viernes, 3 de noviembre de 2023

"Cuenta, pajarita, cuenta": un cuento palestino de sumud.

"Si los cuentos representan una radiografía de nuestra cultura, entonces, el tratamiento que en ellos se hace de la figura femenina contiene grandes dosis de realidad." 
Sharif Kanaana, antropólogo.

El profesor Kanaana, nacido en Arraba, en las colinas de Galilea, al Norte de Nazaret, en lo que por entonces era Palestina y hoy es Israel, emigró a Estados Unidos en 1961, donde fue profesor en distintas universidades. En 1976 regresó a Palestina, donde ha sido rector de la universidad An-Najah (Nablus) y director del departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Bir-Zeit (Ramala). Es autor de un muy documentado y extenso trabajo sobre las 450 aldeas destruidas, borradas de la faz de la tierra en 1948, por el ejército de Israel. 
El libro "Cuenta, pajarito, cuenta" de Sharif Kanaana son propiedad colectiva de la comunidad palestina y su voz es la voz de la comunidad.

"Antes de la llegada de la televisión, los cuentos tradicionales eran la forma más popular de pasar el rato (...) para reforzar los lazos sociales". "Cuando las mujeres de edad se convierten en cuentacuentos, significa que la sociedad ha reconocido ya su autoridad y la sabiduría y la experiencia de la vida que esta implica; y, en su manera de narrar, la franqueza de su planteamiento, su tono poco convencional y la concisión serán las cualidades más notables"
 
"La mayoría de los cuentos tienen títulos femeninos y los personajes principales y más activos son las mujeres." 
"Los héroes son siempre heroínas: madres, hijas, esposas"

Perseverancia. Sumud صمود

 
Si los olivos conociesen las manos de los que los sembraron, su aceite se convertiría en lágrimas.
¡Oh! Sabiduría de los antepasados,
Nuestro cuerpo para vosotros sera un armadura.
Limpiaremos las espinas con nuestras pestañas
Y cortaremos la tristeza
Hasta arrancarla de nuestra tierra.
El olivo conservará su color verde para siempre
Y volverá a la tierra como una arma.

Mahmoud Darwish. Poeta palestino.

El olivo es un símbolo de "sumud", que significa firmeza, perseverancia, constancia, resistencia, en árabe, por ser muy resistente al fuego o a las sequías. Sus raíces son muy robustas y capaces de regenerar el árbol cuando la estructura aérea se estropea o destruye. El arraigo fuerte.
Los árboles de Hebrón son algunos de los más antiguos de Palestina, que data de la época romana. Esta cosecha es una antigua tradición que constituye una parte vital de la cultura palestina.
Los colonos los incendian, los talan... pero ellos, dicen, resurgirán.

 
LA PAJARITA

   Érase una vez, queridos míos, una pajarita que decidió hacer un pozo y se puso a escarbar y escarbar hasta que sus manos estuvieron completa­mente teñidas de alheña. Pero la pajarita siguió es­carba que te escarba hasta que, al cabo de un rato, vio que la alheña había teñido también sus patas y sus pies. Asombrada, levantó sus ojos al cielo, y Dios, que llevaba un rato mirándola, decidió gas­tarle una última broma y pintar sus ojos de kohol, pero como la pajarita no se daba cuenta de lo que estaba pasando siguió escarbando y escarbando... de repente, ¡PLASH!, encuentra un cofre y, ¡uAuuu!, cuando al fin consigue abrirlo, ¿qué es lo que ve? Una preciosísima tela suave y brillante como la seda.

   —¡Anda! ¿Qué podría hacerme yo con esta tela? —exclamó.
   Pensó, pensó y pensó y... enseguida encontró la solución.

   —¡Ya está! Me voy a hacer un vestido.

   Y salió volando a buscar a su modista (que también era una pajarita) y, nada más llegar, le dijo:
   —Había pensado hacerme dos vestidos, uno sería para mí y el otro para ti. ¿Qué te parece?

   La pajarita modista aceptó encantada, y ese mismo día se puso a trabajar. No había pasado ni una semana cuando vio aparecer de nuevo a su clienta:
   —A ver, a ver —piaba la pajarita—. ¿Cómo te han quedado esos vestidos?

   La modista fue a buscar los vestidos para que los viera y entonces.., la pajarita se lanzó sobre ellos como una flecha, los cogió con el pico y salió vo­lando. A continuación, volvió a su pozo para seguir escarbando, hasta que de repente, ¡oh sorpresa!, en­contró un nuevo cofre y, en su interior, una precio­sa tela de algodón como la que utilizan las señoras para hacer los pañuelos. La pajarita fue enseguida a visitar a su modista pero, esta vez, le pidió que le hiciera dos pañuelos.

   Y no había pasado una semana cuando la pa­jarita regresó a buscarlos:
   —A ver, a ver —piaba la pajarita—. ¿Podrías enseñarme cómo te han quedado los pañuelos?

   La pajarita modista fue a buscar los pañuelos para que su clienta los viera y entonces.., la pajarita se lanzó sobre ellos como una flecha y, después de cogerlos con el pico, salió volando. A continuación volvió a su pozo para seguir escarbando y, de pron­to, ¡oh sorpresa!, encontró un nuevo cofre y, en su interior, una bolsa de lana.

   ¡Pero qué lana más estupenda! —se dijo—; encargaré que me hagan un colchón.
   Esta vez fue volando al colchonero y pidió que le hiciera dos colchones:
   —Uno será para ti y el otro para mí. ¿Estas de acuerdo?

   El colchonero estaba de acuerdo. A los pocos días la pajarita regresó a buscarlos y nada más ver­los se lanzó sobre ellos y después de cogerlos con el pico, salió volando y cuando llegó a su nido en un árbol, los dobló con cuidado y se hizo una especie de sillón y muy contenta, antes de sentarse, se pu­so sus dos vestidos, uno encima del otro, y sus dos pañuelos, también uno encima del otro, y, así arre­glada, con las manos y los pies teñidos de alheña y los ojos pintados de kohol, la pajarita imaginó ser una preciosa novia.

   Y en esas estaba cuando acertó a pasar por allí el hijo del sultán, que iba de caza con su escopeta al hombro. Nada más verlo, la pajarita se puso a cantar:
   —La, la, la... hoy es fiesta y por eso me he puesto mis vestidos nuevos. La, la, la... llevo enci­ma todos mis vestidos nuevos.

   Cuando el hijo del sultán la oyó cantar, se echó la escopeta a la cara, levantó la vista hacia las copas de los árboles y cuando la tuvo a tiro, disparó. Dis­paró, pero no le dio. Y la pajarita casi se muere de la risa:
   —¡Jajajá! ¡No tienes ni idea, chaval! ¡Jajajá!

   Al ver que la pajarita se estaba riendo de él, el hijo del sultán se enfadó muchísimo y decidió que no se iba de allí sin cazarla. Cuando, después de muchos tiros, lo consiguió, la agarró por el pescue­zo y empezó a desplumarla. Pero, incluso mientras la desplumaba, la pajarita seguía cantando:
   —¡Vaya, vaya! ¡Hay que ver qué valiente es el señor desplumador! —piaba sin parar la pajarita—. ¡Pero qué valiente!

   El hijo del sultán, que nunca había soportado que se burlaran de él, ordenó que la metieran en un puchero y, como le gustaba mucho cocinar, él mismo se la preparó en pepitoria. Aun así, la paja­rita seguía cantando:
   —La, la, la, ¡qué gran cocinillas estás tú hecho! La, la, la, ¡qué gran cocinillas!

   Le salió tan rica que en un pispás se la comió, pero cuando terminó, el hijo del sultán sintió ganas de ir a hacer caca, y entonces, ¡oh milagro!, después del primer apretón salió la pajarita cantando:
   —¡Puuuafl, ¡qué mal rato he pasado ahí den­tro! Y encima,.. ¡he tenido que verte el agujero del culo!, pues que lo sepas, por más que seas hijo del sultán lo tienes tan feo como el de los demás, tan feo y tan rojo como un carbón encendido.

   Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

10 comentarios:

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