domingo, 23 de agosto de 2020

Economía y animismo: números que hablan y piedras que matan.

"El animismo trata sobre lo que significa estar vivo en el mundo."
Tim Ingold.

"Resultaría antropomorfizante e ingenuo (casi animista) decir que la naturaleza nos está enviando una señal. Tan tonto como pensar que la silla que se rompe bajo nuestro sobrepeso nos está diciendo que debemos adelgazar. Lo que sí resulta cierto es que deberíamos tener la suficiente inteligencia para interpretar las señales, los indicadores o síntomas, que aparecen cuando las cosas van mal, cuando ponemos en riesgo nuestra propia vida.” Jorge Riechmann.


Durante la década de 1930, el antropólogos A. Irving Hallowell, estuvo trabajando con los pueblos Anishinaabe u Ojibwa, del centro-norte de Canadá. Allí entabló una profunda amistad con William Berens, jefe de los Anishinaabe del río Berens. Un hombre sabio, educado por sus antecesores y por toda una vida dedicada a observar el mundo que le rodeaba, animales, plantas... y piedras.
El antropólogo observó que en la gramática de la lengua de los Ojibwa, la palabra para "piedra" parecía estar en la categoría aplicada a los seres animados y no a los inanimados.
Confundido por esto, Hallowell le preguntó:
- "¿Están vivas todas las piedras que vemos a nuestro alrededor?".
Tras una larga reflexión, Berens respondió:
- "¡No! Pero algunas sí lo están".
Hallowell recuerda que esa respuesta le dejó una impresión duradera, aunque no sabía qué hacer con ella" escribe el también antropólogo Tim Ingold.

Y se pregunta: ¿Será que los Ojibwa dicen que las piedras están vivas como una manera simbólica de considerarlas sagradas, como nosotros consideraríamos sagrada la mesa de un altar en una ceremonia religiosa? ¿O vivas en el sentido de "vitalidad espiritual"?
El nativo Berens aseguraba que había visto a ciertas piedras moverse y hablar. Podemos descalificar sus palabras, tomándolas como una idea exótica, irracional, o como algo que simplemente lo ha imaginado o soñado y que no es parte de la experiencia real (aunque el nativo alegaría que ninguna diferencia hay. ¿Acaso las dos cosas no son algo que realmente se experimentan?)
Eso sí, ante todo, estamos convencidos de que las piedras no hacen tales cosas.

 
Pero eso es porque, si no son piedras que nos den beneficio monetario, no les prestamos atención.

Hay piedras que crean musgo, y también piedras que ruedan y caen por pendientes. Y hay "piedras que caminan" porque son arrastradas por el agua, el hielo o el fango; y piedras que regresan si las tiras desde una cima, traídas por el viento. Hay incluso piedras "trovants" o "piedras que crecen" en rumano, compuestas de arena y carbonatos. Además, todas las piedras emiten sonidos, hablan, cuando crecen, cuando se mueven, cuando se deslizan o chocan unas con otras.

Si prestáramos atención a la circulación y corrientes del mundo, podríamos ser testigos de la viveza de las cosas que fluyen y crean formas, como algunas piedras hacen, auténticas catedrales. El mundo es un continuo devenir, como lo somos nosotros por ser parte de él. No es un paisaje sobre el que posar nuestra mirada, nosotros estamos dentro del mundo y en él adoptamos un punto de vista sobre lo que nos rodea, actuando en consecuencia. Somos seres dentro de la continuidad de la vida orgánica.

No es que la vida está en las piedras, sino que las piedras están en la vida. En antropología, a esta ontología se le llama "animismo", y está al margen de ese mito que consiste en la ruptura de cultura y naturaleza. La humanidad es parte y reflejo de la complejidad y viveza del mundo.

Ingold aclara que no es que los Ojibwa vayan a tener todas las respuestas a nuestra incesante y ahora también desesperada búsqueda al problema de cómo vivir en el mundo. "La meta de la antropología, en resumen, es crear una conversación en torno a la vida humana misma, acerca del mundo." "Es importante por su potencial de educar y, a través de esta educación, transformar vidas."

Otro antropólogo, Pedro Tomé, escribió: “El antropólogo no tiene por qué afirmar que todas las culturas son buenas, pero está en la obligación de someter a todas, incluidas las propias, a la misma crítica negativa”.

Quizás sea cierto que en la nuestra, la visión dominante del mundo (ontología) está cada vez más focalizada en un tipo de economía que analiza partes cada vez mayores de la existencia como si de un mercado se tratara. Desde el suicidio (capital humano) hasta qué obras de arte son significativas ('Les Demoiselles d'Avignon', calculó David Galenson). Por eso, creemos que los mercados financieron están vivos, se mueven y hablan. Decimos que debemos cubrir las “necesidades de nuestros mercados ansiosos”, que “exigen sacrificios” y “políticas de saneamiento” financiero. Por eso, los números “hablan por sí mismos” y sentencian que a ti te apasiona 'Les Demoiselles d'Avignon'. Por eso, en EEUU, personalizan a las "corporaciones" (que forman un cuerpo), otorgándoles la práctica totalidad de derechos que tienen las personas: poseer, comprar, vender, pleitear, etc. con el fin de obtener los mayores beneficios para sus accionistas. 

Pero esto no es animismo. Somos países desarrollados, el primer mundo. No humanizamos a las corporaciones: estamos “mercantilizando” la humanidad. "Sociedad de mercado", se dice.

La economía es "oikonomía" o ‘dirección o administración de una casa’, es decir, “las formas en que cada sociedad resuelve sus problemas de sostenimiento de la vida humana” sostiene la economista Cristina Carrasco.


El virus ha realentizado las cosas. El bloqueo no es solo una respuesta política, económica o sanitaria. Desde luego, es también ecológica. El brote de coronavirus es consecuencia de la destrucción de hábitats, de la cría intensiva, de un sistema socioeconómico expansivo, una dinámica civilizatoria que reduce cada vez más el espacio ecológico de los seres

silvestres, rompiendo las barreras naturales y favoreciendo los saltos de microbios entre especies, la zoonosis. Todo ello para obtener beneficios. https://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2020/04/el-ecosistema-inmunitario-yo-albergo.html

Y también es consecuencia de cómo nos aglutinamos en ciudades, cómo viajamos... y por supuesto, consecuencia de la creciente desigualdad social. "El virus no entiende de clases sociales", es un mantra que intenta recordar la vulnerabilidad (mortalidad) humana. Pero sabemos que las clases menos acomodadas tienen más riesgo a contagiarse y enfermar, más riesgo a las consecuencias médicas de la enfermedad y a las posibles consecuencias económicas de la crisis.
El médico Javier Padilla y el epidemiólogo Pedro Gullón lo han definido de una manera muy clara: ‘crisis matrioska’, el hecho que que unas dimensiones de la crisis contienen otras. Crisis sanitaria, crisis económica, crisis ecológica, crisis de cuidados... se están relacionando en todo momento entre sí, y se debe dar respuesta a todas.

Otro mantra: "el virus somos nosotros, los seres humanos", haciendo referencia a que ha sido el excesivo impacto de nuestra especie en el ecosistema la causa de la pandemia, y a que somos una plaga ("Primatemaia disseminata", lo llama James Lovelock). Calculando los recursos que tenemos, la población y el ritmo de consumo, los números no cuadran. Pero mientras, las clases dirigentes divulgan la idea de que "ya no hay suficiente espacio en la Tierra para ellas y para el resto" y "están comprendiendo que el naufragio es inevitable; se adueñan de los botes salvavidas y le piden a la orquesta que siga tocando para disfrutar de la noche antes de que la agitación excesiva alerte a las otras clases”, advierte Bruno Latour. Así aumentan la desigualdad social. Garantizan la continuidad de la vida solo de ciertos sectores, y aceleran el sistema económico existente (desbordando aún más los límites biofísicos del planeta y los límites humanos)... expulsando a otros, aumentando la acumulación por desposesión, y la necroeconomía. Según el filósofo Achille Mbembe, aquella población superflua que al capitalismo no le vale, y que hay que gestionarla, encerrarla o eliminarla. Por lo tanto, es indispensable una redistribución radical de la riqueza, y también de los cuidados.

Porque "Nosotros somos virus".

Literalmente, holobiontes de virus y bacterias combinados a lo largo de 3.800 millones de años de coevolución, según la bióloga Lynn Margulis. El 8% del genoma humano consiste en antiguos retrovirus, y nuestro sistema inmune (el que ataca a los virus) funciona gracias a ellos. (Por eso, no rechaza a ese cuerpo tan extraño llamado feto). Un estudio de la universidad de Stanford, que presentó en julio de 2016, demostró que el 30% de las adaptaciones de nuestras proteínas, desde que los humanos nos separamos de los primates, han sido provocadas por virus. También encalábamos las murallas en nuestras ciudades, porque el óxido de calcio es antiséptico y antibacterianos y evitaba el tifus o la fiebre amarilla. Los virus y nosotros estamos en esa compleja red viva de la vida, y en la batalla por la vida.

La pandemia afecta al meollo de nuestra cultura, política y economía, y el prisma de la ecología lo traspasa. Con esta recesión económica, el medio ambiente ha mejorado. Se ha realentizado el sistema ecocida de extracción, producción, consumo y vertido.
Pero hay otro dato potente: contrariamente a lo que pensamos, esta economía productiva, cuanto más acelerada y expansiva se hace, más nociva es para la salud. ¿Cómo puede ser esto, si ya sabemos que la pobreza económica y social, y la enfermedad están íntimamente relacionadas? Si hay crisis económica, deberían empeorar los indicadores de salud de la población.
No, no es así. No al menos en Estados Unidos, Japón, Alemania, España, Finlandia y los 28 países ricos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) tomados en conjunto, y también en países de menor nivel de ingreso como Argentina, México y Corea del Sur.
José A. Tapia Granados, médico y economista, lo ha explicado en un artículo llamado así, tajantemente: "La mejora de la salud durante las crisis económicas)":

"Hay pruebas sobradas de que los periodos de expansión económica acelerada son perjudiciales para el avance de la salud."
Ciertamente, la salud ha mejorado mucho en casi todos los países del mundo en el último siglo, a la vez que el crecimiento económico hacía aumentar los niveles de ingreso per cápita (...), la alimentación suficiente (que ya se ha tornado excesiva en muchos países), la creación de infraestructuras que permitan el suministro general de agua no contaminada, la generalización de la educación primaria, y un ambiente que no sea nocivo para la salud.
[Pero] una vez alcanzado cierto nivel de ingreso, el crecimiento económico no solo NO favorece la salud, sino que comienza a perjudicarla. De hecho, para la salud las épocas de prosperidad económica son peores que las épocas de recesión."

Esto es "Debido a las condiciones de trabajo (horas extraordinarias, ritmos de trabajo), la contaminación atmosférica, el consumo de productos nocivos (tabaco, alcohol y comidas grasas), muertes en carreteras; y la disminución de actividades beneficiosas: ejercicio físico, las interacciones sociales, el sueño y, quizá, la actividad sexual."

Tapia Granados también añade un dato crucial: en las crisis económicas, los suicidios aumentan. Hay que apretarse el cinturón, sacrificarse, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, alegan. Y entonces, aparece la fragilización del derecho del trabajo, de una vivienda digna, pobreza energética, endeudamiento...


"La recesión hace mucho daño, pero la política de austeridad mata" afirman los científicos David Stuckler y Sanjay Basu tras una década de investigación, desde la Gran Depresión y el Crash del 29, hasta el estallido de la burbuja financiera en 2007: siempre que los gobiernos aplican medidas de austeridad ante una crisis sus efectos son devastadores para la salud pública.

"Malasia, la única nación que se negó a seguir las recetas del FMI, fue el país asiático que mejor superó la crisis", mejoró la salud pública nacional e invirtió en programas de estímulo y de ayudas públicas para proteger a las personas más vulnerables. Irónicamente, consiguió cumplir los objetivos económicos que le marcaba el FMI.

"Las recesiones no desencadenan automáticamente un aumento de los suicidios, el alcoholismo, los infartos debidos a estrés y otras causas principales de fallecimiento, sino la imposición de medidas de austeridad."

"El problema es que se ha conseguido implantar en la cabeza de mucha gente que el interés de los dueños de las grandes compañías y fondos de inversión es lo mismo que el interés general", explica la antropóloga, ingeniera y educadora Yayo Herrero. Un sector privilegiado cada vez más pequeño que va generando un proceso de expulsión de muchísimas más personas a los márgenes o, directamente, a la muerte. Todo para obtener los mayores beneficios en un sistema económico que ya no satisface necesidades, y es cada vez más nociva para la salud.

Al mismo tiempo, es la economía "reproductiva", la de los cuidados, la que ha aumentado considerablemente. Criar, asistir, limpiar, cocinar... Pertenecen a los llamados trabajos de la "economía informal" y son los más invisibilizados y precarizados. Aunque ahora más que nunca, se han visto esenciales, junto con otros trabajos (basureros, mecánicos, músicos...)
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2020/03/la-pandemia-del-coronavirus-la.html

"Manos que se levantan, piernas que se mueven, dedos que señalan, pisos que se limpian, bocas que se alimentan. Nuestra economía se basa en los cuerpos. Si el cuerpo se tomara en serio como punto de partida de la economía, tendría consecuencias de gran alcance."
escribe la periodista Katrine Marçal. "Una sociedad organizada en torno a las necesidades compartidas de los cuerpos humanos sería una sociedad muy diferente de la que conocemos ahora. El hambre, el resfriado, las enfermedades, la falta de atención médica y la falta de alimentos serían preocupaciones económicas centrales. No como hoy: desafortunados subproductos del único sistema." ("¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía")


Una economía debe trabajar para el bienestar de las personas, para todas las experiencias humanas, con su espacio y su finitud y vulnerabilidad. Para una biosfera habitable como base de la vida. Es la precondición de que los seres humanos tengamos una vida que no se prolongue en el shock, en la excepcionalidad, en la liminaridad... sino una vida plena, que merezca ser vivida.

"La humanidad no está en ruinas, está en obras. 
Pertenece aún a la historia. 
Una historia con frecuencia trágica, 
siempre desigual, 
pero irremediablemente común."
Marc Augé.

 

Fuentes:

"Antropología, ¿por qué importa?". Tim Ingold.

"Dónde aterrizar, cómo orientarse en la política". Bruno Latour.
"Por qué la austeridad mata. El coste humano de las políticas de recorte." https://www.eldiario.es/agendapublica/impacto_social/austeridad-coste-humano-politicas-recorte_1_5735454.html
https://ctxt.es/es/20200302/Politica/31220/coronavirus-decrecimiento-crisis-ecologica-agroecologia-yayo-herrero.htm

https://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/PDF%20Papeles/113/mejora_de_la_salud_durante_crisis_J.%20A._TAPIA.pdf

"¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía". Katrine Marçal

domingo, 16 de agosto de 2020

Contar es escuchar: la palabra y la imaginación.

"Yo creo que la imaginación es la herramienta singular más útil que posee la humanidad. Deja atrás el pulgar oponible. Puedo imaginar la vida sin mis pulgares, pero no sin mi imaginación." Ursula K. Le Guin.

Y Le Guin, escritora de ciencia ficción, hija de los antropólogos Theodora y Alfred Kroeber, aclara que no se trata de la creatividad. Ese término que nos lanzan para exigirnos adaptarnos a todo, ser flexibles, autónomos y sin límites, pero siempre dentro del mercado encaminado a obtener mayores beneficios. "Yo ya no la uso", asegura, "la dejo en manos de capitalistas y los profesores universitarios que abusen de ella a voluntad. Pero no pueden quedarse con la imaginación." 
Y explica en el mismo libro "Contar es escuchar", que la imaginación no es una forma de hacer dinero, sino de pensar, de convertirse en humano. Los niños la usan desde pequeños, y en ella se deberían instruir, como una capacidad fundamental para vivir. Escuchando y memorizando los relatos o narraciones orales de su cultura, o a leerla y comprenderla si es alfabetizada. 

No en vano, la tradición oral hizo la cultura durante más de 9/10 partes de la vida del homo sapiens. Es decir, la escritura nació cuando había transcurrido el 94% de nuestra existencia.
 
Las otras artes, la música, el dibujo, la artesanía, el baile... son centrales, pero nada como las palabras como respuestas a los conflictos de la realidad, remodelándola, percibiendo e interactuando con el mundo e imaginándolo a la vez para que tenga sentido. 
Llenándo el mundo de significado. Las palabras como herramienta para echar a volar la imaginación, y adaptarnos al mundo adiestrando la mente, abandonando la realidad pero siempre regresando a ella con un entendimiento renovados. Incluso disponemos de una capacidad distintiva de pensar e imaginar el pasado y lo hipotético del futuro.

"Al parecer, somos el único animales capaz de mentir. Podemos pensar y hablar de cosas que no son así y que nunca fueron así, o que nunca existieron, pero podrían. Podemos inventar, suponer e imaginar." Somos los únicos animales que contamos historias.
"Todos los seres humanos son mentirosos; es cierto, tienen que creerme."

"Dios inventó al hombre para oírle contar cuentos", dice un proverbio africano.

Para eso, "no hay nada como un poema o un relato". "Obligamos al mundo a ser coherente, a que nos cuente una historia."

"Somos los hijos del Sol", "somos los que venimos del mar", "nuestra lengua es única en el mundo"... todos los relato demuestran que su cultura es el centro del mundo, donde sus gentes son "la gente" y donde se hacen bien las cosas. Es tu hogar, tu comunidad, donde te enseñan cómo vivir mejor, a imaginar la mejor de las vidas posibles. Sino lo hacemos, advierte Le Guin:
"nuestras vidas acabarán siendo controladas por los demás."

"En nuestra época de grandes poblaciones siempre expuestas a las voces, imágenes y palabras reproducidas en pro del beneficio comercial y político, hay demasiada gente que quiere y puede inventarnos, poseernos, moldearnos y controlarnos a través de los medios de comunicación, que son cautivadores y poderosos. Es mucho pedir que, en medio de todo ello, un niño encuentre su camino por sí solo." "(...) lo que todos necesitamos, es conocer a otra gente que haya imaginado la vida en líneas que tengan sentido y permitan cierta libertad, y escucharla. No oírla pasivamente, sino escucharla.
Escuchar es un acto de comunidad, que requiere un lugar, tiempo y silencio.
Leer es una manera de escuchar."


Esa narrativa que ofrece alternativas al status quo, que no solo lo cuestiona, sino que amplía el campo de posibilidades sociales y el entendimiento moral.

"No conoceremos nuestra propia injusticia si no podemos imaginar la justicia. No seremos libres si no imaginamos la libertad. No podemos exigir que alguien intente alcanzar la justicia y la libertad si no ha tenido la oportunidad de imaginar que se pueden alcanzar."

La lectura no es superior a la oralidad, ni al revés. La lectura silenciosa es una actividad privada; la oralidad, mientras, es una fuerza de cohesión, que mientras ocurre vincula a la gente de manera física y psíquica. 
 
En una cultura oral, la interpretación oral siempre es formal, con sus indicaciones formales (público que se mantiene atento, orador que trata de mantener su atención)... Ya sea una madre o un padre contando un cuento, un comediante en un bar, un predicador, un mitin político... Siempre hay una voz que habla y oídos que escuchan, vibraciones sincronizadas en cuerpo y mente. Los inuit dicen que cuando los cuentacuentos hablan, las plantas dejan de crecer y los pájaros se olvidan de alimentar a sus polluelos. Por eso, los cuentacuentos sólo pueden contar mientras la nieve cae.
"Cada interpretación oral es tan singular como un copo de nieve, pero, como un copo de nieve, es muy probable que se repita; y su principio de organización interna es la repetición." En la interpretación oral, la repetición es fundamental, porque marca el ritmo, el compás. Porque mientras que en la lectura, se puede volver a releer, las palabras son aladas, y hay necesidad de redundancia.

El modo en que empiezan siempre los narradores en Benin, es:
      —Mi do adjru! ¡Contemos cuentos!
      —Adjru uaiii! ¡Los cuentos pasan!

"El habla nos conecta de una manera directa y vital porque ante todo es un proceso físico, corporal"
, asegura Le Guin, y lo explica así "si se sitúan dos relojes de péndulo lado a lado en la pared, gradualmente comenzarán a mecerse al unísono. Se sincronizan el uno con el otro en respuesta a las vibraciones diminutas que cada uno transmite a través de la pared." Si dos cosas, cualesquiera, oscilan cerca una de la otra, más o menos con el mismo intervalo, tenderán a armonizarse y a moverse con el mismo intervalo exacto. En física, lo llaman sincronización de fase o arrastre. Según Le Guin, todos los seres vivos nos movemos rítmicamente, como una ameba que vibra en frecuencias que corresponden a los niveles atómico, molecular, subcelular y celular. También nuestras fibras musculares del corazón lo hacen, al unísono con todas las demás: el latido. Dos seres humanos cercanos también pueden sincronizarse, como las mujeres sincronizamos nuestros ciclos menstruales. En el habla, William Condon demostró que los oyentes hacen casi los mismos micromovimientos labiales y faciales que el hablante, con un retraso de tan solo una cincuentava de segundo. "La comunicación es como una danza", explicaba Condon.
Y Le Guin recuerda que "no es de extrañar que el habla crea un vínculo tan fuerte, tan poderoso a la hora de formas comunidades."

"Permanece a la escucha-se decía en la vieja África-, todo habla, todo es palabra, todo intenta comunicarnos un conocimiento" aconseja el escritor Amadou Hampaté Bâ en "Amkullel, el niño fulbé". "El saber es una luz que está en el hombre. Es la herencia de todo lo que los antepasados pudieron conocer y nos han transmitido en germen, al igual que todo el baobab está contenido, potencialmente, en su semilla”.
 
En
"El cuentacuentos persa: los relatos que hicieron soñar al emperador", Nazanin Armanian relata:


"Y cuando el anciano monarca falleció, su hijo, como heredero del trono, tomó las riendas del país.

Un día, para conocer a los servidores del palacio convocó a todos los cortesanos, preguntándoles, uno a uno, sobre sus cometidos:
-Yo soy vuestro consejero, dijo el primero.
-Yo soy vuestro general, se presentó el segundo.
-Yo soy vuestro guardaespaldas, respondió el tercero.
-Yo soy vuestro cocinero, manifestó el cuarto.
-Yo soy vuestro coracero, contestó el quinto.
-Yo soy vuestro cantante, respondió el sexto.

-Y, ¿cuál es tu cometido?, preguntó el monarca a un anciano que estaba algo apartado de los demás y no se había presentado.
-Yo soy vuestro cuentacuentos, contestó el viejecito. 

-¿Me tomas por un niño? No necesito ningún cuentacuentos, dijo el joven rey frunciendo las cejas, como si le hubieran ofendido. 

-Es exactamente lo mismo que opinaba el rey Bahrâm, contestó el hombre viejo, que además era un sabio. Con la diferencia -continuó el sabio-, de que aquel monarca, muy pronto volvió a reclamar al cuentacuentos para que regresara, pues se dio cuenta de que había actuado como el águila de aquella fábula... 

-¿De que fábula me hablas?, preguntó el joven rey. 

El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.

“Un águila rapaz reprochaba a una gallina del corral: ¡Qué criatura más desagradecida eres tú! Tu dueño te mantiene durante toda tu vida, te protege de las bestias, te alimenta, y qué es lo que tú haces? Cuando él te llama empiezas a correr de un tejado a otro, aleteas por aquí y por allá, y no dejas que te coja. ¿Qué clase de comportamiento es ése? Mírame a mí. Yo hace poco tiempo que estoy aquí, y ya sé cómo debo portarme, y demuestro mi gratitud por los cuidados que me da el amo. Cuando él me llama, me poso en su brazo y hago todo lo que me pide. Entonces, la gallina, mirándole con una sonrisa, respondió: Quizás tengas razón, amigo mío. Pero dime ¿has visto alguna vez un águila asada?”

Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo, y luego dijo:
-Es absolutamente cierto. Pero, ¿de qué le sirve a un gran águila la verdad de una pequeña gallina? 

-¡No, Majestad!, no desprecies nunca lo pequeño, contestó el anciano. Recordad lo que hizo una liebre a un león. 

-Y, ¿qué le hizo?, preguntó el joven rey.

El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia..."