martes, 26 de febrero de 2019

La moralidad y la burla: contra el despotismo.

"Los seres humanos no diseminan de forma egoísta sus genes, los genes egoístamente se propagan a sí mismos construyendo nuestros cerebros. Al hacernos disfrutar de la vida, la salud, el sexo, las amistades y los hijos, los genes es como si compraran un número de lotería."
Steven Pinker, científico cognitivo.

"Mirando la risa desde la perspectiva de un antropólogo, es posible afirmar que todo el humor es esencialmente político. (...) la risa es un gesto de igualación, una restauración de un orden legítimo ante una jerarquía injusta." Chris Knight, antropólogo.



El equipo del Instituto de Antropología Cognitiva y Evolutiva de Oxford ha realizado la encuesta intercultural sobre moral más grande y completa. Son más de 600 individuos representativos de hasta 60 sociedades de todo el mundo. Oliver Scott Curry, autor principal de la investigación, explica que la moralidad evolucionó para promover la cooperación. Todos están de acuerdo en que cooperar, promover el bien común, es lo correcto. Es por eso que valoramos la unidad, la solidaridad y la lealtad, y confiamos en los demás, correspondemos favores, sentimos culpa y gratitud, reparamos relaciones y perdonamos: de esta manera, formamos grupos y coaliciones que nos aportan fuerza y ​​seguridad.
Nos compensa la generosidad para mantener esta armonía social, pero también la valentía. Hacemos caso a nuestros superiores y dividimos los recursos en disputa de manera justa.

Así, aseguran, compartimos siete reglas morales básicas, siete formas de afrontar los mismos problemas que nos encontramos todos a lo largo de la vida:
Ayudar a la familia,
asistir al grupo,
devolver favores,
ser valiente,
delegar en tus superiores,
dividir los recursos de manera justa,
respetar las propiedades de los demás.
Los tipos de moralidad son los valores familiares, lealtad grupal, reciprocidad, valentía, respeto, equidad y derechos de propiedad.

Entre los Amhara de Etiopía, explican, “burlarse de la obligación de parentesco se considera una desviación vergonzosa, que indica un carácter malvado”. En Corea, existe una “ética comunitaria igualitaria de asistencia mutua y cooperación entre vecinos, y una fuerte solidaridad dentro del grupo”. “La reciprocidad se observa en cada etapa de la vida de los Garo (de la India), y tiene un lugar muy alto en la estructura social de sus valores”, continúan los investigadores. Entre los Masái, “los que se aferran a las virtudes de los guerreros siguen siendo muy respetados”, y “el ideal inflexible del guerrero supremo [implica] el compromiso con el autosacrificio en el fragor de la batalla, como muestra suprema de lealtad valerosa”.

Los Bemba (Zambia), por su parte, exhiben “un profundo sentido de respeto por la autoridad de los ancianos”. La “idea de justicia” de Kapauku (Indonesia) se llama "uta-uta" (media mitad) y se “acerca mucho a lo que llamamos equidad”. Y entre los Tarahumaras (México), “el respeto por la propiedad de otros es la clave de todas las relaciones interpersonales”, añaden. "Como tales, y en ausencia de cualquier contraejemplo, estas siete formas de comportamiento cooperativo siguen siendo candidatos plausibles para las reglas morales universales."

Aunque todas las sociedades parecían estar de acuerdo con las siete reglas morales básicas, variaba la forma en cómo las priorizaban o clasificaban según la condición social. (La cooperación humana es flexible y no fija "estamos en gran medida sincronizados con las personas que nos rodean" explica el psicólogo Coren Apicella tras su trabajo de campo con los Hadza). 
Por ejempo, en la sociedad Chuuk de Micronesia "robarle abiertamente a otros es considerado admirable porque muestra el dominio de una persona y muestra también que no se siente intimidada por el poder agresivo de otros", notaron los investigadores. Aunque este rasgo no sigue la regla moral sobre respetar las propiedades de los demás, sí que entra dentro de la clasificación de otro valor universal: la valentía.

El antropólogo evolutivo Christopher Boehm escribió en su libro "Moral origins": “Tener conciencia es identificarse con los valores de la comunidad, lo cual significa identificarse con las reglas del grupo. Hay que conectar con esas reglas emocionalmente, sentirse orgulloso cuando se cumplen y avergonzado cuando no”

Según Boehm, las distintas áreas del cerebro han evolucionado para darnos nuestra facultad moral, que consistiría en el sentido de lo correcto y lo incorrecto, la capacidad de tener vergüenza, el sentido de la empatía, la conciencia de nuestra reputación. La conciencia es reputación social y, por lo tanto, auto-respeto.

¿Pero que hay del poder, de la jerarquía y del disentir con los superiores? Los primates actuales son animales jerárquicos con una estructura piramidal. Sin embargo, las sociedades humanas llamadas de "cazadores-recolectores" son sociedades igualitarias, con toma de decisiones en común y con un control por parte del grupo hacia la conducta de los líderes.

Boehm plantea que no desaparece el poder, sino que aparece una “jerarquía inversa”: una coalición de los individuos subordinados para controlar a los machos alfa deseosos de mandar y dominar. El dominante o aprovechado con pretensiones que no se refrenara, era vigilado y castigado por el resto del grupo. La caza siempre se ha compartido entre todos los individuos, y se castiga al que no cumple con las normas, desde chascarrillos a exclusión, ostracismo e incluso castigo físico o muerte.
El origen de la moral es el control social por parte del grupo, castigando a los individuos que se desvían de las conductas y promoviendo la virtud, favoreciendo así la supervivencia del grupo. Es el gobierno de toda la comunidad desde abajo. Éstas preferencias sociales acaban modificando el acervo genético, ya que los que eran mejores en inhibir sus tendencias antisociales, consiguieron un éxito reproductivo mayor, aumentando las conductas cooperadoras y disminuyendo las conductas de depredación social.

Boehm, como ejemplo, cita al antropólogo Colin M. Turnbull (del libro "The Forest People"), y el caso de Cephu, un jefe mbuti de cinco familias que en otros tiempos era muy respetado, pero que cae en desgracia por su mala suerte en la caza. Transgrede las reglas de la solidaridad tendiendo en secreto su red por delante de las redes de los demás participantes en la cacería. Esa tarde, nadie habla con él y ni siquiera le ofrecen un sitio en la reunión nocturna de los hombres. Le pide a un joven que se aparte para hacerle sitio, pero el chico no le cede el lugar, y otra persona empieza una canción burlona sobre Cephu en la que dice que no es un hombre sino un animal. Desalentado, Cephu les comunica que renuncia a la carne de las presas que ha cazado. Su oferta es aceptada y saquean su casa cogiendo incluso la carne que ya se está guisando. Más tarde, uno de los parientes lejanos devuelve a Cephu y los suyos un puchero lleno hasta el borde de carne y salsa de champiñones. Esa misma noche vuelve a verse a Cephu sentado en el círculo de los hombres que cantan en torno al fuego.

"Aunque el propio Boehm no menciona la risa, (... ) la risa colectiva podría haber servido como un dispositivo de nivelación social para ayudar a mantener a todos en línea" explica el antropólogo Chris Knight.

En este caso etnográfico, la canción burlona hacia Cephu parece ser la gota que colma el vaso. "Algo que nos diferencia de estos antepasados ​​y parientes primates, y que debería ser de especial interés para la antropología, es nuestra propensión única a reír"

La risa humana es única: es contagiosa. Ningún chimpancé se reirá solo porque otros lo estén haciendo, sin embargo, los humanos podemos volvernos inmanejables. El psicólogo evolucionista Steven Pinker señala que esto podría ser lo que permitió que la risa fuera puesta al servicio del humor. En "Cómo funciona la mente" (1997), escribe:

"No hay gobierno en el mundo que tenga el poder de controlar una población entera, de modo que cuando los sucesos se desarrollan rápidamente y toda la población pierde confianza en la autoridad de un régimen al mismo tiempo, lo derriban. Ésta puede que sea la dinámica que pone la risa -esa señal involuntaria, desorganizadora y contagiosa- al servicio del humor. Cuando las dispersas risas disimuladas crecen y forman un coro de hilaridad como si fuera una reacción atómica en cadena, la gente en realidad está reconociendo que todos se han dado cuenta de la misma flaqueza en lo que hasta entonces había sido un personaje exaltado, y ahora blanco de sus risas. En caso de agraviarlo en solitario, uno siempre se arriesga a padecer las represalias del personaje que ha sido el blanco del escarnio, pero una masa, conchabada sin ambigüedades en reconocer las manías y debilidades del personaje escogido como blanco, está a salvo. El cuento de Hans Christian Andersen sobre el traje nuevo del emperador es una hermosa parábola del poder subversivo del humor colectivo."  

Como consecuencia de esta revolución humana, cada vez que nos relacionamos, nos resulta natural tranquilizarnos mutuamente y establecer al menos la apariencia de igualdad a través de una sonrisa humana relajada, o ruidosa si se da el caso. Pero donde prevalece más claramente este revolucionario sistema político de dominio o jerarquía inversa es entre muchos cazadores-recolectores, que conocen bien esta virtud humana de la risa social y disfrutan de horas de tiempo libre para actividades creativas como arte, baile y canto ("sociedades de la abundancia", como les denomina el antropólogo Marshall Sahlins).

Chris Knight asegura que "como antropólogo, puedo informar que en cualquier campamento de cazadores-recolectores, la igualdad se mantiene mediante una risa sin fin dirigida a cualquiera que se esté superando a sí mismo. Donde quiera que mires, hay una atmósfera palpable de alegría y diversión. No es una coincidencia que los dioses de los cazadores-recolectores no sean guardianes solemnes de la moralidad, sino tramposos traviesos cuyas travesuras provocan la alegría indefensa tanto en el oyente como en el narrador."
Como ejemplo, el trabajo continuado entre la gente mbendjele en la República del Congo, del antropólogo Jerome Lewis. En esta comunidad, la risa mantiene el igualitarismo, pero una risa sujeta a normas sociales. Explica que sería arriesgado para una persona joven burlarse de una mayor, sin importar cuán tonta sea la conducta del anciano. Pero las mujeres mayores ejercen un privilegio especial, y derriban con la risa a cualquiera con aires de superioridad.

A modo de ejemplo, Lewis relata cómo una mujer que está molesta con el comportamiento de su esposo (podría estar persiguiendo a otra mujer, o puede que no esté proporcionando lo suficiente para comer, o que no tenga relaciones sexuales con ella), irá a sentarse con otras mujeres en un lugar prominente. En voz alta y exagerada, hablará de los problemas que tiene, mientras que sus oyentes retomarán sus gestos con entusiasmo mientras imitan sus acciones y expresiones. Esta es una situación terrible para el infortunado esposo, ya que escuchará a las mujeres, a los niños y otros hombres reírse ruidosamente a sus expensas.

Una de las estudiantes de Jerome en el campo, Daša Bombjaková, observó detalladamente cómo la risa de las mujeres logra mantener a los hombres en línea. En cualquier disputa con un hombre, una mujer puede esperar el apoyo de otras mujeres, que le darán refugio y protección, o le insultarán o le agredirán si fuese necesario. Pero su principal arma es la risa burlona.

Las mujeres tienen un ritual poderoso llamado "Ngoku", diseñado para reafirmar los valores femeninos. Toda la comunidad femenina se reúne para cantar y bailar, tomando el control del espacio público. Recreaciones públicas, burlonas, de comportamiento masculino denuncian la avaricia, el egoísmo, la deshonestidad, el engaño, la pereza, la arrogancia, la jactancia, el descuido, la cobardía, la intolerancia, el mal humor, la impulsividad, la agresión y la posesividad. Una característica de estas recreaciones o "mòádzò" es que se usan pocas palabras y muchos sonidos onomatopeicos, que son amplificados por la audiencia y se extienden musicalmente. A buen entendedor...

"Una mujer mayor podría comenzar a imitar silenciosamente algún manierismo característico de alguien. Uno o dos más inmediatamente entienden a quién se refiere. Empiezan a reír y, como la risa es tan contagiosa, pronto todos se ríen. Después de un tiempo, la única persona que aún no se ríe es el hombre burlado. Pero la risa continúa hasta que, por fin, incluso él recibe la broma. El coro cede solo cuando finalmente se une, riéndose a sus propias expensas. Ahora ve el lado divertido de las cosas, por fin se ve a sí mismo como lo ven los demás. Su comportamiento fue cómico debido a su incongruencia con lo que se considera socialmente aceptable. Este hombre podría haber imaginado que podría salirse con la suya con acciones tan escandalosas. Pero las mujeres cazadoras-recolectoras adoptan una perspectiva colectiva sobre los hombres que se comportan mal y harán todo lo posible para que cada culpable vuelva a la fila."

Si bien puede parecer cruel, la verdad es que la risa de las mujeres es generosa e inclusiva. A pesar de su dolor, se le invita al burlado a salvar la cara uniéndose. Una buena actuación de "mòádzò" logrará calmar la atmósfera al permitir que todos se rían y se olviden de su enojo.

"Mirando la risa desde la perspectiva de un antropólogo, es posible afirmar que todo el humor es esencialmente político." señala. "Esa intuición trasciende las formas cómicas como la sátira; Mi punto aquí es que el humor en general, sea cual sea su contenido, es político por naturaleza. Hasta los detalles más pequeños de nuestras vidas, nuestras relaciones y encuentros implican ejercicios e intercambios de poder. Ante esta dinámica, la risa es un gesto de igualación, una restauración de un orden legítimo ante una jerarquía injusta.

Los humanos son igualitarios instintivos, que trabajan mejor unos con otros cuando nadie tiene autoridad absoluta, cuando las burlas son amables, cuando hay suficiente afecto y confianza para que las tareas compartidas constituyan su propia recompensa. La risa es una parte vital de ésto, no solo una válvula de alivio psicológico, sino una guardia colectiva contra el despotismo. Cuando reímos por quienes nos rodean, revelamos que somos verdaderamente humanos."



Fuentes:

Laidlaw, James. 2002. For an anthropology of ethics and freedom. Journal of the Royal Anthropological Institute 8(2):311–332. Crossref, Google Scholar. First citation in article
"Moral Origins. The evolution of virtue, altruism, and shame." Christophe Boehm. 
"Purposive Social Selection and the Evolution of Human Altruism" Christopher Boehm
 Did laughter make the mind? Chris Knight.
https://oicd.net/the-power-of-hijacking-the-human-imagination/?fbclid=IwAR2g734hq5wH3soTiBxXGPPI_SvpD9DGjNmscBcJoujrK6bafQykpo0OJqs

jueves, 14 de febrero de 2019

Nacimiento y lactancia: el primer viaje.

"Un bebé no enseña a amamantar." Proverbio de Sudán de Sur.

“Todas las semillas tienen un cordón umbilical que se rompe cuando la semilla alcanza la madurez” Leonardo Da vinci.

La lactancia nos define como mamíferos. No importa cómo sea el animal de este grupo, una musaraña o un ornitorrinco, el manatí o el ser humano, todos alimentan a sus crías por disolución de su propio cuerpo para producir un líquido blanco que secretan a través de los pezones... excepto el ornitorrinco, que no dispone de pezones y amamantan a las crías a través de los poros de su piel. En cualquier caso, la leche materna ha sido perfeccionado a lo largo de 200 millones de años de evolución para proveer la nutrición que las crías necesitan.

Pero el caso del homo sapiens es completamente diferente, incluso del resto de los primates.

Primero, hay que recordar una afortunada característica del género homo, y es que sus crías nacen prematuras. Nacemos con la tercera parte de la capacidad craneal desarrollada. En todos los demás primates, la vida fetal acaba cuando se ha desarrollado la cabeza a la mitad del tamaño que va a tener en fase adulta. Si nosotros naceríamos de igual manera, naceríamos con 700 centímetros cúbicos, lo que tiene ahora un niño de un año de edad (de adultos, tenemos una capacidad craneal de 1350 centímetros cúbicos). Pero esta cabeza no podría atravesar el canal de parto, el cual se estrechó al adquirir la posición erecta. Así que somos bípedos pero nacemos prematuramente. El primer año de vida vamos desarrollando la cabeza hasta la mitad del tamaño de la fase adulta, cuando ya empieza la etapa de desarrollo infantil. Los seres humanos tenemos un periodo de vida fetal de 21 meses: 9 intrauterinamente y 12 extrauterinamente.

La infancia en el resto de los primates es bastante larga: en chimpances y gorilas cuatro o cinco años, en orangutanes puede llegar a los ocho años. Este periodo de lactancia es el principal mecanismo de frenada de natalidad: inhibe la ovulación, es decir, no pueden tener más crías hasta que no destetan a una cría, por lo que con este periodo infantil tan largo, los primates tienen poca descendencia. La genealogía humana escapó de este riesgo demográfico, disminuyendo el tiempo de lactancia (con 2 años es suficiente), hasta que el niño tiene el sistema digestivo mejor preparado para otros alimentos. Es entonces cuando se acaba la lactancia, la hormona prolactina no esta activada y puede tener más hijos.

Así es que podemos tener más descendencia, y también las crías más dependientes de toda la naturaleza. A ésto se le denomina neotenia. Nacemos con los huesos sin calcificar, en estado cartilaginoso, por lo que no podemos andar; y sin dientes y con el sistema inmunológico sin capacidad autónoma de responder al medio exterior, por lo que nos alimentamos de la leche materna.

No parece un buen prefacio para la supervivencia de nuestra especie, y sin embargo, hemos tenido éxito: gracias a la cooperación. Para eso, en general, la humanidad ha criado en tribu. Lo que se llama "familia extensa" y el "alocuidado" ha sido y es lo común, y en el género homo es tan extremo que las mujeres humanas son las únicas hembras mamíferas que llevan a cabo una importante función social cuando dejan de ser fértiles, pues tras la menopausia se sigue ocupando de cuidar y aconsejar a su familia. Función social de vital importancia, teniendo en cuenta que nuestro cerebro continúa desarrollándose después de la infancia y pubertad.

Pero este apoyo ocurre ya en el parto. Karen Rosenberg y Wenda Trevathan explican que entre los demás primates, la madre puede ayudar a nacer a su hijo, guiándolo en el parto con las manos, limpiándole la nariz y la boca para que pueda respirar mejor y liberándolo del cordón umbilical si es que éste se le enreda alrededor del cuello. El parto en los primates es un hecho solitario, sin ayuda ajena. Sin embargo, en nuestra especie, la vagina está orientada hacia delante y eso tiene que ver con la postura bípeda. La madre no puede ver la cara del neonato porque éste nace mirando en dirección contraria. Para nacer por un canal de parto tan estrecho, angosto y complicado, las crías tienen que hacer dos giros, girando hasta 180 grados, y un mal intento de tirar de él podría ocasionarle daños. Eso hace que generalmente en todas las culturas, las mujeres busquen asistencia en el momento del parto; el parto humano es una actividad social.

El alocuidado y un cambio de dieta más energética y de digestión más fácil, permitió que las crías dispongan de un tiempo de crecimiento y desarrollo perfecto para obtener un cerebro más grande. Y no sólo. La paleoantropóloga Leslie C. Aiello cree que el gran cerebro humano evolucionó gracias a los nutrientes de alta energía a través de la placenta antes del nacimiento, y después a través de la leche materna. Lo que aporta la madre.

La leche materna incluye ingredientes complejos, entre ellos, azúcares llamados oligosacáridos. Todos los mamíferos los producen. Pero por alguna razón, las madres humanas producen una variedad excepcional: los científicos han identificado más de 200 oligosacáridos (HMO) en la leche humana, siendo el tercer componente más abundante después de la lactosa y las grasas. La leche materna tiene cinco veces más clases de HMO que la leche de vaca, y varios cientos de veces su cantidad total. Incluso la leche de chimpancé es pobre comparada con la de nuestra especie.

Pero hay algo desconcertante: los bebés humanos no pueden digerir estos oligosacáridos.

"¿Por qué una madre gasta tanta energía fabricando estos compuestos químicos si son indigeribles y, por lo tanto, inútiles para su hijo?" se pregunta el divulgador científico Ed Yong (Yo contengo multitudes). "Una madre que amamanta a su bebé no solo lo está alimentando, sino también creando todo un mundo. Alimenta a bebés y a bacterias, infantes y bacterias "infantis" por igual. Es un sistema inmunitario preliminar que frustra a microbios malévolos. Es el medio por el cual la madre se asegura de que sus hijos tendrán los compañeros adecuados desde sus primeros días de vida".

Y esto ocurre así:
Estos azúcares pasan por el estómago y el intestino delgado sin cambios, y acaban en el intestino grueso, donde se encuentran la mayoría de nuestras bacterias.

En el campo de la pediatría, unos médicos descubrieron que unas bacterias llamadas "Bifidobacteria" eran más comunes en las heces de los niños amamantados que en las de los alimentados con leche maternizada. De ello dedujeron que la leche materna debía contener alguna sustancia que alimentara a estas bacterias, a lo que llamaron "factor bífidus". Los oligosacáridos nutrían de manera selectiva a una subespecie particular llamada "Bifidobacterium longum infantis", "B. infantis" para abreviar, que llegaba a superaba a cualquier otra bacteria intestinal.

¿Y por qué es tan necesario del B. Infantis? Libera ácidos grasos de cadena corta (SCFA) que alimenta a las células intestinales de un bebé y anima a las células intestinales a fabricar proteínas adhesivas que sellen huecos y moléculas antiinflamatorias que calibren el sistema inmunitario. Es decir, mientras la madre nutre a este microbio, este microbio nutre al bebé. Todos este potencial benéfico solo ocurre cuando el B. infantis crece con los oligosacáridos de la leche materna. Con lactosa, sobrevive, pero se desentiende de las células del bebé. Además, el B. Infantis libera un compuesto químico llamado ácido siálico para el gran y rápido crecimiento del cerebro que experimenta el bebé, y por ende, de su inteligencia. Por eso, entre los monos y los simios, las especies sociales tienen más cantidad y más diversas HMO en la leche que las solitarias, ya que grupos más grandes significa más lazos sociales que recordar, amistades que entablar y rivales que manejar. Además, vivir en grupos grandes significa más enfermedades, y los HMO pueden bloquear villanos como la Salmonella, Listeria, Vibrio cholerae (cólera)... e incluso pueden detener el VIH, por lo que la mayoría de los lactantes de madres infectadas no se infectan a pesar de tomar durantes meses leche cargada de virus.

En este proceso, nada tiene que ver el tamaño de los pechos. Los senos pequeños pueden producir leche igual que los grandes.
Las mujeres tienen los pechos abultados durante toda la vida, y no solo durante la lactancia, como sucede con otros mamíferos. En otras especies, los pechos abultados son una clara señal de no fertilidad, ya que durante la lactancia, no hay ovulación.
Nuestra especie es la única en que los pechos abultados se convierten en un rasgo sexual. Lynn Margulis fue la científica que describió la ovulación silenciosa de las humanas, una ovulación que no deja marcas ni rastros, de tal forma que ni la hembra puede saber cuando está ovulando. Esta ignorancia debió fortalecer los vínculos entre machos y hembras, ya que obliga al macho a estar siempre al lado de la hembra si quiere reproducirse. La sexualidad continua (característica que compartimos con otros primates: los bonobos) separó sexualidad de reproducción y favoreció la formación de grupos protectores sin los que nuestras crías tan indefensas no podrían sobrevivir.

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Observa cómo una sola célula se convierte en un organismo completo en seis minutos. Una película de Jan van IJken (janvanijken.com). https://vimeo.com/315487551

Fuentes:
"Human Birth: An Evolutionary Perspective" Wenda Trevathan
"El primer viaje de nuestra vida" de Arsuaga.
"Pequeños pasos. Creciendo desde la Prehistoria" 
"Yo contengo multitudes", Ed Yong