotas?
"Hace poco unos amigos míos se mudaron
a una casa en las afueras, situada en una parcela de dos hectáreas,
con el fin de cultivar su pasión por la cría de caballos. (...) Mientras contemplábamos un
par de caballos castrados y una gruesa yegua a través de una ventana
panorámica, se me ocurrió comentar, como quien no quiere la cosa:
-«Conozco a un tipo que quiere abrir una cadena de restaurantes de
comida rápida a base de hamburguesas de caballo».
Cuando mi
anfitrión se calmó lo suficiente para tratarme como a un
antropólogo estúpido y no como a un cuatrero en potencia, balbuceó:
-«¿Comer caballos? Ni pensarlo. Son nuestras mascotas».
«¿No comen las personas mascotas?»,
me pregunté (a mí mismo, naturalmente... no quería arriesgarme a
un nuevo malentendido). Los europeos, los norteamericanos o los
neozelandeses de filiación europea (mi amigo había nacido en Nueva
Zelanda) piensan que es evidente que las mascotas no son aptas para
consumo. Sin embargo, como antropólogo, no veo nada de evidente en
ello. Muchos animales que reciben un trato propio de mascotas pueden
acabar, aun así, en los estómagos de sus dueños.
Antes de proseguir debo señalar que la
distinción entre especies paria y mascota está sujeta a una cierta
variación individual entre los miembros de cada cultura. (...) un
pequeño porcentaje es aficionado a las boas constrictor, las
tarántulas y las cucarachas. Efectivamente, Geoff Alison describe cómo disfrutan sus cucarachas
sibilantes gigantes de Madagascar trepando por sus dedos: «Se lo
pasan de miedo metiéndose por debajo y por encima, subiendo y
bajando». En todas las sociedades hay individuos que se desvían de
la norma.(...)
Entre los pueblos de Nueva Guinea y Melanesia (...) dan a sus
cerdos un trato que un norteamericano consideraría muy semejante al
que recibe una mascota. Entre los grupos de las Tierras Altas,
las mujeres y los niños comen y duermen separados de los varones en
la misma cabaña que los cerdos. Los hombres viven aparte, en
«clubes» exclusivos para varones. Si un cochinillo ha sido separado
de su madre, las mujeres no dudarán en amamantarlo con sus propios
pechos al lado de una criatura humana. (...) Margaret Mead observó en una ocasión que en Nueva
Guinea «se mima y consiente tanto a los cerdos que éstos adquieren
todas las características de los perros: agachan la cabeza cuando se
les regaña, se aprietan contra el amo para recobrar su favor, y así
sucesivamente». Yo añadiría: «Y, además, son objeto de consumo
como los perros de Nueva Guinea». Pues llega un momento en que hasta
el cerdo más mimado acaba siendo comido en un festín aldeano o
donado a otro poblado para hacer feliz al antepasado de otra persona.
El África oriental (...) los dinkas, los nuer, los shilluk, los
masáis y otros pueblos pastores que habitan en el Sudán nilótico y
el norte de Kenia miman y consienten a sus reses vacunas. Sólo que aquí son los hombres, no
las mujeres, quienes se ocupan del ganado y quienes desarrollan con
éste los vínculos más íntimos. Los hombres ponen un nombre a cada
ternero y cortan y retuercen gradualmente su cornamenta para darle
formas artísticamente curvadas. Hablan de sus bueyes y vacas en sus
conversaciones y en sus canciones, les prodigan cuidados, los adornan
con borlas, abalorios de madera y cencerros. Entre los dinkas, (...) el marido (...) duerme en el establo, entre sus reses. (...) No obstante, también tienen una
afición bien desarrollada por la carne de vacuno (...).
Los occidentales se abstienen de comer perros
no porque sean su mascota favorita sino, fundamentalmente, porque constituyen una fuente de carne ineficaz:
los occidentales disponen de toda una variedad de fuentes
alternativas de alimentos de origen y los perros prestan numerosos
servicios que tienen muchísimo más valor que su carne.
En China, por
ejemplo, con la escasez perenne de carne, el consumo de carne canina es la norma,
no la excepción. Una anécdota archiconocida sobre dos aficionados a
los perros, chino el uno, inglés el otro, ilustra esta pronunciada
diferencia cultural. Se cuenta que, durante una recepción en la
residencia del embajador británico en Pekín, el ministro de Asuntos
Exteriores chino expresó su admiración por la hembra de spaniel del
embajador. Éste le dice que la perra está para dar a luz y que se
sentiría muy honrado si el ministro quisiera aceptar uno o dos
cachorros como regalo. Cuatro meses más tarde, una canasta con dos
cachorrillos es entregada en casa del ministro. Pasan unas pocas
semanas y los dos hombres vuelven a encontrarse con motivo de una
ceremonia oficial
- «¿Qué le parecieron los cachorros?», preguntó
el embajador.
- «Estaban deliciosos», respondió el ministro.
Ochenta kilómetros al norte
del Círculo Ártico, cerca del lago Colville, en los territorios del
noroeste canadiense, vive un grupo de hares, (...) cuya subsistencia se basa en la caza y la colocación de
trampas. Su aborrecimiento de la carne canina concuerda perfectamente
con la tesis según la cual si un animal tiene mayor utilidad vivo
que muerto, éste no será objeto de consumo. En el transcurso de un mismo
invierno-primavera, un cazador ―con sus perros― puede llegar a
recorrer 3.500 kilómetros (...) impone a
cada familia la necesidad de poseer una traílla de perros. A los hares no sólo les horroriza la
perspectiva de comer carne canina, sino que les resulta tremendamente
difícil deshacerse de perros enfermos, lisiados o inútiles, a pesar
de que subsisten gracias a la matanza rutinaria de otros animales.
El mayor foco, con diferencia, de
consumo de carne canina, de Norteamérica y tal vez del mundo entero,
se encontraba en el México precolombino, (...) no precisaban de perros para la
caza, los necesitaban de forma apremiante para procurarse carne, ya
que, como otros pueblos autóctonos de Norteamérica, no poseían más
anímales domésticos que los perros y los pavos.
Los aborígenes adoraban a los dingos. Las mujeres indígenas eran tan propensas como las hawaianas a amamantar a los cachorrillos. Hasta que alcanzaban la madurez, los dingos recibían un trato muy parecido al de los niños. Ponían a cada uno un nombre, los besaban en el hocico, les susurraban palabras cariñosas, los llevaban en brazos para «proteger sus tiernas pezuñas de espinas y cardos». Pero en épocas de escasez sí que se comían a sus compañeros de campamento caninos, cachorros incluidos si la cosa se ponía suficientemente fea.
El dingo también prestaba servicios
como centinela. Antaño los aborígenes eran bastante belicosos y muy
dados a emboscadas, incursiones y ataques por sorpresa que realizaban
chamanes enemigos.
Éstos rendían otro servicio más al ayudar a los aborígenes a combatir el frío durante la noche.(...) Un explorador contó dos mujeres y catorce dingos bajo una misma manta. Con frecuencia las mujeres se los ponían alrededor de la cintura, agarrando las patas delanteras y el hocico con una mano y las patas traseras y el rabo con la otra, como si se tratara de almohadillas caloríferas portátiles.
Éstos rendían otro servicio más al ayudar a los aborígenes a combatir el frío durante la noche.(...) Un explorador contó dos mujeres y catorce dingos bajo una misma manta. Con frecuencia las mujeres se los ponían alrededor de la cintura, agarrando las patas delanteras y el hocico con una mano y las patas traseras y el rabo con la otra, como si se tratara de almohadillas caloríferas portátiles.
La mayoría de los norteamericanos piensa que la
característica esencial de la condición de mascota es la
inutilidad, más que la utilidad. Hasta los diccionarios lo dicen:
«Mascota [pet]: animal domesticado que se tiene por placer, no por su utilidad.»
«Mascota [pet]: animal domesticado que se tiene por placer, no por su utilidad.»
Pero esta definición contiene un grave
error, ¿verdad? ¿Desde cuándo se oponen el placer y la
utilidad? ¿Acaso una vaca hindú que proporcione cantidades
abundantes de utilísima leche da menos placer a su dueño que una
vaca seca y estéril?
Ni los perros, ni los gatos, ni los caballos se
hubieran domesticado de no ser por los servicios que prestaban en
materia de caza, protección de la propiedad, lucha contra los
roedores, transporte y guerra.
La idea de que las mascotas son
inútiles se deriva de las costumbres de posesión de animales de las
clases aristocráticas. En las cortes imperiales de todo el mundo
antiguo, desde China hasta Roma, existían jardines zoológicos donde
se exhibían animales y aves exóticos con fines de esparcimiento y
como símbolos de riqueza y poder. La realeza egipcia tenía
predilección por los felinos, en particular por los cheetahs, en
tanto que los emperadores romanos apostaban leones delante de las
alcobas en que dormían. (...) Los plebeyos no podían menos que
sentirse impresionados por la habilidad de sus gobernantes para
mantener leones y tigres devoradores de hombres como mascotas,
especialmente porque estas fieras eran alimentadas con esclavos
díscolos y prisioneros de guerra. Por añadidura, los animales
exóticos servían, junto con el oro y las joyas, como instrumentos
de relaciones exteriores (...) Una
costumbre relacionada era la de llevar serpientes vivas alrededor del
cuello, que practicaban las mujeres aristocráticas egipcias, lo
mismo que las mujeres pudientes contemporáneas (o las que aspiran a
serlo) se ponen visones muertos sobre los hombros. En la Europa
medieval las casas reales albergaban toda clase de animales (...). En el siglo XVII las damas elegantes
llevaban perritos sobre el pecho, se sentaban con ellos a la mesa del
comedor y los alimentaban con golosinas. Pero el pueblo llano no
podía permitirse el lujo de tener animales que carecieran de
utilidad para la protección, la caza, el pastoreo o la captura de
roedores. Al surgir las clases mercantiles o capitalistas, la
posesión de mascotas consentidas se convirtió, por lo tanto, en una
de las principales formas de demostrar que se había dejado de ser un
plebeyo.
La
utilidad primordial de las mascotas en la sociedad contemporánea
consiste en que pueden sustituir a los seres humanos a la hora de
colmar nuestra específica carencia cultural de relaciones cálidas
que nos aporten apoyo mutuo y amor.(...).
Como tales, nos ayudan a superar el anonimato y la falta de comunidad
social que engendra la vida de las grandes ciudades; «caldean el
aire mortecino» de los apartamentos vacíos, y proporcionan a
muchísima gente sola un motivo, en forma de ser vivo, para volver a
casa. Como sustitutos del ser humano, pueden reemplazar a maridos,
esposas o hijos ausentes o poco cariñosos, llenan el nido vacío y
alivian la carga de la soledad que, en las culturas
hiperindustrializadas, es a menudo consustancial a la vejez. Y pueden
hacer todo esto sin imponer los recelos y castigos que son
característicos de los seres humanos reales atrapados en relaciones
altamente competitivas, estratificadas y explotadoras.
La Clínica de Animales de Compañía de la Universidad de
Pennsylvania descubrió que el 98% de los dueños de mascotas
hablaban con sus animales, el 80% las trataba como «personas, no
como animales», y un 28% se confiaba a ellas y les contaba los
acontecimientos de la jornada.
Los nómadas asiáticos cantaban sobre yeguas en sus canciones de
amor y los nuer entonaban cánticos de alabanza sobre su ganado, pero
dudo que hablaran a los caballos y a las vacas sobre los
acontecimientos de la jornada como si se tratara de personas.
¿Qué razones podrían tener para hacerlo si siempre estaban rodeados de oyentes humanos reales?"
¿Qué razones podrían tener para hacerlo si siempre estaban rodeados de oyentes humanos reales?"
Nigel Barley, antropólogo: Los toraja y los perros.
"Un
día, (los toraja) volvieron de la calle muertos de risa.
- El
parque -decían- está lleno de locos!
- ¿Qué
hacían?
Sonrieron.
-Caminaban... llevando perros... en el extremo de una cuerda.-Y volvieron a reír, esta vez a carcajadas.
Sonrieron.
-Caminaban... llevando perros... en el extremo de una cuerda.-Y volvieron a reír, esta vez a carcajadas.
- Pero
si vosotros hacéis lo mismo con los búfalos. Los lleváis a nadar.
He visto a algunas personas aceitándoles las pezuñas y
cepillándoles las pestañas.
Por
supuesto, se mostraron de acuerdo, aunque de mal humor. Pero eso era
otra cosa. Hacerlo con un perro era como hacerlo con un ratón. ¡Una
locura!"
Peter Høeg en "La señorita Smila y su especial percepción de la nieve" cuenta que los primeros groenlandeses que llegaron a Dinamarca en los años treinta quedaron estupefactos al ver que los daneses tenían perros en sus casas. Una de las primeras cosas que escribieron a sus familias en que los daneses eran unos cerdos porque tenían perros en el interior de sus casas.
Fuente (capítulos abreviados de):
"Bueno para comer, enigmas de
alimentación y cultura." Marvin Harris.
"El mono desnudo." Desmond Morris.
Entrada relacionada: http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2011/04/sabiduria-natural-los-awa-y-los-korowai.html
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7 comentarios:
Interesantisimo articulo!!
Muy buen artículo, y muy cierto! En el México prehispánico los Chihuahua eran perritos muy venerados, en Texcoco los emperadores los tenían en casas especiales, con jardines, sirvientes, tenían hasta 5000 perritos.
Es muy curioso como en la mitología los perros aparecen como dioses guardianes, el señor Xolotl, Anubis, Cerbero (aunque este no era un dios) pero es que nadie como un perro para cuidar una puerta jejeje
Y muy buenas las fotos, me llamaron muchísimo la atención, pues dos de ellas son por lo que veo de países árabes, cuando desgraciadamente dentro del Islam, los perros no se concideran mascotas "dignas" de estar dentro de las casas, pues según sus creencias -_- los ángeles no entran a las casas donde hay perros.
Gracias por el dato de los perros en México, Lilith! Sobre el tema del perro en el Islam hay opiniones de todo tipo. No es lo mismo un perro callejero de los tiempos del Corán que uno de esos animales cuidadísimos que ni siquiera responden a la naturaleza original del "perro" porque son especies cruzadas y criadas en la domesticidad (como bien dice Morris)
Sobre la frase del ángel, se cree que es una metáfora sobre una persona que es "un perro", que no tiene humanidad, no sobre los perros en sí. Más que nada porque en esa época era impensable que un perro entrara en casa (no estaban tan bien cuidados ni eran mascotas) y porque según el Islam todo tiene "ángel", incluidos los animales (está prohibido maltratar a cualquier animal)
En fin, es lo que tiene querer entender textos que son tan antiguos, hay que basarse en la época... Eso sí, hay que tener en cuenta que los perros, por muchos cuidados que tengan, siguen siendo animales que tienen costumbres sucias (lamerse los genitales, comerse sus cacas... en fin, esas cosas...) y eso de meter a un perro que ha estado en la calle, en tu cama, o dejarte lamer la boca... pues yo tampoco lo entiendo! ;)
Que buena recomendacion. Nosotros en Guardería Canina montverde nos enfocamos sobre todo en adiestramiento mientras los cachorros estan fuera de casa. Un saludo.
Al final la carne muerta habrá de comerse o descomponerse. Excelente artíulo como siempre.
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