viernes, 21 de marzo de 2025

Paso a paso: caminar erguidos nos hizo humanos.

Foramen magno. 

 

No, no es el nombre de ningún emperador romano. Es como se llama al agujero por donde entra la médula espinal en el cráneo. Si caminas a 4 patas, el agujero está en la parte de atrás, porque la columna es horizontal. Pero si la columna es vertical, el agujero está en la parte de abajo. Bueno, pues esto es una buena pista para saber que los primeros homínidos que caminaban sobre 2 patas vivieron en África hace apróximadamente siete millones de años.  

 

La editorial Capitán Swing ha publicado un libro que se titula "Paso a Paso. Cómo caminar nos hizo humanos", del antropólogo Jeremy Desilva.

Somos primates que recién hemos bajado del árbol. Y no es un decir. Ardipithecus te lo puede contar. Él tenía el pulgar del pie oponible, y es la prueba de que ya caminábamos antes de bajar al suelo. En aquella época, en África, las praderas se expandían mientras que los bosques retrocedían. Sin embargo, sorprendentemente, los huesos de Ardi se encontraron junto a animales silvícolas y semillas de árboles y plantas forestales. Las pruebas con isótopos de carbono y oxígeno indicaban que Ardi vivió y murió en un entorno boscoso.

Así que olvídate de ese dibujo que se llama "la marcha del progreso". Esa secuencia lineal que simboliza la evolución humana, de simios encorvados que acaban siendo humanos erguidos. Y no ya porque "por lo que sea" suelen acabar siendo de tono de piel más claro... (aquí hago un inciso: hace un tiempo compré una camiseta de este dibujo en el que el último hombre evolucionado acababa sentado y encorvado tecleando un ordenador, y me parece el más acertado). Pero es que es falso el hecho de que los homininos bípedos evolucionaron a partir de un antepasado que caminaba apoyándose en los nudillos como un chimpancé. Nuestro amigo Ardipithecus, Ardi, se alzaba sobre dos patas para desplazarse de forma bípeda, no se agachaba ni se encorvaba: se mantenía erguido como lo hacemos nosotros, aunque el dedo gordo prensil de sus pies no le habría permitido andar a zancadas como los humanos modernos.
 

¿Alguna vez has visto a tu perro o a tu gato tropezar y caerse? Es lo bueno de tener cuatro patas.

Andar sobre dos patas nos hace lentos e inestable y algo parecido a un pájaro bobo para los grandes, veloces y hambrientos ancestros de los leones, leopardos y hienas actuales. Sin embargo, aquí seguimos dando la matraka, así que parece que la bipedación debe de tener ventajas que contrarresten sus costes.


Así que llevamos muy poco tiempo siendo bípedos. Hace solo unos millones de años nuestros antepasados todavía trepaban a los árboles con unos pies prensiles y musculosos bien adaptados para asirse a los troncos y las ramas. Las aves también son bípedas. Y son eslabones vivientes de una cadena ininterrumpida de animales bípedos cuyo origen se remonta al menos a 245 millones de años atrás. En términos evolutivos, han llegado a dominar la bipedación. Nosotros, en cambio, somos torpes novatos.
Ni siquiera somos más rápidos.

Un chimpancé corriendo a cuatro patas alcanza fácilmente la misma velocidad que los velocistas olímpicos que llevan años entrenándose.

PERO hay un dato importante. Los científicos descubrieron que los chimpancés gastan el doble de energía que los humanos cuando caminan, independientemente de si lo hacen a cuatro patas o con solo dos. No porque sean cuadrúpedos, sino porque caminan agachados. Los animales que se desplazan con las rodillas menos flexionadas y la espalda más recta gastan menos.

Y esto va unido de alguna manera al hecho de tener un cerebro como el nuestro.
El cerebro tan solo representa un 2% de nuestro peso corporal, pero consume el 20% de la energía que absorbemos. Eso significa que una de cada cinco veces que respiramos y uno de cada cinco bocados que ingerimos van destinados a las hambrientas células de nuestro cerebro.

El hecho de caminar erguidos nos ha dado tal cantidad de energía que tenemos excedentes para dedicarlo a un cerebro hipertrofiado.


Además, nuestros antepasados debieron de estar lo suficientemente protegidos para que la selección natural favoreciera un crecimiento cerebral más lento y el consiguiente énfasis en el aprendizaje de los jóvenes australopitecos. ¿Protegidos cómo? La protección era nada más y nada menos que de naturaleza social, frente a la depredación: cuidábamos unos de otros.

Gracias a caminar erguidos, podíamos escudriñar el paisaje en busca de posibles enemigos, intimidar y lanzar objetos a posibles depredadores. O maldecirles. La bipedación hace que controlemos la respiración de forma más precisa, lo que nos dota de la flexibilidad necesaria para emitir una gran variedad de sonidos.
Otras ventajas es que nos desplazamos más eficazmente de una zona de alimentación a otra.

También creamos y utilizamos herramientas y tecnologías, y transportamos cosas. 

De hecho. La escritora de ciencia ficción Ursula K. Le Guin lo explica de esta manera: el mayor invento de nuestros antepasados, antes de los palos y las
espadas, fue el recipiente. Para meter algo que quieres y guardarlo o
disfrutarlo o compartirlo.
Las primitivas hembras homininas eran recolectoras diurnas de plantas y pequeños animales, que, dicho sea de paso, aportan más calorías que la caza masculina en la mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores modernas. Las hembras recolectaban más de lo que necesitaban y lo compartían con otros miembros del grupo. Las que caminaban erguidas podían recolectar más alimentos, como lagartos, caracoles, tubérculos, huevos, frutos, termitas y raíces.
Se ha demostrado que en los bonobos y chimpancés las hembras constituyen el sexo con mayores habilidades tecnológicas, por lo que tendría sentido que también hubiera sido así en los primeros homininos.

Además, las mujeres somos mejores en caminar transportando. Pero para explicar
esto, primero vamos al tema del parto. No lo recuerdas, pero has nacido con una maniobra gimnástica que ya quisieras ahora, que te hacen crack las rodillas cuando te agachas.
No es que la pelvis humana sea estrecha, es que está aplastada en sentido vertical, de arriba abajo.
Para nacer por un canal de parto tan, angosto y complicado, todos los bebés tienen que hacer dos giros, girando hasta 180 grados. Un mal intento de tirar de él podría ocasionarle daños, por eso en todas las culturas, las mujeres busquen asistencia en el momento del parto; el parto humano es una actividad social.
Quizás hayáis escuchado sobre el dilema obstétrico, que incluso el famoso Harari ha hablado de él. Viene a decir que como la pelvis femenina tiene que ser lo bastante grande para poder dar a luz al recién nacido, si tuviera un tamaño excesivo, comprometería la locomoción. La solución que encontró la evolución fue una pelvis lo suficientemente grande para permitir el parto, pero no tanto como para impedir andar a la mujer, aunque no tan bien como los hombres. Y además, los bebés nacen antes y más pequeños, aunque estén más indefensos.
Bueno, pues no es tan así.
Lo primero es que las mujeres no dan a luz antes que las hembras de nuestros congéneres primates, sino más tarde. Esto lo descubrió una antropóloga llamada Holly Dunsworth. El problema es que durante nuestro alargado tercer trimestre su crece, y exige cada vez más energía a su madre. Además, el cerebro del bebé no tiene nada de pequeño. El cerebro de un recién nacido humano tiene un volumen medio de trescientos setenta centímetros cúbicos, el mismo tamaño que el de un chimpancé adulto... Además, otra antropóloga llamada Cara Wall-Scheffler explica que por tener las caderas más anchas, somos mejores portadoras que los hombres, y con constantes variaciones de ritmo.

Hace millones de años, si te rompías el tobillo no podías andar y tenías más posibilidades de morir, pero alguien cuidó de esos heridos para que sobrevivieran. Es una de las primeras muestras de compasión y empatía por los demás, algo que se terminó convirtiendo en una de nuestras características sociales principales.
El hecho de que cuidemos los unos de los otros cuando estamos heridos pudo haber nacido también de esa vulnerabilidad que trajo la marcha erguida. El cuidado, la empatía y la compasión son ventajas evolutivas que compensaron las desventajas físicas del bipedalismo.

Caminar reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, de accidente cerebrovascular y de desarrollar diabetes. También es bueno para la salud del cerebro, ayuda con la memoria y la creatividad. También protege contra ciertos tipos de cáncer. De hecho, las poblaciones de cazadores-recolectores que por su modo de vida, caminan muchos kilómetros al día, no padecen de algunas de las enfermedades.

Según el antiguo estadista griego Alcibíades, hubo un tiempo en que los humanos tenían cuatro piernas, cuatro brazos y dos caras. Eran arrogantes y peligrosos, una clara amenaza para los dioses. Esto preocupó a Zeus, que en un primer momento se planteó destruir a los humanos con un rayo, como él y los dioses olímpicos habían hecho con los titanes. Pero en lugar de ello ideó un ingenioso plan: los partió por la mitad. Con solo dos piernas, dos brazos y un rostro, los humanos ya no resultarían ni de lejos tan amenazadores. Luego Apolo remendó a aquellos seres divididos y les anudó en el ombligo. Desde entonces vagan por la Tierra en busca de su otra mitad: sus almas gemelas.

1 comentario:

Tot Barcelona dijo...

Gracias.
Me ha gustado su página, vengo recomendado ¡¡¡
Salut
Miquel