viernes, 10 de abril de 2020

El ecosistema inmunitario: yo albergo multitudes.

 "Si los soldados de primera línea no necesitaran máscaras y guantes, sino armas, bombas inteligentes, búnkers, submarinos, aviones de combate y bombas nucleares, ¿habría escasez?"

Arundhati Roy, activista y escritora.



Hay unos 1.67 millones de virus en la Tierra, puede que muchos más. Llevan existiendo cientos de millones de años, allí estaban ellos cuando nuestros antepasados comenzaron a ser bípedos, pero se les conoce desde hace no mucho. Los virus son láminas de proteínas que encapsulan algo de ADN o ARN, no tienen metabolismo propio y no pueden sobrevivir sin un animal, planta o bacteria. Sin un ecosistema que tenga una maquinaria celular para replicarse. Y esta búsqueda está condicionada por cosas como la proximidad y la regularidad del contacto. Y los humanos solo somos un animal más. 
Pero el potencial de infectar no se correlaciona necesariamente con la enfermedad y la muerte, muchos no son patógenos. Algunos virus pueden no tener ninguna consecuencia en absoluto y ser solo parte de nuestro microbioma. Y algunos incluso pueden estar involucrados en mejorar nuestra propia biología. Sólo en nuestro microbioma intestinal, contenemos más microbios que galaxias en el firmamento. Y no únicamente virus, también contenemos hongos, árqueas y bacterias. "Como decía Walt Whitman: soy tan grande que albergo multitudes", explica el divulgador de la ciencia Ed Yong en su libro homónimo. Los virus pueden desempeñar un papel importante y positivo para nosotros, siempre y cuando los mantengamos bajo vigilancia inmunitaria.
 
Y aún con toda esta información que nos da la ciencia, en la era industrial de los combustibles fósiles y de la agricultura industrial, seguimos manteniendo una visión mecanicista, militarista y antropocéntrica de los humanos como algo separado de y superior a otros seres que podemos poseer, manipular y controlar. Todo por mantener un modelo económico basado en la ilusión de crecimiento ilimitado que viola sistemáticamente los límites planetarios y la integridad del ecosistema y las especies.

La ilusión de que las plantas y los animales son utilitarios para fabricar materias primas que se convierten en combustibles para nuestros cuerpos, que son máquinas, ha creado la imposición del modelo industrial de la ganadería intensiva y las macrogranjas de confinamiento industrial.

En cualquier caso, ¿cómo se ha desatado una epidemia por los murciélagos? ¿O fue el pangolín, o la civeta? En la llamada "economía sumergida", en los márgenes de la economía y de la urbanización, esta agroindustria ejerce tal presión sobre los barrios periféricos, que las personas se ven empujadas a incursiones
agroeconómicas (caza, recolección, mercado) en ecosistemas locales. De los animales "salvajes" se desatan cepas virales que pasan de ser aisladas o inofensivas a acceder entonces a esos entornos hipercompetitivos de ganadería intensiva, donde se encuentran con muchas otras cepas y virus. 
En estos lugares es donde el virus se vuelve más virulento, ya que al tener numerosos huéspedes de la misma especie juntos, se trasladan entre muchos individuos en un espacio reducido, es decir, tienen un suministro continuamente renovado. Además, a estos animales les dan una cantidad de antibióticos y antivirales para prevenir las enfermedades, pero también crean resistencias cada vez más fuertes. Estos animales-huéspedes tienen ciclos de vida acortados (para sacar el mayor rendimiento) por lo que los virus deben alcanzar rápidamente su umbral de transmisión, aumentando la intensidad y la virulencia. Para estos virus, matar al huesped se convierte así en una ventaja evolutiva.
  
El Síndrome de Diarrea Aguda Porcina (SADS-CoV), provocada por un nuevo coronavirus, mató a 24.000 lechones hasta mayo de 2017 (casi una cuarta parte del suministro mundial de carne de cerdos) en la misma región de China en la que trece años antes se había desatado el brote de neumonía atípica conocida como "SARS". Se cree que en este caso, fue esta drástica disminución de la oferta de carne de cerdo la que habría empujado a la demanda de proteína animal proveniente de la fauna local.

En la actualidad, China y Australia concentran el mayor número de macrogranjas del mundo. En el gigante asiático la población de ganado prácticamente se triplicó entre 1980 y 2010. China es el productor ganadero más importante del mundo, concentrando en su territorio el mayor número de "landless systems" (sistemas sin tierra), macroexplotaciones ganaderas en las que se hacinan miles de animales en espacios cerrados.
Las epidemias son producto de la urbanización, cuando hace alrededor de cinco mil años los seres humanos comenzaron a agruparse en ciudades con densidad poblacional. La ganadería industrial ha "urbanizado" una población animal. Mudanjiang City Mega Farm, por ejemplo, es una macrogranja situada en el noreste de China que alberga a cien mil vacas. Tiene unos 90 mil kms2, es mayor que toda Hungría. En cuanto a las aves, China produce algo del orden de 15 a 20 mil millones de aves de corral por año.

Robert G. Wallace, (
Farming Human Pathogens: Ecological Resilience and Evolutionary Process) ha estudiado un siglo de pandemias durante 25 años, y explica el ejemplo de la gripe aviar: "no hay cepas endémicas altamente patógenas en las poblaciones de aves silvestres". Pero "los crecientes monocultivos genéticos de animales domésticos eliminan cualquier cortafuegos inmunológico que pueda existir para frenar la transmisión" facilitando las mayores tasas de transmisión y reduciendo la respuesta inmunológica.

Michael Greger, investigador estadounidense en salud pública y autor del libro "Bird Flu: A virus of our own hachting" (Gripe aviar: un virus de nuestra propia incubación), explica que antes de la domesticación de pájaros hace unos 2.500 años, la gripe humana seguramente no existía.
 
"Estamos interrumpiendo e invadiendo muchos hábitats de vida silvestre." "Así es como multitud de virus portados por los murciélagos, inofensivos para ellos, consiguen penetrar en la población humana" explica Sonia Shah, periodista científica sobre salud global. Este fenómeno se denomina transferencia zoonótica, tales infecciones saltan de los animales a los humanos. Aunque sea infrecuente, puede hacer que virus procedentes de animales se adapten a nuestros organismos y evolucionen hasta convertirse en patógenos. En su libro "Pandemic: Tracking Contagions, from Cholera to Ebola and Beyond", advierte que en los últimos cincuenta años, más de trescientas enfermedades infecciosas han surgido o reaparecido recientemente en territorios donde nunca antes se habían visto. "Podemos citar el ébola como ejemplo", que se trasladó de animales salvajes a humanos, teniendo también como portadores a los murciélagos. Científicos han relacionado el brote con la rápida deforestación, con cambios en el uso de la tierra impulsados por el capital, "pero también por la violencia política" añade Shah. "En esos tres países en el lado más occidental de África (Sierra Leona, Guinea y Liberia) se encontraba uno de los bosques con mayor biodiversidad del mundo. Pero en el transcurso de la década de 1990, hubo un conflicto político increíblemente complejo muy sangriento, que continuó durante años. 600.000 refugiados huyeron a ese bosque para escapar de la lucha." "Solo permaneció el 15% de ese bosque original. Y lo que ahora sabemos es que toda esa área que ha sido deforestada se superpone bastante bien con el hábitat de los murciélagos frutales." Los brotes de 2013 en Guinea se produjeron justo después de que el país vendiera grandes extensiones de tierra a conglomerados agroindustriales internacionales para la industria del aceite de palma, un monocultivo que atrae literalmente a las especies de murciélagos.

Pero también es el caso del virus de nipah (presente principalmente en Malasia y Bangladesh) o del marburgvirus (sobre todo en África Oriental). La enfermedad del bosque de Kyasanur (India) es un virus altamente patógeno que se propaga de los monos (que ven cómo su habitat forestal se reduce cada vez más) a los humanos a través de las garrapatas. La devastación ecológica reduce la
biodiversidad, que ayuda a repartir la carga vírica entre las distintas especies y entre los individuos de esas especies, y también reduce la complejidad ambiental con la que el bosque hace de cortafuegos, interrumpiendo las cadenas de transmisión. Las incursiones para extracción de petroleo y minerales crean "autopistas" que permiten el movimiento de animales salvajes, que no solo los acerca a nosotros, sino también los aleja, huyendo, al último extremo del paisaje primario, desenterrando una mayor variedad de patógenos potencialmente protopandémicos que luego vuelven.  
La científica Shi Zhengli, investigadora principal del Instituto de Virología de Wuha, ya alertaba de la transmisión del coronavirus a los seres humanos en China, y apuntaban que el incremento de las macrogranjas de ganado había alterado los nichos de vida de los murciélagos, incrementado las posibilidades de contacto entre la fauna salvaje y el ganado, por lo que cabía esperar nuevas epidemias en el futuro.
 
En la transmisión de los humanos, son los circuitos mundiales de migraciones regulares de mano de obra los que facilitan que el virus tenga ante sí un mayor número de vías evolutivas en un tiempo más corto, permitiendo mutar más rápidamente y evolucionar hasta que las variantes más aptas superan a las demás.

"El capitalismo ya es global, y también totalizante. Ya no tiene un borde o frontera con alguna esfera natural no-capitalista más allá de él, y por lo tanto no hay (...) ninguna verdadera zona salvaje capaz de ser preservada en algún tipo de condición pura e intacta. En su lugar, el capital tiene simplemente un interior subordinado, que a su vez está totalmente subsumido en las cadenas de valor mundiales." explican en la revista Chuang.
 
Es el mensaje que nos transmiten: los procesos de globalización han acelerado las epidemias, y somos cada vez más susceptibles. El riesgo se vuelve omnipresente, esta vez, a escala planetaria. Ante sucesos impredecibles, ya sean de orden político (bioterrorismo) o natural, (como las pandemias), la racionalidad normativa ya no puede ser preventiva, ni se suponen tan efectivos los cálculos estadístico como herramienta para controlar variables de riesgo y sus efectos. En un estado de alerta continua, debemos anticiparnos, estar siempre en alerta, preparados (preparedness). Las crisis son impredecibles e inevitables, solo se espera aguantar el chaparrón y ser buenos soldados. La salud se convierte en un problema de seguridad y se explica cada vez más en términos militares.

"La mayoría del daño producido por la enfermedad causada por el nuevo coronavirus está causado por el sistema inmunitario, que efectúa una defensa de tierra quemada para impedir que el virus se extienda. Millones de células del sistema inmunitario invaden el tejido pulmonar infectado y causan daños masivos en el intento de eliminar el virus y cualquier célula infectada." explica el biólogo Benjamin Neuman. "El reto para los sanitarios que tratan a los pacientes está en sostener el cuerpo y mantener la sangre oxigenada mientras el pulmón se repara a sí mismo."
Defensa de tierra quemada, invasión... Donna Haraway, bióloga y filósofa, se pregunta: "¿Es posible "imaginar el sistema inmunitario de modo distinto al de la retórica característica de la guerra fria, que siempre lo representó como un campo de batalla?" "Por qué no pensarlo, más que como discurso de invasores, como un discurso de especificidades compartidas en un yo semiimpermeable capaz de interactuar con otros (humanos o no, internos o externos)?"

El sistema inmunitario es la “capacidad sanadora” que todos llevamos incorporada en nuestro cuerpo, el sistema que ataca al virus. La fuerza misma de la respuesta inmunitaria es lo que determina la autorregulación, la autoreparación, y su equilibrio se debe a la suma de las fuerzas que se oponen en él.

Inmunidad, explica el filósofo Roberto Esposito, viene del sustantivo "inmunitas", negar el "munus". "Munus" era el deber, ley, obligación, y también ofrenda que debe donar alguien para tener derecho a vivir en una comunidad determinada. Comunidad viene de "cum" (con) y "munus". Era la obligación de la deuda la que comunaba a los sujetos, la que mantenía los lazos sociales en una comunidad. En cambio, en el derecho romano, inmune era el que no debía nada a nadie, el que estaba exonerado de los deberes societarios que son comunes a todos.
En la modernidad, explica Esposito: "Los individuos modernos llegan a ser verdaderamente tales, es decir, (...) exentos, exonerados, dispensados de ese contacto que amenaza su identidad que lo expone (...) al contagio de la relación".

Y así, con total inmunidad, cada uno de nosotros afianzamos nuestra identidad, nos sentimos únicos, alejados del contagio de la relación. Pero también nos sentimos más expuestos ante este mundo precario y amenazante.

"Lo que me ha enseñado la historia de las pandemias es que todas estas cosas

están conectadas. La salud humana está conectada con la salud de nuestras sociedades, la salud de nuestros animales, la salud de nuestra vida silvestre. La salud de nuestros ecosistemas. Todos están conectados.
Así que tenemos que volver a imaginar el camino con el pensamos en nosotros mismos en este mundo microbiano en el que todos vivimos.
Podríamos hacer cosas como restaurar el hábitat salvaje para que los microbios que viven en animales no se derramen en cuerpos humanos.
Podemos hacer cosas como proteger la salud de la mayoría vulnerable, las personas que están viviendo sin saneamiento, las personas que viven en barrios marginales, los animales que viven en granjas en condiciones deplorables.
Porque su salud está muy obviamente conectada a la nuestra."
Sonia Shah.





Fuentes:
Michael Greger, "Bird Flu: A virus of our own hachting".

Robert G. Wallace, "Farming Human Pathogens: Ecological Resilience and Evolutionary Process".
Shonia Shah, "Pandemic: Tracking Contagions, from Cholera to Ebola and Beyond".
Roberto Esposito, "Comunidad, inmunidad y biopolítica".
https://www.elsaltodiario.com/saltamontes/recuperar-la-tierra-nuestra-comida-y-nuestra-agricultura?fbclid=IwAR3A0TheP56FGwPo-aaDbtxETytEebcpFQ1EPmLT2ld3QUDDDT8nbda1wVA
https://www.eldiario.es/interferencias/Causalidad-pandemia-cualidad-catastrofe_6_1010758925.html#click=https://t.co/L0nEuSoXs8

https://www.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago
http://nautil.us/issue/83/intelligence/the-man-who-saw-the-pandemic-coming
https://mondiplo.com/contra-las-pandemias-la-ecologiahttps://www.ft.com/content/10d8f5e8-74eb-11ea-95fe-fcd274e920ca
https://www.sinpermiso.info/textos/contagio-social-lucha-de-clases-microbiologica-en-china
https://elpais.com/ciencia/2020-04-07/que-hace-tan-mortal-al-coronavirus.html?ssm=FB_CM_MAT&fbclid=IwAR14CW2J7x9rnrGVL6rT-hVS_xw3gIRyZ4g17URMEiV9D-VJVEq6aR-yBd8

https://www.lavanguardia.com/vida/20200509/481027584994/ecologo-receta-naturaleza-contra-virus.html
https://www.lemondediplomatique.cl/2020/03/de-donde-viene-el-coronavirus.html
https://www.youtube.com/watch?v=w2k4SdwCY9g
D. J. Haraway, Come una foglia (entrevista con T. Nichols Goodeve), Milán: La Tartaruga, 1999, págs. 92-3.