lunes, 30 de mayo de 2011

Los vendedores de historias que llegan hasta la Luna: los Inuit.

Fragmento del libro "Memorias del Ártico: mi vida con los inuit" de James Houston.

"En el mundo de los inuit, un hombre puede poseer una historia. Quiero decir que puede ser que una de las historias que cuente sea suya. Evidentemente, hay mitos y leyendas comunes. Éstos son de dominio público, pero con lo relatos o historias basados en sus historias personales son muy cautelosos, como si tuvieran una especie de derechos de autor antigüo. Contar la historia de otro supone una suerte de violación. Se puede pedir permiso y tratar de negociar los derechos ofreciendo algo a cambio. En caso de conseguirlo, puedes contarlo si así lo deseas.

Cuando intenté ampliar mi conocimiento del inuktitut (lengua inuit), sentí la necesidad de poseer una historia. Intenté inventar algunas, pero no sabía expresarmelo suficiente. Finalmente me rendí y traté de comerciar para conseguir no una, sino dos historias. La primera me la contó una mujer inteligente a cambio de una libra de té, una caja de agujas y dos yardas de lana de tela escocesa. La segunda me la proporcionó un anciano y me costó un puñado de cartuchos del calibre 30, un jersey de lana grueso y un hacha afilada. Pero ninguna de las historias funcionó cuando la expliqué yo.

Entretanto, el departamento gubenamental para el que trabajaba enviaba un experto en mamíferos para realizar un estudio. Me sugirieron que lo acompañara y así lo hize. 

-Ha oido las noticias? – Le pregunté. – Noticias del exterior, algo procedente de Ottawa? Londres? Nueva York?

- No demasiado. Déjeme pensar… Oh sí, los rusos, han hecho algo. Han enviado una especie de cohete  Lo llaman Sputnik. Dió la vuelta al mundo y en su interior había una perra llamada Laika.

- Sputnik! Laika! – Pensé que las palabras sonaban como inuktitut – Bueno, eso es algo notable. Lo recordaré.

De nuevo en el campamento, Osuitok me preguntó si el comerciante me había contado algo interesante.

- Oh sí! Una historia sorprendente! – Y le expliqué algo orgulloso que los kallunait, los hombres blancos, habían lanzado el sputnik. Lo llamé una gran bala, mostrándole con el guante cómo había dado la vuelta al mundo. Silingwak, avata avata! Alrededor y alrededor del mundo! Y como colofón le dije que el Sputnik, aquella bala mayor que un trineo, llevaba una perra dentro llamada Laika. 

- Laika! La perra se llamaba Laika! Wakadlunga. No me lo puedo creer –dijo con una voz ahogada- ¿Quieres decir que aquella perra estaba ahí sentada dirigiendo aquel trineo bala? –Se sentó aturdido frente a mi, la mirada perdida en el paisaje. Sus labios moviéndose mientras se narraba una vez más para sí la historia.

De repente, se volvió y dijo:

- Si alquien desea comprarte la historia, pídeles mucho.

Intenté contar este relato de la mejor manera que pude hasta que, una noche, un anciano me detuvo mientras con las manos describía el viaje de la perra Laika alrededor del planeta, y exclamó para la audiencia:

-¡El zurdo cree que el mundo es redondo! ¡Dejad que lo siga pensando!


Espíritu inuit de la Luna.

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Un grupo de científicos llegó a bordo de un gran helicóptero militar. 

-         Vamos a realizar unas mediciones. – me dijeron, y me mostraron sobre el mapa las mediciones de una ruta.- Quieren venir con nosotros?
-         Por supuesto. ¿Puede acompañarnos Osuitok?
-         Sí, no hay problema. ¿Tienen una brújula o un mapa?
-         No
-         ¿Saben como hacerlo para volver a casa?
-         Sí –contesté orgulloso, y señalé a mi amigo Osuitok- Mi amigo sabe todo lo que hay que saber por aquí. ¿Para qué han tomado esas mediciones?
-         Porque los mapas no son del todo exactos. Queremos saber las medidas correctas para poder disparar un cohete o guiar un misil hasta un objetivo extranjero o enviarlo tal vez hasta la luna.
-         ¿Qué está diciendo? – me pidió Osuitok.
-         Quieren llegar a la luna.

-        

- Wakadlunga! Imagínatelo! Algunas personas en el campamento de Akiaktolaolavik aseguran que allí vive un viejo chamán llamado Aluriak, que puede llegar hasta ella cuando hay luna llena.
-         




 

-    ¿Qué ha dicho? –me preguntó el científico.
-         Que le parece estupendo que quieran ir a la luna.
-      Bueno, muchas de nuestras preocupaciones son mucho más cercanas. Por eso intentamos establecer las distancias correctas.

Memorias del Ártico: mi vida con los inuit. James Houston.


Transcripción del vídeo:

La Mujer Esqueleto (cuento inuit):

Una joven mujer fue arrastrada por su padre a un acantilado y arrojada al mar, por algo que había hecho y era reprobable. Allí abajo su esqueleto, despojado de carne por los peces, daba vueltas y vueltas en medio de las corrientes. Un día, un pescador que se había alejado mucho de la zona donde habitualmente pescaba y no conocía aquel lugar, hundió su anzuelo en el agua y pescó a la Mujer Esqueleto. El pescador pensó que había atrapado un pez muy gordo, mientras luchaba con el enorme peso que colgaba del anzuelo. Cuanto más él se esforzaba, más se enredaba la de abajo con el sedal, a pesar de que se resistía a éste. Así el pescador, que se había dado la vuelta para recoger la red, no vio como surgía la calva calavera de entre las olas. Cuando el joven se dio la vuelta, todo el cuerpo de la mujer estaba colgando de un extremo del kayak.

El hombre gritó del susto. La golpeaba con el remo para desengancharla y remando como un desesperado huía de ella, pero como estaba enredada en el sedal no la podía dejar. Mucho se esforzó en dejarla atrás zigzagueando con el kayak hasta llegar a la orilla. Se bajó de su kayak con la caña de pescar y corrió, pero vio que la Mujer Esqueleto le perseguía, todavía prendida al sedal. El hombre corrió y corrió, pero ella lo segúia por todas partes, a pesar de los obstáculos. finalmente el hombre llegó a su casa de hielo y avanzó hacia el interior sollozando. Se acostó en la oscuridad mientras el corazón le latía en el pecho, pensando que estaba a salvo...por fin.

Pero al encender su lámpara de aceite de ballena la vio acurrucada en un rincón sobre el suelo de nieve de su casa, con un talón sobre el hombro y un pie sobre el codo. Más tarde, sin saber cómo explicarlo, se sintió invadido por una cierta compasión y hablándole con dulzura, la desenganchó de su sedal. Trabajó en ella hasta bien entrada la noche y la cubrió con unas pieles para que entrara en calor, acomodándole los huesos como debieran estar los de un ser humano. Se alejó un poco y mientras untaba con aceite la valiosa madera de su caña de pescar y enrollaba el sedal la veía. Ella no se atravía a decir ni una sola palabra, temiendo que el pescador la arrojara de allí, y rompiera todos sus huesos en pedazos.
El hombre sintió sueño y se deslizó debajo de su pieles. empezó a soñar y una lágrima escapó de sus ojos, como si soñara algo triste o nostálgico. La Mujer Esqueleto al ver el brillo de la lágrima bajo el resplandor del fuego sintió, de repente, mucha sed. Se acercó al hombre dormido y acercó la boca a la lágrima. La pequeña y solitaria lágrima fue como un río y ella bebió y bebió hasta saciar su sed de muchos años. Después se tendió a lado del hombre e introdujo su mano en el interior del pecho del hombre dormido y le sacó el corazón, que palpitaba tan fuerte como un tambor. Ella se incorporó y empezó a golpearlo por ambos lados y se puso a cantar. Y mientrás más cantaba más se llenaba su cuerpo con carne. Pidió cantando cabello, buenos ojos y unas manos rollizas. Pidió cantando la hendidura en la entrepierna y unos pechos grandes para dar calor y envolver y todas las cosas que necesita una mujer. Y cuando terminó, pidió cantando que desapareciera la ropa del hombre dormido y se deslizó a su lado en la cama, piel contra piel. Devolvió el gran tambor al cuerpo de su dueño y así ambos se despertaron, abrazados uno junto al otro, enredados el uno en el otro, después de pasar la noche juntos, de una manera buena y perdurable.

La gente que no recuerda la razón de su mala suerte dice que la mujer y el pescador se fueron y, a partir de entonces, las criaturas que ella había conocido durante su vida bajo el agua, se encargaron de proporcionarles siempre el alimento. La gente dice que es verdad y que eso es todo lo que se sabe...

1 comentario:

j.n.viana dijo...

Estimada Antropóloga en la Luna: Está muy buena tu entrada y sus contenidos. No es un fenómeno demasiado frecuente aquí en la tierra. Tienes un blog en extremo interesante. Tus artículos hablan de una antropología contemporánea y actualizada. Me gustaron todos ellos. Felicitaciones. saludos. julio viana