
Mariasun Landa, escritora.
Teresa del Valle, antropóloga, explica que en realidad el miedo femenino a trasegar ciertos espacios no deviene de la configuración de éstos sino de su profunda instalación a través de mecanismos socializadores en la mujer desde la misma infancia. La noche se constituye a sí misma como tiempo y lugar del peligro, que se acrecienta en los espacios públicos donde se “desvanece la identidad personal para pasar a ser un mero objeto de agresión”. Desde ese punto de vista las mujeres son los transeúntes anónimos más expuestos a la intemperie en todo el sentido de la palabra, intemperie donde los otros, los hombres, se constituyen en los potenciales agresores.
"Se trata de espacios que tienen que ver con recorridos y puntos de encuentro como son los caminos y los cruces. Están en el exterior y abiertos a que transiten cualquier tipo de personas y a cualquier hora del día. Pero se trata del espacio solitario en momentos de oscuridad sobre los que se ciernen imágenes de amenazas que nos hacen acelerar la marcha y agudizar los sentidos, y se da una condensación de miedos sobre los que actúa la imaginación con imágenes de relatos anteriores oídos en distintos momentos de la vida: unos como parte de narraciones infantiles, otros asociados a casos que se mencionan con frecuencia, y mediante los comentarios que hace la gente (hombres y mujeres) en una comunidad respecto a los lugares que se consideran seguros o inseguros para niñas y niños.
En una discusión sobre el tema con mujeres y hombres jóvenes, estos últimos manifestaban que en su mapa cognitivo cuando se encontraban de noche en un lugar solitario sí entraba la posibilidad de la agresión física, pero sin identificarla con la agresión sexual. Por el contrario, era el primer miedo que afloraba en el caso de las jóvenes. Aunque, en realidad, la agresión sexual ocurre con mucha mayor frecuencia en el espacio doméstico que fuera de éste.

En cuanto a la reflexión sobre la relación entre miedo y “no lugar” (parques, callejones, aparcamientos, suburbano) encuentro que el miedo se sitúa en el no lugar, en aquél donde al amparo de la oscuridad, de la noche, se da el anonimato. Allí donde se desvanece la identidad personal para pasar a ser un mero objeto de la agresión. La experiencia del miedo en un no lugar, bien sea real o imaginario, repercute en las generalizaciones que elaboran las mujeres en las que engloban a todos los hombres en el anonimato de “los agresores” por encima de identidades concretas, aquéllas que se generan en los lugares.

Del Valle continúa: Sería interesante explorar si posteriormente esos miedos han influido en coartar decisiones, pasos hacia adelante. No me refiero con ello a incursiones psicoanalíticas, sino verlo por medio de datos de la historia de vida y siempre en relación con si para la mujer esos miedos han incidido positivamente o de forma negativa en su autoestima, en una experiencia liberadora o no.

Los tuareg del Sahara, los pigmeos Mbuti del bosque Ituri, los jíbaros de América del Sur y los Mungo Nkundo de África son sociedades en las que la antropóloga Peggy Reeves Sanday no encontró casos de violación a mujeres. También en las sociedades matrilineales como la Minangkabau de Indonesia.
“En las sociedades donde la naturaleza se considera sagrada, la violación sucede excepcionalmente”
“En las sociedades libres de violaciones las mujeres son tratadas con un considerable respeto y las actitudes de las personas sobre el medioambiente son más de respeto que de explotación”
“Donde los varones están en armonía con su entorno, las violaciones apenas existen”
En estas culturas, las mujeres no tienen miedo de la violación cuando salen solas.
La antropóloga Maria-Barbara Watson-Franke cuenta que cuando ella confesó a su guía Guajiro (América del Sur) que tenía miedo de caminar por la noche en el desierto, ésta le dijo que ella sentía lo mismo. Pero cuando la antropóloga le contó cómo un hombre le había atacado una vez en Europa, la mujer Guajiro le miró sorprendida: "¿Tienes miedo de la gente? Oh no, nada de eso!. Pensé en las serpientes!"
Dolores Juliano explica que también se trata de la defensa. "Entre los saharauis la costumbre es que cuando una pareja se casa, se quedan a vivir con la familia de la mujer, hasta que nace el primer bebé. Imaginaros a un saharaui malvado en una haima rodeado de sus suegros, sus cuñados, los hermanos de la mujer y todos los parientes de ella. Objetivamente, es imposible. La matrilocalidad es una defensa ante el maltrato. Además utilizan también el divorcio. El maltrato no se acepta socialmente."
En Occidente, la violación es un fenómeno en la escala mayor, como se muestra en varios estudios. En los Estados Unidos, hay aproximadamente 200.000 víctimas de violación (de más de 12 años) por año.
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Señal en Mexico, un poco manipulada.. |
Fuentes:
http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite/pperiod/laventan/Ventana9/ventana9-1-1.pdf
www.sdp.gov.co:8080/cieeie/index.php/biblioteca.../doc.../280-cap3.html
http://issuu.com/mireyinn/docs/la_ciudad
https://www.youtube.com/watch?v=_IZQ-eneyuM
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