nuestras costumbres y leyes "adat" que nos fueron dadas por nuestros antepasados, 
  en vida y muerte, 
son para ser usados por todos nosotros. 
El cielo es nuestro techo, 
la tierra es nuestro piso,
este es nuestro "adat" en el bosque."
Versos de los Orang Batin Sembilan. Sumatra.
"Los vínculos entre la pandemia y el clima no son tan difíciles de comprender. La tala de bosques tropicales hace que tanto los patógenos, como el dióxido de carbono eliminado, vayan a otra parte, lo que provoca nuevas enfermedades y concentraciones crecientes de CO2. No se trata de cadenas causales que no se puedan explicar a las personas", explica Josep Peñuelas, experto en los impactos de los cambios globales antropogénicos en los ecosistemas.
Hace unos 
años, los medios anunciaron con cierto optimismo que el aumento de 
dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera en estos últimos años 
ha hecho que las plantas crezcan mucho más. El planeta se ha ido reverdeciendo a lo largo de estos últimos
 decenios. Gracias a eso hemos tenido menos CO2 en la 
atmósfera porque las plantas, a su vez, han actuado como sumideros de 
carbono, impidiendo un mayor calentamiento del planeta. "Hasta ahora 
nuestro planeta ha tenido esa capacidad de autorregulación" 
El filósofo Demócrito ya aseguraba: "la naturaleza se basta así misma: por esto vence con lo menos y con lo seguro". 
Pero, advierte 
Peñuelas, "esto tiene un límite. 
El crecimiento ilimitado no puede continuar. Siempre digo que hay que 
ponerse un póster del planeta en la habitación para darse cuenta de que 
los recursos son limitados."
Y es que los árboles necesitan 
otros elementos, como 
el potasio. Además, muchas especies no están adaptadas a los cambios de 
temperatura, y mucho menos a
la ola de calor extrema que se vivió en Europa en 2003. A esto hay que 
sumarle que en algunas regiones del mundo el cambio climático se traduce
 en períodos de sequía y aridez: les falta agua.
Y también hay
 que añadir la deforestación, especialmente en zonas como el sur de la 
Amazonia, la República Democrática del Congo o Indonesia.
La pérdida de su papel como sumidero de carbono supone que las regiones 
tropicales se vuelven neutrales en el ciclo del carbono (es decir, 
almacenan CO2 tanto como emiten). 
¿Y qué impulsa la deforestación? 
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), entre 1990 y 2020 se han perdido 178 millones de hectáreas de bosques. 
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), entre 1990 y 2020 se han perdido 178 millones de hectáreas de bosques. 
Andreas Malm, en su libro "El murciélago y el capital", hace 
un recorrido histórico sobre este problema. Explica que hasta la década 
de 1990, la tala de árboles de los trópicos del sudeste asiático y 
latinoamérica había sido impulsada por los Estados. Y es que 
en 1960 y 1970, se extendieron levantamientos de campesinos que actuaban
 en esas selvas recónditas de países recién independizados en el sudeste asiático, así que EEUU
 hizo que los Gobiernos locales paralizasen el apoyo popular de esos 
insurgentes entregando a los pequeños propietarios las tierras que tanto
 ansiaban. De esta manera, no se unirían a las guerrillas. La dictadura 
militar de Indonesia los reubicó en las islas exteriores, y en el caso de Latinoamérica, Brasil 
partió en dos el Amazonas con la megautopista y envió a colonizadores a 
las tierras de las carreteras secundarias. Así, consiguieron dos 
objetivos: despejar los bosques y acabar con los levantamientos.  
 Pero 
llegó el momento en que las iniciativas para despejar los bosques 
vinieron de actores privados, con sus propios objetivos: la carne de 
res, la soja, el aceite de palma, la madera... Pero ya no eran pequeños 
espacios, sino plantaciones de palma aceitera de más de tres mil 
hectáreas en Indonesia, o miles de hectáreas de ranchos de ganado en 
Brasil. Malasia e Indonesia otro tanto: producen el 90% del aceite de 
palma de todo el mundo. 
El naturalista 
David Attenborough
recordaba en 2014 la primera vez que llegó a Sabah,
en la parte malasia de la isla de Borneo:
"fue hace 40 años para filmar a los 
murciélagos en la cueva de Gomatong, lo que nadie había hecho 
previamente. En esa época, teníamos que abrirnos paso en la jungla 
porque no había caminos"
"Cuando finalmente entramos en la cueva, había este gran cúmulo de guano
 que tuvimos que escalar para poder observar a los murciélagos. Fue 
inolvidable", dijo.
"Cuando los árboles caen y 
los animales autóctonos mueren masacrados, los gérmenes nativos flotan 
como el polvo", explicaba poco antes, David Quammen en su libro 
"Contagio. La evolución de las pandemias". 
Ningún otro país como Malasia ha perdido bosques vírgenes a tanta 
velocidad. Y, además, se convierten en bosques 
fragmentados, lo que acelera la evolución de los patógenos, ya que los 
encierran en espacios aislados que mutan a su manera. Las empresas de 
deforestación acaban con esas fronteras naturales, con la biodiversidad , vacuna natural
que evita que el virus acumule una capacidad de contagio suficiente. 
Los focos de transmisión y los focos de 
deforestación están ubicados en los trópicos. Y una cuarta parte de los 
murciélagos del planeta viven en el sudeste asiático que, expulsados de 
sus hábitats, buscan cobijo y alimentos en graneros, plantaciones, cerca
 de los humanos. En el caso de Brasil, el murciélago vampiro se ve 
obligado a atacar al ganado. Y en el caso de Nigeria, la deforestación 
por madera y cacao crea las mejores condiciones para las larvas de 
mosquito, que reciben más luz solar y ven desaparecer sus depredadores. 
Así, la malaria causa estragos en ese país.
Los virus 
transportados por los murciélagos viajan más lejos y rápido y son más 
nocivos, pero ya a los patógenos no se les puede etiquetar con un "made 
in". La circulación es cada vez más rápida y abarca más suelo. Hay una 
"compresión espaciotemporal" que rompe con las barreras espaciales, por 
las tecnologías más rápidas, por el capital que aspira a acortar el 
tiempo para aumentar beneficios, porque el tiempo es oro.
Pero no debe serlo para el tiempo de vida de algunos. Según FAO, los pueblos indígenas de todo el mundo viven en un 22% de la tierra, pero gestionan hasta el 80% de la biodiversidad, que
 luchan todos los días contra la invasión de los agricultores de palma 
aceitera, caucho, pulpa y otras plantaciones, los madereros ilegales, los cazadores furtivos, los incendios intencionados...  En la Tierra, el 99,7% de la biomasa son plantas, y todos los animales, incluídos los seres humanos, somos solo un 0,3%. 7,8 millones de primates humanos solo representamos el 0,01% de la biomasa terrestre, responsables en los últimos 50 años de la extinción de la mitad de los animales salvajes y plantas.
En los últimos 30 años, más de la mitad de los bosques de Sumatra han desaparecido. Actualmente, la mayor amenaza
del bosque Harapan
de 769 kilómetros cuadrados, en el centro de Sumatra, es una carretera propuesta por una compañía de carbón, PT Marga Bara 
Jaya (MBJ), para transportar carbón. Un tercio de la carretera de 88 kilómetros atravesaría el bosque. 
Los Orang Batin Sembilan (Orang Rimba o Anak Dalam)
 tienen su hogar ahí. Su sistema tradicional, 
llamado "adat" (lo que es correcto y lo que no) les recuerda que 
garantizar la salud, la armonía y equilibrio de los bosques es 
garantizar la fortuna del grupo, de la aldea. Y es que
los bosques se conocen como las "raíces" o el "tronco" del mundo
(pangkol bumi halom). De
 hecho, el reino de los bosques (halom rimba) sigue el sistema "adat" más 
antiguo e importante, el de los dioses mayores, y difiere totalmente del "adat"
 del reino exterior de la aldea (me'uba adat), que sigue el de los 
antepasados y el Islam. Pero cuando alguien goza de buena salud, se dice
 que está "floreciendo"
(bungohon)
y si está enfermo, está "marchito" (layu) porque se ha "calentado" y el "huluy" o espíritu ha huido del cuerpo, liberando
el aliento o fuerza vital (nyawoh, nafai). También son "calientes" e insalubres los claros o lugares abiertos en la tierra, como los causados por la deforestación,
mientras que los bosques maduros (rimba godong) se 
denominan como "florecidos" (rimba bungahon), saludables, y son buenos 
lugares para vivir, dar a luz, abrir un jardín o realizar actividades
rituales.
Hace tiempo ya 
sabían que debajo de los bosques, la tierra (tanoh) se mantiene unida 
por una red simbiótica de raíces de los árboles y plantas del bosque, 
que también se cree que son sensibles al "calor". Aseguran, y bien lo 
saben, que cuando los bosques se talan a gran escala, las lluvias pueden
 hacer que la tierra se rompa, causando inundaciones.
La antropóloga y educadora Butet Manurung (o Saur Marlina Manurung), autora de "La escuela de la jungla", fue profesora en Jambi. Y ella cuenta que "en el pasado, los forasteros a menudo 
ridiculizaban a las comunidades indígenas hasta el punto de la vergüenza
 y las lágrimas.(...) Ahora, si se ríen de ellos porque 
son ateos, responderán diciendo: “¿Qué es la religión? También creemos 
que hay otras energías, además de las de los humanos. El hecho de que no haya un
 nombre para esa religión no significa que no exista, porque no es una 
religión reconocida por el gobierno”.
Ngerung, una mujer Orang Rimba, explica:
"Cuando nace un bebé, se deben plantar tres árboles, uno para la placenta, uno para el bebé, uno para el nombre. Nunca se pueden cortar ni herir. Cuando caminamos por nuestro bosque, le recordamos a la gente esto".
Fuentes:
David Quammen, "Contagio. La evolución de las pandemias".
 Andreas Malm,"El murciélago y el capital: Coronavirus, cambio climático y guerra social"
https://hutanharapan.id/en/ 







2 comentarios:
Más claro, agua. Muchas gracias
Unidos por la necesidad de mantener los bosque,hay está muestra la continuidad de la humanidad, cuándo acabemos con ellos nuestro sustento estará acabado.
Publicar un comentario