lunes, 9 de mayo de 2011

Retando a un león: la ostentación.

Cuando uno/a observa el temerario comportamiento de los jóvenes humanos, en particular los machos, se pregunta cómo es posible que seres dotados no ya de raciocinio, sino de un elemental sentido de la autoconservación, puedan poner en juego tan fácilmente su vida y sus intereses. Parece como si la capacidad de asumir riesgos revelase algo de la calidad de nuestra constitución biológica.
Tanto los grandes héroes como los grandes villanos de la historia han necesitado de esta ostentación egocéntrica para elevarse por encima del resto de sus congéneres. Siempre se ha relacionado el término valor con la virtud y el riesgo.

¿La vanidad, la ostentación y el riesgo que conlleva mantenerla es una estupidez característicamente humana, o es señal de nuestra superior inteligencia? 

En Kenia, los cazadores Dorobo demuestran un gran valor poniendo en riesgo su vida: robando a los leones la presa que han cazado y que mantienen entre sus mandíbulas. Sorprendentemente, cuando los cazadores (que llevan unas lanzas, pero no necesitan demostrarse amenazantes) se acercan a los leones hambrientos para robarles la presa, éstos se dan media vuelta.




Y los bosquímanos, con guepardos:


"Las cacerías suelen ser peligrosas. Los !Kung se enfrentan al peligro con valentía, pero no lo buscan ni asumen riesgos solo para demostrar su coraje. Evitar activamente situaciones peligrosas está considerado algo prudente, no cobarde o poco masculino. Además, no se espera que los chicos jóvenes dominen su miedo y actúen como adultos. Ante riesgos innecesarios, los !Kung afirman: "¡Pero podría morir alguien!

Esta actitud pareció clara cuando escuché la descripción de una cacería por Kashe, un chico de doce años, y su primo. Antes que esto, la experiencia de los dos chicos con la cacería se dió solo como un juego. Esta vez estuvieron acompañados por sus padres en una auténtica cacería. Cuando volvieron, Kashe y su padre vinieron a nuestro campamento para darnos carne de un gran antílope que habían matado. Al celebrar su buena fortuna (y la nuestra) y hablando sobre los detalles de la caza, Kashe sostuvo una ancha sonrisa. El padre presentó los acontecimientos, cómo, después de haberle dado con una flecha y correr hacia él, el órice finalmente había resistido y
luchado, y la ferocidad con la que habían conjurado sus lanzas con sus largos cuernos, afilados como cuchillas. Kashe, escuchando, parecía emocionado y orgulloso. Le pregunté,

"Le ayudaste?"
"No," respondió, "Estuve subido a un árbol!" Su sonrisa se convirtió en una risa fácil.

Descompuesta, pregunté otra vez, y él repitió que tanto su primo como él habían trepado a un árbol en cuanto el animal dejó de correr y les plantó cara. Yo me burlé de él diciéndole que todo el mundo se habría muerto de hambre si su primo y él hubieran tenido que encargarse del animal. Él se volvió a reir y dijo:

"¡Sí, pero teníamos mucho miedo!".

No había ni una pizca de vergüenza ni necesidad de explicar lo que, en nuestra cultura, podría haberse considerado un comportamiento carente de coraje. Tampoco hubo ninguna sugerencia de que su miedo en esta situación refleja cómo iba a actuar cuando fuese adulto. Ya tendría tiempo suficiente para aprender a enfrentarse a animales peligrosos y a matarlos y no le cabía ninguna duda (ni a su padre tampoco, a juzgar por la expresión de su rostro) de que algún día lo haría. Cuando le pregunté al padre, este sonrió: "Subidos a un árbol? Claro. No son más que niños. Podrían haberse hecho daño".
Se espera que un chico mate su primer gran animal entre los quince y los dieciocho años."

Marjorie Shostak, "Nisa: The life and words of a !Kung Woman."

El antropólogo Melvin Konner llevó a un amigo !kung al pueblo, y cuenta que allí este hombre estaba horrorizado de tener que cruzar la carretera, aunque estuviese acostumbrado a ahuyentar leones y hienas.

Sabine Kuegler, que se crió entre jabalíes y cocodrilos de los bosques pantanosos en Nueva Guinea, cuenta que la primera vez que vio una carretera se quedó petrificada. "Cada vez que tenía que cruzar una carretera sin semáforo, me ponía a sudar. No podía calcular la velocidad de los coches, y me aterrorizaba pensar que podían atropellarme" "Hoy en día sigo teniendo miedo del bullicioso tráfico de las ciudades"

Amotz Zahavi, profesor de Zoología en la Universidad de Tel Aviv, estudió los conceptos del handicap y la ostentación. 

“Las especies son seleccionadas para responder únicamente a las señales fiables. El engaño es posible cuando el coste de ignorar una señal fiable es mayor que el coste de responder a ella. Puede haber un lapso temporal hasta que la selección natural seleccione a los receptores para hacer caso omiso a dichas señales”

Es decir, el engaño sucede cuando cuesta más ignorar la ostentación y atacar (porque no es algo fiable: quizás no sea ostentación y realmente salgan mal parados) que responder a ella: creérsela y marcharse. En el caso del video, a los leones les cuesta menos creerse la ostentación de los cazadores y darse la vuelta, que arriesgarse y atacar. En ese momento, es mucho más fiable la señal que dan los cazadores de tener el poder sobre los leones, y prefieren asegurarse. Hasta que la selección natural avise a los leones que esta ostentación de los cazadores se puede ignorar.

Fuente:


2 comentarios:

Pipo dijo...

Excelente blog, agregado a mis favoritos completamente.

Antropólogaenlaluna dijo...

Gracias Pipo! Bienvenido completamente :D